lunes, 28 de marzo de 2011

Yo quiero un buen Presidente

Todos tenemos nuestro candidato. Todos opinamos sesudamente al respecto y nos molestamos cuando el candidato de los otros no es el nuestro. Sin embargo ¿qué tiempo le hemos dedicado a la tarea de revisar los programas de gobierno, la calidad de las propuestas, el equipo técnico que acompaña al candidato elegido, la idoneidad de su plancha presidencial y de la lista de candidatos al congreso que lo acompañarán? ¿No hemos tenido tiempo? Entonces ¿Cómo es que hemos definido a nuestro candidato? Un gran porcentaje de los electores se inclina por lo que las encuestadoras le soplan al oído, por lo que las redes sociales le sugieren como el candidato más atractivo, más fotogénico, más exitoso, más canchero, más como nosotros quisiéramos ser. Los amigos, con algún interés particular nos pasan la voz en la calle, nos dan esa llamada telefónica que ni por nuestro cumpleaños hemos recibido, nos atiborran de mensajes feisbuceros y tuiteros, hasta nos envían saludos para la familia, recomendándonos eso sí que no nos olvidemos el próximo domingo 10 de Abril de marcar las tres manzanitas, porque sí, porque es la voz, porque necesitamos a alguien como nosotros, a alguien que nos represente bien, que no nos avergüence internacionalmente y sobre todo, que arregle todititito de una vez por todas, poniendo a esos cholos, serranos y apestosos en su lugar. Habrase visto, ahora que somos un país, casi casi del primer mundo, que nos quiera representar un (una) tal por cual, que sabe Dios de dónde habrá salido y, lo peor, que encima tenga un montón de seguidores. Solo en el Perú pasan estas cosas.

La anterior es nuestra realidad. Es inevitable que prevalezcan en nuestras elecciones toda esa carga subjetiva que producen nuestras ansiedades, traumas, frustraciones, miedos, deseos no alcanzados, objetivos postergados y nuestras propias carencias, principalmente espirituales e intelectuales. Lógico y aceptable. Lo que es imperdonable es que teniendo a la mano una gama de posibilidades, que incluyen nuestra propia participación directa, nos inclinemos siempre por lo más fácil, por esa opción que otros ya pensaron, digirieron y decidieron que es la mejor. Y que nosotros aceptemos, como siempre, la imposición de ese grupo que todo lo dirige, que todo lo decide, que todo lo maneja. Ya pues. Yo quiero un presidente que piense en el Perú y en los peruanos. Que tenga experiencia, conocimientos y todas las capacidades que un estadista de ese nivel pueda requerir. Que no importa de dónde venga, que no importa cómo se haya hecho, dónde haya estudiado, qué títulos tenga, dónde y para quién haya trabajado, pero que tenga totalmente claro que primero es el Perú y los peruanos. Yo quiero un presidente al que le duela nuestra pobreza, que le importe que nuestros niños se mueran de hambre, que no haya carreteras, pero no solo para sacar el oro, el espárrago y la palma aceitera, sino para que nuestros compatriotas vayan a sus escuelas, a los hospitales, para que puedan llevar los productos que cultivan hasta las ciudades. Quiero un presidente que aunque no sepa hablar como un gran orador, se deje entender porque sus ideas son claras y su mente está en la solución de nuestros problemas y la promoción de nuestro desarrollo. Necesito un presidente que sin necesidad de tutearse con los inversionistas extranjeros se haga respetar y haga respetar nuestras condiciones de inter relación, pero que venda al mundo la idea de que nuestro país es el mejor socio para trabajar su dinero, pero con justicia, con equidad, sin nada bajo la mesa. Necesito un presidente, que me haga sentir orgulloso de ser peruano.

