martes, 27 de marzo de 2012

Arbitrios municipales: sorpresas y certificaciones

Cada año las cuponeras municipales vienen con sorpresas y con certificaciones. Las sorpresas, respecto de los montos, varían de acuerdo al humor del que las emite, pero las certificaciones son las mismas de siempre: no hay forma de averiguar cuánto es lo que realmente cuestan los servicios por los que se está cobrando y cuánto es, finalmente, lo que paga cada contribuyente. La ley dice claramente, respecto de los arbitrios municipales, que primero hay que determinar cuánto es lo que cuesta exactamente la prestación del servicio por el que se está cobrando, para luego dividirlo, proporcional y equitativamente, entre el número de contribuyentes que lo van a pagar. En el caso del servicio de limpieza, se incluye barrido y eventual lavado de calles, recojo de residuos sólidos y disposición final de desechos; determinación de zonas, como netamente residenciales, zonas de comercio medio, zonas públicas, así como zonas de comercio intensivo, mercados y mercadillo incluidos, de cuya composición y estructura se determina si se requiere que el barrido y el recojo de residuos se realice, una, dos o cuatro veces al día, así como la determinación de volúmenes por zona. De la suma de lo anterior tendremos el costo total del servicio. Luego determinamos qué es lo que vamos a necesitar para cumplirlo a cabalidad, con eficiencia y eficacia. Es decir cuántos vehículos de qué tipo y capacidad necesitamos, su combustible y mantenimiento; cuántas personas, de a pie y motorizadas, cuántos elementos, desde escobas, recogedores, carritos y eventualmente aspiradoras motorizadas; finalmente la cantidad de agua y detergentes, para el lavado de dichas áreas, de acuerdo a su regularidad, además de los derechos que hubiera que pagar para la disposición final, hasta el relleno sanitario y plantas de reciclaje. Finalmente la cantidad de personas y mobiliario requerido para que hagan la labor administrativa, añadamos, además, un máximo de 10 % por moras y costo de financiación y ya está, tenemos el costo total final. Luego determinamos a quiénes y cuánto les vamos a cobrar, en atención a exoneraciones legales, cantidad de área privada que posean, zona en la que se encuentren, frecuencia del servicio, lo dividimos entre esos índices y obtenemos el monto que debemos cobrar a cada contribuyente. Y esa debería ser la cantidad, fija y sin ajustes posteriores.
¿Por qué es que, entonces, los montos de arbitrios suben considerablemente, año a año y sin aparente razón? Principalmente por una pésima administración, por carecer del personal idóneo, para el cálculo de los mismos, por corrupción del personal municipal, por apetitos desmedidos de la alta dirección y hasta para tapar huecos provenientes de otras áreas y malversaciones. ¿Cómo es posible que un pequeño local comercial de 3.5 ó 4 m2 pague por arbitrios, exorbitantes cantidades que casi siempre terminan negociándose, para beneficio exclusivo de uno que otro funcionario municipal? ¿Cómo es posible que la generosa administración ofrezca descuentos del 15 hasta el 20 % por pago adelantado a contribuyentes que cuentan con la disponibilidad necesaria para realizar pagos adelantados? ¿Cómo es posible que abultadas deudas de arbitrios que se arrastran por trimestres y años, se conviertan en