martes, 29 de diciembre de 2020

El Cierre de Año Municipal

Si en tu distrito empiezan a romper veredas y pistas, colocar macetones, bancas y papeleras, todo junto, con poquísimo personal, que trabaja en forma desganada, sin control ni supervisión, es que ya está llegando Diciembre. Y sí pues, cada año, con un empeño de mejores causas, casi todas las municipalidades se dedican a hacer obras de último momento, obras que no estarán bien hechas, que algunas se volverán a hacer por necesidad, obras que serán paralizadas por las fiestas, que se pasarán el verano inconclusas y que. con la ayuda de Dios, se terminarán cualquier mes del próximo año. ¿Por qué pasa esto? Por dos razones principales y muchas otras más, tan incomprensibles como las principales: 1. Se necesita "cumplir" con lo programado, ó  2. Se necesitan tapar huecos presupuestarios. En buen castellano: no hicimos bien la programación, usamos mal el dinero, gastando en cosas que no estaban presupuestadas y con lo que entra a última hora, de las campañas de amnistía, programamos obras de emergencia para lograr que los números cuadren: Vamos a ver: una cuadrilla de 6 obreros, más material, para tal obrita, cuestan como 10, pasamos el presupuesto de la obra por 15 y con esos 5 adicionales cubrimos el exceso que nos costó realizar la obrita anterior, o también, (no acuso, sólo menciono): Huy, me sobraron 5, véngase pal´bolsillo. Sí pues, no es correcto que esto suceda. Pero nadie lo prohíbe, en ninguna parte de la abundante normatividad esa indebida práctica aparece como pasible de sanción, entonces se hace porque se puede, porque nadie me va a decir nada y porque además me resuelve problemas. ¿Que no se puede hacer nada al respecto, habida cuenta que lo mencionado sucede justo coincidentemente con las fiestas de fin de año, con lo ajustado del tiempo con el que contamos para movilizarnos entre calles bloqueadas, rumas de materiales, desvíos obligados y demás? Sí, claro que sí. Deberían pronunciarse las directivas de las Juntas Vecinales, pero que lamentablemente, pareciera que han confundido las funciones de representación de los vecinos de su sector, con los vítores y aplausos a la administración de la que alguna forma de retribución personalizada deben recibir. Está también el Concejo de Regidores que se supone fiscaliza la labor ejecutiva de la administración, como representantes directos de los vecinos, pero que también parecen haber hipotecado sus funciones, acuerdos y resoluciones a cambio de un dejar hacer, dejar pasar, permanente. Está por último la Oficina de Control Interno, que ante tan evidentes indicios de praxis indebida debería actuar de oficio, pero al parecer tampoco actúa porque no se ha solucionado el tema de qué institución es la que debería abonar sus haberes, que al parecer y hasta la fecha, lo sigue haciendo la propia administración y, franco, que es bien difícil morder la mano del que te sirve la mesa. Y, antes de que me demanden pregunto, si no fuera así, entonces, ¿por qué no se hacen las denuncias respectivas, o al menos, se inician las indagaciones respectivas? 

Pero, finalmente, como siempre, yo responsabilizo a los propios ciudadanos, desde su mala elección municipal, su falta de interés por ver, conocer y fiscalizar todo lo que hace la administración de  turno, considerando que lo que está en juego no es poca cosa: nada menos que la posibilidad de vivir bien, pagando lo justo y con el manejo correcto del dinero recaudado, que es el suyo propio.

martes, 14 de julio de 2020

RENOVACIÓN URBANA Y COMUNIDADES CIUDADANAS.

Las ciudades, como todo organismo vivo, sufren con el transcurrir del tiempo, procesos naturales de envejecimiento, de deterioro, que en el caso concreto de los centros urbanos, se ven agravados por la inconveniente o total ausencia de planificación, o porque no cuentan con el apoyo oficial, ni con el debido ordenamiento ni saneamiento, originando verdaderos focos infecciones de inhabitabilidad y, con ello, la desvalorización del suelo que ocupan y el de las áreas circundantes. Se hace inevitable, entonces, una intervención, la realización de un proceso de renovación urbana, que no es otra cosa, que devolverle a la zona en conflicto y a la ciudad en general, la salud urbana que se requiere para el desarrollo de la comunidad en ella instalada. Hasta aquí, todo bien. Lo malo del asunto es que cuando lo que mueve u origina esa intervención es un objetivo de mera rentabilidad del suelo y de una desmedida explotación inmobiliaria, muy al margen de las necesidades e intereses ciudadanos, se produce, entonces, a despecho de las grandes mejoras en infraestructura y mobiliario urbanos que se pudieran lograr, la deshumanización de las ciudades.

En el crecimiento de nuestras ciudades, se producen algunos procesos de ocupación del suelo, no por comunes, los más adecuados. Las clases de mejor condición económica, abandonan, paulatinamente, los centros originales y se retiran a zonas de expansión, no siempre correctamente planificadas, pero que les brindan un aparente mejor status, mediante la exclusividad y la autosegregación lo que deviene en la sobre explotación comercial de las zonas abandonadas hasta convertirlas en territorio libre para actividades y usos ya no de sana convivencia permanente, sino de disfrute temporal, con el inminente colapso de los servicios básicos y la desaparición paulatina de los complementarios. Por falta de recursos propios o por la indiferencia oficial, dichas zonas se convierten, a la larga, en peligrosos hacinamientos humanos. Esta es una enfermedad urbana universal cuyo remedio, mediante las intervenciones urbanas que en el nombre de la renovación se han llevado a cabo, han tenido casi siempre, pésimos resultados,

Se ha popularizado un proceso de intervención urbana denominado GENTRIFICACIÓN, que aunque recupera las zonas deterioradas, genera el desplazamiento de casi todas las comunidades ciudadanas que originalmente ocupaban dichas zonas. Nuevos locales comerciales, más amplios, con uso, por extensión, de amplios espacios públicos, antes negados, unidades de vivienda que se convierten en departamentos de alquiler, alza indiscriminada en los alquileres de viviendas y locales comerciales, con formas de vida desaprensiva, que dejan de lado costumbres y patrones de vida existentes, lo que genera, a la larga, el éxodo de comunidades enteras que no comparten las nuevas formas y estilos de vida de pronto, imperantes. Logra sí, la revalorización del suelo, mediante la atracción de poblaciones flotantes, sin arraigo, que buscan la novedad y que con la billetera llena y el espíritu aventurero y ávido de diversión, se van apropiando de dichas zonas, empujando a las comunidades originales a zonas alejadas, creando serios problemas a las familias desplazadas, cuyos centros de trabajo, de estudio, de recreación ya no podrán ser los mismos y si es que en casos puntuales, los pudieran conservar, los costos de movilización, en tiempo y dinero, perjudicarían los presupuestos y las estructuras familiares y dicha comunidad desplazada, inicialmente organizada y compacta, termina degradándose, hasta su inevitable desaparición.

¿Qué se puede hacer? 

