lunes, 17 de mayo de 2010

¿Cualquiera puede ser Alcalde?

Las elecciones municipales en el Perú han dejado de ser una fiesta democrática en la que los ciudadanos elegían al mejor candidato para desempeñar la gerencia de la ciudad en busca del desarrollo integral de su población, para convertirse en un mercado de pulgas en donde se ofertan a sí mismas, personas que prometen lo imposible con tal de alcanzar el sillón municipal. Pero como dice Arjona, lo malo no es que me mientas si no que yo te crea. Y sí pues, quien se ha buscado el mejor padrino, quien tiene los más generosos auspiciadores, quien ha captado mejor la idiosincrasia de los ciudadanos, es decir de qué pie cojean o cuáles son sus debilidades y, por supuesto, el que más y mejor miente, ése será el que se levante los votos y la "confianza" del respetable. No importa si en el camino ha hipotecado hasta su dignidad, si es que la tuviera, no importa si ha prometido licencias, autorizaciones, concesiones y licitaciones o favores mayores, si con ello asegura sus ingresos futuros y no precisamente a través del sueldo de alcalde si no de los "negocios" que pudiera realizar para recuperarse. Y es que es tan fácil hacerse del dinero ajeno a través de una alcaldía, dinero que viene directamente de los bolsillos de los ciudadanos que lo eligieron. Y eso es lo imperdonable.

Lejos están los tiempos en que había que prepararse, empaparse, estudiar, investigar, proponer buenas ideas o proyectos factibles, que pudieran ejecutarse y fueran productivos y rentables. Muy lejos está la realización de debates alturados y concienzudos sobe la problemática municipal entre candidatos capaces y serios, que no estaban ahí por favores recibidos o gracias prometidas, si no porque sabían en qué se estaban metiendo, se consideraban a sí mismos preparados para cumplir con el encargo y estaban deseosos de entregarse de lleno al trabajo municipal. Eso era cuando todavía no existían los rentistas, esa maldita especie de gente que no sé cómo es que siguen detentando los medios económicos y del poder y cómo es que pueden seguir acrecentándolo y hacerlo permanente en el tiempo, aunque claro, para ello tengan que barrer con todo el mundo si fuera necesario. Ahora bien, esa gente, dos veces maldita, existe porque los ciudadanos, esa otra casta de gente muy venida a menos, lo permiten y, con mucha pena lo digo, hasta los alientan, en el afán de que alguien "que no sea como ellos", que sea diferente, aunque fuera en el mal sentido de la palabra, se coloque en el lugar que debería ser de el mejor, que tranquilamente podría haber sido uno como ellos. Existe un prejuicio racista y elitista, pero al revés y sólo Dios sabe por qué es mayor en las clases menos favorecidas, en los convidados de piedra en la vida de calidad, que nunca reciben lo que les corresponde pero siempre, con varonil porfía, están entregando de más.

Hace más de 40 años Juan Velasco Alvarado logró un cambio, para bien o para mal, en nuestra sociedad peruana. Preconizó la devolución de la dignidad a la gente de abajo y juró que iba a abolir la esclavitud moderna y hacer una sociedad más igualitaria. Triunfó y fracasó. Los de abajo se empinaron, pero lamentablemente sobre sus propias limitaciones y defectos, para tratar de estar a la altura de los encopetados y Velasco sonreía. Como don Juan era tan limitado como sus compatriotas creyó que ya se había ganado y se iniciaba el gran cambio. Además de reventar la agricultura y nuestra economía, sólo se logró que la cadena atada a los talones de los pobres fuera más larga y menos pesada, pero nada más. Se olvidó que tenía que haber empezado por la educación, la formación en valores y los ejemplos de líderes verdaderos. De todos modos se dio un importante paso, se logró que se revisaran algunos postulados y paradigmas y hoy, sin ser la sociedad que se requería para salir del sub desarrollo, somos una sociedad inquieta y que se cuestiona todo. Bien por ello.

Y entonces, ¿Por qué es que no nos preguntamos: ¿hasta cuándo hay que soportar que nos sigan metiendo el dedo en la boca con esto de las elecciones municipales? ¿No podríamos cambiar también estas cosas? Empecemos por un análisis personal. ¿Merezco un buen alcalde para mi comunidad? ¿Qué puedo hacer para conseguirlo? Sé que como están las cosas es casi un imposible, un sueño irrealizable, pero eso es precisamente, soñar, lo único que nos queda. Los candidatos, que no importa que al principio sean 100, que de eso se trata la democracia, deberían depurarse entre ellos mismos, contrastando capacidades, habilidades, conocimientos y experiencia, mediante debates serios y bien organizados. Pero para ello se necesita una entidad que supervise adecuadamente el proceso electoral, que brinde unas adecuadas reglas de juego, lo que no está haciendo ese monigote esperpéntico que es el JNE, que solo sabe bailar al son del poder de turno. Pero ¿y dónde está, qué hace el vecino? Ahí bien, gracias.

Todo el mundo tiene el derecho de postular a una alcaldía, lo que no puede hacer jamás es coludirse, mentir, embargar su alma e hipotecar su futuro, con el fin de llegar como sea a la alcaldía, con el evidente objetivo, no podría ser otro, que el de beneficiarse personalmente, devolver los favores prestados y seguir negociando con el patrimonio público. Muy pocos, saben lo que es Gestión Municipal, lo que es Desarrollo Integral y, lo que es peor, casi nadie sabe cómo aplicar las herramientas de Gestión. Es responsabilidad vecinal el que no sean electos los corruptos, los incapaces y quienes tengan como único objetivo el beneficio personal. Sería bueno empezar ya. Hagamos como el señor García, que aunque no puede designar a su sucesor sí puede, lo está haciendo, evitar que llegue el que él no quiere. Bacán, ¿no?

lunes, 10 de mayo de 2010

El tsunami de los mercaderes electorales

¿Quién decretó que las campañas electorales, sobre todo las más costosas y desesperadas, deben zurrarse en la ciudad, en sus habitantes y, casi siempre, en el buen gusto y las buenas costumbres? ¿Por qué es que tenemos que vivir cada cuatro años, sumergidos en una avalancha de volantes, carteles, cartelones, banderolas, marchas vociferantes, chillones alto parlantes, que venden personas, partidos políticos y, casi nunca, una buena idea. ¿Quién dijo que a nadie le importaba? Bueno pues, es mentira. Habemos unos pocos y aquí estamos, a los que sí nos importa vivir bien y no dentro de un real chiquero, desde donde nos llevan de las orejas a un virtual paraíso, que ni los que lo proponen creen que se pueda lograr, para vendernos la idea de que este sí, verdad de Dios, es el candidato que estábamos esperando. Y yo que pensaba que los ciudadanos decidían libremente. Pues fíjese que no es así.

Pareciera que hay alguien empeñado en confundir a los electores, en hacerles imposible tomar una decisión acertada a la hora de elegir. Llamémoslos mercaderes electorales, que no poseen más carta de presentación que el de pertenecer a un grupo político conocido, aunque sea más por sus cochinadas que por sus virtudes, representación que ha pagado en contante y sonante, cantidad fuerte a la que el tal partido no le ha hecho asco alguno y que cubre la franquicia de asaltante de municipalidades y bolsillos ajenos. Políticos profesionales, aunque de bajísimo nivel pero que aparentan respetabilidad y principios, que luego ya se encargarán ellos mismos de demostrarnos lo equivocados que estábamos. Pero seguiremos repitiendo el error con una férrea voluntad digna de mejores causas y apoyando con nuestro voto a esta banda de pandilleros que de haber llantas suficientemente grandes se llevarían el edificio municipal a su casa. Y son ellos, precisamente a quienes nos estamos refiriendo como abanderados de un literal aluvión de propaganda electoral. Todas las argucias, mentiras y propuestas imposibles que el papel y la banderola puedan aguantar con el fin único e insobornable de ganarse la voluntad del respetable con los más oscuros propósitos que alguien se pueda imaginar.

Ahora bien, las campañas no las pagan los susodichos, si tuvieran esas cantidades, muchas veces groseras por lo astronómicas, probablemente se quedarían en sus ratoneras o guaridas a vivir de sus rentas; no pues, las pagan los "inversionistas electorales" una clase de fenicios democráticos que apuestan a los dos o tres favoritos de las encuestas fabricadas y que luego sabrán recuperar con creces, en dinero y en especies, lo que han invertido. Así, habrán ganado los que pagaron las campañas, los que trabajaron en las campañas, los que ganaron las elecciones y los idiotas que los apoyaron, que hasta ahora no entiendo qué ganan, salvo claro está el poder decir, con la cara de idiota superlativo, mi candidato es el que ganó. Pareciera que todos son felices, salvo por supuesto los únicos que realmente interesaban desde el principio: los ciudadanos que creyeron que esta vez sí salían del hueco profundo de la postergación y el sub desarrollo en el que su poca cabeza los ha sumido gracias a su voto apresurado, irracional, direccionado por otros o, simplemente apático y no comprometido.