mínimas cantidades por arte de birlibirloque o manos negras, que tienen bien claro cómo robarle a la administración y a los contribuyentes con rápidas operaciones coordinadas entre fiscalización tributaria e informática? Ahora bien, es cierto que no existe una adecuada cultura de pago por parte del contribuyente, pero ¿Con qué cara podemos exigir un correcto cumplimiento de las obligaciones municipales si el contribuyente sabe de los abusos, beneficios particulares y robos a mano pelada de los propios funcionarios? ¿Cómo decirle al contribuyente que esta vez sí se van a usar bien los dineros públicos, si seguimos observando extrañas prácticas y desmesurados índices de nueva riqueza de algunos funcionarios? Se requiere un punto medio, un mojarse de ambas partes, un proceder de responsabilidad compartida y de mutuo compromiso. ¿Cómo lograrlo?
Se hace necesaria una audiencia pública, masiva, con exposición de estructuras de costos, exoneraciones, beneficios por pago adelantado, responsabilidad y moras en el pago atrasado del servicio, explicando que el pago correcto y a tiempo está en función directa del buen servicio que se presta y las implicancias negativas que acarrean el no pago. Aclarando que el vivir en comunidad implica una serie de derechos y obligaciones que determinan la calidad de la convivencia y la calidad de vida de la comunidad entera, mostrando programas informáticos seguros e inalterables que eviten malos manejos y beneficios particulares. Mostrando así mismo proyectos a mediano y largo plazo que impliquen sustanciales mejoras en el servicio, erradicación paulatina de servicios manuales por uso de equipo mecánico, mejoras en el equipamiento urbano del servicio que se está cobrando, en esta caso, papeleras, centros de acopio, subterráneos mejor y otras obras, servicios y equipos complementarios. Finalmente la revisión de las odiosas, tramposas e injustas cobranzas coactivas. En la estructura de costos se manejan índices que corresponden a varios ejecutores coactivos, empleados administrativos, notificaciones y demás, habiéndose convertido, como en el caso de las tarjetas de crédito, este rubro municipal de cobranzas, en la verdadera mina de oro. Primero que los llamados ejecutores coactivos se reducen a un empleado que tiene la posibilidad de reducir o anular montos de acuerdo a su propio criterio, las notificaciones son repartidas por los empleados municipales y de empleados administrativos cero. El establecimiento de una taza mínima fija, por monto adeudado y no por recibo, sería lo correcto y las costas y costes legales son una invención de alguien con mentalidad agiotista. El tema de la limpieza pública, tiene un análisis y estructura de costos similar al de parques y jardines y al de serenazgo, en donde lamentablemente las planillas fantasmas, es decir la invención de nombres de empleados que no existen y, por tanto, no trabajan, pero sí cobran, se ha convertido en una grosera práctica de abuso y corrupción municipal, por lo que huelga su revisión. La responsabilidad final sobre el tema corresponde al vecino, al ciudadano, que con su silencio o encogimiento de hombros contribuye a que las malas prácticas se sigan dando y a que tengamos que seguir viviendo como la familia de esos animalitos gorditos, pero sin el cuidado ni beneficios que da San Fernando. Ya pues.

