sábado, 16 de marzo de 2013

Déjame que te revoque limeña


Susana Villarán, nuestra alcaldesa de Lima Metropolitana, se parece bastante a las señoronas de principios del siglo 20; con sus faldas amplias, sus chompas de tonos pastel y sus bufandas al aire; la sonrisa permanente, como tatuada en el rostro y una mirada de ojos achinaditos, como diciendo: “No te preocupes hijo mío, se hace lo que se puede; te entiendo perrrrrfectamennnte, no todos podemos ser los mejores”; a lo que suma esos ademanes y movimientos,  tan cadenciosos como innecesarios, que nos recuerdan a las profesoras de los primeros años de primaria. Cuando en un acto de justicia (¿o broma?) divina se hace de la alcaldía provincial a fines del 2010, probablemente se juró ante el espejo que ahora sí había llegado la hora de enseñarle a todos estos nuevos limeñitos que se  puede vivir mejor, casi decentemente. Premunida de sus “cuadros e ideas socialistas”, la señora Villarán inició su reinado (perdón, su gestión) el 2 de Enero del 2011. Paralelamente y con una convicción de kamikaze inicia la andanada  de infelices declaraciones que la convierten en la  más seria candidata para el premio a “la antipática de la década” y lo hace, con total honestidad y un tremendo parecido a la inefable Susanita de Mafalda. Lo peor es que cuando empiezan los insultos y ataques personales  de buena parte de la ciudadanía, se inmola haciendo gala de una soberbia y testarudez insobornables, negándose a aceptar lo que se le venía y sin molestarse en corregir yerros. Y claro, terminar de conseguir las firmas necesarias para pedir su revocatoria ya se hizo, a partir de aquí, bastante fácil; hay que decir, sin embargo, que este proceso se había iniciado el mismo día que ganara las elecciones; por ese irrefrenable afán de hacerse notar había declarado que de todos modos investigaría, hasta las últimas consecuencias, a la gestión anterior. Habrase visto tamaño atrevimiento. De ahí a cometer error tras error, por novata, terca y soberbia, en sus actitudes, en sus actos y, principalmente, en sus entrevistas, se convierte en “la tía regia”, caviar, pituca y, por asociación, vaga irredenta; a lo que se añadieron su espíritu desenfadado y extremadamente liberal al tocar temas tabú, como el de las relaciones homosexuales, la prostitución, las drogas y similares, que terminaron por hacerla caer en desgracia. En sus primeros meses usó demasiado tiempo y recursos en temas banales, nada prioritarios y, sobre todo, que sacan roncha cuando se tocan tan abiertamente. Pero paralelamente y con más coraje que cualquiera de sus antecesores, se enfrentó también a la mafia del transporte, que son fuertes y bastantes; contra la mafia del mercado mayorista, que son menos pero con muchísimo más poder y dinero; contra las concesionarias caseritas de los faenones municipales y, si pues, se jodió ella sola. O sea, que además de antipática, esta pituca quería poner un estricto orden en la cancha, anular las repartijas, mochar las concesiones con nombre y apellido propios, sacar de circulación las cacharras contaminantes, usar correctamente los espacios públicos, corregir proyectos viales mal hechos, sin expediente técnico ni presupuesto, trabajar desde abajo el concepto de ciudadanía y hacer de la Costa Verde un malecón continuo para toda la población, sin mimos ni distingos, ocupándose además, pero esta vez muy en serio,  a costo real y sin metidas de mano, de la salud, la educación y la población menos favorecida. ¿Qué coooosa? ¿Está looooca? Fueeeera con ella.