La pregunta final es la misma cada cuatro años: ¿Por qué es que los ciudadanos no piensan en sí mismos cuando de elegir se trata, por qué es que postergan sus propias necesidades, deseos, proyectos y esperanzas en beneficio de una sarta de aprovechadores, que de Gestión Municipal, saben lo que usted o yo de ciencia molecular, pero que conocen al dedillo las debilidades y las inconsistencias de los ciudadanos de a pie, que son manejados como títeres democráticos que casi nunca se percatan de que están adquiriendo, con su elección, un paquete cerrado de la más grande estafa que pueda existir. ¿Por qué nos dejamos barrer por esta avalancha, alud, tornado, tsunami electoral de estos mercaderes, piratas de cuello y corbata, que se llaman a sí mismos, decentes, 100 % manos limpias, jóvenes emprendedores, ciudadanos ejemplares, pero que tienen un prontuario más que un curriculum y que no tienen problema alguno de vender al mejor postor las concesiones y licitaciones que pudieran tener lugar en nuestras municipalidades, en beneficio directo de ellos mismos y sus eventuales socios y en detrimento del bienestar ciudadano. ¿No vamos a reaccionar, a rebelarnos, pacíficamente pero con firmeza, a estos hechos aparentemente consumados? Ya pues.

domingo, 9 de mayo de 2010

Los presupuestos participativos municipales

A partir del año 2007 se inició una práctica que permitiría acabar, al menos en lo que a algunos montos correspondía, con la corrupción y el robo de los dineros municipales, me refiero a los Presupuestos Participativos que con gran pompa, esperanza y demasiada publicidad, se señalaron como una victoria ciudadana sobre el libre, alegre y desbocado manejo de las arcas municipales por parte de las autoridades de turno.

¿Qué es un Presupuesto Participativo?
"Es un instrumento de política y a la vez de gestión, a través del cual las autoridades locales, así como las organizaciones de la población debidamente representadas, definen en conjunto, cómo y a qué se van a orientar los recursos, teniendo en cuenta los Objetivos del Plan de Desarrollo Estratégico o Institucional, según corresponda, los cuáles están directamente vinculados a la visión y objetivos del Plan de Desarrollo Concertado". Lo que en cristiano significa que las autoridades municipales se juntan con los representantes de los vecinos para determinar qué obras son las que se van a realizar y cuál es el monto que se va a gastar en ellas, así como el tiempo en que se van a ejecutar. Todo, toditito con la supervisión y aprobación final de los propios vecinos.

¿Cuáles son los objetivos del Presupuesto Participativo?
1. Promover la creación de condiciones económicas, sociales, ambientales y culturales que mejoren los niveles de vida de la población y fortalezcan sus capacidades como base del desarrollo, posibilitando acciones concertadas que refuercen los vínculos de identidad, de pertenencia y las relaciones de confianza.
2. Mejorar la asignación y ejecución de los recursos públicos, de acuerdo a las prioridades consideradas en los Planes de Desarrollo Concertados y los Planes Sectoriales Nacionales, propiciando una cultura de responsabilidad fiscal, sobre la base de acuerdos concertados.
3. Reforzar la relación entre el Estado y la sociedad civil, en el marco de un ejercicio de la ciudadanía que utilice los mecanismos de democracia directa y democracia representativa generando compromisos y responsabilidades compartidas.
Esta herramienta de Gestión se presenta como la llave que abre la puerta del desarrollo integral de una comunidad, según sus propias necesidades, de acuerdo a sus propias expectativas y que finalmente realiza la transferencia del verdadero poder a la población organizada.

Bueno pues y ¿qué está pasando con los presupuestos participativos de los distritos de Lima por ejemplo? Cada una de las municipalidades ha implementado sus propios reglamentos mediante las ordenanzas respectivas; cada una de ellas, en honor y abuso de su autonomía ha creado su propio marco, es decir, sus propias reglas de juego. La pregunta es: ¿se cumple con los presupuestos participativos? Pues, NO, NO, NO. Los mencionados presupuestos participativos municipales constituyen la más grande burla a la norma, a los principios y, sobre todo, una tremenda falta de respeto a la ciudadanía. Y lamentablemente, como casi siempre, es la propia ciudadanía la que se entrega a sí misma en bandeja de plata, como primoroso chancho con manzana en la boca. Vamos a ver.

Se señala como requisito indispensable para participar en el proceso de elaboración del presupuesto participativo pertenecer a una junta vecinal, a un grupo vecinal organizado que pueda ser acreditado ante las autoridades respectivas. Aquí empieza la payasada. Salvo honrosísimas cuando no casi inexistentes excepciones, los vecinos que conforman las juntas vecinales son los ayayeros de las autoridades de turno, elegidos a dedo y obviamente consecuentes con su encargo. Sus funciones básicas son reventar cohetes a la gestión oficial y ayudar a distraer a los vecinos comunes y corrientes cuando sea necesario. Bueno pues, ellos mismos son los que se reúnen para elaborar el presupuesto participativo, son ellos entre los que se elige al Comité de Vigilancia y Control del Presupuesto Participativo, es decir los que deben fiscalizar el gasto, que las obras se realicen y que se hagan en el tiempo acordado. Pero si todos pertenecen a la misma pandilla, perdón, al mismo grupo, con los mismos intereses entonces, ¿quién va a fiscalizar? Por ello es que las obras que se aprueban son solo para algunos elegidos a los que se les deben los favores, los montos empleados no son los mismos que se han aprobado, las obras no tienen la calidad que deberían y las fechas se corren de acuerdo al gusto y necesidades de las autoridades. Por ejemplo, si necesito dinero para pagarle favores a los regidores para que me firmen tal o cual concesión, cojo el dinero de tales obras y pateo su realización para el próximo año, hecho que contará, por supuesto, con la anuencia, aprobación y firma de los sucesivos comités de vigilancia y control. La ignorancia de quienes avalan estas cochinadas no les permite ver que se están convirtiendo en cómplices de una evidente malversación de fondos y que aunque no les alcance la pena judicial por tal acción, si les cabe la sanción moral más grande posible.

Mientras los vecinos no se preocupen por sus propias cosas, mientras no vigilen y supervisen el uso de sus propios dineros, mientras no exista conciencia sobre la verdadera participación de los vecinos en la gestión de su propio desarrollo los presupuestos participativos seguirán siendo una de las burlas más grandes a la ciudadanía. ¿Conoce usted al presidente (a) de la junta vecinal que territorialmente le corresponde? ¿Han conversado entre ustedes sobre la priorización de las obras necesarias para su sector?, ¿Sabe usted cuál es el monto del presupuesto participativo del presente año para su distrito? ¿No lo sabe? Esta bien, no pasa nada. Que los alcaldes sigan robando a manos llenas, total lo que a usted le sobra es el dinero y el tiempo para mejorar su calidad de vida. Qué idiotas esos que creen que pueden decidir sobre su propio destino comunal ¿no? Qué risa dan.

lunes, 26 de abril de 2010

Gestión Municipal y corrupción

Cuando escuchamos a los líderes mediáticos, a los que tienen el dinero, las relaciones y la suficiente desfachatez para despotricar contra la corrupción sin que la sangre asome a su rostro, nos preguntamos si no seremos nosotros los equivocados y estaremos pidiendo imposibles cuando pretendemos que se nos hable con la verdad, se actúe con consecuencia y se defiendan los principios y los valores. ¿Cómo es posible, por ejemplo, que una señorita que tiene un recorrido bastante sinuoso frente a la integridad moral nos hable que ella y su partido representan a la decencia y los otros, sus contrincantes de turno, representan a la corrupción? Una señorita que compite por la alcaldía metropolitana en nombre de un partido que siempre ha representado los intereses de los grupos de poder y que ya adelantó que no sólo está de acuerdo con la gestión del alcalde metropolitano en ejercicio, si no que la califica como eficiente y eficaz. Es decir, considera que no hay nada que revisar. Sí, claro. ¿Cómo es posible que los alcaldes cuando llegan al poder y en nombre de una mal entendida autonomía administrativa y económica, utilicen el presupuesto municipal como su propia caja chica, para obras intrascendentes, en el mejor de los casos, o para llenar los bolsillos de sus casacas, sacos y pantalones, con el dinero de los propios vecinos? Y lo más triste, a vista, paciencia y conocimiento, de los mismos.