En realidad, bastante. Pero la solución pasa por la intervención de todos los estratos de gobierno, desde el central, mediante el diseño y la aplicación de una política nacional de desarrollo urbano que contemple la realización de proyectos de renovación urbana con el objetivo único y excluyente de mejorar permanentemente la calidad de vida de cada familia y su entorno y no dejar su permanencia, desarrollo y seguridad, en manos del mercado inmobiliario y las financieras expertas en la especulación y la explotación rentista de los terrenos; también de los gobiernos locales, mediante el diseño y adopción de políticas restrictivas en el uso y explotación de su territorio, en la creación de bancos de proyectos de desarrollo gratuitos de las unidades de vivienda y la creación de fuentes directas, no usureras, de la financiación del crecimiento de dichas viviendas y la expansión de sus zonas urbanas.

Difícil tarea, habida cuenta que jamás se ha tomado en serio lo del derecho constitucional a la vivienda digna para cada ciudadano y su familia, debido también, a la existencia de un corrupto sistema de cambios de zonificación municipal con beneficiario exclusivo y generoso en la tramitación y la existencia de una Ley Orgánica de Municipalidades que en lugar de potenciar habilidades  de autoridades y funcionarios, lo que promueve es el abuso y la corrupción.

Pero hay un actor protagónico que se mantiene, por ignorancia o desidia, al margen de lo que se hace y deshace en este campo, el ciudadano mismo, que desconociendo sus derechos permite, con su silencio cómplice, las tropelías y evidentes abusos que en nombre de la recuperación de las ciudades se cometen a diario en todo el país. 

sábado, 11 de julio de 2020

LA OBRA LIMEÑA PROMETIDA PARA CONMEMORAR EL BICENTENARIO.

Se anuncia la construcción de un parque en los acantilados de  Armendáriz, del distrito de Miraflores, como obra conmemorativa  del Bicentenario de nuestra independencia nacional. Es una obra llamativa, con una ubicación envidiable, sobre un área de 30,000 mt2.  Esa obra, que le costará 22 millones de soles al presupuesto nacional, porque el ejecutivo ha decidido financiarla por completo, pareciera, más bien,  la culminación, en pleno acantilado, de los proyectos inmobiliarios de la zona miraflorina, o la nueva y atractiva terraza del gran centro comercial Larcomar, espacios a los que la mayoría de los vecinos de la gran Lima no tienen acceso directo y hasta, pareciera, este es un tanto restringido. ¿Era lo que nos esperábamos?

Suponíamos que de lo que se trataba era de materializar una gran obra que sirviera a la ciudad capital, como ícono urbano, con una ubicación de fácil e irrestricto acceso, en cristiano, para ser disfrutada por "toda" la población de Lima sin excepciones y que además sirviera para mejorar sustancialmente la infraestructura y mobiliario urbano de alguna zona representativa de la ciudad.

Suponíamos que se le iba a meter fuerza y dinero, por ejemplo, a la gran obra, tristemente inconclusa, de la Costa Verde, que constituye la continuidad ribereña más grande de latinoamérica, que va desde Chorrillos hasta el Callao, uniendo y dando privilegiada vista y acceso marinos a numeroso distritos en su recorrido, que comprende malecones, puentes, escaleras, atractivo mobiliario urbano y que ha sido ninguneada y maltratada por el anterior alcalde metropolitano y que, valgan verdades, hubiera sido la mejor inversión para toda la ciudad.

Suponíamos también que podía haber sido la ejecución de ese gran proyecto del Parque Rímac o Río Verde, que une la Lima antigua con el Callao, recuperando nuestro río  en su integridad y brindando una increíble extensión de espectaculares espacios públicos para toda la población de Lima, además de mejorar ostensiblemente la infraestructura de actuales nudos viales y que contemplaba, incluso, el no desplazamiento de comunidades previamente asentadas dentro de sus límites.

Suponíamos, finalmente, que la obra bicentenaria iba a ser el Gran Parque del distrito de Pueblo Libre que implicaba la revalorización de los espacios urbanos que habitaron los libertadores San Martín y Bolívar que hicieron posible nuestra independencia,  además de la puesta en valor de museos, archivos históricos y grandes áreas verdes comprendidos dentro del área señalada que es de fácil acceso para toda la población.

Resulta, sin embargo, que se privilegió la construcción de un proyecto ubicado en un distrito denominado de clase alta, proyecto del que no se puede ningunear su calidad arquitectónica y urbanística, pero que no representa a la ciudad, ni a los limeños ni a nuestra historia.

Si el ejecutivo quería darle una manito a la revalorización y reposicionamiento post pandemia, de esas multimillonarias inversiones, inmobiliarias y comerciales en buena hora. Lo que no se debió hacer es presentarlo como la gran obra que la ciudad de Lima ofrece para conmemorar el Bicentenario. Claro que es muy necesaria la labor de estabilización de los acantilados de Miraflores, pensando sobre todo en que todavía está pendiente el proyecto de un gran hotel de lujo en medio del mismo acantilado, pero no se necesitaba la excusa de una obra bicentenaria para "colaborarle" al municipio de Miraflores con ese trabajito de refuerzo estructural.

Como fuera, a un año exacto de nuestra gran celebraciòn ya está todo decidido, con una aparente eficiencia y rapidez que hubiéramos agradecido se dieran con otros grandes proyectos. ¿Este proyecto fue sugerido y aprobado por la presidencia de la República, por el ministerio de vivienda, por la alcaldía metropolitana? Probablemente haya sido con la sugerencia de unos y la anuencia de los otros. Como dato curioso hay que señalar que la dupla de los señores Muñoz/Romero que ejercieron la alcaldía de Miraflores  en el anterior período municipal, hoy ocupan la alcaldía metropolitana.


lunes, 8 de junio de 2020

ARQUITECTURA Y CIUDAD: ARQUITECTOS Y CIUDADANOS.