Ahora bien, ¿quién inició la revocatoria y para qué? La revocatoria la inicia Solidaridad, no cabe duda, por temor y para chantajear a Villarán, amenazándola con sacarla si es que persistía en remover el pasado. La señora Villarán no se da por enterada y, por el contrario, se zurra en las amenazas y pisa acelerador a fondo con comisiones investigadoras y, sintiéndose fuerte, empieza a apoyar otras causas, que son ajenas a su quehacer, fuera de Lima incluso y que chocan con intereses más grandes y, hasta ahora sagrados: la minería. Guarda ahí, con eso nadie se mete. Se le advierte que recule, que no se meta en las ligas mayores y ella, antipática por naturaleza y terca por convicción, se niega. Bueno pues, se te advirtió dice el omnipotente, un nuevo jugador en la cancha: don Roque Benavides, que ofrece recompensa por la cabeza de la caviar. Con la inyección de capital fresco y ya sin límite, se arma el ataque final. ¿Qué pasa con las firmas Marco Tulio? Se me acabaron los fideos y las galletas. Bueno pues, acá están y me sacas las firmas que faltan para mañana mismo. Así que hoy te me paseas por el Presbítero Maestro copiando nombres y poniendo los números que se te ocurran y firmas con la izquierda o con la boca. Ya acabamos señor, pero se acaba de vencer el plazo y ya no nos van a recibir el último lote. ¿Qué cosa? Comunícame ahorita con el JNE y que me estiren el plazo. Listo el pollo. Ahora a esperar, porque la tía no tiene amigos, no tiene un sol y nosotros tenemos a todos los amigos de los medios para que se le peguen como lapa y no la dejen tocar ni un clip del municipio para defenderse. Señor disculpe, han empezado a plegarse a la causa de la tía varios empresarios independientes, partidos políticos y personalidades de todo tipo. ¿Qué cosa? Muy bien, falta plata, a ver qué se dice el congresista de a sol. Yo mismo soy señor, acá está la marmaja, pero eso sí, yo solito la manejo porque si tengo harta plata es porque nunca confío en nadie y menos en Marco Tulio. Y ahí empezó el descalabro, la campaña multimillonaria, cientos de miles de carteles, pulseras, vinchas, una pauta de spots televisivos que ya la quisiera alguna cervecería local, programadores y programas especiales para las redes sociales, digitadores a tiempo completo y más chivilines para los grandes periódicos, los programas de televisión, los conductores, entrevistadores, radios y taxistas preparados para servir a la causa del si señor. Cuánta plata, como para pagar a media docena de publicistas brasileros igual a Favre. Pero sobre todo, qué cochina la campaña de la desesperación para que la pituca no se salga con la suya.

Los últimos meses han sido para Lima de polarización total y si no fuera por los grandes beneficios que hemos recibido a raíz de ello, deberíamos estar vomitando todo el día de purito asco.  Primero: se ha demostrado hasta la saciedad que la institución de la revocatoria, como está, no solo no sirve si no que es tremendamente nefasta para una democracia que quiere vivir en paz. Segundo: se le han visto las enaguas a unos cuantos angurrientos que con cantos de sirena y regalos miserables, han convencido a un buen porcentaje de la población para que haga suya su absurda propuesta. Tercero: La clase política se ha alineado en dos bandos totalmente definidos: los que despotrican sin razón y quieren llevar agua a su molino, además de querer tapar los estropicios que quedaron en el camino y, por otro lado, quienes han pensado que el desorden y la bulla permanente nada bueno pueden traer a la ciudad y sí más bien pueden ganarse alguito poniéndose del lado de la razón y la lógica ciudadana. Cuarto: la exposición de motivos y el calateo de conciencias nos han mostrado nuevos y jóvenes líderes sociales y políticos que se han fogueado adecuadamente y están listos para batallas mayores y mejores. Quinto: la señora Villarán ha recibido una jalada de mechas, una cachetada de razonamiento obligado y una recargada de pilas que le servirán para culminar con buen pie y mucho tino los 21 meses de gobierno municipal que le quedan. Sexto: la confluencia de fuerzas alrededor de un objetivo común: preservar a la ciudad del maligno enemigo, nos deja como lección que una comunidad unida puede vencer cualquier obstáculo. La presencia de doña Lulú es muy especial y meritoria. Sétimo: por primera vez Lima cuenta con un proyecto de mediano y largo alcance, concertado y pre financiado para alcanzar el verdadero desarrollo integral de sus ciudadanos. Octavo: Se ha logrado que el vecino de a pie se interese en los temas municipales, en las autoridades elegidas y, sobre todo, ha tomado conciencia de que el verdadero poder (que pone y quita) cuando se ejerce escrupulosamente, con apoyo y fiscalización, puede lograr algo bueno: mejorar real y definitivamente la calidad de vida de una comunidad.

Damos por segura la victoria de la razón, del discernimiento desapasionado y de la lógica ciudadana, por lo tanto debería ganar mañana el NO por respetable margen. Esperemos que así sea y que la voluntad del voto no se pierda en las manos de los más de 30,000 personeros contratados por el sí, o  en las manos de los digitadores de los resultados oficiales de la ONPE. Como dijo un ex ministro fujimorista: “Que Dios nos ayude”.

jueves, 10 de enero de 2013

Arquitectura ¿para la Ciudad?

