martes, 26 de abril de 2011

El poder mediático y la opinión pública

Es sorprendente la perfección con que funciona la maquinaria mediática de los grupos de poder. Pareciera que se hubieran reunido para ponerse de acuerdo en cómo manejar las noticias, las encuestas, las opiniones y hasta los resultados. Su accionar es igualito al del mono con metralleta: disparar a matar, muchas veces sin siquiera saber por qué. Hace mucho tiempo, desde la época de la inmundicia periodística de la corporación Fujimori-Montesinos no se veía algo tan asqueroso como esta desinformación y mala leche contra los que pretenden entrar a la política para cambiarle la cara. Habrase visto, igualados éstos. Pareciera que estamos condenados a permanecer dentro del círculo de la desinformación, dentro de la argolla politiquera, dentro de la mafia del poder. Sí claro, pero la decisión es del ciudadano, su voto será la última palabra en este tema. Por favor. Si es que no tenemos ciudadanos, si es que tan solo existen peruanos en minoría de edad pensante, con una gran discapacidad de razonamiento y un increíble afán, casi zoombinesco, por seguir la ola. Y es que la gran prensa y sus montajes mediáticos ya acabaron por anular la voluntad del ciudadano. Nunca como ahora la gente repite, por calles, plazas, taxis y alcobas, lo que los titulares le dictan a su miopía racional. Este es el candidato ganador, este no tiene opción y este es peor que el sida y el cáncer juntos. Así que anda hijo mío y repite lo que hoy te muestro, por tu propio bien, el de tus hijos y el de nuestro amado país.

Toda la prensa escrita, televisiva y la masiva por internet, a través de los inefables PPKausas, nos gritan, vociferan, que no debemos dar un salto al vacío, que hay que dejar las cosas como están, que vamos a perder soga y cabra, que estamos dejando escapar la gran oportunidad, tal vez la última, de dar el salto definitivo hacia el primer mundo. Que la izquierda, que los terroristas, que los comunistas de siempre, que Hugo Chávez, que Fidel Castro, que te van a quitar tus propiedades y luego a tus hijos y tantas cosas más. Siempre me he preguntado cuál es el límite entre la mentira encubierta y la estupidez mayúscula. En verdad, no existe. Vamos a ver, ¿por qué la desesperación, por qué esa gritería infernal digna de una violación sexual o de una castración de chanchos? El miedo, miedo a perder lo que con malas artes se ha conseguido, las prebendas recibidas que no quieren devolverse, los indebidos favores, de doble vía, que estamos acostumbrados a hacer y recibir. Es verdad, también, que no estamos para riesgos, pues no nos ha ido tan mal en los últimos años, estamos mejor que otros. Sí pues, pero no por mérito propio si no mas bien por error ajeno. No estamos haciendo nada, en lo personal y comunitario, por romper las cadenas del sub desarrollo, de la inequidad y el abuso, aún sabiendo que lo que sucede a nuestro alrededor no está bien, que huele mal. Y lo que mejor sabemos hacer es reunirnos en las esquinas, en las peluquerías, el spa, o el engañoso salón de masajes, según el bolsillo y las intenciones, para terminar de convencernos los unos a los otros de que sí pues, de que no hay que permitir que el país se vaya al carajo. No señor. Si lo dicen El Comercio, Perú 21, La Razón, El Correo, Expreso y todos los canales de televisión, más los comentarios de RPP y la voz, autorizadísima y representativísima de don Jaime de Althaus, entonces cierto será. Y para qué pensar, es perder tiempo.

¿Y la opinión pública? ¿Y la voz, otras veces fuerte y estentórea, como cuando de corear goles de la selección se trata, de la ciudadanía? Puede que nos hayan quitado los argumentos, que nos hayan adelantado el vivo, que nos dejen pensando, atarantados, en la cantidad de porquerías que como grandes e irrefutables verdades nos presentan a diario, si pues, pero no deberíamos ser tan estúpidos para seguir creyendo, para seguir aceptando, para "desconocer mayormente". Informarse, en estos tiempos, ha dejado de ser tan solo un derecho para convertirse en una responsabilidad muy seria para los peruanos. ¿Qué leer? ¿A quién leer? ¿Qué escuchar y a quién? Por Dios, qué difícil tarea. La mayoría de periodistas que creía serios y profesionales se han vendido, bueno, se han seguido vendiendo, esta vez a mayor precio y más descaradamente; no existe un programa de televisión local creíble, ni siquiera inteligente. Salvo algunas voces individuales, el poder mediático, a través de sus felipillos y felpudines de siempre, ha llegado a enseñorearse en todos los espectros, logrando aniquilar, parece que de una vez y para siempre, a la opinión pública, por amedrentamiento, por sobre información, por desinformación, por lo que fuera, ya no tenemos representantes genuinos que nos muestren las cosas como son. Estas elecciones se han jugado en cualesquier otra cancha menos en la de la confrontación de ideas y planes de gobierno, de sistemas económicos y filosofía de vida. Me pregunto, ¿cómo hemos permitido que los medios masivos de comunicación nos conviertan en unos pobres diablos?