martes, 20 de marzo de 2012

Serenatas, ferias y otros ¿negociados? públicos.

¿Quién le habrá dicho a los alcaldes que pueden hacer lo que les da la gana, en donde les de la gana y con quien les de la gana? En todo caso yo no he sido, ni los de mi casa, ni los de mi manzana, ni los del sector en donde vivo. Entonces, ¿por qué los señores de la municipalidad nos torturan con "atractivos espectáculos públicos", todos los fines de semana, sin excepción, en las inmediaciones del parque junto al que vivimos? Incluye levantamiento de tremendos armatostes, estrados que les llaman, en una de las pistas laterales, desde la noche anterior, con interrupción del tráfico vehicular incluída, de entre 24 a 48 ó 72 horas, con estridentes grupos musicales, con presentadores, tipo jalador de Gamarra, pero armado de potente micrófono, con abundante venta de licor en plena calle, para las mismas 150 personas de siempre, que estoicamente se chupan tales espectáculos, porque son miembros de las juntas vecinales o porque son empleados municipales, que en ambos casos tienen la obligación de estar presentes. Al margen de discusiones bizantinas, de que si lo que se presenta es de buen nivel cultural o no, defendemos el derecho urbano a vivir en paz, con tranquilidad y en armonía comunitaria y no en una jungla de bulla y mal gusto, sin contar la inseguridad ciudadana, efecto colateral de estos eventos municipales. Reitero la pregunta: ¿Quién, en su sano juicio, pediría ser atormentado permanente y religiosamente, con este tipo de manifestaciones?
Por otro lado, ¿no que un parque era intangible, inalienable, celosamente preservado para la función de pulmón ciudadano y espacio de concentración para recreación pasiva, que incluye el que el vecino pueda depositar sus cuatro letras sobre una buena banca, para respirar aire fresco, desestresarse de su actividad cotidiana, mirar palomitas o al vacío, pero con la tranquilidad y seguridad correspondientes? Y entonces ¿cómo es que las autoridades municipales se permiten ocupar el 50 %, o más, del área caminable de dicho espacio público, con escandalosas y ridículas ferias populares, en donde se ofrecen desde amuletos para la buena suerte, hasta dudosas combinaciones de licores espirituosos, pasando por grifería, ollas que no se queman, pelucas y cuanta chuchería se le puede ocurrir a alguien vender? ¿Cuál es el criterio esgrimido por dichas autoridades para permitir, autorizar, avalar, ¿negociar? la colocación mensual de dichas ferias en algún parque, si principal mejor, de cada distrito? No sea malo oiga usted, hay que dejar trabajar a esa pobre gente, que de algo tiene que vivir. Primero, la generosidad, si es que de eso se trata, empieza por casa, lo que implica cuidar, atender, tratar bien a los propios vecinos, entonces ¿por qué es que ni uno solo de los cachineros que llega con las benditas ferias populares, que usted observa posesionarse de buenas áreas, que ya quisiera un buen vecino nuestro para ganarse la vida, vive o trabaja dentro del distrito? Y entonces, ¿para quién es el beneficio real? Dicen más que algunos, en realidad muchos, que para el que se lleva la bolsa que estos comerciantes hacen.
Finalmente tenemos la generosa disposición de los municipios de brindar a algunas, ¿por qué no a todas? constructoras, especialmente a aquellas que públicamente se ufanan de haber pagado la última campaña electoral municipal, todo el área pública que requieran, por tiempo ilimitado y a costo mínimo, para descargar material de obra, para colocar abusivos cercos a 3/4 de vereda y, lo que ya es el colmo, construcción de oficinas de venta de departamentos en plena vía pública. Vamos a ver, ¿no se supone que las veredas son para el peatón, que los espacios reservados para ensanchamiento de vías, jardines públicos incluidos, son intangibles y no pueden tener ningún otro uso que la ley permita? Para que diga usted, entonces, señor gerente municipal, por qué diablos, la empresa HdP se ha tomado la vereda, en los 15 metros de fachada de este edificio en construcción, obligando al peatón a caminar por la pista, que dicho sea de paso está repleta de material, y que además se ha tomado 30 m2 del jardín público de aislamiento para instalar una elegante oficina de ventas, en los últimos 6 meses? ¿Cómo?, no se le escucha. Muy bien, anote usted señor secretario, que recibió la orden de la alta dirección. Para que diga usted, ¿por qué es que a tales y cuales empresas se les ha permitido construir sobre el cien por ciento del área del terreno, sin los estacionamientos requeridos y, además, con dos pisos más de los aprobados por la comisión respectiva? ¿Cómo dice usted? Nuevamente, que la orden vino de la alta dirección, señor secretario. Para que diga usted ¿si dicha orden la recibió por escrito como es menester en todo procedimiento funcional? Hable usted más fuerte por favor. Anote señor secretario que dicha orden fue verbal y directamente del despacho de alcaldía y que, el gerente municipal de desarrollo urbano aquí presente, declara que desconoce mayormente, exactamente de quién. Sí pues, así estamos. Ya dan más que pena todas estas cochinadas.