Hay algo de lo que casi nunca se habla. Es imposible que la corrupción empiece desde abajo, no con los mecanismos de gestión y de control existentes. El robo, el latrocinio, el peculado, empieza por la cabeza, con órdenes expresas de que se cumpla la voluntad de apropiación ilícita de que hacen gala, ahora casi con descaro, quienes ejercen la autoridad municipal. No hay nada que se suceda dentro de una administración municipal que no sea previamente conocida, cuando no digitada, por la propia cabeza municipal, en complicidad vergonzosa y vergonzante de los propios regidores, que siempre han confundido su papel y razón de ser, de legisladores y fiscalizadores, con la complaciente y apañadora función de convidados de piedra o títeres sin cabeza, cuando no de cómplices y hasta promotores del robo y el latrocinio. Claro a cambio de prebendas, favores de viajes y otros inmerecidos regalos más. Y franco que no es justo. Los ingresos municipales solamente deben ser usados en beneficio y sobre todo, el bienestar de los vecinos que tienen que pasar por caja, cada mes, trimestre o año, de acuerdo a sus posibilidades. Lo contrario es injusto, es inmoral, es tremendamente corrupto y asqueroso.
¿Qué hacer? ¿Lamentarnos en silencio nada más? No creo. Podemos empezar por revisar nuestros derechos, obligaciones y responsabilidades, para con la comuna en la que habitamos, para con nuestras propias familias y, sobre todo, para con nosotros mismos. Siempre seremos sub normales, sub humanos, sub ciudadanos, si no actuamos en consecuencia y de acuerdo a nuestros principios y normas de vida. Si la administración municipal ya está en ejercicio es nuestra facultad y responsabilidad fiscalizar sus actos, revisar los proyectos, presupuestos, la financiación, ejecución y entrega de las obras a realizar. Y si hay dudas, indicios o desconfianza, preguntar primero, exigir después y denunciar finalmente. No hacerlo es caer en la corrupción misma y, al margen de ser considerados legalmente cómplices, no es aceptable el permitir que los magros presupuestos municipales se diluyan en las manos y bolsillos de quienes, maldita sea la hora, se apropiaron del sillón municipal con malas artes y evidentes malas costumbres. Por otro lado, si estamos a las puertas de una nueva elección, como sucede en estos momentos, es nuestra obligación como personas y como ciudadanos, exigir hojas de vida, tayectoria, personal y profesional, antecedentes de todo tipo, de los candidatos, pero por sobre todas las cosas exigir debates y exposiciones por parte de los candidatos, No vaya a ser que por enésima vez seamos sorprendidos. Y es que la corrupción existe porque la permitimos, la hemos dejado avanzar y casi ya nos hemos acostumbrado a vivir con ella. Qué pena, esto último parece bastante cierto.

lunes, 19 de abril de 2010

Solo dos candidatos para Lima metropolitana

Cuando veo las primeras planas de los diarios, las carátulas de las revistas, la pantalla del televisor con los programas que se dicen políticos, me pregunto ¿quién fue el que decidió que en Lima sólo deberían existir dos candidatos para las elecciones municipales del 2010? Es cierto que hay demasiados, es cierto que la mayoría no merece el calificativo ni de pre candidato, es cierto también que no hay nada más aburrido que estar escuchando todo el día "propuestas" casi indecentes de muchos de los espontáneos que creen reunir las condiciones para el cargo, pero de ahí a querernos endilgar a como dé lugar que solamente son dos los que se deben tomar en cuenta, hay una gran distancia. ¿No hay forma de poner las cosas en su sitio, de ordenar y adecentar los procesos electorales, sobre todo los municipales?; ¿Qué nos ha pasado, por otro lado en los últimos años, que hemos permitido que una banda de forajidos, de oportunistas, especialmente los políticos profesionales de siempre, terminen por burlarse de nuestra voluntad soberana y nos estén metiendo el dedo a la boca para hacernos creer que el Mesías ya viene, que ya se escuchan sus pasos y, que por la sangre de Cristo mismo, todos los problemas se van a terminar solitos y antes que rápido, "cuando ella ó él y nadie más que uno de los dos, se siente en el sillón municipal; verdad de Dios conciudadano".

Hace unos días se presentó en mi oficina una señorita en nombre de una empresa encuestadora bastante conocida; las preguntas eran con respuesta asistida. A la pregunta de por quién votaría en las próximas elecciones municipales, la amable señorita me dijo, ¿por Lourdes?, ¿Por Kouri?. En mi afán justiciero y a lo Charles Bronson, le espeté: ¿esos son todos? Bueno dijo la cari acontecida, ¿Andrade?,¿Iberico? Yo, con mi mejor sonrisa y expresión de te fregué: Yo voy a votar por Susana Villarán. Recién en ese momento la dicha señorita levantó los ojos del formato que llenaba presurosa y me miró con ojos de ¿y este marciano? Le sostuve la mirada con valentía, como la vez que mi esposa me encontró conversando con una señora que no era ella. La encuestadora bajó los ojos y dijo entre dientes: Vaya, vaya. Siguieron una serie de preguntas, sobre diversos temas, publicidad odontológica de contrabando incluida, a las que cada una de mis respuestas arrancaba otros vaya, vaya, de la dicha jovencita. Al fin se fue y me dejó un feo sinsabor, más en el espíritu que en la boca; lo sucedido era la comprobación de que se está produciendo, como siempre, una grosera manipulación de la opinión ciudadana y se está posicionando en la mente de los, casi ausentes, vecinos el que la pelea ha empezado y los competidores solo son dos: Lourdes Flores y Alex Koury. Claro, así es más fácil el manejo de los titulares y, sobre todo, el posible manejo de la voluntad ciudadana. Y curioso, ¿no? los mencionados trabajan para los mismos grupos de poder, para los mismos capitales y quieren llegar al sillón municipal metropolitano por la misma razón: cubrir a don Luis Castañeda y salvar responsabilidades para que la carrera política del mencionado continúe en ascenso. Así cualquiera, ¿no? ¿Quién podría conseguir mejores escuderos?

¿Qué nos pasa por Dios? Hasta cuándo vamos a seguir aceptando que los grandes intereses nos manejen a su antojo, que influyan sobre nuestras costumbres, nuestros usos, nuestras formas de vida, nuestras decisiones y nuestras elecciones. ¿Cuándo volvimos a perder nuestra libertad de escoger? o ¿es que nunca la tuvimos realmente? Me parece indignante el que no hayamos alcanzado la madurez suficiente, a despecho de la mal llamada mayoría de edad, para poder elegir a quien realmente merece nuestra confianza. No es cierto pues, que existan solamente dos candidatos, no es cierto que todos tengamos que pensar igual, no es cierto que los que manejan el poder y el dinero, medios de comunicación incluidos, nos puedan manejar a voluntad. ¿O sí? En todo caso, qué vergüenza. Entendamos de una vez por todas que las elecciones municipales no tienen nada que ver con la política y menos con los intereses partidarios de los políticos de siempre, si no con las necesidades, clamores y esperanzas ciudadanas de vivir mejor. ¿Es eso tan difícil? Tal vez si pudiéramos comprometernos un poco más con nuestra propia vida en comunidad, si pudiéramos darnos cuenta de que cuando asumamos la responsabilidad que realmente nos corresponde, podremos elegir libremente nuestro destino y a quienes tengan que ver con él.

lunes, 12 de abril de 2010

Desaciertos municipales en Miraflores

Nuevamente debemos ocuparnos de la Municipalidad de Miraflores. Ahora, por el controvertido proyecto del Museo de la Memoria, propuesto, aceptado y decidido en solitario, por el señor alcalde miraflorino, Manuel Masías. Vamos a ver, aquí hay algunos puntos previos que no admiten opinión, dudas ni murmuraciones. Un proyecto de las características del mencionado solo cabe en una ubicación de acceso libre, con espacios circundantes abiertos y receptivos, como un parque o un complejo de mayor envergadura, por ejemplo, jamás en una zona de acceso peatonal difícil y junto a vías de mediana carga vehicular, por referirnos a la ubicación. Pero también hablemos del impacto ambiental social, es decir lo que dicho proyecto implica respecto de actividades conexas y previsibles, para referirnos a su compatibilidad con la normatividad y los usos urbanos requeridos; finalmente, al hecho de haber sido una propuesta, que en forma inconsulta le salió del forro al señor alcalde. Si a ello agregamos que el terreno graciosamente ofrecido por la autoridad municipal para este fin, había sido originalmente señalado para una actividad cultural local, tenemos un caso evidente de querer torcer la voluntad ciudadana. Se burla un acuerdo, se festinan trámites, se toman decisiones en forma absoluta y autoritaria y se cambian los usos del suelo urbano, con evidente signo y requerimiento político, para quedar bien con alguien que con seguridad, no es el vecino. Oiga usted, señor alcalde, quien lo puso en el sillón municipal lo contrató para que cumpla usted con la voluntad del contratante, para que sea usted el promotor del desarrollo integral y para que todos, sin excepción, puedan vivir mejor cada día; de ninguna manera se pensó en que usted sacaría los pies del plato y trataría de hacer lo que le apuntara su bien peinada testa.

No está en discusión si los vecinos de Miraflores, por un asunto de extracción de clase y postura intransigente se oponen a un proyecto como el señalado; se trata del respeto al ciudadano y a su voluntad ya manifestada. Usted sabía que este tema era espinoso, que traería cola y sin embargo se embarcó en al asunto. Su razón habrá tenido. Pero las consecuencias, señor alcalde son mucho más peligrosas, onerosas y sin marcha atrás, como en otros casos en que usted la embarró y ha podido salir más o menos limpio. Hagamos memoria. Prometió usted al dueño del restaurante Central que nada iba a pasar, que ya todo estaba manejado y que probablemente la gente terminaría por aceptar la apertura de dicho local en un lugar indebido. Bueno pues, usted se equivocó, se armó el chongo y usted tuvo que mirar para otro lado, alzarse de hombros, recular en su decisión, retirar la palabra empeñada y ya está. Aparentemente nada pasó. Claro, la tremenda pérdida de dinero del inversionista, el mal rato de los vecinos y el hecho de que el propietario no se iba a quedar con los brazos cruzados y ahí está el tremendo embrollo legal que se ha armado. Ciertamente, ese ya no es su problema señor alcalde. Se negó usted, por otro lado, a autorizar la tradicional feria del libro en Miraflores, así que los libreros tuvieron que mudarse a otro sitio y nada pasó. Salvo, otra vez, el mal rato de los vecinos y seguidores de eventos como este, el fracaso económico de la feria en la otra ubicación y sí pues, ese tampoco es su problema. Ahora, con los brazos cruzados en la espalda, la cabeza gacha y el puchero en la cara dice usted, realmente sin decirlo, que se equivocó y que ya pues, que vuelvan al parque central, pues hasta los numerosos gatos que allí habitan están de acuerdo y de paso como que tienen en qué entretenerse.