jueves, 21 de abril de 2011

La guerra de los mundos

Alguna vez tenía que producirse y parece que es ahora. Los de arriba en guerra a muerte con los de abajo. Eufemísticamente hablando, la derecha contra la izquierda. Estamos entrando a una verdadera etapa de definiciones nacionales. ¿Es muy difícil darse cuenta de que para que las cosas terminen de encaminarse en la forma correcta, tenemos que ponernos de acuerdo, al menos, en algunas cosas básicas? Mientras los grandes sectores de familias pobres subsistan a duras penas junto a los pequeños grupos acomodados, seguiremos teniendo problemas. Lo increíble del asunto es que ese 4 % de la población del Perú que se gasta el 90 % de los ingresos del país, tienen embelesados a un 40 % más de peruanos, con mentiras y promesas de que algún día serán como ellos y los obligan a defender lo indefendible. La política, en el Perú, es el arte de decir mentiras y de que no te las puedan probar o, en todo caso, de que siempre puedas echarle la culpa a los otros. Quienes se dedican "profesionalmente" a la política tienen que tener un grupo de seguidores incondicionales, voluntarios o rentados, que los ayuden a llegar, los mantengan en el poder y, ante todo, que sean sus escuderos, mientras dure su aventura. En una sociedad del todo vale y nada importa, los peruanos estamos, probablemente, entre los primeros fanáticos que pueden renunciar, sin asco, a su propia identidad, sus propias convicciones y aspiraciones, incluso, para sumarse al coro de los ayayeros, para subirse al carro del triunfador. Y eso es, además de inmoral, bastante estúpido, que a la larga es un seguro suicidio.

Bajísimos niveles educativos, una auto estima personal a nivel del quinto sótano y un sistema imperante, social, económico y político, injusto, inequitativo y abusivo, nos ha confinado a ser los eternos convidados de piedra cuando de tomar decisiones políticas y definir rumbos económicos se trata. No es posible salir del sub desarrollo si se tiene que cargar con 24 millones de personas, mal alimentadas, proclives a enfermedades, cuando no a epidemias, sin voluntad propia, muchos de ellos resentidos, con razón, algunos extremadamente violentos, sin razón pero con lógica. Mucho peso para despegar. De ahí que es mejor no contar con la masa para las grandes movidas, para las desbordantes utilidades, para los infaltables favores. Cuando la derecha etiqueta a los movimientos inconformes que buscan mayor igualdad, los trata de terroristas, de revolucionarios irracionales, de enemigos de los intereses nacionales, de querer tumbarse al sistema para quitarles a los pocos y repartirlo entre los muchos. Hasta para el más idiota este último razonamiento carece de sustento. Cualquiera se da cuenta de que no alcanzaría para que todos tuvieran una parte medianamente decente. ¿Es muy difícil darse cuenta de que nada se podrá lograr si las acciones vienen desde arriba, si las disposiciones, normas y programas se diseñan para seguir protegiendo un statu quo que no admite competencia? No es conveniente, tampoco, invertir las cosas, a la loca y sin anestesia. ¿Qué pasa con el centro? Esa clase media que entre Alan García (cap.1) y Alberto Fujimori se empeñaron, con bastante suerte, en desaparecer. Esa clase media que era la garantía de que la fiesta se llevara en paz. Recomponerla no puede ser muy difícil, claro, si todos entendiéramos que es tremendamente necesaria para poder acceder al verdadero desarrollo.