Sí pues, necesitamos un presidente que más que problemas vea oportunidades, que más que desgracias, vea la necesidad de enmendar rumbos. Un presidente que aunque no sea de mi agrado personal, tenga todas las cualidades del Gerente General del resto de nuestra historia. Lamento que el sistema electoral y el sistema de partidos políticos imperante, nos haya birlado la oportunidad de tener buenos candidatos, de personas honestas, serias, decentes y de buena formación, que abandonados por la maquinaria demoledora de los medios de comunicación no estén presentes, como el caso de Manuel Rodríguez Cuadros, o que aunque estando presentes, sean ninguneados por el respetable, como el caso de Rafael Belaunde Aubry. Cómo quisiera que, tal como sucede en las pantallas televisivas, casi como en una película, se juntaran la tranquilidad de Keyko Fujimori, la experiencia de Kuczynski, la palomillada de Toledo, la ambición desmedida de Castañeda, la persistencia de Humala, la decencia de Belaunde y la ingenuidad de Juliana Reymer, para brindarnos esa persona que necesitamos para sacar al país, todo, completito, hacia el desarrollo. A estas alturas y dado cómo se están presentando las cosas, pienso sin embargo que ya no importa quién sea el presidente, ninguno de los nombrados llena los requisitos por sí solo. Pero a alguien hay que elegir. Bueno pues, que sea el que tenga que ser. Total el país se encuentra, económicamente, en piloto automático y sea quien fuera el nuevo presidente, incluido Ollanta Humala, los cambios que se pudieran hacer solo serían graduales y sin llegar a malograr lo ya alcanzado. Lo que no debemos olvidar es que necesitamos un Congreso fuerte, sólido, conformado por gente de la mayor calidad humana, profesional y con cierta experiencia. El Congreso es la contra parte del Ejecutivo, es el único que le puede para el macho a un desbocado, ladrón o inepto presidente. No voy a sugerir un voto para presidente pero sí exijo una excelente elección para congresistas.

lunes, 21 de marzo de 2011

Encuestas y apuestas electorales

La primera vez que fui encuestado fue unas 8 semanas antes de las elecciones municipales del año pasado. Ante la pregunta de ¿Por quién votaría usted si las elecciones fueran mañana? Yo respondí, sin duda alguna, por Susana Villarán. El encuestador, muy serio y formal, de una prestigiosa encuestadora, me miró fijamente extrañado y me dijo ¿Por quién? Susana Villarán respondí, mirándolo fijamente seguro y él respondió: Ah, sí, a ver, un momento, por aquí está, dejando escapar un silbido que me sonó a "Cada loco que me encuentro". Siguieron algunas preguntas intrascendentes y se retiró, no sin antes darme una mirada de "pobre hombre, qué lástima, tenía cara de inteligente". El final de esas elecciones ya son cosa conocida pero la opinión que me queda de las encuestadoras y sus encuestadores es bastante fea. Resulta que ahora todo es encuestable, dicen que para sacar una instantánea del momento, pero ojo, también se afirma, no es definitiva, solo indica una tendencia. ¿Saben qué? PISTOLAS. Las encuestadoras existen para dirigir la opinión pública, evidentemente la más sensible y voluble, hacia el redil de los que no sabiendo, no opinando y no teniendo su voto seguro, terminan ubicándose en el lado "más conveniente"; sí pues, ése que conviene a los que se están vacilando con esta y todas las elecciones que se producen en nombre de la democracia en el país. Bien babosos que somos.

Vamos a ver. Para quienes se ríen de las cosas que suceden es este país y muchos otros más, hay que decirles que los resultados ya están digitados y sólo por algún imponderable, que se corregirá en el camino o mediante golpe de estado, ya se sabe quién va a ganar y, que en todo caso, si no gana es porque el candidato escogido es más idiota de lo que se creyó. Esa es una verdad incontrastable. Pero volvamos a las encuestas. Las empresas encuestadoras no son, ciertamente, ONGs que existen como vigilantes insobornables de la conciencia y opinión ciudadana. NONES. Son empresas, como cualquier otra, con fines de lucro, con el objetivo manifiesto de medirle el pulso a la opinión pública sobre un determinado hecho, suceso o producto. Se encargan de señalar cómo los percibe la población, su nivel de posicionamiento y de recordación. No es fácil mantenerse ajeno a las tendencias dominantes que se quieren implementar por quienes siempre manejan las cosas en el país. Es decir, si alguien me encarga el trabajo va a ser casi imposible que yo le traiga resultados adversos a su partido o producto, a no ser que sea para enmendar rumbos y con el objetivo final y verdadero de ganar o colocarse en la preferencia del elector. Me explico, si me contrata el partido A, yo debo recoger la opinión de la población, procesar la información y entregarla a mi contratante. Si ese partido tiene la posibilidad de seguir contratándome, entonces, yo como buen gerente, manejo, manipulo, maquillo o lo que sea para: a) Satisfacer la necesidad de información de mi contratante, haciendo que la respuesta se acerque bastante a lo que él quiere escuchar realmente; b) Mantener latente la expectativa de mi contratante, para que me siga dando chamba, al señalar que se han producido"empates técnicos" y, c) Me bajoneo a como dé lugar a quien considere el verdadero rival de mi contratante. Esto, con diferentes matices, es lo que realmente sucede con las encuestas en el país. No importa tanto el medir la opinión pública, sino el poder manipular dicha opinión, poco a poco y en cada encuesta parcial, hasta que se acomode a lo que mi contratante quiere. Se logra a través del tipo de pregunta realizada, la forma en que se pregunta y la intencionalidad del encuestador.