 La Arquitectura, al margen de su oficio, tiene una responsabilidad para con el espacio físico sobre el que interviene  y para con su entorno, el próximo y el remoto, es decir, con la ciudad entera en  que se desarrolla. Los arquitectos, autores, ejecutores y responsables de los proyectos, tienen la capacidad de enriquecer o envilecer la trama urbana existente con sus intervenciones. De ahí la necesidad perentoria de establecer un perfecto equilibrio entre lo que los clientes (ciudadanos/aparato público) desean, contratan y pueden financiar y lo que los arquitectos responsables saben que se puede y debe hacer, así como lo que no se debería, en determinado espacio urbano. Durante décadas hemos asistido al empobrecimiento, cuando no destrucción, de determinados escenarios urbanos por ayudar a concretar proyectos meramente personalistas e indebidos, que terminan como retazos en edredón de abuela, en flagrante atentado contra la ciudad. Cuando se busca perennizar egocentrismos particulares, sean privados o públicos, lo que se está haciendo es destruir a la ciudad y su unidad urbana, restarle su identidad y eliminar su sentido de pertenencia. Cuando en las facultades de arquitectura se enseña y forma a futuros profesionales con el objetivo, único y excluyente de satisfacer al cliente por sobre todas las cosas, lo único que se logra con esa aberrante práctica del todo vale, es convertir a la ciudad en un campo de batalla de egos y billeteras, por eso Lima está repleta de pésimos ejemplos. Cuando los proyectistas se limitan a ser receptores de caprichos, excentricidades y huachaferías de sus clientes contratantes, están perpetrando un lamentable urbanicidio, cometido con alevosía y ventaja. Ahora bien, ese desatino se origina en el cliente, continúa con el proyectista y es avalado por las entidades rectoras de las ciudades, que son los colegios profesionales, a través de sus comisiones revisoras de proyectos y las autoridades municipales, a través de sus funcionarios, que emiten las licencias respectivas. En el crecimiento, porque no se puede hablar de desarrollo, de nuestras ciudades, hemos llegado a un punto perverso de que lo que no se debe hacer, termina haciéndose, sobre o bajo la mesa. Y es aquí, en donde la corrupción causa un daño irreparable. Calles estrechas que en ambos frentes exhiben edificios de 10 a 14 pisos, cuando los parámetros urbanísticos dicen que no deberían ser más de 4 pisos de altura, no sólo generan un horroroso entorno urbano, sino un tremendo daño a la habitabilidad de las ciudades. Fachadas con una pobreza arquitectónica evidente, calcos de espacios urbanos extranjeros, apropiados para otros climas, otras realidades, metidos con calzador en las tramas urbanas locales, son parte de los "errores" que a diario se cometen en nuestras ciudades. Enormes e importantes edificios públicos con claras e indelebles marcas personales de las autoridades de turno contratantes; diseño y construcción de parques y otros espacios, con evidentes guiños de esperpénticos gustos, pero que constituyen el deseo expreso y la orden directa de quienes otorgaron la buena pro para la licitación del proyecto y la obra, son cosas de todos los días dentro de nuestras ciudades.

Ahora bien, lo mencionado corresponde al nivel formal de las actividades y concreciones ciudadanas, pero existe, inevitablemente, un amplio escenario informal, representado por las invasiones, las auto construcciones y las apropiaciones, pero en ambas realidades, formales e informales, hay responsabilidad directa e innegable de los arquitectos.

La ciudad, en su mejor acepción, no es más que el reflejo fiel de una determinada sociedad y su época, la calidad de su interpretación corresponde a los arquitectos y a las autoridades rectoras de la misma. Ante autoridades débiles, ignorantes, corruptas, o, lo que es peor, todo ello junto, es al arquitecto proyectista a quien le toca defender a la ciudad. Podría pensarse que son los ciudadanos contratantes o las autoridades coludidas, los principales responsables de una ciudad decadente, pero no es así. Todo lo que se hace o deja de hacer en una ciudad es por la anuencia, indiferencia, o ausencia de un arquitecto responsable. Y es que ésa es su verdadera función social. El ciudadano, por otro lado,  tiene necesidades, deseos, sueños.pero carece de capacidades proyectuales y de la visión requerida para que lo que quiera se diseñe y construya sobre el lote de su propiedad, lejos de alterar, contribuya al enriquecimiento de su entorno urbano, su ciudad.

El quehacer de la Arquitectura, la formación de los arquitectos y la función de las autoridades rectoras creo que deberían entrar en una exhaustiva revisión. No contamos, por otro lado, con la tan necesaria Planificación Urbana, una adecuada y justa Política Nacional de Vivienda y una competente y eficiente  Gerencia Municipal de las ciudades, contamos, sí, con tremendos vacíos legales y con excesivas directivas populistas en el marco normativo. Si queremos ciudades con una adecuado nivel de calidad de vida tenemos que empezar a detectar el origen de las fallas, a llamar a las cosas por su nombre y a rectificar o mejorar lo que fuera necesario. Y sí, la creación y desarrollo de las ciudades, las mismas que disfrutan y mantienen los ciudadanos con sus tributos, son de entera responsabilidad de la Arquitectura y de los arquitectos.

miércoles, 29 de abril de 2020

LOS PERUANOS NO SOMOS IMBÉCILES, SEÑOR PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA


Hoy 29 de Abril 2020, se vencía el plazo para que el ejecutivo promulgara u observara, en definitiva, la ley elaborada en el congreso que autorizaba el retiro de hasta el 25 % de los fondos de los aportantes a las AFP del país. Ha esperado usted hasta el último día, señor presidente para, en un acto vergonzoso, confirmara lo que la mayoría sospechábamos: usted no iba a aprobarla. El argumento de: estamos cuidando tu fondo para que cuando seas viejito tengas una pensión mensual DIGNA y puedas valerte por tu propio dinero sin ser una carga para nadie, no es más que una ridícula mentira, elaborada por los que no quieren devolver el dinero ajeno. Vamos a ver, el dinero que todos los trabajadores dependientes depositaron, por obligación, en ese hoyo negro que es la voracidad de los grupos económicos de siempre, que son dueños de todo, tenía como objetivo ser el sustento de las personas ya jubiladas, sin posibilidad de generar nuevos recursos, para que tuvieran un retiro digno y pudieran suplir todas sus necesidades personales.

Una de las características principales del fondo de AFP es que era privado, muy personal y, es justamente por ello, que debería estar a entera disposición de los aportantes. La permanencia de ese dinero dentro de las AFP no genera intereses en beneficio del aportante, salvo las utilidades que generara al participar en esa otra invención especulativa y peligrosísima, que constituyen las bolsas de valores y los bonos con pago diferido. Lo curioso del tema es que esas jugadas de compra y venta de acciones/valores/bonos y otros papeles especulativos, normalmente generan pérdidas para los inversionistas pequeños y se manejan al antojo y beneficio de los grandes grupos económicos. Por ejemplo, estos 5 años consecutivos ganas alguito pero los próximos 10 años pierdes todito eso y más. Los estados de cuenta de cualesquier aportante así lo rebelan, pero, oh sorpresa, las AFP, en sus más de 25 años de accionar (no me atrevo a poner “robar”) en el país, se han repartido “utilidades” de cientos de millones de soles anuales entre accionistas y toda su fauna de adláteres, con migajas para el aportante, que una vez gana, dos veces pierde y tres veces empata. Porque al margen de que la “inversión” realizada por tu AFP, tenga un buen rendimiento o termine en una patinada, tu avispada AFP cobra su comisión segura, faltaba más. Los jóvenes cráneos y mayorcitos también, que trabajan a tiempo completo ideando maneras de cómo ganar más dinero con el tuyo, le vendieron la idea al gobierno de que como la expectativa de vida se había incrementado tremendamente y ya nadie nos hacía el favor de morirse a los 75/80 de edad como era antes, ahora los infelices vejetes pasaban hasta de los 100 años, entonces había que hacer algunos cambios y resultó en que, lo que tuvieras de fondo y se empezara a devolver a partir de los 65, ya no se dividiría entre los 10 o 15 años que antes era lo señalado como expectativa de vida, sino que ahora se dividiría entre 35 o 40 años, haciendo más pequeña la pensión y pagadera en más años, con el objetivo de quedarse más tiempo con tu dinero. Ejemplito: Antes, si llegabas a reunir un fondo de S/. 90,000, después de haber aportado un porcentaje de tus 360 meses de trabajo como esclavo, al jubilarte te decían, muy bien, tu FONDITO se va a dividir entre los 180 meses que te quedan de vida y te toca una pensión mensual de S/. 500.00, ¿entendido? No te daban ni un centavo más, ni siquiera en consideración de haberlos dejado hacerse más ricos con tu plata. Bueno, desde hace un par de años, las cosas cambiaron. Algunas excelentísimas autoridades aceptaron el cambio del límite de edad en la expectativa de vida y, resulta que ahora tu MEGAFONDO, el mismo de los S/. 90,000, ya no se tiene que dividir entre los 180 meses de antes, sino entre los 420 meses, que se supone vas a vivir ahora, o sea te toca una pensión mensual de S/. 214.30. Si pues, ahora tu considerada AFP, tiene 20 años más para “trabajar” tu dinero que, claro, el tuyo solo es ripio para ellos, pero esa minucia multiplícala por 7 u 8 millones de aportantes y ya se convierte en una cantidad enorme, casi decente, como para que los accionistas principales se compren su casita en Asia y su yatecito, porque en el mar la vida es más sabrosa.