Se equivocó usted tremendamente con los malditos de Larcomar, con los músicos espontáneos y medio calatos, con los skaters bullangueros. En estos dos últimos casos debo reconocer, sin embargo, que tampoco hay derecho de hacer lo que a uno le apunta su regalada gana, pero hay formas señor alcalde, las democráticas sobre todo, esas que dictan las buenas maneras y la inteligencia social para manejar las posturas de cierta parte de la ciudadanía a la que hay que hacerla entender, pero sin palos ni clavos, señor alcalde. Demasiados errores para una sola gestión. Su desbordante afán por hacer muchas cosas a la vez, probablemente para hacerse notar, le han jugado una mala pasada. Pero volviendo al tema principal, no puede usted, señor alcalde, obligar a una población, a aquella cuya voluntad juro usted respetar y hacer cumplir, a someterse a sus muy particulares formas de ver las cosas. Lo que usted piense y sienta, su moderna y liberal forma de ver la cosa pública, debe estar subordinada a lo que los ciudadanos quieren, piensan y desean. Esa es la esencia de un gobierno municipal, de una verdadera gestión municipal. Lo otro es comportarse como latifundista, como dueño y señor de estas tierras, en donde el que manda soy yo y aquí se hace lo que yo digo. En otras partes se usan burros para quien se atreve a pensar así. No vaya a ser que le faciliten, señor alcalde, tan vergonzoso transporte a pocos meses de culminar su gestión. Mejor trate de irse en paz, señor alcalde.

lunes, 5 de abril de 2010

La Voluntad Ciudadana

Cuando se tienen las cosas claras, cuando sabemos lo que queremos y nos conviene y tenemos el coraje de hacernos respetar, es que podemos alzar la voz y decir: Momentito señor, ¿qué está pasando aquí?, lo que acordamos no es precisamente lo que se está haciendo. Hágame el favor de rectificar en el acto o lo mandamos, más rápido que inmediatamente, en burro a su casa. Faltaba más, ¿qué se habrá creido este alcaldecito? ¿Fuerte, no? Pues fíjense que es la única y verdadera forma de proceder cuando nos asiste la razón ante ciertas actitudes de las autoridades municipales, que debemos recordar están ahí porque nosotros las pusimos, están para respetar nuestros acuerdos y buscar, a como de lugar, la forma de que todos podamos vivir mejor y al más bajo costo. Es decir, para que hagan una perfecta tarea gerencial del desarrollo y no una mera administración de nuestros defectos y pobreza.

Es necesario tener en cuenta, por otro lado, que todo lo que ocurre dentro de una comunidad afecta, tarde o temprano, directamente a los ciudadanos que la conforman. Nadie, en su pleno raciocinio, podría abstenerse de opinar o reclamar, dado el caso, si se sintiera atropellado por alguna medida que se aprobara y que se viera obligado a cumplir. Sucede que las cosas salen bien cuando se prevén, se planifican y se modifican en el camino, de requerirse. Pero todo, sin excepción, debe partir de un punto importante, cualesquier proyecto de desarrollo, por pequeño que sea, se origina en la priorización del bienestar ciudadano, es decir, en la necesidad de hacer cumplir la voluntad de los ciudadanos organizados, decisión que luego se convertirá en ley y de cumplimiento necesario, por lo que debe ser consensuada, es decir, contar con la aprobación unánime o al menos de la gran mayoría.

Torcer la voluntad ciudadana, es por el contrario, el que habiendo aprobado una forma de proceder que evidentemente favorecía la calidad de vida de una comunidad, a la hora de ejecutarla se convierte en lo apuesto de lo que se acordó. Por ejemplo: "En este barrio, queridos vecinos, nadie podrá construir más de dos pisos de altura, porque estamos dentro de una zona residencial de baja densidad y mientras yo sea el alcalde nadie, entiéndase bien, nadie va a poder modificar esto"; dice el candidato. Esta y otras promesas similares terminan por encandilar a los electores. Se produce la elección, la gana el susodicho y para devolver el favor a quienes le pagaron la campaña, vaya que fue costosa, se ve obligado a solicitar el cambio de zonificación requerido por los improvisados pero avezados constructores, a la instancia metropolitana y ya está; adelante señor inversionista, la cancha es suya. ¿Y el vecino? "Usted entenderá querido vecino que hay que estar con la modernidad y alégrese, que las propiedades cercanas se revalorizarán, incluyendo la suya, por supuesto. No, no tiene nada que agradecer, estamos para servirlo".

¿Qué pasó aquí? Pues casi nada; sucede que no solo se torció la voluntad ciudadana, que por un asunto de mejora podría considerarse como válido, pero no, simplemente alguien que tuvo la necesidad y la urgencia de cumplir con su futuro hipotecado, simplemente se sacó la careta y se entregó a lo que mejor sabe hacer: festinar los bienes y dineros públicos en aras de los intereses de los que apuestan por los candidatos, cuando lo son y luego pasan la factura cuando sus apostados ganan la contienda. Aquí debemos revisar el verdadero origen de la VOLUNTAD CIUDADANA. Esta nace en la toma de decisión por quién votar en las elecciones previas, en la responsabilidad que se asume, con el voto, a la hora de brindarle apoyo a tal o cual candidato y en la fiscalización posterior de los actos de dicha autoridad. Que se haga mi voluntad, que se cumpla con ella, depende de que la expresión de la misma sea la correcta. Mi proceder debe estar sujeto a mi pensamiento y éste a mi convencimiento de que estoy eligiendo la mejor opción. Dejarme manipular y decir luego: Ya pues, qué importa, siempre es lo mismo. Esta no solo es una actitud cobarde, si no que es tremendamente irresponsable, porque estoy obligando a toda una comunidad a convivir con mi error cometido.

No hay forma, sin embargo, de hacer prevalecer la voluntad ciudadana, sobre cualesquier otro interés o inclinación, cuando esta no representa a la gran mayoría, cuando el compromiso real de la población no alcanza para sostener la propuesta, para hacerla viable y menos para exigir su realización. Lo que está pasando en nuestras comunidades es sumamente preocupante. No hay consenso porque no hay acercamiento, no hay convivencia real porque cada cual vive como le apunta su regalada gana; jamás les alcanza el tiempo para confrontar ideas, negociar soluciones, consensuar propuestas. Claro, las malas autoridades, los ladrones e incapaces, se aprovechan de esta masa informe de personas que a pesar de vivir juntas, jamás comparten nada. Sí pues, no hay forma de hacerse respetar mientras no hayan puntos mínimos de acuerdo entre quienes conforman determinada comunidad. ¿Cómo hablar de voluntad ciudadana, esa que se supone es nuestra obligación hacer respetar, si ni siquiera sabemos quién habita la casa del costado y no tenemos la voluntad de conocerle?

compensa es lograr una mejor calidad d

domingo, 28 de marzo de 2010

Soy un Ciudadano Libre

¿Qué hace que nos sintamos bien, en la plenitud de nuestras facultades y sin obstáculos para nuestro desarrollo, dentro de nuestra propia comunidad?; ¿El tener bastante dinero, gozar de fama y la envidia de los demás? Podría ser; pero mucho más importante que ello es el saber que somos capaces de hacer lo que nuestro libre albedrío nos dicte, con la única salvedad de considerar el mismo derecho para los demás y, sin tener que chocar con nadie, actuar plena y libremente. ¿Qué nos hace libres entonces?; ¿Cuándo podemos afirmar que lo somos, como personas, como ciudadanos?

Bueno pues, Yo soy un ciudadano libre:

Porque conozco mis derechos, los hago respetar y porque además soy consciente de mis responsabilidades y obligaciones para con los miembros de la comunidad dentro de la que vivo y del respeto que debo a sus propios derechos. Mal podemos exigir se nos respete como seres humanos, como miembros de una comunidad que todo lo que desea es vivir bien, si no somos capaces de preocuparnos por conocer cuáles son los límites de nuestras posibilidades y exigencias.

Porque todo lo que he logrado y poseo es producto de mi propia capacidad y esfuerzo, a nadie se lo he quitado, nadie me lo ha regalado ni a nadie se lo debo como favor o canje y por ello es mi obligación preservarlo. Una persona que se acostumbra a recibir, que canjea su independencia por prebendas o favores especiales e indebidos, es incapaz de salir adelante cuando las condiciones "favorables" se descubren, se terminan o cambian abruptamente.

Porque mis decisiones y mis actos no están motivados por influencias o manipulaciones externas y sólo responden a mi propia conciencia, cuyo único fin y objetivo es el bienestar de mi familia y de mi comunidad. Cuando nuestra formación y cultura cívicas son las adecuadas, cuando sé realmente lo que quiero, sé cómo debo conseguirlo y conviene a mí familia y a mi mismo, no hay promesa, oferta o discurso engañosos que me haga vacilar en mis decisiones.