¿Hasta dónde puede intervenir la arquitectura, consciente o inconscientemente, en la modificación del hábitat del ser humano? ¿Qué pasa cuando las propuestas "arquitectónicamente correctas" obvian las expectativas, las necesidades y hasta las posibilidades de los propios ciudadanos? ¿Cuando se decide lo que conviene a los ciudadanos desde una óptica del mal entendido desarrollo paternalista y autoritario, sin consultar a los propios interesados? Bueno, lo que sucede gracias a estos deslices urbanísticos, es que la sociedad, el ciudadano, no disfruta su ciudad, no vive a gusto y se acuesta todos los días pensando en que le gustaría vivir en otra parte. ¿Es justo? Por favor. Los ciudadanos pagan las cuentas, pagan los errores y terminan pagando los excesos; es tiempo entonces de que empiecen a preocuparse ellos mismos de que cómo es que lo que debió de ser de una forma termina siendo de otra, incluso hasta opuesta. La organización municipal que tenemos en el Perú es buena. Las normas jurídicas que la enmarcan son aceptablemente buenas. Lo que no funciona son las personas que asumen el rol de autoridad y quienes teniendo a su cargo el papel de gestor del desarrollo comunitario se tornan en verdaderos cafichos del desarrollo urbanístico.
 
En Lima tenemos buenas facultades de Arquitectura, tenemos buenos profesionales también, ¿Y entonces? Ah, es que tenemos demasiados vivos que quieren lucrar con la arquitectura, que debiendo estar al servicio de la ciudad y los ciudadanos, se ha puesto al servicio leal e insobornable de los intereses de las grandes empresas de la construcción masiva, de los reyes de la publicidad exterior, de los contratistas del cemento arrollador, de las concesiones de infraestructura con modificación y "remodelación" incluida. Oiga, esa es una acusación muy seria, espero que tenga usted alguna prueba escrita para presentar. Mire usted, lo que es pruebas escritas no tengo, difícil que alguien sea tan baboso de firmar un contrato con un tercero para levantarse a la ciudad. Lo que puedo ofrecer son muestras, vivitas ellas, actuales ellas, de lo que está pasando en nuestra ciudad. ¿Quién le ha dicho algo, por ejemplo, al señor alcalde de Chorrillos, que tiene su edad y la mía sumadas, como primera autoridad del otrora magnífico distrito del litoral, sobre sus malecones, pérgolas, puentes, monumentos, verjas, maceteros y otras afrentas más, que en verdad carecen de buen gusto y constituyen la peor forma de mostrar que economicamente nos va bien? ¿Quién le ha dicho al alcalde de Jesús María, que sus casetas de serenazgo son de pésimo gusto, no cumplen en lo mínimo con la función que deberían realizar y cuya única virtud podría ser que su pesadez visual sea lo suficientemente distractiva y disuasiva de la acción delincuencial en el distrito? ¿Quién le ha dicho al alcalde de Magdalena del Mar, que los innumerables homenajes a Babel que ha permitido y sigue permitiendo dentro del distrito, otrora zona residencial de densidad media y dentro de poco una foto panorámica de ciudad hindú, estaban fuera de toda lógica, humana y urbanística, dadas las funestas consecuencias en la calidad de vida de los ciudadanos para los próximos 5 ó 6 años? ¿Quién le ha dicho algo a todos los alcaldes de Lima que han permitido la colocación, con secuestro y martirio del paisaje urbano, de tremendos armatostes metálicos, cuando no de las omnipresentes vallas metálicas adosadas a las paredes, que muestran la colita de una modelo, las piernas de un jugador de futbol o la sonrisa de mamá, aún a sabiendas que por ordenanza metropolitana eso estaba prohibido?
 
Pero no sea mala leche oiga usted, ¿qué tienen que ver la arquitectura y los arquitectos con tremendos despropósitos urbanos, negociados nauseabundos y arreglos bajo la mesa y en efectivo? Buena pregunta y ahí va la respuesta. Nada de lo que se haga dentro de un entorno urbano se hace sin el consentimiento de la autoridad municipal. El mismo que parte de una respuesta directa y colegiada de un grupo de arquitectos que aprueba o desaprueba, por norma y responsabilidad, desde la modificación de una fachada particular, hasta el diseño de un inmenso paso elevado, pasando por el parquecito, el jardincito de aislamiento, el tipo de árboles que corresponde, toda la publicidad exterior y  lo que tenga que ver con el ornato, el equipamiento urbano de la ciudad y hasta los colores que se permiten en las áreas monumentales. Entonces, el que haya buenos ejemplos de arquitectura urbana en reducidísimas y exclusivas áreas de nuestra ciudad, no exime de responsabilidad a los arquitectos y su quehacer, de los grandes asesinatos y hasta suicidos que se vienen cometiendo en el 90 % restante de la ciudad. ¿Se ha planteado el Colegio de Arquitectos la tarea de revisar lo que está pasando en nuestra ciudad? ¿Es consciente el ente institucional de tamaña responsabilidad que le compete? Sinceramente, creo que no. Ojo que la desidia puede que no sea un delito penal, pero sí es un delito moral.