Pero volvamos al punto que nos ocupa. He escuchado a más de uno/una rasgarse las vestiduras porque no podemos darle el dinero de "su" fondo de pensión a los aportantes, ignorantes la mayoría en finanzas personales, que desaparecerán, la cantidad que sea, en cosas tan triviales como el maravilloso viajecito de su vida, en alquilar un departamentito más grande, mejor ventilado y más bonito, en darle a los nietecitos que lo hacen tan feliz, lo que ellos deseen, en ayudar a sus hijos en las maestrías, doctorados o en sus negocitos, en fin, ridiculeces como vivir dignamente, casi como persona, gozando de la vida, mientras puedan y no esperar hasta los 90 o 95 para que reciba una miserable pensión de 214 soles, habráse visto. Pero lo más gracioso del asunto es que hace unos meses, cuando no se sabía de este maldito bicho que nos está matando, algunas AFP peruanas se comunicaron con sus aportantes para ofrecerles entregar, graciosamente, el 25 % de su fondo, qué curioso ¿no?, para que pudieras “invertir” y sólo en eso, en la cuota inicial de un crédito hipotecario para la compra de una casita, la de tus sueños, la que nunca tuviste. Y entonces, ¿cómo se entiende que en éso sí y ahora no? La respuesta es sencilla. La avaricia del dinero no tiene límite y por ello no duermo pensando cómo sacarle más provecho a tu dinero, entonces, si me pongo de acuerdo con otros bancos y financieras y te obligo a adquirir un crédito hipotecario voy a obtener más rentabilidad como “el verdadero dueño de tu plata que soy,” y tú vas a tener que pagar enormes intereses, a las instituciones bancarias amigas, con la posibilidad de que dejes de pagar las cuotas y nosotros nos quedemos con tu casita. Bacán, ¿no? Entonces, queda claro que tu vejez digna le importa un pepino a doña AFP, no sueltan tu plata porque dejan de ganar y pierden la posibilidad de seguir ganando con otras inversiones que sus funcionarios expertos inventarán de cuando en cuando. Pero hay otra razón, tanto o más fuerte que la anterior para no querer devolverte tu plata y es que tu plata “está invertida” en acciones y bonos nacionales. Acciones de las empresas del propio grupo económico a la que pertenece tu AFP y que de otra forma, para conseguir dinero fresco y seguir creciendo hubieran tenido que pagar “enormes intereses bancarios". Si los pones contra la pared y los obligas a devolverte tu dinero tendrían que vender las acciones y, esas acciones, que son de empresas amigas se desplomarían en el mercado bursátil y su valor “real” se vendría al suelo y en el caso de los bonos, como el gobierno pone un plazo para devolver el dinero de la colocación de los mismos, entonces tendrían que ponerlos en realización, perdiendo totalmente los intereses que pensaban ganar y hasta parte del dinero empleado en la adquisición.

Entonces, ya te lo dijo el señor presidente, compungido y preocupadísimo: no seas malo, no hagas olas, deja las cosas como están y mira, voy a ordenar que te den un sencillito más, de tu propia platita, para que estés contento. ¿Habrá querido vernos la cara de imbéciles, el señor presidente?

sábado, 18 de abril de 2020

NECESITAMOS UN NUEVO PACTO SOCIAL SEÑOR ALCALDE DE LA CIUDAD DE CHICLAYO



Hoy se cumplen 185 años de creación de la provincia de CHICLAYO y las cosas no andan bien, por muchas razones, pero sobre todo porque nunca nos hemos puesto de acuerdo en lo que hay que hacer. Nunca se estableció claramente el objetivo al que deberíamos dirigirnos, nunca se determinaron las políticas ni estrategias que nos llevarían a ello y, si se avanzó algo en ello, la sucesión de diferentes y pésimas gestiones tiraron por la borda toda buena iniciativa, que siempre han concluido en tremenda frustración. Y mientras nos hemos esforzado demasiado en buscar culpables, no reparamos que tiempo y oportunidades no nos sobran y que si no actuamos ahora seguiremos descendiendo en el ranking más importante que existe, para nosotros, el de nuestra propia DIGNIDAD e IDENTIDAD CIUDADANAS. Nadie nos va a dar las soluciones, ni mucho menos van a llegar solas, su diseño, implementación y desarrollo, están en manos de todos los chiclayanos, de nacimiento, corazón y, por supuesto, por adopción. Somos una sola y gran familia pero tenemos una larga historia de desencuentros, pleitos y menosprecio mutuo. Sí claro, las autoridades que se han venido sucediendo en el cargo principal de gobierno de la ciudad han sido bastante malas, pero la culpa de ello es compartida, por los que se quedaron, por los que nos fuimos y por los que estando allí o afuera, flotan, en la despreciable nube del “mayormente desconozco”, no sé o, peor aún, no me importa. No tenemos IDENTIDAD CIUDADANA, no existe la CONCIENCIA CÍVICA, y el PRINCIPIO DE AUTORIDAD, terminó sepultado con el último alcalde preso. Hasta aquí los lamentos. ¿No hay nada qué hacer? Claro que sí. Es hora de voltear la página y empezar de nuevo. Nunca mejor que ahora, porque cuando las cosas están peor y, literalmente en el piso, es el mejor momento para empezar a construir. Pero ojo, necesitamos un proyecto de mediano y largo plazo, un plan de trabajo que sea sostenido en el tiempo y que al ser consensuado entre todos los ciudadanos tenga el valor y el peso necesarios para evitar que nos perdamos en el camino y, por supuesto, la seguridad de su continuidad y culminación.