Porque sé que el progreso y el desarrollo pleno, mío y de mi familia, dependen de nuestra toma de conciencia ciudadana, de nuestro compromiso con el cambio y de nuestra participación amplia, permanente y efectiva. La verdadera gestión municipal, esa que genera el desarrollo, implica a autoridades, funcionarios, empleados municipales y vecinos, porque nada de lo que se haga o deje de hacer nos debe ser ajeno y la responsabilidad debe ser totalmente compartida.

Porque tengo la suficiente dignidad e integridad moral para decirle a los políticos profesionales de siempre, a sus partidos, a la corrupción que los envuelve y a esa complicidad ciudadana que lo permite: ¡Basta ya! No me ha de temblar la voz para alzarla si considero que es necesario defender mis intereses, ni la mano a la hora de elegir razonable y conscientemente a quienes me van a representar a la cabeza de la corporación municipal que logre nuestro bienestar.
Sugerencia: Estos escritos dominicales responden a una secuencia temática, por lo que me permito recomendar leerlos, si tienen el verdadero interés, el tiempo y la paciencia, desde la primera entrega, del día 5 de Abril del año 2009.

domingo, 21 de marzo de 2010

Agua ¿para todos?

Dentro de los servicios públicos a que toda comunidad tiene derecho, se encuentra el agua potable. Elemento indispensable que garantiza la vida de los ciudadanos. ¿Quién determina la calidad de este servicio, su volumen, su pureza, quién su distribución, su costo? Por ahora, en Lima, Sedapal, que es una empresa estatal de derecho privado, de propiedad del Estado a cargo del Ministerio de Vivienda, Construcción y Saneamiento, con autonomía técnica, administrativa, económica y financiera.

¿Y quién controla a Sedapal? Que cumpla con sus múltiples funciones y responsabilidades, que entregue el agua a todos los usuarios a un precio justo y equitativo, que llegue a todas las comunidades y que asegure el abastecimiento, en volumen y calidad, de tan importante elemento para los próximos años. En teoría está la Sunass y además el alcalde metropolitano que debería conformar el directorio de esta empresa pública y sacar la cara por todos los limeños, pero no es así, de ahí que muchas comunas distritales se encuentren sumidas en la desesperanza y la resignación a seguir sirviéndose del agua de camiones cisterna, pagando por ella precios exorbitantes y antojadizos y corriéndose el riesgo de adquirir múltiples enfermedades, sin que ninguna autoridad sea capaz de hacer algo al respecto.

Ahora bien, ¿Se riegan los parques municipales con agua potable? Lamentablemente sí. Y además con puntos de agua clandestinos que han sido habilitados por los mismos empleados municipales o los empleados de las concesionarias de parques y jardines. Jamás debió suceder esto. El problema es y, ¿entonces con qué se regaría? Desde pozos tubulares, donde sean posibles, hasta acequias, canalizadas y techadas, de agua de regadío, son opciones adecuadas. Pero claro, más fácil es apelar al agua corriente que va por las tuberías, ahí cerquita de donde queremos regar. El agua potable tiene un precio, pero la forma en que éste se determina, la escala del mismo, el precio subsidiado de interés social y el cargar con un sobre costo por uso indiscriminado, como sucede en las residencias de grandes jardines, con piscina incluida. Pero lo gracioso es que un residente de los distritos de Surco o La Molina paga mucho menos, proporcionalmente hablando, que una familia de condición económica muy baja. Sí pues, son las injusticias del sistema. Pero, ¿no que la Sunass se encargaba de regular precios y establecerlos con responsabilidad social y carácter de subsidiariedad, para los más pobres se entiende?
Permitir que la empresa del agua actúe como quiere, sin regulaciones, sin equidad ni justicia social significa que hay alguien que no sabe cómo hacer su trabajo o que está propiciando o avalando algún tipo de corrupción.

Se dice que en el Perú existen 10 millones de personas que no tienen agua y que en Lima son cerca de 2 millones las personas que carecen del agua potable y del servicio de alcantarillado. ¿Qué hacer? Si Sedapal tuviera el respaldo, el apoyo en inversión, pero acompañado de seguimiento de gestión, fiscalización y severa penalización, de ser el caso, entonces el agua podría llegar a todos los hogares. Pero qué pasa si es el propio estado el que obstaculiza la gestión de la propia Sedapal, el que la limita en su accionar y la realización de posibles inversiones y que por el contrario busca a como dé lugar el privatizar el servicio, entregando la concesión a alguna empresa privada, que lo primero que haría al recibir la transferencia sería aumentar los montos de facturación y paralizar las obras de inversión para la extensión del servicio a zonas de muy bajos recursos.

Muy bien, aquí aparecen los gobiernos locales. El alcalde y sus regidores deberían exigir que además de que funcione el directorio del agua, encabezado por el alcalde metropolitano, las tarifas sean razonables, que se realicen las inversiones requeridas para que la cobertura a futuro esté asegurada, que el costo de las instalaciones domiciliarias no sean abusivamente onerosas, que la infraestructura municipal no sea alterada por los empleados sub contratados por la empresa del agua que tasajean veredas y pistas a su regalado gusto, que cuando haya necesidad de cambios de válvulas o tuberías las obras requeridas se realicen con todas las garantías del caso. Y, finalmente, en aquellas comunidades que no exista el agua potable y menos el alcantarillado las autoridades respectivas deben fajarse por conseguirla, a como dé lugar, caso contrario deben irse a casa.

domingo, 14 de marzo de 2010

Mi terrenito y mi casita

Pasa la voz vecina, tenemos invasión mañana por la madrugada.

¿Qué cerro nos toca doña Prudencia?

Ningún cerro Clarisa, aquí no más, al otro lado del puente. El Pascual dice que si nos apuramos podemos ganarnos un par de lotecitos mientras los hijos del difunto se pelean por la herencia.

Sí pues, así han empezado las invasiones, grandes y pequeñas, que se han hecho en Lima. No es que entre las clases necesitadas existan grandes visionarios que saben por dónde van a venir las oportunidades, sino que el dato lo pasa normalmente alguien que tiene intereses mayores. Por ejemplo aumentar el valor, a mediano plazo, de sus tierras que están precisamente al costado del terreno a invadir. Así, cuando por presión los invasores logren el tendido de las líneas, tuberías y servicios complementarios; pobrecitos, hay que ayudarlos, son desposeídos y por humanidad hay que darles una mano para que vivan como gente; entonces el costo de urbanización del terreno vecino, que es el que realmente interesa, será mucho más bajo. Buen negocio para todos, menos para la ciudad.

La historia del crecimiento horizontal de Lima y de otras ciudades de provincia ha estado signada, principalmente, por grandes intereses económicos, pero por sobre todo, por la inexistencia de un proyecto integral de desarrollo urbano y la falta de autoridad, que al tener rabo de paja o compromisos mayores, se hace de la vista gorda y la sensibilidad fina y ya está: terrenitos para todos. ¿Qué es lo que diferencia a una ciudad con planificación y a una ciudad de crecimiento espontáneo pero dirigido por los que ostentan el poder político y económico y necesitan, con urgencia y a como dé lugar, que las cosas se sucedan de esa forma? Las diferencia, además del orden y la formalidad, la existencia de un objetivo mayor: un crecimiento urbano armonioso que se sustenta en el respeto a las normas de convivencia entre las personas y el medio ambiente en que se asientan; y todo por la aplicación de una política populista, esa que derrocha más lisura y atrevimiento, que argumentos y capacidad y que termina por alterar el orden de las cosas y, zurrándose en la correcta y adecuada ocupación del suelo urbano, favorece a un grupo de desarraigados y vivísimos ciudadanos, que al igual que el promotor solo buscan el provecho personal. Las migraciones internas, por decisión propia o forzada no pueden, por razón alguna, barrer con la legalidad, ubicarse y tomar posesión de algo que no les pertenece para solicitar luego la "regularización" de su atropello.

¿En donde estuvieron las autoridades municipales cuando ocurrió tal o cual invasión? ¿En dónde estuvieron las fuerzas del orden público y las autoridades judiciales cuando se vulneraron los derechos de los verdaderos propietarios, el estado incluido? Nadie hace su trabajo, ni siquiera la que se suponía era la ciudadanía organizada, que debería velar por los propios intereses de su comunidad al reservar y hacer respetar áreas periféricas para su crecimiento urbano y de amortiguación ambiental y que, por el contrario, avala la informalidad y complica innecesariamente su futuro, por desidia, por ignorancia o lo que sea.

De ahí a la promoción de la auto construcción, avalada por el propio gobierno en beneficio de los proveedores de materiales, con bonos populistas de regalo, grandes facilidades de créditos con carácter de perro muerto y, posteriormente, el obligado reconocimiento oficial del invasor que concluye, faltaba más, con el título de propiedad respectivo, previo empadronamiento e inscripción en el partido de gobierno de turno.