martes, 13 de marzo de 2012

Caminando por la ciudad

¿A quiénes les corresponde tener las veredas y todas las superficies caminables de la ciudad en perfecto estado de conservación? Así es, a los gobiernos locales. A los alcaldes y regidores en el plano político y a los funcionarios en el plano ejecutivo. Entonces, ¿por qué es que tenemos que caminar como pisando huevos, bailando tango o sufriendo aparatosas caídas? En cada distrito hay zonas que jamás son tocadas por las administraciones; hay veredas a las que les faltan los sardineles, que mañana los repondrán, pero sin fierro, porque no saben que lo necesitan o porque les llega, y el próximo mes empezará a descascararse nuevamente hasta que estemos de nuevo sin sardinel. Las empresas de servicio público, especialmente Sedapal, que hoy tiene que poner una caja para medidor nuevo o una tapa de buzón, porque un día sí y otro también hay atoros, y deja las veredas como rompecabezas, o como edredón de la abuela, llenecitas de parches; los de la empresa de gas a quienes les encanta andar rompiendo y parchando, dejando nuevos diseños y más rompecabezas en las veredas. Los conductores que compraron la licencia y cada vez que se estacionan le muerden un pedacito a las veredas sin refuerzo en el sardinel; en el "decorado", por otro lado, intervienen los perros sin dueño, que aunque lo tengan no se hacen cargo, con sus deposiciones y demás; los carretilleros esquineros, que con la venta de sus menjunjes las llenan de bolsas, en las que el peatón termina enredándose, gracias a la estupidez de compradores al paso, que comen caminando y caminando van dejando sus desperdicios, sobre todo las dichosas bolsas plásticas. Luego están los lavadores callejeros de autos y los mendigos, que no son más que consignatarios de las chocolaterías. Y tal vez esté bien que así sea, porque en realidad así somos.
En el caso de las empresas prestadoras de servicios, éstas tienen la obligación, porque así lo estipula la norma, de reponer el cuadro, normalmente de 1 metro x 1 metro, completo de la vereda, que han picado, para no tener desagradables y peligrosas sub divisiones ad infinitum. Si no lo hacen, multa con ellos y la obligación de reponer la vereda. Claro, estas empresas se agarran de que ellos se limitan a dejar la vereda como la encontraron y mejor, fíjese usted cómo estaba antes y ahora ya está bien parchadita. Sí pues, puede ser que la hayan encontrado hasta el queso, porque la gerencia de ese distrito está manejada por un incapaz, pero eso no quita la obligación de dejarla impecable luego del trabajo realizado. El tema del estacionamiento vehicular lamentablemente pasa porque los conductores, la mayoría y no solo mujeres, no tienen la pericia necesaria y a veces, con tremendos armatostes, casi carros de guerra, se suben repetidas veces a la vereda, rajando sardineles, no convenientemente estructurados y ya está vereda mordida para el resto de su vida.
Las carretillas de venta de yuquitas, picarones, canchita y similares que a alguien se le ha ocurrido que "deben" estar desperdigadas por toda la ciudad ofreciendo sus productos con permisivas normas higiénicas y con abundante aceite Castrol multigrado en sus frituras, son la principal causa de calles repletas de papelitos convenientemente engrasados y melcocheros, además de miles de bolsitas plásticas que tienen a los vientos como sus mejores motores de avance incontenible. Cada vez, además, se hace más común, por una confusión entre eficiencia y buen corazón, el dejar trabajar a los necesitados, como los lavadores de carros, que dejan las veredas como pistas de patinaje, o como los mendigos, matronas y dos o tres hijos, cómodamente desparramados sobre las veredas ofreciendo de todo. El tema de las mascotas que toman la ciudad como su baño personal ante la risita de sus dueños y la indiferencia municipal es otra gracia anti urbana. Bueno pues, es tiempo de recuperar la ciudad y ponerla al servicio, veredas incluidas, por supuesto, del ciudadano. ¿Qué le cuesta al alcalde de una ciudad cambiar todas las veredas con un buen concreto, buenas juntas de dilatación y bien estructurados sardineles? Mucho menos que tener que estar dándole mantenimiento a cada rato, o claro, dejándolas en el estado calamitoso que ahora se encuentran. Recuperar el principio de autoridad y prohibir la mendicidad, que además de todo es degradante para el ser humano, especialmente para los niños, que son convenientemente utilizados para el negocio. Hacer respetar las ordenanzas que prohíben terminantemente el lavado de vehículos en la calle, que muchas veces están colocadas sobre carteles en los postes en que los diligentes lavadores, recostados, descansan de la generosa demanda de sus clientes fijos, caseritos ellos. Es, en verdad, muy fácil recuperar la ciudad, del caos, de la falta de autoridad, de indeseables y de la indiferencia oficial de las municipalidades. La tarea es de los vecinos, que organizados, exijan el cumplimiento de la norma y saquen al fresco a sus autoridades. Franco, franco, caminar por una ciudad ordenada y arregladita, lo hace sentirse a uno como si de verdad valiera la pena vivir allí.

martes, 6 de marzo de 2012

Sí, pero el colegio de mi hijo es bien bonito.