Tiene usted, señor alcalde, el enorme reto de ser el fundador del NUEVO CHICLAYO, pero para ello debe renunciar a algunas cositas, tan llamativas como insignificantes, por ejemplo, el aplauso del logro inmediato y la satisfacción de la cosa terminada. Porque sí, porque es necesario que lo que usted haga en estos momentos, se vea, brille y agradezca, recién en los próximos 15 a 20 años, no antes. Entonces está usted ante la disyuntiva de seguir trabajando para el efectismo o cambiarlo por la eficiencia y la efectividad. Necesita usted, por supuesto, renunciar a su activa posición político partidaria, cambiándola por la camiseta de la ciudad. Necesita usted, convocar a todas las fuerzas vivas, ahora medio soñolientas, de la ciudad, profesionales, técnicos, instituciones, empresas y ciudadanos de a pie, para ponerse de acuerdo en qué es lo mejor que se puede hacer por la ciudad. Empezando por preguntar, decidir y empezar a trabajar, por el tipo de ciudad que los chiclayanos queremos, necesitamos y podemos conseguir. Y sí pues, estarán algunos de los antipáticos de siempre, los criticones de toda la vida, los buenos para nada, pero entre ellos habrá, también, muchos ciudadanos sorprendidos por la convocatoria y alegres y dispuestos a poner el hombro. Tenemos una tradición de NO INCLUSIÓN, de segregación, de hasta desprecio y fobias gratuitas, que han negado ciudadanía a las sucesivas olas migratorias que como importante centro urbano de la costa norte del país, hemos recibido en nuestra larga historia y eso sólo nos ha causado daño, porque hemos formado colonias resentidas, de personas dispuestas a torpedear cualquier atisbo de desarrollo, lo que nos merecemos por no haber sabido vivir bien y no haber dejado vivir bien. Bueno pues, es hora de reclutar a todo el mundo y hablarles claro y fuerte que quienes no empujen para el mismo lado serán, ya no ignorados, sino expulsados de nuestra hermosa ciudad y quienes sí lo hagan, serán copartícipes del paraíso terrenal, que siempre fuimos, pero nunca nos lo creímos ni pudimos disfrutar de él.

La política, como se aplica en el país, señor alcalde, husmeando, entrometiéndose y corrompiendo la cosa municipal, es lo peor que nos ha podido pasar. Esa caricatura de gobierno ciudadano que hemos sufrido durante demasiado tiempo ha envilecido la institución municipal, ha corrompido demasiadas personas y ha desangrado nuestros famélicos presupuestos. Las querellas, los desencuentros y los pleitos de las cúpulas partidarias nos han enemistado con personas valiosas que por vestir otra camiseta (impuesta) no saben ni pueden jugar en equipo. Devuélvale la dignidad al gobierno municipal deponiendo sus intereses partidarios e invite a colaborar a todos los CHICLAYANOS para recuperar la prestancia y calidad de vida a nuestra ciudad. No tema pedir ayuda, sólo el soberbio y los imbéciles creen que solos todo lo pueden y no es así. No, sobre todo, en el tema de la GESTIÓN MUNICIPAL. Si no hay buena, completa, transparente y fluída comunicación entre autoridad y ciudadanía y no existe una participación compartida en todo acto de gobierno, no hay forma de sacar adelante ningún tipo de proyecto.

¿Tenemos un PROYECTO INTEGRAL DE DESARROLLO URBANO para Chiclayo? ¿Sí? ¿Actualizado? ¿No?, entonces ¿cómo puede usted fungir de autoridad municipal si no sabe qué es lo que hay que hacer? ¿Sabe la ciudadanía hacia dónde se dirige la nave que usted, eventualmente comanda? ¿Sabe usted si la misma ciudadanía está de acuerdo con ello? ¿Cuenta usted con el apoyo total de los ciudadanos y no solo el de sus allegados y ayayeros? Muy bien, si nada de eso tiene, sepa usted que no es del todo su culpa, pero sí es su total responsabilidad enmendar errores, pero tiene que hacerlo YA.

Tiene usted dos años y medio del período de gestión encomendado, tiempo suficiente y necesario para armar un excelente proyecto para Chiclayo. Nuestra ciudad tiene todas las ventajas y fortalezas que pudiera desear una comunidad urbana; desde privilegiada ubicación, excelente clima, increíbles restos arqueológicos, preciosas áreas de interés turístico, cercanía marítima, grandes áreas de expansión, hermosas tierras agrícolas circundantes, tradición comercial y empresarial, buenas universidades y, sobre todo, las mejores personas del país, entonces, ¿por qué no se decide a pasar a la historia de nuestra ciudad como el alcalde que tuvo la VISIÓN de hacer lo que se tenía que hacer?

No tendría usted que renunciar a nada importante, tendría usted que armarse de CHICLAYANIDAD y proponer el NUEVO PACTO SOCIAL, EL ACUERDO COMUNITARIO,  de hacer de CHICLAYO la ciudad que siempre mereció ser y, su ejemplo personal de desprendimiento, servirá para que las tres o cuatro inmediatas y sucesivas gestiones trabajen, necesariamente, en el mismo proyecto que usted inició  y al que todos los CHICLAYANOS necesitamos verlo concluido.

Resulta, señor alcalde, que tenemos  sólo 15 años hasta la celebración del bicentenario de la creación de nuestra ciudad y en sus manos se encuentra la posibilidad de llegar a esa fecha como una ciudad en donde de gusto vivir, desarrollada, sostenible y que sea un verdadero polo de desarrollo nacional, o claro, la seguridad de seguir como estamos. YA PUES.