Sí pues, hay un manejo un tanto perverso y aprovechador de las famosas encuestas y sus análisis y proyecciones. Pero ahí no queda todo, a este "sano" ejercicio se suma otro deporte nacional de última generación: las apuestas de cómo van a terminar las cosas, cómo va a ser el orden de llegada, quién entrará en segundo lugar, quién podría remontar desde atrás, quién se quedará en el camino. Sí pues, juegue usted que ya están por cerrarse las apuestas. En esta campaña, sobre todo, pareciera que alguien está convocando a una apuesta masiva por las oportunidades de ganar que tienen los candidatos oficiales y oficialistas. Este fin de semana me pasó algo bien gracioso. En una buena reunión de amigos y luego de recalar en el tema de moda: las elecciones presidenciales, todos empezamos a hacer sesudos cálculos sobre escenarios posibles. Por un momento me dejé llevar por el juego. ¿Has visto las encuestas publicadas? ¿Quién diría que el cachaco estaría subiendo tanto, al igual que PPK,"el candidato más inteligente". Que Toledo sigue cayendo sostenidamente, que Keiko se ha mantenido y que Castañeda ya fue. Qué mejor momento que éste para que corran la apuestas. Así que ni corta ni perezosa, la esposa del anfitrión empezó a tomar las apuestas, al mejor estilo de un coliseo de gallos. Los hijos menores de mis anfitriones, mientras tanto, coreaban entusiastas, los jingles de los diversos partidos, hasta que la mami dijo que Ya basta, que la única aceptable en esa casa era la de PPK. Los niños la miraron y siguieron con la última de Carlos Raffo. Adefecieros pero rebeldes los mozalbetes. Me despedí y me fuí. Sí, soy bastante aburrido y melodramático, como dijo la dueña de casa. Ya no importa, no apuestes pero quédate para contarte la última de la enfermera de Fujimori. No debí salir de casa el día de hoy.

lunes, 14 de marzo de 2011

El informe Villarán y las elecciones presidenciales

Ya está. La alcaldesa de Lima metropolitana cumplió con su ofrecimiento de campaña, a pesar de que había pensado patear el asunto para evitar problemas, pero un buen sector de la población y sus propios contendores, le exigieron que presente el informe de marras. El día de hoy, en una concurrida y alborotada conferencia de prensa, la señora Susana Villarán presentó, a 71 días del inicio de su gestión, la primera parte del informe de la gestión concluida; no una acusación directa y con mala leche, al anterior alcalde, si no, un completo informe de cómo encontró al ente administrador de la ciudad. Y en verdad lo que ahí se reporta no son cosas muy buenas y esto que en él no se han tocado los más sonados y publicitados casos de corrupción. Es muy lamentable que los principales allegados al señor Castañeda hayan salido a gritarle de todo a la diligente señora Villarán, así como es lamentable que el propio Castañeda, en un mal momento, haya señalado que hay un evidente interés de la actual alcaldesa de hacerle el juego a uno de sus contrincantes en esta pugna por la presidencia del país. Otros comentaristas y simpatizantes, del también candidato Castañeda, han dicho que no era el momento de sacar dicho documento a la luz. Que debió esperar a que concluyera el proceso de elecciones presidenciales, que se está perjudicando a su candidato y, que en todo caso, que lo denuncie pues, pero en Mayo, o después, si es que hubiera segunda vuelta. Algunos medios de comunicación amigos, afines o receptores de la cuantiosa publicidad solidaria, también se han manifestado en contra de este acto cívico y obligatorio de la autoridad municipal, afirmando que hay intromisión de la señora Villarán en la actual campaña eleccionaria. Bien graciosa la gente ¿no?