miércoles, 9 de enero de 2013

Los Cambios de Zonificación

¿Qué pasa cuando usted se acuesta en zona residencial de densidad media, es decir con los alrededores de su casa determinados para una altura máxima de cinco pisos, con una cantidad de personas y vehículos aceptables y se despierta usted dentro de una futura selva de edificios de 10, 12, 15 y hasta más pisos, con cientos de nuevas familias y posibles vehículos nuevos, por el arte de birlibirloque de sus autoridades municipales? No sé, creo que tendría que buscar otro sitio en dónde vivir, porque yo me demoré años en elegir la zona, otros tantos más en juntar el dinero para construir mi casita para toda la vida, con la seguridad de que en esta cuadra no habría más de 10 familias y sus correspondientes parientes pobres y nada más. Bueno pues, qué pena, agarre su periódico porque se va a tener que mudar. Sí pues pasa, y pasa cada vez más seguido.

Pero ¿Cómo, no que todos los distritos nos regíamos por un Plan de Desarrollo Urbano, con un horizonte mínimo de 15 años y que para cambiar las cosas no tenían que presentarse dichas variaciones a la propia comunidad, esperar un tiempo prudencial para ver si nadie se oponía para luego, previa comunicación a Lima Metropolitana y luego de la espera de su aprobación final, recién publicar dichos cambios para que se ejecuten? Sí claro, y también llueve para arriba.

Sucede, mi estimado amigo, que lo que usted crea o espere no tiene mayor relevancia a la hora de cumplir con los ofrecimientos de campaña, de devolver con favores especiales el dinero prestado, o de canjear necesidades de "aprovechar al máximo" el terreno adquirido para un determinado proyecto inmobiliario, por buenos empoces de dinero en las cuentas personales de las autoridades correspondientes o, simplemente, porque al señor reyezuelo local le salió del forro que ahí en donde antes se podían construir hasta 4 ó 5 pisos, ahora se podrán construir 12 ó 15, porque sí pues, porque yo soy el que manda y se hace lo que yo digo.

¿De qué otra forma podemos explicarnos lo que está sucediendo en los distritos, especialmente de la zona central, de Lima Metropolitana? Bueno y ¿a qué tanta vaina por los cambios, a quiénes les afecta? ¿No es mejor acaso sacarle más provecho a los terrenos urbanos de distritos consolidados, es decir que ya no tienen por dónde expandirse, porque ya se acabaron los terrenos libres? Sí claro, es lógica la respuesta, casi elemental, mi querido Watson, pero ¿meter 84 familias ahí en donde había una no es, digamos, contraproducente? ¿Peligroso? No hombre, ¿qué va a pasar? ¿Acaso se van a saturar las redes de servicios? ¿Acaso van a aumentar los vehículos y su necesidad de parqueo, o la contaminación ambiental, sonora, visual? ¿Acaso se va a necesitar más espacios libres, sobre todo verdes, para los nuevos miembros de la comunidad? ¿Ah, sí? Bueno pues, aguante, que así es el desarrollo y si no le gusta se me va ligerito, que tengo una buena cantidad de compradores esperando por nuevos terrenos desocupados para seguir construyendo más edificios. Habrase visto, oponerse al desarrollo, a la modernidad. Oiga demasiado conservador había sido usted, ¿no?

Vamos por partes. Nadie, ni siquiera la máxima autoridad elegida de una determinada comunidad, tiene el derecho de cambiar las reglas de juego, en lo que a tenencia de propiedad, parámetros constructivos e índices de uso del suelo urbano se refiere. Los cambios inconsultos, las variaciones de zonificación, tienen carácter de nueva norma con nombre propio, el del que me pone el billete. Y eso está penado por ley. Que los ciudadanos perjudicados no sepan cómo hacer la denuncia respectiva y la demanda pertinente para que se restituyan a su estado original las cosas o sean resarcidos por la lisura, no quita que exista la falta. Es más, los Colegios Profesionales y la misma Defensoría del Pueblo, deberían actuar de oficio en defensa del desarrollo integral y sustentado de una determinada comunidad. ¿O es que también reciben la suya dichos organismos? De verdad, no lo creo, pero que son desidiosos o incompetentes, de eso sí estoy completamente seguro.