Cuando los voceros oficiales y oficialistas de los partidos políticos en el ejercicio del poder, se desgarran las vestiduras clamando por apoyo a los desposeídos, pobrecitos, sin terrenito, sin casita, que los avale ante el sistema económico financiero para que accedan a préstamos de consumo y puedan vivir como personas decentes, solicitando prebendas y favoritismos, que desdicen de la cultura cívica y de la virtud del esfuerzo propio, es que estamos cerca de un proceso electoral, de la necesidad de una cortina de humo que tape un grave desliz del oficialismo o, al borde de la culminación de un gran negociado entre descarados ladrones de cuello y corbata. La responsabilidad, sin embargo, cabe principalmente en la ciudadanía, que convenientemente organizada o no, debe pararle el macho a este tsunami de corrupción y de hacer las cosas mal por gusto, por costumbre ó porque los dejan, pues. No está en juego sólo la ética y la moral, está en juego la calidad de vida de nuestras familias. Vivir bien pasa por la necesidad de estar vigilantes y evitar que se produzcan hechos como éstos, máxime si existe una gran cantidad de soluciones que desde cada comunidad o municipalidad se pueden desarrollar en pos de una vivienda digna para todos y en beneficio de todos. ¿Cuesta trabajo? Claro que sí.

domingo, 7 de marzo de 2010

Terremotos Municipales

¿Qué hacer cuando nuestras casas ya están en el suelo?; ¿Cuando algunos postes de luz se convierten en fósforos gigantes porque los transformadores colapsaron y se produjeron tremendos corto circuitos?; ¿Qué hacer para detener los desmanes producidos porque la población hambrienta y desesperada se lanza a "recolectar" lo que pueda para llevarle algo a su familia que está durmiendo a la intemperie? Bueno pues, cuando se suceden estas cosas ya no hay mucho por hacer, salvo sentarse en algún pedazo de vereda a esperar que cesen los movimientos residuales y a extender la mano a ver si algo nos llega. Qué diferente sería si se tomaran las previsiones necesarias, se señalaran lugares seguros de escape y refugio, si se almacenara agua y alimentos suficientes y todos, pero todos los vecinos, sin excepción, supieran cómo afrontar la horrible pesadilla de un fuerte terremoto.

Los peruanos vivimos en una zona de alto riesgo sísmico y no hay que ser adivinos ni brujas para saber que en cualquier momento se pueden suceder terremotos de menor o mayor intensidad y es por ello que debemos estar preparados y prevenidos. Al margen de cuándo puedan suceder, lo importante es que las consecuencias sean lo menos letales posibles. Los alcaldes distritales presiden los Comités de Defensa Civil de su comunidad y como tales son los responsables de que el tránsito por estos terribles momentos se suceda de la mejor manera posible. Vamos a ver, ¿sabe el alcalde cuál es la zona más vulnerable de su distrito? Es decir, la más cercana al mar, la que está al borde de un acantilado, junto a un río, en zona de terreno arenoso; ¿Cuáles son las áreas con sobre población? Es decir, en dónde hay mayor cantidad de edificios, que dicho sea de paso no debieron construirse tantos, con frente a estrechas calles por ejemplo; ¿Cuáles son las casas quinta, los condominios cuyas estructuras no son tan seguras y que además albergan a demasiada gente?; ¿Qué porcentaje de su comunidad habita viviendas no seguras o construidas con materiales de poca resistencia a los sismos?; ¿No lo sabe? Pues entonces le han regalado el puesto y además está incurriendo en una falta muy grave que debiera ser penada por la ley y la comunidad entera.

No podemos esperar mucho de un gobierno central que a casi tres años de lo sucedido en Ica no envía todavía los fondos necesarios ni al personal aparente para mitigar las pérdidas sufridas por nuestros hermanos del sur, pero que sin embargo ya envío 10 millones de dólares a Haití por un terremo9to similar, con políticos y figuretis con todos los gastos pagados; que el mismo presidente García se ha ido a Chile, también por otro terremoto llevando un avión cargado de ayuda y un enorme hospital y otras cosas más. Un aplauso por esa ayuda humanitaria a los dos países hermanos. Qué pena que el señor García no sepa que la generosidad y ayuda deberían empezar por casa. No sólo no hemos solucionado los problemas de Ica si no que además no se ha hecho mucho para prepararnos para alguna desgracia similar que pudiera ocurrir en el corto plazo. Así que mejor nos ayudamos nosotros mismos.

¿Cuántos alcaldes han corrido a revisar las condiciones estructurales de las viviendas de sus comunas?; ¿Cuántos se han encargado de señalar mediante comunicados cuáles son los tipos de movimientos telúricos, la intensidad de los mismos y sus consecuencias?; ¿Cuántos han señalado mediante cartillas didácticas qué se debe hacer y qué no debe hacerse ante una situación de ese tipo? ¿Cuántas brigadas de socorristas y rescatistas se han formado, sobre todo con la participación masiva de los vecinos de la tercera edad?; ¿A cuántos colegios se han visitado, a cuántos se les ha ordenado realizar simulacros de evacuación y de preparación sicológica para el durante y el después? ¿Cómo se ha asegurado el abastecimiento de agua potable y energía acumulada para un siniestro de magnitud?; ¿Que medidas se han tomado para que no se interrumpan en ningún momento las comunicaciones y de producirse qué medida alternativa hay para restituirla? En fin, ¿Quién se ha tomado la molestia de decir siquiera: Ahora sí hay que tomar las cosas en serio? Ante un terremoto de 8 o más grados se pueden perder miles de vidas y no podemos darnos el lujo de no estar preparados, pues se sufre mucho.

Hay cosas adicionales que se deberían tomar en cuenta y que son de responsabilidad municipal: las grandes marañas de cables aéreos de telefonía, cable, internet, alumbrado público, que son un verdadero peligro, con o sin movimiento sísmico de por medio, las llamadas sub estaciones transformadoras de voltaje eléctrico, las grandes antenas de celulares y satelitales, los gigantescos y contaminantes visuales paneles publicitarios, con o sin estructura propia, los árboles viejos y roídos en su tronco y raíces y sobre todo, las edificaciones que sin el correspondiente estudio de suelos y contraviniendo toda norma de edificación se han erigido en medio de zonas densamente pobladas. Todo lo aquí mencionado es responsabilidad plena de las autoridades municipales. Pero no sólo de los alcaldes y funcionarios directamente involucrados, si no de los señores regidores, que están en todo momento pero nunca donde deben, ni haciendo lo que corresponde. Esperemos que los últimos acontecimientos nos pongan sobre aviso y, los vecinos organizados y bien informados, podamos romper esa complicidad del silencio que termina siendo infeliz co autora del desastre y la desgracia personal.

domingo, 28 de febrero de 2010

Parques, plazas y espacios públicos.

Si los vecinos y su desarrollo personal y familiar fueran el verdadero objetivo de la gestión municipal, de sus planes y proyecciones, entonces para una población de casi 9 millones de habitantes, dicen los que saben, que Lima necesitaría 72 millones de metros cuadrados de áreas verdes, el equivalente a 60 veces la extensión del Campo de Marte de Jesús María. Harto, bastante, mucho, ¿Verdad? Pero qué hermoso sería y de paso, altamente saludable. ¿Y por qué no se puede lograr? Espacio hay, la ley lo exige, es lógico y necesario. Pero sucede que no es conveniente. ¿Para quién?; ¿Para la ciudad, para los vecinos? Faltaba más, para los señores que en otros tiempos y ahora también, detentan el poder y los medios económicos y hacen bailar a las autoridades de turno con el tintineo de sus monedas, que en muchos casos ni a 30 llegan. Si supieran que hay alcaldes locales que han canjeado su honor y dignidad hasta por un pequeño departamento en un enorme edificio, demostrando mas codicia que inteligencia. Si al menos hubieran canjeado la licencia por un piso completo con 3 o 4 departamentos. Multipliquemos ahora edificios enormes, de mal gusto, con pésima distribución interna, con terribles acabados y, aunque Dios fuera peruano, dudo que pasaran el examen de un fuerte terremoto, que se han ubicado en las áreas que respondían a una verdadera vocación de parquecito, de placita, de plazoleta. Pero no. Había que dar trámite al expediente, apurar la inversión y, sobre todo, cumplir las órdenes de los únicos importantes: los inversionistas inmobiliarios, los banqueros, los financistas y los políticos, que antes vivían por acá, pero ahora prefieren vivir en el balneario de Asia.

El proyecto del presidente Fernando Balaúnde, Residencial San Felipe, fue un claro ejemplo de planificación con desarrollo. Si bien es cierto no cumplió con su cometido de ofertarse a las clases menos favorecidas, si cumplió con toda lógica normativa y ubicó edificios y plazas ahí donde correspondía. Tantos metros cuadrados de altura en construcción, tantos metros cuadrados de áreas verdes y totalmente libres en plano. Hagamos ahora un ejercicio de auto flagelación, juntemos virtualmente los edificios de San Felipe, bien pegaditos, en fila; a la espalda otros tantos más, también pegaditos, hombro a hombro, y ya está. Estamos representando las actuales calles de Jesús María, Magdalena del Mar, San Miguel y tantos otros distritos, cuyas autoridades han cometido un virtual suicidio en masa al aceptar, avalar, aprobar, ¿cobrar?, tremenda salvajada. No se puede, por más que seamos promiscuos, vivir amontonados, sin las áreas necesarias que nos den respiros visuales, ambientes sicológicamente sanos. Lugares donde puedan correr nuestros hijos, sentarse a ver pasar la gente nuestros padres, sitios para conversar, para mirarse de cerca o esperarse a lo lejos. Algunos dirán que las ridículas áreas señaladas para las diferentes funciones de una vivienda responden a una antropometría realista, es decir el espacio mínimo necesario para determinada función, puede ser, si hablamos del espacio físico y si fuéramos autómatas robotizados, No señor, el ser humano tiene además necesidades sicológicas, de ubicación espacial, que evitan su "cosificación"; el ser humano, al menos el normal, no puede vivir como dentro de un closet.