Vamos por partes. En primer lugar, es obligación funcional y moral, el hacer un análisis de situación de cómo se ha encontrado a la comuna después de una gestión, especialmente si esta es de 8 años continuos. Es irrelevante el que el alcalde saliente se encuentre postulando a algún otro tipo de elección. El informe no está avalado por la completa documentación necesaria, todavía, por lo que no se puede pensar en denuncia de tipo alguno mientras no se reúnan las pruebas y la documentación respectiva, que incluye el señalamiento de responsabilidades y si éstas le alcanzan o no, al propio señor Castañeda. Hemos escuchado decir al señor Castañeda que no teme a nada porque su conciencia está limpia. En verdad me alegro sobre manera. ¿Y entonces? ¿Por qué tanta bulla? Aquí cabe el suponer que realmente don Luis Castañeda no sabía nada de los manejos administrativos de sus funcionarios, que ellos se mandaron, por cuenta propia, a realizar una serie de estropicios y a observar, alegremente, una inconducta funcional. Muy bien, entonces hay que pasarle la factura solamente a ellos, así el postulante presidencial saldrá incólume de estas denuncias, cuanto antes mejor. Que se han hecho mal algunas cosas durante la era Castañeda, es cierto; que se han sobrevalorado otras cuantas, también es cierto; que por desidia, ignorancia o intereses particulares, se han cometido una serie de desatinos que han afectado a la comuna y, directamente, al interés de los ciudadanos, por supuesto que sí. ¿Entonces? alguien tiene que ser responsable. ¿No fue el señor Castañeda, porque él delegó las funciones? Listo el pollo. Se investiga a fondo, se reúnen pruebas, se realizan las denuncias y que el poder judicial se encargue. Pareciera que la oportunidad es propicia para que el señor solidario salga a respaldar el informe y exigir se aclaren las cosas en el menor tiempo posible, en respeto y resguardo de su buen nombre.

Aquí hay otras lecturas posibles. No estamos acostumbrados a que los políticos o funcionarios en ejercicio cumplan con lo ofrecido. No estamos acostumbrados a que las gestiones salientes rindan cuentas, ni que las entrantes realicen una revisión exhaustiva, no perdona vidas, de las gestiones precedentes. Tal vez por eso sea la chilla. Por otro lado, esta es una brillante oportunidad de señalar verdaderos responsables. Siempre se termina revolcando a los funcionarios de mando medio, así los errores sean grandes, medianos o pequeños. No está bien. Corresponde al alcalde, como titular de la gestión, la mayor responsabilidad, pero permítanme señalar que por encima de él se encuentra el verdadero ente responsable de todo manejo municipal: el Concejo Municipal. Sí pues, los señores regidores, son quienes avalan con su presencia, aceptación, aprobación y firma, todas las acciones, acuerdos, concesiones, contratos, omisiones, dependiendo, o no, del cumplimiento de su responsabilidad fiscalizadora. Pero nadie los llama, nadie los cita, nadie los investiga, nadie dice nada; los vecinos tampoco. Es necesario que revisemos todo lo actuado, aún cuando genere problemas; es necesario que asumamos nuestra responsabilidad de ciudadanos comprometidos con el manejo de nuestros propios destinos. Si el informe Villarán no ha caído bien, lo lamentamos. Lo bueno es que, al parecer, se está inaugurando una nueva forma de proceder en la gestión municipal. Y ésto sí hay que respaldarlo.