lunes, 23 de marzo de 2020

GRAVE OMISIÓN DEL SEÑOR ALCALDE DE MAGDALENA DEL MAR


Hubo una época en que nuestra gran Lima necesitó encerrarse, cuando el terrorismo arreciaba y el principio de autoridad se había ausentado totalmente de nuestras calles. Así que mediante una ordenanza metropolitana y unas cuantas distritales se señalaron las pautas para permitir la colocación de rejas, sobre todo en las agrupaciones privadas de viviendas unifamiliares, que bajo la advocación de urbanizaciones, levantaron la manito para, en nombre de la seguridad de sus familias, solicitar la autorización para la colocación de rejas de uso muy particular, para beneficio exclusivo, a sabiendas, incluso, que se estaba incurriendo en la obstrucción del libre tránsito y en la privatización de los accesos y recesos, área públicas que pertenecen a toda la ciudad y no deberían secuestrarse para uso privado. Sin embargo y, dadas las circunstancias, aún así se empezó a aprobar su colocación, pero eso sí, en la ordenanza metropolitana se señalaban dos criterios que deberían cumplirse, sí o sí, para que se permitiera la colocación de dichas rejas. Uno de ellos era el de EXCEPCIONALIDAD, es decir que la autorización para usar elementos de seguridad se otorgaba,  solamente por la necesidad de protección de la población contra la existencia de riesgo fehaciente, que ponía en peligro la seguridad de la persona y su propiedad y el más importante y menos respetado, el de TEMPORALIDAD, que señalaba que el uso de elementos de seguridad, que impliquen la interrupción o alteración del tránsito de vehículos o de peatones, no será permanente y los elementos se retirarán paulatinamente en razón de la disminución o desaparición del riesgo que generó la necesidad de seguridad invocada. Y ¿quién tenía que supervisar y fiscalizar estas premisas? Pues la propia municipalidad a la que pertenecía la rejita aprobada.
Resulta, sin embargo, que muy pronto, en muchos distritos y en algunas urbanizaciones “exclusivas”, con el apoyo, anuencia o indiferencia de las autoridades amigas,  el uso indiscriminado de rejas convirtió los accesos vehiculares y peatonales (pistas y veredas)  y hasta pequeños y medianos parques públicos, en bienes de uso privado, en claro atentado a la libertad de circulación (derecho constitucional) y en abusiva apropiación de las áreas públicas.
La ordenanza citada, que regula, oficialmente, la colocación de dichas rejas señalaba, además, procesos muy claros para su autorización, los requisitos necesarios y las obligaciones contraídas al recibir la autorización de su colocación.
Para su AUTORIZACIÓN, se señalaba que, la misma sólo podrá ser solicitada por Juntas o Comités Vecinales organizados y debidamente reconocidos y registrados por la Gerencia de Participación Vecinal. Y es aquí en donde nacen los mayores abusos y escandalosas apropiaciones, pues desde hace un buen tiempo y, salvo honrosas excepciones, las directivas de dichas juntas son designadas directamente o elegidas en procesos amañados,  por la autoridad en ejercicio, para que se conviertan en las cajas de resonancia de la labor municipal, cuando no en férreas defensoras de “errores” cometidos por la autoridad. Es fácil inferir que a cambio, dichas juntas, mejor dicho, esas directivas, recibían prebendas, beneficios personales directos, que pasaban por la consumación de abusos y arbitrariedades, en contra del resto de los vecinos de sus ámbitos territoriales. Se señalaba, además, que las rejas que se encuentren instaladas en vías locales próximas a intersecciones que sufren congestión en horas punta y que sirven de comunicaciones con otras vías de mayor jerarquía deberán permanecer abiertas durante las horas en que se produce dicha congestión vehicular y con el personal conveniente a fin de garantizar el tránsito peatonal y vehicular adecuado.
Dentro de los requisitos señalados para la obtención de su autorización, se señalaba que se debía presentar una solicitud de autorización de instalación del sistema de seguridad y vigilancia particular, junto con la documentación sustentatoria en función del nivel del resto de la zona, así como las necesidades de protección firmada por la Junta o Comité Vecinal. Se exigía, así mismo, copia simple del acta de asamblea de la agrupación vecinal con la conformidad de por lo menos el 80 % de los conductores de predio, ubicados al interior del área de protección. Se exigía un padrón de residentes con todos sus datos y, además de un plano de ubicación del “área a proteger”, debería indicarse los elementos de seguridad propuestos por las rejas, señalando los flujos vehiculares y peatonales y la señalización interna (vertical y horizontal) a colocar para la adecuada orientación del tránsito vehicular y peatonal, en el interior del área restringida, hacia los accesos y salidas para conocimientos del público en general, entre otros requisitos más.
 Y, finalmente, se señalaban unas OBLIGACIONES que, lamentablemente, en el 90 % de las rejas existentes en Lima, no se cumple y es la de contar con la presencia de al menos un vigilante por las vías locales. Y en lo que sí esta ordenanza citada se ha convertido en verdadero palo de gallinero es en cuanto a esta obligación: La reja deberá permanecer cerrada únicamente cuando se encuentre presente un vigilante, él mismo permitirá el paso vehicular con la manifestación de un ciudadano. Esta persona no podrá pedir ni retener ningún documento o establecer condiciones que restrinjan el libre tránsito, salvo en caso de delito.  La ordenanza señalaba específicamente que: Si no hay un vigilante, la reja deberá siempre permanecer abierta. Y como cereza del pastel, la ordenanza señalaba que: Los ingresos peatonales siempre deben estar abiertos y sin obstáculos que impidan el ingreso a las personas.
Finalmente, se indicaba en la citada Ordenanza Metropolitana, que está por encima de cualesquier otra ordenanza distrital de aprobación posterior, que La autorización para colocar una de estas estructuras de seguridad se dará por un plazo de dos años, el cual se puede renovar previa evaluación. Y ello pasa por la anuencia y el respaldo del 80 % de los vecinos involucrados y si se ha hecho un uso adecuado de las prerrogativas concedidas al autorizar la colocación de tal estructura. Pero ¿qué pasa, cuando buena parte de los vecinos involucrados considera que se han cometido excesos y perjuicios a ellos mismos, como por ejemplo, al mantener la reja permanentemente cerrada, por no tener los accesos peatonales requeridos o por estar éstos, permanentemente con llave, contraviniendo la norma que autorizó su colocación?, O cuando la directiva de Junta de Vecinos, en lugar de velar por la seguridad, tranquilidad, facilidad del libre tránsito y respeto irrestricto al desplazamiento de los vecinos comete arbitrariedades en evidente beneficio particular?  Bueno pues, dicha autorización debería ser revocada o, en todo caso, no renovada.
Entonces y, en nombre de un grupo de vecinos de la urbanización Jacarandá de Magdalena del Mar, que cuenta con una reja en la intersección de las calles Bolívar y Vallejo, por qué es que el señor alcalde en ejercicio no ha dispuesto su retiro, o al menos ordenado la fiscalización de su uso? En los grupos de whatsapp de vecinos del distrito aparecen reiteradas quejas por que no pueden entrar ni salir libremente, porque dicha reja permanece cerrada, sin vigilante y porque se toman atribuciones individuales por parte de la directiva de la Junta Vecinal correspondiente al colocar avisos que a la letra dicen: “Señores Vecinos de la Urbanización Jacarandá, esta reja permanecerá cerrada por 15 días por vuestra seguridad. Gracias por su comprensión. El ingreso será por el Jr. Trujillo”. Lo que implica que los vecinos que viven junto al ingreso que está enrejado, deberán desplazarse hasta 600 metros, para entrar y salir de su propio condominio. Bueno, los vecinos reclamantes, con razón, han presentado reiterados reclamos ante el área municipal correspondiente, con copia al despacho del señor Alcalde de Magdalena del Mar y, transcurridos larguísimas semanas de espera no hay respuesta alguna. Entonces la pregunta, señor Alcalde es. ¿Qué pasa con su gestión? Preferimos pensar que usted no está enterado, que algunos malos funcionarios le han ocultado el hecho, que sólo es una omisión de su parte y que usted, ya enterado, tomará de inmediato cartas en el asunto. No es correcto conceder prerrogativas, que nadie debería tener, ni mirar para otro lado cuando se cometen esta clase de abusos. Al margen de que alguien se auto proclame portero de lujo de una reja que, al parecer, ya no debería existir, tenemos el pase negado a eventuales ambulancias o carros de bomberos, además por cierto, del maltrato y humillación a los propios ocupantes de las unidades de vivienda comprendidas dentro del área enrejada. El asunto ya está en sus manos, señor Alcalde.

martes, 10 de marzo de 2020

NUESTROS PARQUES Y AZOTEAS NO SON EL BAÑO DE TUS MASCOTAS

Pareciera que tenemos un serio problema con el asunto de ¿PARA QUIÉN O PARA QUÉ SON LAS CIUDADES? Yo siempre pensé que lo eran, en forma exclusiva y excluyente, para las personas, como tú, como yo, en fin, para los seres humanos racionales que querían y hacían lo posible por vivir decentemente. Pero pareciera que en el camino de nuestro crecimiento, como ciudades modernas, hemos ido perdiendo el horizonte y ahora resulta que la ciudad es para lo que sea, menos para los ciudadanos.