Empezaron las clases en los colegios de Lima. Bueno en casi todos. Este año algunos particulares han tenido problemas con inspecciones no programadas de sus propias municipalidades, encontrándose en muchos de ellos no pocas faltas a los respectivos reglamentos, esperemos que las mismas puedan ser subsanadas de inmediato, pero y si no, ¿de quién es la responsabilidad mayor? El tema de la educación, en general, y la del nivel secundario,en particular, está muy mal. La infraestructura no pasa el exámen. Si separamos los estatales de los particulares de clase media, las diferencias son mínimas: ambos son deficientes. Desde la autorización de funcionamiento de dichos colegios, no nos queda claro el tema de responsabilidades. Entre la Ugel y la Municipalidad, cuya responsabilidad debería ser compartida, lo que tenemos en la realidad, es un echarse la pelota mutuamente, sin mayor iniciativa ni voluntad para solucionar los problemas. En el tema de la infraestructura, no se debería aceptar, por ejemplo, que se adapten casas, de áreas internas y externas que no reúnen las condiciones mínimas para la función; pero ahí están, vivitos, coleando y cobrando derechos indebidos a los padres de familia, como si de locales modernos y ejemplares se tratara. Desde que a alguien, no muy inteligente por cierto, se le ocurriera declarar en emergencia la prestación del servicio y permitir tremendos estropicios en nombre de la promoción privada de la educación, empezaron problemas más grandes, en nombre de la solución. No, no se puede seguir permitiendo la existencia de locales educativos, sin patios, sin áreas para deporte, con aulas que se atraviesan unas a otras, sin bibliotecas, sin talleres ni laboratorios, con accesos verticales en pésimas condiciones y sin el debido mobiliario escolar.
Si hablamos de educación primaria las cosas no solo son peores, si no que dada la edad y condiciones físicas de los menores, las instalaciones son poco menos que infames. Claro que hay excepciones, hay colegio particulares de primer nivel y que aunque no valen lo que cobran, al menos son aceptables, pero en la gran mayoría de ellos, además de los estatales y los parroquiales, las cosas andan bastante mal. Y ¿qué podemos decir de los centros de educación inicial? Primorosos ellos, bonitas fachadas e ingresos pero pésima distribución, escasa o casi nula ventilación natural y necesario asoleamiento, además de áreas reducidas y carentes de espacios complementarios para la necesaria estimulación temprana, que así se llama la razón de ser de estos centros pre escolares. Por otro lado, a pesar de haberse reconocido la educación inicial como un nivel de gran importancia y luego de haberse oficializado su necesidad, la oferta no llega a cubrir la demanda y los costos de los mismos son exagerados, cuando no abusivos; confundiendo, además, su razón de ser de estimulación temprana, con la de exclusividad y diferenciación, como se aprecia en los uniformes y el material solicitado para el uso interno, sin considerar la insuficiencia del personal auxiliar en la tarea educativa. Si, pero el mandil de mi hijito es bacán.
Los gobiernos locales tienen la obligación moral y funcional de velar por el desarrollo de la educación de nuestros niños, pero resulta que las autoridades, alcaldes y alta dirección, desconocen sus obligaciones y responsabilidades, haciendo peligrar la razón de ser de un centro de educación inicial. Están prohibidas las aulas en segundos o terceros niveles y ya está, tenga usted la seguridad de que varios Pepitos y Jaimitos, antes de que termine el año escolar, terminarán aterrizando de mandíbula en la fría loseta del primer nivel. ¿Y qué pasa con las pensiones? ¿Con las listas de útiles, los que jamás llegarán a usar en su totalidad? No se le puede quitar el componente comercial, de libre empresa que encierra el servicio de la educación, es cierto, pero hay límites que no deberían cruzarse, como el de apañar prácticas netamente mercantilistas, muy lejanas de los principios educativos. Y sí, no solo por ley, si no por un tema de conciencia, los gobiernos locales están facultados para, en nombre de los usuarios y sus representantes o apoderados, que son los sufridos padres de familia, intervenir permanentemente en la verificación de condiciones físicas de los locales, así como en detener las abusivas exigencias y prácticas de los promotores educativos, que han convertido los colegios en el negocio de sus vidas, el dolor de cabeza de los padres y la vergüenza comunitaria. No proceder a tiempo y con la debida severidad y rigor, no es más que establecer un vínculo de complicidad y apañamiento.