Los grandes grupos de poder, los mismos que manejan los medios de comunicación, nos están vendiendo la idea de una catastrófica situación para el país, si es que los "izquierdistas" llegaran al poder. Corridas masivas de inversionistas internacionales, expropiaciones, nacionalizaciones y secuestro de los "independientes" medios de información. Ya pues. Nauseabundos editoriales de los grandes periódicos, carga montones injustificados de "sesudos" comentaristas televisivos y mercenarios defensores de a pie, se han encargado de hacernos creer que aunque los mayas se hayan equivocado y el mundo no desaparezca por un cataclismo a fines del 2012, el Perú podría desaparecer a fines del 2011, si la señora Fujimori, que es la última carta que les queda, no llegara a ganar estas elecciones presidenciales. No estoy muy seguro de que el señor Humala reúna las condiciones necesarias para promover y realizar el gran cambio que gradual, pero sin tregua, el país necesita; pero sí estoy completamente seguro de que los grupos de extrema pobreza ya no pueden seguir aguantando, de que los grupos intermedios no pueden seguir esperando y de que los grupos de la clase económica alta ya están demasiado podridos para seguir manejándolo todo. Sí pues, toda esta perorata podría parecer altamente subversiva, pero no es más que una súplica a la razón y al buen criterio. En verdad se nos está acabando el tiempo.

martes, 12 de abril de 2011

¿Resultados electorales previsibles?

Lo que acaba de suceder el domingo era totalmente previsible. La gran maquinaria de los medios de comunicación, por un lado, y el genuino respaldo ciudadano, por el otro, así lo determinaron. Quedaron para una segunda vuelta la heroína fabricada por quienes ansían seguir saqueando al estado y el out sider que se presenta como una oportunidad de cambio. Difícil, casi imposible arriesgar pronóstico. Lo que sí es cierto es que los que no entienden al país y lo que en él está pasando, han contribuido a polarizarlo. Así, estamos casi mitad por mitad. Pero lo triste es que en una de las mitades están los engañados de siempre, los borregos de toda la vida, que sufren de pensar lo que un verdadero cambio podría representar en sus vidas. Para decirlo en castizo: se mean de purito miedo. Supongamos, solo por un momento, que quienes ansían la continuidad, la permanencia de las actuales reglas de juego, lo hacen de buena fe, con la convicción de que no estamos para ensayos y de que "verdaderamente las inversiones se podrían retirar" si ganara otra opción que no es la que los grandes grupos de poder les exigen e imponen. ¿Difícil creerlo, no?

Dice don PPK, que ahora se dedicará a llenarnos la cabeza con que la señora Fujimori es la versión mejorada de su señor padre, sin errores y con mayores beneficios, que el señor Humala no solo es un salto al vacío sino un empujón con aterrizada de cara asegurada. Y ésto lo hará público por todos los medios pagables, conocidos y por conocer. Lo peor es que buena parte del electorado le creerá, porque sí pues, porque el gringo tiene cara de caballero y porque además el propio Alan ha jurado que aunque él no puede hacer que llegue el que a él le dé la gana, sí puede evitar que llegue el que a él no le gusta. Aquí cabe una acotación. Esta no sería la primera vez que el líder de la nueva APRA, porque de la antigua que yo conocí y respetaba ya no queda nada, se equivoque y se vaya de frente y panza, al suelo. Lo que me es del todo incomprensible es el por qué la gente se resiste a pensar por sí misma. ¿Por qué es necesario que otro, bastante "importante y poderoso", por cierto, le esté soplando la plana permanentemente al oído? ¿Falta de conciencia ciudadana? ¿Exceso de ignorancia? Falta de personalidad, de carácter, diría yo. ¿No ha bastado que a cocachos y, no de los que recibía don Nicomedes Santa Cruz, si no de los de a verdad, esos que hacen llorar por la pérdida de seres queridos, o por la pobreza extrema de nuestros compatriotas mismos, que ya no saben qué más hacer para llamar nuestra atención, hayamos tenido que espectar cómo se derrumbaba nuestro Perú?