No contentas, las autoridades, con habernos expropiado cerca del 80 % de las áreas públicas de nuestras ciudades para cederlas, con alegría y risita cachacienta, a los vehículos motorizados y "su necesidad" de estacionamiento, ahora resulta que nuestros parques, jardines de aislamiento, plazoletas, veredas y todo espacio libre, a nivel suelo, pertenecen a la sociedad municipal de servicios higiénicos caninos. Y las azoteas, para quienes tienen suerte de tenerlas, pertenecen ahora a la sociedad municipal de baños públicos aéreos para mininos de Lima y balnearios

Cuando hace unos años se remodeló el Malecón Castagnola, al final de las calles de Magdalena del Mar, con frente a los acantilados, los vecinos dijimos, caramba, algo es algo. Y claro que empezamos a usarlo, para salir a caminar en las mañanas y en las noches, para mirar a lo lejos un mar que nos había sido negado por décadas a los magdalenenses y se sentía bien. Por fin teníamos un espacio para disfrutar. Han transcurrido unos cuantos años y el tal “malecón” ya no es apto para nada. Huele, no, APESTA, dos cuadras antes de llegar al espacio urbano que, aunque cuenta con juegos para los niños, bancas y espacios sombreados para descansar, ya no se puede usar. Un aire irrespirable y un espectáculo de montoncitos de heces regados por todas partes que te obliga a caminar en puntas de pies y un olor a pichi de cantina de esas de antes, cuando no se exigían baños a la hora de dar la licencia de funcionamiento de esos locales. ¿Qué pasó? Bueno pues, que ahora resulta que las 24 horas del día y sin necesidad de cartel ni señalética alguna, el malecón, en toda su extensión y entorno, es el baño público de los perros del distrito. Se ha convertido en un deporte nacional, ya no sacar al perro a pasear para que se relaje luego de estar encerrado todo el día en el departamento, sino para que desocupe vejiga e intestinos, para que no se enferme por continencia el animalito.

Caminar por el distrito es jugártela porque tarde o temprano vas a regresar embarrado a tu domicilio, peor aún puedes sufrir una resbalada, terminando con la cara sobre excrementos curiosamente esparcidos para que no te  libres de ello. Y no, no ha llovido anoche, sucede que esos aniegos que pisas y atraviesas son los orines de perros obedientes, que tienen la consigna, bajo pena de sopapo, de Aguántate hasta que te saque a la calle, ¿me escuchaste orejón?

A todos esos perritos con apellido, agreguemos además, los perritos abandonados, los callejeros. En un excelente artículo de Angus Laurie, publicado en El Comercio en enero pasado, me enteré con más indignación que sorpresa, que en Lima tenemos un equivalente a un perro callejero por cada dos limeños, así que dentro de muy poco  tendremos 5 millones de perros callejeros en nuestra Ciudad, otrora de Los Reyes, luego de los Quispe y ahora de los perros. Luego de un exhaustivo y comparativo análisis que hace de las poblaciones caninas en Latino América que mejor no cito, para no hacerlos llorar, el autor concluye en que “en Lima hay muchos problemas urgentes y el número de perros callejeros debe ser considerado uno de ellos”. Y ¿qué hemos hecho a nivel de los gobiernos locales? Sí pues, NADA. Las autoridades dicen estar ocupadas. Si te enteras en qué, por favor nos cuentas.

Otra simpática especie que llama nuestra atención e irrita nuestra vida familiar, es la de los mininos, que al no tener en la casita de sus papis, una adecuada caja de arena, ergo, baño propio, como se estila y exige en sociedades humanas normales, se pasea orondo y desafiante por cada techo vecino hasta que encuentra el lugar idóneo para desocupar su barriguita, que termina siendo la azotea o techo volado de algún vecino de papis, pero claro, a no menos de 50 metros de su dulce hogar, porque ellos son muy limpios, qué duda cabe, pero en “su casita”. Y como estos adorables animalitos son de costumbres, van a regresar todos los días, dos veces al día, por el resto de tu vida y un par de años más, a seguir cagando y meando en tu azotea. Ya probaste los mil y un secretos para ahuyentar al atrevido pero el gatito te mira como diciéndote, ya fuchi, fuchi, pervertido, que tengo que usar el baño. ¿Te hace gracia? A los que sufren las consecuencias, no.

Y es que para convivir en una ciudad, un centro urbano que parezca decente, no podemos convivir con animales, aunque fueran los llamados domésticos, si es que no se cuenta con las condiciones mínimas para su correcta crianza. Amplios espacios libres, suficientes áreas verdes y áreas “de servicio” para sus necesidades, todo dentro de tu vivienda. No es justo, meter a un perrito o gatito, entre cuatro paredes, de un mini departamento sin ninguna posibilidad para su esparcimiento tan necesario y, condicionado egoístamente, a pasear, estirarse y “relajarse” sólo cuando sus amos tengan tiempo y disponibilidad para ocuparse de ellos. Los japoneses, que ya pasaron por esto y han revisado consciente e inteligentemente el asunto, han determinado que lo mejor es “poseer” mascotas robotizadas, que no tienen ni dan problemas orgánicos de ningún tipo. Los han fabricado tan bien que hasta dan ganas de acariciarlos, pero no ensucian, no mojan, no aúllan. Bien, nuestras economías familiares tal vez no den para tanto, entonces, ordenémonos y pongámonos de acuerdo de cómo vamos a hacer para recuperar nuestros parques y escasas áreas verdes y cómo hacemos para que cada vez que subamos a nuestra azoteas no nos encontremos con bombardeos de excrementos y aniegos de orines de gatos.

En cada distrito, la autoridad (si realmente existe y lo es) debería empadronar a las familias que cuentan con mascotas, llevar un censo actualizado del número de mascotas, por vivienda, por edificio, por cuadra, revisar el interior de las viviendas que son compartidas con dichos animalitos y cerciorarse, que en todas esas viviendas hay cajas de arena o tierra, suficientemente grandes para las deposiciones de las mascotas. Exigir un collar con medalla, que contenga todos los datos y dirección de la familia dueña de la mascota, un registro de vacunas y cualquier otro registro necesario para preservar la salud de los ciudadanos. Y, finalmente, un pago justo a la municipalidad, mensual o anual, que cubra la labor registral, de supervisión y fiscalización que su existencia y desarrollo requieren.

Se necesita además, urgentemente, la elaboración, por parte de la municipalidad metropolitana, de un MANUAL DE TENECIA DE MASCOTAS EN ZONA URBANA, que contenga lo antes mencionado y las obligaciones que se tiene para con la mascota en posesión y las responsabilidades para con la comunidad en donde habitan, como por ejemplo, que ninguna mascota puede usar los espacios públicos como su baño particular, bajo pena de multa a sus papis. Sólo así evitaremos seguir odiándonos, en silencio, que es mucho peor, entre los que tenemos y los que no tenemos mascotas dentro de nuestras viviendas.