lunes, 7 de marzo de 2011

Propaganda electoral y derechos urbanos

¿Qué está pasando con nuestras ciudades, por Dios? Ningún espacio público, por pequeño que sea, se ha salvado de la terrible contaminación visual producida por la propaganda electoral de los candidatos presidenciales, los candidatos al congreso y los candidatos al parlamento andino. Hemos sido invadidos por el tremendo tsunami del mal gusto y la angurria por el poder. Cada cartel, uno más horrible y faltoso que el otro, nos recuerda que nuestra desidia y falta de identidad ciudadana han permitido que estos bárbaros electoreros nos secuestren la ciudad entera y nos soben por la cara, el abuso, la prepotencia y la impunidad en su grado más alto. ¿Es que no existían normas, leyes, ordenanzas, acuerdos pre electorales, que nos salvaguardaran de esta letal sobre exposición publicitaria? Por supuesto que sí. Pero como siempre, quien tiene la plata manda, quien ostenta el poder abusa, quien detenta la autoridad claudica y quienes tienen la razón callan. Cuando la alcaldesa de Lima ha querido poner un poco de orden y hacer respetar la voluntad ciudadana que se opone a esta grosera intromisión urbana, los partidos políticos, los candidatos, los empresarios auspiciadores y los medios de comunicación que ellos manejan, le han saltado a la yugular y ya le han endilgado un par de demandas judiciales por abuso de autoridad. El mundo al revés y el ciudadano de espaldas.

Está prohibido y todo el mundo lo sabe, colocar propaganda electoral en parques, jardines, en avenidas principales, en locales del estado y, sobre todo, en árboles, en postes de alumbrado eléctrico, en postes de semáforos, en bancas, en sardineles; pero no ha quedado un solo elemento de los nombrados que no haya sido ocupado por la desesperación figurativa de los señores candidatos, no existe un solo espacio de nuestra ciudad que no haya recibido esta ola negra y vomitiva de mensajes estúpidos y rebosantes de ignorancia, que pintan de cuerpo entero a la caterva de energúmenos que son capaces de todo por ganar la elección y colocar sus cuatro letras sobre un asiento del estado. La culpa la tiene el sistema de elecciones que nos rige, sobre todo esa tontería del voto preferencial para congresistas y el que no se haya hecho realmente nada por cambiarlo. Tienen culpa además las blandengues, ineficientes o "aceitadas" autoridades de turno, pero por sobre todas las cosas, la culpa es del ciudadano de a pie, que rehuyendo de sus obligaciones, padece con estoicismo pero sin dignidad, los embates de esta ola negra dizque informativa. El contenido de los mensajes, por otro lado, se aleja de la cordura y la razón. Promesas de candidatos al congreso, de dar trabajo, a millones de personas, de reducir los impuestos a su mínima expresión, de solucionar, en suma, todos los problemas que nos aquejan a los peruanos, son dignas de un estudio clínico y deberían trasladarse a una edición de lujo, con caracteres en pan de oro, sobre "El imperio de la Estupidez".

La acción permisiva, apañadora y, muchas veces, interesada de las autoridades distritales y de las fantasmales autoridades electorales, además de la grosera intromisión presidencial, han terminado por cederle nuestras ciudades a la increíblemente arrolladora acción de los genios del marketing político. No se puede caminar por las calles, no se puede conducir por las pistas, ni siquiera mirar por la ventana, sin que nos encontremos con carteles y cartelones que impiden nuestra visión, que torturan nuestras mentes y, a partir de este mes imagino, sin poder evitar la asquerosa contaminación auditiva y las incongruentes majaderías de quienes se desesperan por endilgarnos mensajes enredados de lo que "van a hacer" si gracias a nuestro voto, llegaran a la presidencia, al congreso o a ese parnaso de la sinvergüenzería llamado parlamento andino. ¿Qué hacemos? Tenemos dos opciones: a) Sufrir estoica y cobardemente esta evidente agresión a nuestros derechos urbanos y a nuestra calidad de vida y, b) Tomar las medidas correctivas y aleccionadoras del caso. Si nos inclinamos por la segunda opción, tenemos dos nuevas opciones, a) Quejarnos, con chilla, a la autoridad correspondiente y exigir la devolución inmediata de nuestros espacios públicos, además de la multa correspondiente y, mi preferida, b) Ejercer nuestro derecho ciudadano de rechazar la afrenta de estos salvajes con factura incluida, es decir, no votar, por motivo alguno, por quienes han cometido el crimen, con alevosía y ventaja, de jodernos la vida.