Entre los 43 distritos de Lima y los 6 del Callao, si cada uno tuviera su propio Campo de Marte y un poquito más, podríamos acatar la norma y hacer prevalecer la razón. ¿Qué hacía falta para que esto se cumpliera? Casi nada, que los alcaldes, a través de sus gerencias de obras y el apoyo de las comisiones revisoras del Colegio de Arquitectos, simplemente se negaran a dar pase a estas alamedas de concreto, aduciendo, entre muchas otras razones, que primero estaba la salubridad de sus vecinos y no el éxito de los programas populistas del gobierno central, ni la angurria de los inversionistas, a quienes pedacito de suelo que se les cruza por los ojos lo quieren encementar. "La solución" al problema de vivienda en el país, jamás debió pasar por encima de la calidad de vida de los vecinos ya asentados, jamas debió zurrarse en los proyectos distritales de desarrollo urbano, en las zonificaciones que ya existían y, mal que bien, se respetaban y que de un zopapo se han convertido en puertas abiertas a la inversión inmobiliaria, de donde y como venga, cajas de fósforos y latas de conservas incluidas.

Un espacio público y libre, un área verde, una plaza, un parque, son más que amortiguadores urbanísticos de las murallas de concreto que han inundado Lima; son el equilibrio visual, ambiental, sicológico, que permite que los ciudadanos no se sientan enjaulados, presos de su crecimiento sin desarrollo, que hacen respirable, caminable, disfrutable, una ciudad. No sólo debieron respetarse las normas existentes, debieron además, añadirse otras para asegurarnos de que el crecimiento era para mejor vivir y no para hacer negocio. Lo gracioso del caso es que los inversionistas, con un poco más de inteligencia que ambición y angurria podrían haber logrado iguales ganancias, sacrificando réditos inmediatos y facilistas, con mejores proyectos en los que se antepusiera la calidad de humanamente habitable de esas unidades de vivienda, construidas a tontas y a locas, pero con el aval del estado.

Como fuera, el mal está hecho y no se vale llorar. Soluciones: declarar en emergencia el desarrollo urbano, especialmente de los distritos de la zona central de Lima metropolitana; sepultar, literalmente, las vías para automotores; negociar con los propietarios u ocupantes precarios de lotes horizontales para colocarlos ahí sí en vertical y el espacio sobrante, que sea lo que debe ser: área libre, verde, recreativa, saludable. Existen muchas zonas para ejecutar proyectos similares, dentro de los distritos señalados. Pero se requiere de financiación propia, vía cajas municipales, buenos y originales proyectos, mediante equipos técnicos municipales, decisión, coraje y, ta' qué difícil, honradez y decencia de parte de las autoridades municipales. Pero que se puede recuperar la calidad de vida urbana perdida, juro que se puede.

domingo, 21 de febrero de 2010

Los Callejones verticales

Cuando las ciudades peruanas se empezaron a sobre poblar de empeñosos migrantes, las llamadas quintas se convirtieron en callejones, manera rápida de resolver el acomodo de nuevos vecinos, que urgidos por darle envoltura física a su vida familiar se encerraban en pequeños cuartos, uno al costado del otro, llegando en algunos casos, a compartir los servicios básicos, pero ya en forma externa a "su vivienda", así aparecen los callejones de un solo caño. Ha pasado el tiempo y luego de la conquista de cerros aledaños y arenales contiguos y lejanos, la gente está regresando a los centros urbanos, ahora con un poquito más de nivel adquisitivo y muchas ganas de vivir mejor, de tener todos los adelantos tecnológicos, aunque sea en viviendas inadecuadas, muy cercanas a los cuartos de los antiguos callejones, pero esta vez en vertical. Es decir, en lugar de ocupar grandes solares y vivir apretados en primer piso, ahora, literalmente, se amontonan, pero unos encima de otros. En eso consisten básicamente los programas de vivienda de los últimos tiempos y que además, baratos no son.

¿Qué pasó con los planes de desarrollo urbano?; ¿Con los reglamentos de ocupación del suelo urbano y su densificación? Resulta que por arte de birlibirloque, donde antes había una casa, con frente a una vía de 6 metros de ancho, ahora hay un edificio de 10 ó 12 pisos, cuando la reglamentación y la razón no permiten más de 3 pisos. Donde había una familia, ahora hay alrededor de 50 familias, con posible necesidad de 50 o más estacionamientos para vehículos, con una demanda de agua, alcantarillado y energía multiplicados por 50 y necesidades de recolección de desechos, de servicios sanitarios, culturales, de recreación y otros en igual proporción. Las pistas no se han ensanchado, las veredas siguen igual o peor, no hay un solo árbol más. ¿Qué pasó? Simplemente que a los que detentan el poder se les ocurrió que antes de seguir invirtiendo en llevar costosos servicios a la periferia, mejor era reubicar a las nuevas familias en zonas ya consolidadas vía el trámite de la licencia inmediata, apoyada por papá gobierno central. Claro pues, había que darle una buena manito a quienes soltaron el billete para las campañas y para la remodelación de mi casita de playa.

¿Esto es sólo responsabilidad del trasnochado populismo y facilismo del ejecutivo, amén de los compromisos previos con los grupos económicos que dominan el país? En parte. En realidad el 90 % de la responsabilidad corresponde a las autoridades locales, alcaldes provinciales y distritales, que en lugar de erigirse en defensores de sus propias comunas, entraron al juego inmobiliario a gran escala y se dedicaron a repartir licencias como volantes y aceptar la impunidad constructiva de mal gusto como maná caído del cielo. ¿Que las por demás ridículas leyes, normas y programas fabricados por el gobierno central no podían detenerse o ser mejoradas antes de llevarse a la práctica? FALSO. ¿Que las municipalidades distritales no tenían capacidad de acción para negar licencias de construcción a estos nuevos monolitos de la inhumanidad neo liberal? MENTIRA. Evidente falta de capacidad profesional y, muchas veces, complicidad con el poder económico han convertido los apacibles barrios urbanos, otrora remansos vecinales, en alamedas de concreto, horribles oye.

Pero eso no es lo peor, como cuando son las 6 de la mañana y tu hijita de 16 años no ha regresado a dormir. Multiplicar por 50 o por 20, la densidad de una zona urbana, sin más trámite que pasar por caja, es mucho más grave de lo que parece ser. Las redes de servicios básicos han sido diseñadas y puestas operativas para una determinada población, con cierto margen de más, pero nunca se ha considerado el crecimiento explosivo del que estamos siendo objeto en los últimos años. Y eso es entera responsabilidad de las autoridades locales. Ni de Sedapal, ni de Edelnor ni de Luz del Sur. En principio del alcalde metropolitano, que debería estar liderando el crecimiento del servicio como miembro activo de los directorios de dichas corporaciones y de los alcaldes distritales, que deberían estar al tanto de las necesidades reales de sus propias comunidades. Quienes deberían encadenarse a las rejas de esas empresas, reclamando el servicio o la mejora del mismo, son los alcaldes y los regidores de cada municipalidad. Si no lo hacen es porque desconocen sus responsabilidades y, en la mayoría de los casos, porque son unos sinvergüenzas de alto nivel.

Cuando de aquí a unos 15 0 20 años, la ducha le gotee sobre la cabeza, cuando jale la palanquita del inodoro y en lugar de desaparecer los sólidos, le venga una buena descarga de su vecino, cuando sus luces empiecen a hacerle guiños, sus radios y televisores se conviertan en raperos, de tanto tartamudear, entonces todos entenderán, de una sola vez y sin anestesia, que se fregaron la vida, por la codicia de algunos, la irresponsabilidad de otros y la desidia e ignorancia de todos. Claro, pero ya será demasiado tarde y no quedará más que ir a llorar al río. Esto último sería lo único bueno para el que, en ese momento sequísimo Rímac, recupere alguito de su caudal.

domingo, 14 de febrero de 2010

Tercera edad: invalorable capital humano.

Cuando los municipios locales aducen que no han podido cumplir con determinada tarea o función por no contar con el personal adecuado, surge la pregunta: ¿En la búsqueda del funcionario ideal han obviado el requisito de la edad máxima?; ¿Han priorizado capacidad y experiencia en lugar de "idoneidad" para el cargo? Pues si no lo han hecho, deberían. Existe un ridículo prejuicio sobre la edad de las personas. Se asocia rendimiento a juventud. Si se tratara de bajar y subir escaleras a velocidad impresionante, si se tratara de aguantar la mayor cantidad de horas frente a una PC pergeñando escritos que luego deben ser corregidos, o mal atendiendo a los ocasionales clientes o visitantes, entonces sí pues, los jóvenes son los elegidos. Pero si hablamos de calidad en el trabajo, de aguantar menos, pero producir más, de madurez y mejor trato a los demás, entonces los mayores de 50, o 40, son los ideales. Cuando la expectativa de vida era mucho menor que ahora, la gente se moría a los 40 0 50 años, entonces cabía la frase de Gonzáles Prada, "Los viejos a la tumba, los jóvenes al poder", pero en estos tiempos en que los períodos de maduración son mucho mas largos, que la expectativa de vida se sitúa sobre los 80 y hasta 90 años de edad, ¿Qué caso tiene sentar a los que han llegado a la cumbre de la producción y la creatividad, hacerlos a un lado y reclutar a los jóvenes, a quienes dicho sea de paso les falta un bastante, salvo excepciones, para poder llegar a su mejor punto de producción de calidad.