Bueno pues, este grave problema urbano lo deposito en manos de las autoridades municipales e inteligentes regidores para ver cómo se soluciona, PERO YA. Y no, el exterminio total de la población canina y gatuna no es la solución, como en el caso de las palomas; este es un tema de DERECHOS URBANOS, que empieza por el respeto a los otros.

martes, 18 de febrero de 2020

Lima: ya son 485 cumpleaños y cada vez hay menos por qué celebrar


Los limeños de nacimiento y por adopción estamos sumamente preocupados porque no sabemos cómo estaremos dentro de 15 años, en que nuestra gran Lima cumplirá sus primeros 500 añitos de vida. En las últimas décadas nos hemos quedado estancados. Bastante maquillaje, pero muy poco desarrollo. Si no fuera por el posicionamiento gastronómico internacional que nos ha dado el gran Gastón Acurio, estaríamos, en nada. No se ha resuelto ni uno solo de los graves problemas de los que adolece nuestra amada capital. Avances y retrocesos, buenas intenciones y descarados latrocinios, han sido una constante en el mal llamado desarrollo de la otrora hermosa CIUDAD DE LOS REYES.

Inseguridad ciudadana, infernal caos vehicular, irresponsables desigualdades socio-económicas, saturación del suelo urbano, corrupción enquistada desde las conserjerías hasta las mismas alcaldías, han sido una constante y eso ya nos está pasando la factura.
A los problemas urbanos propios de una creciente y desbordada población hay que añadir la paupérrima infraestructura y la pérdida total del principio de autoridad. La pobreza, la falta de oportunidades y falta de inclusión, cuando no, permanente postergación de los migrantes nacionales, crearon las condiciones para una delincuencia descarada que se ha alimentado y complementado, convenientemente, con la inmigración extranjera, que encontró un refugio sin normas, sin autoridad moral de sus líderes e incapaz de reaccionar ante los hechos consumados. 

Con la excepción del proceder consecuente de Barrantes, la organización y visión de ciudad de Andrade y algunos chispazos de buen gobierno de Villarán, el balance de gobierno municipal en Lima, es negativo. Siempre hemos elegido mal, por desidia, por ignorancia, por manipulación, por lo que fuera, pero nada nos exime de la culpa de lo que está pasando. La peor decisión de un ciudadano es  decir yo no sé nada, yo no soy el alcalde, a mí no me pregunten. CRASO Y RIDÍCULO ERROR. 

En democracia, que es el régimen que se supone nos gobierna, la autoridad es elegida por los ciudadanos y ella y sus regidores son los responsables de lo que se haga o deje de hacer, pero son los ciudadanos los que deben ejercer la fiscalización, poner el hombro o darle el pare a la autoridad en ejercicio. Pero lo que hemos hecho en las últimas décadas es votar por el mal menor, por quien, no importa que robe pero haga obra, por reincidentes en el mal gobierno y por verdaderos delincuentes que han dejado empeñada a su comuna por 15 o 20 años más después de su gestión. Hasta aquí lo sucedido, lamentable pero es lo que existe y somos. Y ahora, ¿cómo estamos? Fíjese usted, bastante mal.

Hace dos años elegimos alcalde provincial y alcaldes distritales y se produjo, nuevamente en Lima, un hecho que aunque reincidente, no es menos peligroso. Entre los años 1990 y 1995 el señor Belmont Cassinelli, "colorao" para el pueblo, blanquiñoso, bien plantado y mejor hablado, fue electo dos veces por Lima Metropolitana, sus gestiones fueron grises, casi para el olvido, pero el soberano lo eligió porque se le veía bien, era entrador y coqueto. Barrió en las elecciones de Lima Metropolitana y, por arrastre, barrió en varios distritos, incluido uno en el que ni siquiera tenía candidato postulando, como lo fue Magdalena del Mar. El elector promedio no votó por propuestas, votó por la facha del candidato y por eso, todos perdimos. Veintitantos años después ha sucedido lo mismo. El candidato de AP por Lima, Jorge Muñoz Wells, barrió en las elecciones a la alcaldía de Lima Metropolitana y, por arrastre, logró que varios de los candidatos distritales de AP ganaran la elección a su distrito; candidatos que tenían muy poco respaldo personal o eran totalmente desconocidos, sea por su falta de preparación o por falta de empatía con el ciudadano. Y, justamente, es en Magdalena del Mar y en distritos vecinos que se produjo esta avalancha electoral de apoyo, realmente no al candidato distrital, sino al candidato provincial, el señor "colorado" Muñoz.

Cuando se logra acaparar circunscripciones aledañas mediante el voto popular, es decir, colocar candidatos de su propio partido en distritos cercanos el uno al otro, pueden pasar dos cosas, aprovechar la circunstancia y emprender planes de verdadera renovación urbana, tan necesaria para Lima, logrando la colaboración de cada alcalde distrital para mega proyectos metropolitanos de desarrollo integral, o abusar de su ascendencia sobre los novatos e inexpertos en Gestión Municipal y meterles al caballazo proyectos enormes con beneficiario particular, normalmente, si, ese que apoquinó para la campaña.

¿Tenemos una opinión y una decisión electoral netamente racista en Lima y otras ciudades del interior del país? Probablemente, pero eso no sería un problema si es que los alcaldes distritales electos, aquellos que salieron por el voto de arrastre, demostraran con su accionar que aunque les hubiera caído del cielo el nombramiento, ellos sabrán ganarse el respaldo de sus ciudadanos conforme se desenvuelvan en su gestión.  Bueno pues, como diría un filósofo jugador: Pago por ver.

Por lo pronto, luego de casi trece meses de función el señor alcalde metropolitano no ha citado a la Asamblea Metropolitana, ésa que reúne, por norma, a los 44 alcaldes de todo Lima y que debería decidir sobre proyectos integrales que beneficien a toda la capital; los alcaldes distritales de AP no han exigido, tampoco que ello se de, es más, no se advierte el mínimo deseo de esos alcaldes distritales de plantear, conversar, idear, siquiera, proyectos mancomunados con distritos vecinos, dada la afinidad política de sus alcaldes en ejercicio, lo que pone, nuevamente, sobre la palestra, esa pésima costumbre limeña de votar en bloque.
  
Y eso no es todo,  como diría el huracán Katrina, es el señor "colorao" Muñoz Wells, el que acaba de llevar a su partido, AP, a los cielos del nuevo congreso. Oiga, eso no está demostrado, dirán algunos, negándose a ver la realidad de cómo es que un partido venido a menos por los malos liderazgos que no han alcanzado a llenar el vacío del gran Fernando Belaunde Terry, haya podido conseguir en las recientes elecciones congresales el primer lugar de las preferencias electorales. Seguramente por varias razones que algún estudio sociológico posterior determinará pero en este momento, el señor Muñoz es la estrella y, viéndolo bien, aún contra el deseo de los Barnechea/Diez Canseco/García Belaunde/Lezcano, se pinta como la mejor carta para las presidenciales del 2021. ¿Qué hará don Jorge, aceptará el encargo por no poder resistirse a los cantos de sirena presidenciales o será consecuente y continuará en el cargo para el que los ciudadanos de Lima lo eligieron? Difícil decisión, de consecuencias funestas, porque lo digo, con claridad y no poco miedo, las credenciales y antecedentes de su teniente alcalde, eventual sucesor, no parecen buenas, no para Lima Metropolitana.