martes, 13 de marzo de 2012

Caminando por la ciudad

¿A quiénes les corresponde tener las veredas y todas las superficies caminables de la ciudad en perfecto estado de conservación? Así es, a los gobiernos locales. A los alcaldes y regidores en el plano político y a los funcionarios en el plano ejecutivo. Entonces, ¿por qué es que tenemos que caminar como pisando huevos, bailando tango o sufriendo aparatosas caídas? En cada distrito hay zonas que jamás son tocadas por las administraciones; hay veredas a las que les faltan los sardineles, que mañana los repondrán, pero sin fierro, porque no saben que lo necesitan o porque les llega, y el próximo mes empezará a descascararse nuevamente hasta que estemos de nuevo sin sardinel. Las empresas de servicio público, especialmente Sedapal, que hoy tiene que poner una caja para medidor nuevo o una tapa de buzón, porque un día sí y otro también hay atoros, y deja las veredas como rompecabezas, o como edredón de la abuela, llenecitas de parches; los de la empresa de gas a quienes les encanta andar rompiendo y parchando, dejando nuevos diseños y más rompecabezas en las veredas. Los conductores que compraron la licencia y cada vez que se estacionan le muerden un pedacito a las veredas sin refuerzo en el sardinel; en el "decorado", por otro lado, intervienen los perros sin dueño, que aunque lo tengan no se hacen cargo, con sus deposiciones y demás; los carretilleros esquineros, que con la venta de sus menjunjes las llenan de bolsas, en las que el peatón termina enredándose, gracias a la estupidez de compradores al paso, que comen caminando y caminando van dejando sus desperdicios, sobre todo las dichosas bolsas plásticas. Luego están los lavadores callejeros de autos y los mendigos, que no son más que consignatarios de las chocolaterías. Y tal vez esté bien que así sea, porque en realidad así somos.
En el caso de las empresas prestadoras de servicios, éstas tienen la obligación, porque así lo estipula la norma, de reponer el cuadro, normalmente de 1 metro x 1 metro, completo de la vereda, que han picado, para no tener desagradables y peligrosas sub divisiones ad infinitum. Si no lo hacen, multa con ellos y la obligación de reponer la vereda. Claro, estas empresas se agarran de que ellos se limitan a dejar la vereda como la encontraron y mejor, fíjese usted cómo estaba antes y ahora ya está bien parchadita. Sí pues, puede ser que la hayan encontrado hasta el queso, porque la gerencia de ese distrito está manejada por un incapaz, pero eso no quita la obligación de dejarla impecable luego del trabajo realizado. El tema del estacionamiento vehicular lamentablemente pasa porque los conductores, la mayoría y no solo mujeres, no tienen la pericia necesaria y a veces, con tremendos armatostes, casi carros de guerra, se suben repetidas veces a la vereda, rajando sardineles, no convenientemente estructurados y ya está vereda mordida para el resto de su vida.
Las carretillas de venta de yuquitas, picarones, canchita y similares que a alguien se le ha ocurrido que "deben" estar desperdigadas por toda la ciudad ofreciendo sus productos con permisivas normas higiénicas y con abundante aceite Castrol multigrado en sus frituras, son la principal causa de calles repletas de papelitos convenientemente engrasados y melcocheros, además de miles de bolsitas plásticas que tienen a los vientos como sus mejores motores de avance incontenible. Cada vez, además, se hace más común, por una confusión entre eficiencia y buen corazón, el dejar trabajar a los necesitados, como los lavadores de carros, que dejan las veredas como pistas de patinaje, o como los mendigos, matronas y dos o tres hijos, cómodamente desparramados sobre las veredas ofreciendo de todo. El tema de las mascotas que toman la ciudad como su baño personal ante la risita de sus dueños y la indiferencia municipal es otra gracia anti urbana. Bueno pues, es tiempo de recuperar la ciudad y ponerla al servicio, veredas incluidas, por supuesto, del ciudadano. ¿Qué le cuesta al alcalde de una ciudad cambiar todas las veredas con un buen concreto, buenas juntas de dilatación y bien estructurados sardineles? Mucho menos que tener que estar dándole mantenimiento a cada rato, o claro, dejándolas en el estado calamitoso que ahora se encuentran. Recuperar el principio de autoridad y prohibir la mendicidad, que además de todo es degradante para el ser humano, especialmente para los niños, que son convenientemente utilizados para el negocio. Hacer respetar las ordenanzas que prohíben terminantemente el lavado de vehículos en la calle, que muchas veces están colocadas sobre carteles en los postes en que los diligentes lavadores, recostados, descansan de la generosa demanda de sus clientes fijos, caseritos ellos. Es, en verdad, muy fácil recuperar la ciudad, del caos, de la falta de autoridad, de indeseables y de la indiferencia oficial de las municipalidades. La tarea es de los vecinos, que organizados, exijan el cumplimiento de la norma y saquen al fresco a sus autoridades. Franco, franco, caminar por una ciudad ordenada y arregladita, lo hace sentirse a uno como si de verdad valiera la pena vivir allí.

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