Debemos tomar en cuenta de que nos encontramos ante la disyuntiva de tomar el tren con rumbo hacia el verdadero desarrollo, o de seguir agachando la cabeza y bajándonos los pantalones, mientras miramos al cielo con carita compungida de: Por Diosito que no había otra. ¿Cuándo nos daremos cuenta de que quienes hasta ahora han manejado los destinos de nuestro país, de nuestras regiones y ciudades, no quieren más que seguir comiendo de nuestro plato, sin dejarnos opción, siquiera, a reclamar y rematando, además, lo poco que nos queda porque saben que ellos siempre caerán bien parados? Yo sí esperaba esta polarización, mucha gente, no la suficiente sin embargo, ya ha tomado en serio la responsabilidad que le corresponde en estas elecciones presidenciales. Se veía venir y había que adelantarse para manipular las cosas y alcanzar los resultados favorables requeridos, como que por poco lo logran. ¿Y ahora qué hacemos? A parte de encomendarnos al Altísimo, como alguna vez lo sugiriera un ministro fujimorista, lo que tenemos que hacer es definir nuestros propios objetivos, los inmediatos y los de largo plazo. ¿No sería mejor tomar la decisión en forma personal, razonada y con visión de futuro, en lugar de poner la narizita para que nos sigan llevando al matadero? Sí pues, difícil situación la que nos ha tocado vivir a los peruanos.

martes, 5 de abril de 2011

Y ahora ¿Por quién votar?

Lo que vimos el domingo pasado, en el tan publicitado debate de candidatos presidenciales, no es precisamente lo que esperábamos, es exactamente lo que nos corresponde y, con toda seguridad, merecemos. Cinco personas, no las mejor preparadas, no las más interesadas en los problemas y soluciones nacionales, pero sí las que nos representan a cabalidad. Por Dios, ninguna de ellas me representa, dice una amiga. Como fuera, eso es lo que hay y es entre lo que hay que escoger. Primera falsedad. Los candidatos son 10, luego de la renuncia de Manuel Rodríguez Cuadros y los que se presentaron a dicho debate solo fueron cinco. Tal vez no todos los ausentes merecían estar en la palestra, pero al menos uno sí: Rafael Belaunde Aubry. ¿Por qué no estuvo? Porque las encuestas y las encuestadoras dicen que el respaldo popular no lo favorecía. A Belaunde y a los otros cuatro candidatos se les negó la posibilidad de presentarse ante el público, de explayarse en sus propios programas de gobierno y explicar el por qué razón tendríamos que haber votado por ellos y no por los otros.

Así las cosas, no queda más que abocarse a revisar la presentación y propuestas de los candidatos que vimos por televisión. La verdad es que ninguno convenció completamente. Todos ellos hicieron agua por algún lado y presentaron flancos vulnerables. El aparente aplomo de la señora Fujimori contrasta con una verdad innegable: es hija de papá, responde a una consigna familiar y partidaria y no tiene mayor mérito personal que el del apellido, que junto a la frágil memoria de los electores, en algunos casos y la falta de ética y moral en otros, la han convertido en bolo fijo en estas apuestas electorales. El señor Humala no terminó de convencer y nos dio la sensación de que se estuviera guardando algo; le faltó madurez emocional, pero si bien es cierto que sus respuestas y reacciones no fueron del todo atinadas, al menos se mostró como un ser humano permeable y no como un cachaco obtuso, como la gran maquinaria periodística se empeña en hacernos creer que es. De todos modos y en líneas generales, esperábamos mucho más, esperábamos encontrar a alguien que despuntara nítidamente y lo que vimos fue, en la mayoría de los casos, una desesperación, casi una angurria, por llegar al poder, sin importar el costo.

El próximo domingo no queda más que apelar a la conciencia y al buen criterio, dejando a un lado pasiones y preferencias personalísimas y pensando en el país, en medidas y políticas que superen los beneficios particulares y en la persona ideal para que encarne nuestra representación y maneje el futuro de nuestro país por los próximos cinco años. Yo ya decidí mi voto, es más ya lo tenía decidido. No voy a elegir más de lo mismo, no voy a favorecer a quien pretenda, mediante componendas y arreglos bajo la mesa, hacer un borrón y cuenta nueva, para protegerse protegiendo, ni a quien enarbolando la bandera de la modernidad y el desarrollo sin límite, pretenda pasar por encima de nuestros ideales, de nuestras ilusiones y le ponga precio a todo lo que todavía nos pertenece y no hemos sabido, o no nos han dejado, usar convenientemente. Me voy a permitir emitir un voto de peruanismo y de peruanidad, de nacionalismo pero sin estatización, en fin, un voto de peruano por su Perú. Dios quiera que acierte y, sobre todo, que a esa persona la dejen gobernar.