La formación de un buen profesional que jamás ha dejado de actualizarse y que se ha educado en virtudes y valores en verdad no termina con el tiempo. Es de constante superación. Cortar carreras y cabezas por el prurito de la "edad avanzada", es un grave error. Por un lado se desaprovecha el invalorable capital humano, perdiendo profesionales de mayor nivel y por otro lado se condena a los mayores, por culpa de la edad, a pasar a la calidad de paquetes o muebles en desuso, negándoles la oportunidad de ser útiles a la sociedad. Y eso es una estupidez y una injusticia, por decir lo menos.

Sí pues, pero ellos se mueven lento, escuchan menos y ven poquito. La verdad, para gran parte de las actividades municipales, las deficiencias señaladas no son grandes obstáculos para desempeñar un trabajo eficiente y digno. Tienen la flexibilidad y la comprensión necesarias para no convertir una tarea municipal en maldita, por ejemplo. Son lo suficientemente confiables y honestos como para encargarles supervisiones, verificaciones y levantamientos de información relevantes para el mantenimiento de catastro, el control y supervisión de las líneas de transporte, la preparación y verificación de presupuestos participativos y las cuentas claras de los municipios y, como estas otras tantas tareas que costarían menos, serían realizadas en el tiempo correcto y, sobre todo, estarían bien hechas.

Trabajar medio o tres cuarto de tiempo, es decir 4 a 6 horas por día, como máximo, recorrer la ciudad, desempeñar labores de vigilancia ciudadana, revisión de videos de seguridad, redacción de informes a la ciudadanía sobre el manejo y la gestión municipal, elaborar perfiles de proyectos de desarrollo socio económico, redactar iniciativas de ley, propuestas a los ciudadanos para mejorar su cultura ciudadana, diseñar y redactar revistas municipales de concientización ciudadana, dirigir clubes de lectura, dictar charlas, conferencias magistrales, seminarios y cursos extensivos sobre ciudadanía, responsabilidades y derechos ciudadanos, son algunas cuantas de las miles de tareas que los mayores de nuestros distritos podrían realizar, dignificando su tiempo, recibiendo un suplemento a su propia manutención y, sobre todo, demostrando que la edad, cuando se recibe con dignidad y aplomo es la mejor maestra para los demás.
Debemos tener en claro que los miembros de la mal llamada tercera edad son personas con todos los derechos y obligaciones como cualesquier ciudadano, solamente que llegaron un poco antes que nosotros y, en parte, por ello, merecen todo nuestro respeto y consideración. Y definitivamente, el taichi y los clubes de baile son buenos, pero no son lo que nuestros mayores esperan y se merecen. Máxime si lo que de ellos podemos obtener tiene carácter de ilimitado.

domingo, 7 de febrero de 2010

El PPC y las elecciones municipales

Nunca hubiera querido referirme a un partido político en particular, porque es darle demasiada importancia y porque simplifica demasiado y hasta hace confuso, un problema de fondo que sí es serio: la falta de conciencia cívica y de responsabilidad ciudadana en el país. Pero una cosa está ligada a la otra y ni modo. ¿Qué está pasando con nuestra clase política?; ¿qué esta pasando con los partidos políticos tradicionales? Bueno pues, los partidos políticos en el país ya hace rato que fueron. Sus dirigentes cometieron suicido masivo o, como buenas madres desesperadas y confundidas, reunieron a sus vástagos o correligionarios en hostal de cono y les dieron a beber el más efectivo raticida del mercado, porque ya no resistían su absurda realidad. Y eso es lo que acaba de hacer la señorita Lourdes en el PPC, aparentemente. Se me antojan dos lecturas. La primera es que la cosa ya no daba para más, no sabía qué hacer y bueno pues, me siento en la vereda y que pase lo que tenga que pasar y ya nos pondremos a baldear al final. Me inclino, sin embargo, por la segunda lectura, la señorita Lourdes de tanto pujar con la mala racha de sus últimas participaciones electorales ha terminado por parir, en el mejor de los sentidos, entre tremendos dolores y buenas mentadas de madre, la gran idea de desprenderse de todos aquellos que lejos de contribuir a dar cuerpo y anchura al partido le sacaban punta y lo hacían casi anoréxico en su afán personalista de figuretear a como diera lugar. Algunos lo lograron.

Hasta aquí el tema de figuras partidarias, que eso no es lo que motiva este escrito. Es mas bien, la responsabilidad que cabe al partido y, directamente, a la señorita Lourdes. El proceder sinuoso, indiferente, hasta apañador, de malos elementos, por parte del PPC se ha hecho demasiado evidente en las dos últimas elecciones municipales y debemos entender que eso no puede continuar. Al margen de culpas y responsabilidades, lo que hay que analizar es por qué se han producido los hechos. Si las pre candidaturas y, finalmente candidaturas, para las elecciones municipales en cada distrito, se dan en función de quién aporta más al partido para la gran campaña presidencial siguiente, a la vez que permite la mayor inserción de compañeros, camaradas o correligionarios en los cargos de confianza, entonces sí me permito sugerir, oficiar a la fiscalía superior de la opinión pública para que acuse a doña Lourdes Flores de comercializadora de puestos públicos, de apañadora de incapaces y, algunos, probados mano larga y de tratar de vendernos gato por liebre, sin importarle en lo más mínimo los intereses comunales pidiendo, por ello, la pena privativa (moral) al PPC de participar en los próximos comicios municipales.

¿Ha reparado la señorita Lourdes que al aparecer en cartelones, con cada pre candidato a las alcaldías, en algunos distritos son hasta 5, con cara sonriente y juntitos los dos, está demostrando que realmente le importa un comino quién de ellos gane y sea el candidato final del PPC en las elecciones de ese distrito?; ¿Se ha percatado que al resumir la justa de pre candidaturas a quién hace la mayor propaganda, zurrándose incluso en el ornato y la no contaminación visual de cada distrito, está demostrando que hay deberes más sagrados que cumplir que una buena gestión distrital? He asistido a mediocres debates de las últimas dos elecciones municipales en donde los candidatos finales del PPC, si bien los más pintones y mejor presentados, no sabían dónde estaban parados y, sin embargo, ganaron las elecciones. Por ello es que creemos que la responsabilidad de doña Lourdes es mayor. Avala usted, doña Lourdes, cualquier persona, animal o cosa que tienta las alcaldías, sin mayor carta de presentación que la proporcionalidad del beneficio que tribute al partido. Ya pues.

Le planteo las cosas al vesre señorita Lourdes. Esta vez no se fije en bolsillos, pintas ni apellidos, baje al llano, en cada distrito hable con la población, no sólo con los que dicen ser de su partido, escúchelos a todos, incluidos a los de otros partidos o movimientos y tome, junto a un buen equipo de evaluación, al mejor candidato para cada distrito, entréguele su apoyo incondicional, si fuera de su partido qué bueno, pero si no hay buenos ni decentes, deje a sus correligionarios y así sugiéralo, que se sientan en libertad de votar por el mejor, y siéntese a esperar las elecciones del 2016, que ésas si son suyas. Si es que las autoridades distritales elegidas el próximo Octubre, auspiciadas por su partido, trabajan bien, son honradas y no se largan en estampida al menor indicio de que no son los próximos escogidos y, además son fiel reflejo de una buena asesoría partidaria, entonces usted ya ganó, merecidamente, las elecciones presidenciales de quien tendrá el honor de recibir al centenario de nuestra independencia. Las elecciones presidenciales del 2011 no son suyas, menos debería malbaratearse en participar para la alcaldía de Lima. Sé que muchos se lo sugieren y hasta exigen. Cuídese de esos amigos fraternos. A ellos, menos que a nadie, les interesa un verdadero pepino lo que pase en estas elecciones municipales, mientras se mantengan intactos sus propios cálculos electoreros para el 2011.

Todo el mundo habla de refundaciones y se refiere, por lo visto, a más de lo mismo, pero con interiores nuevos. Para refundar hay que quemar naves. Dejar ir a los que no fueron muy leales y dar licencia a algunos de los más cercanos, que al parecer no lo han estado haciendo muy bien. Otra cosa importante es cuidarse de las malas sociedades y juntas, no vaya a ser que a la hora del triunfo nos desconozcan y, finalmente, volver a confiar en el ciudadano de a pie, el de la verdadera simpatía, el que realmente se faja por un ideal y que, debo reconocer, todavía la sigue apoyando y eso sí que me preocupa. Si usted se vuelve a equivocar, si usted sigue mirando con indebido descuido o desdén, a las elecciones municipales, quienes de verdad creemos en el municipalismo, en el desarrollo comunitario desde abajo, en la realización personal y familiar y en la mejora de la calidad de vida de cada ciudadano, sabremos que se habrá perdido, esta vez sí, la última oportunidad de que las cosas cambien en el país.

Señorita Lourdes, usted ya ha pasado por todo y le ha sucedido de todo. No necesita tanta distancia para la toma de decisiones finales; no había necesidad, en todo caso, de irse a la China para tomarlas, sobre todo cuando el tiempo apremia y el respetable observa.