martes, 31 de enero de 2012

Una zona rosa para Lima

Qué bacán sería que todos los que alegan tener derecho a ganarse la vida pudieran tener un buen lugar para trabajar. Las damitas alegres que venden sus favores, para mí, no tienen más derecho que las señoras que cargando un hijo venden chocolates en las calles, que la señora que teje sus chompitas para bebé en la noche y trata de venderlas en el día, que el señor que vende mangos en un moto-triciclo. No tengo nada personal contra las putas, que así se llaman entre ellas mismas, ni contra las chocolateras, ni las chomperas, ni los fruteros. Pero no jodan, a cada uno no se le va a dar una zona de la ciudad para su propio y exclusivo beneficio. Ni las feministas creen que esa sea la solución. ¿Por qué entonces habría que hacer una cuestión de estado (municipal) sobre en dónde sería mejor que realicen sus movimientos pélvicos estas señoras? Cada día que pasa los medios que los poderosos mueven, no hacen más que darle a la cantaleta de ¿Qué va a hacer la alcaldesa con las putas y travestis que trabajan en todos los distritos de Lima Metropolitana? ¿Por qué la señora Villarán no termina por habilitar de una vez por todas la "tan deseada" zona rosa para Lima? Este es un tema social que trasgrede todas las normas establecidas, sin mencionar la moral y las buenas costumbres, además del enorme peligro sanitario que entraña. ¿Por qué entonces no somos prácticos y resolvemos el asunto de acuerdo a las normas existentes y sin darle demasiadas vueltas?
Está bien pero ¿y entonces qué hacemos? ¿Palo con ellas, a la reja por callejeras? ¿Cárcel inmediata a las que no tienen el anhelado carné sanitario, por andar regando enfermedades venéreas, como marcianos en verano? Tampoco, tampoco. Este es un problema más antiguo que nosotros mismos y que nunca hemos querido enfrentar, por temor, porque cualesquier solución que pretendamos darle siempre va a ser incompleta, precisamente por eso, porque trasciende a la sociedad, porque es un tema de desigualdad de oportunidades, de machismo puro y de pobreza, que atacamos, públicamente y apañamos en privado. Sucede que no estamos jurídicamente preparados, ni socialmente maduros, para tratar este problema. Realmente somos una sociedad bastante hipócrita y mientras lo seamos, temas como este seguirán siendo tabú y motivo de escarnio y vergüenza el tratar de aliviar las condiciones en que estas personas, abandonadas mujeres, se ganan la vida. La profesión existe, la necesidad de ejercerla es un hecho innegable y, dicen muchos, que es un verdadero paliativo a ciertas imperiosas necesidades masculinas. Sí, todo claro, pero seguimos obviando el tema central: en qué lugares y condiciones debe ejercerse este antiguo, sanitariamente peligroso, económicamente rendidor y satanizado oficio.
La verdadera solución pasa, en realidad, porque el estado reconozca la necesidad de reglamentar dicho oficio. Definitivamente el ámbito municipal, de gobierno local, puede ocuparse pero con normas macro, con seguridad social especial, con despenalización de su práctica bajo condiciones seguras y adecuadas, de penalización de quienes aprovechando la condición de las que lo ejercen se dedican a su explotación, muchas veces con la complicidad o levantamiento de hombros de la propia autoridad policial. Tenemos entonces que encarar el problema, que sí lo es, en su debida dimensión, alcances y efectos colaterales. ¿Que se necesita reglamentar los espacios en donde se brinde este "servicio"? Claro que sí. Pero de ahí a tirarle la toalla a la autoridad metropolitana para que se haga cargo del asunto, háganme el favor. Por mucha buena disposición y sensibilidad social de la actual alcaldesa, por mucha presión de feministas, organizaciones de homosexuales y lesbianas que han creído ver la oportunidad de ganarse alguito al poner sobre el tapete social profundos problemas como éste, no es posible que la señora Villarán esté en capacidad de señalar una o dos manzanas de determinado sector urbano para la práctica consentida de este oficio. Nadie en su sano juicio, ni siquiera los hombres que usan este servicio, aceptaría tener en la siguiente cuadra de su vivienda familiar, una zona rosa. Pistolas, diría hasta el más asiduo y bien servido parroquiano.

miércoles, 25 de enero de 2012

Respaldo presidencial a la alcaldesa

En un gesto amable, pero bastante peliculero, el señor Presidente de la República, Ollanta Humala, le ha dicho al pueblo de Lima que la señora Alcaldesa lo está haciendo bastante bien y que puede contar con él para cualquier cosa. Todo estaría muy bien siempre y cuando lo dicho no fuera solo de los dientes para afuera, mientras no se traduzca en iniciativas de ley que hagan patente la verdadera descentralización que necesitamos, ese apoyo y cualesquier otro, seguirán siendo gestos para el respetable y nada más. El señor Fujimori, por diluir las intenciones presidenciales, naturales y justas, por cierto, del señor Andrade, reventó a las municipalidades, provinciales y distritales, cercenándoles una serie de atribuciones y responsabilidades, que no solo les restaron la necesaria autonomía de gestión, si no que además, les quitó, literalmente, la posibilidad de subsistir económicamente con cierta decencia, lo que devino en lo que ya conocemos, municipalidades que invierten todo su tiempo y esfuerzo en inventar formas de sacarle más dinero a sus contribuyentes para poder estabilizar el presupuesto anual. Si bien es cierto, en los últimos años, se han recuperado algunas atribuciones y ha mejorado el monto de las transferencias, las municipalidades han perdido el rumbo, han desvirtuado su razón de ser y en el tortuoso camino de sobrevivir, se han convertido en el principal enemigo, cobrador furibundo, de los ciudadanos.
En una época en que la alcaldesa se ha convertido en el punching ball de la poderosa mafia mediática, que le está cobrando el atrevimiento de haberse enfrentado al sistema y, peor aún, de derrotar a su candidato, el gesto presidencial constituye un respiro para la señora Villarán. Pero si en las próximas semanas la gestión metropolitana no acude a palacio de gobierno con un paquete de medidas, incluida la modificación de muchos artículos de la Ley Orgánica de Municipalidades en vigencia, así como borradores de convenios y avales para emprender proyectos, no solo obras, que devuelvan a Lima la amabilidad que perdió al deshumanizarse, entonces todo habrá sido en vano. Una pose, una sonrisa de costado y nada más. Las cosas están peliagudas para esta gestión; el bombardeo sistemático de los poderosos a través de sus cancerberos de la prensa, los recortes presupuestales de un gamonal en el ministerio de economía y, valgan verdades, la falta de pericia y experiencia de los funcionarios que acompañan a la alcaldesa, además de la innoble negativa de los funcionarios de planta, que han quedado de la gestión anterior, a colaborar como debe ser con la ciudad, más que con la señora Villarán, han determinado que está gestión esté perdiendo oportunidades y marche con pies de plomo.
Si la Presidencia del Consejo de Ministros quisiera realmente ayudar a este gobierno y sacar adelante al país, debería empezar por revisar completamente lo que deben ser los gobiernos locales. Si el señor Ollanta Humala ya empezó a olvidarse, porque lamentable siempre es así, de las grandes transformaciones que ofreció y por las que votamos todos los pensantes de este país, debería aprovechar esta buena oportunidad para replantear la Ley Orgánica de Municipalidades, para establecer el rumbo que deben seguir estas administraciones, apuntando a la conformación de mega distritos, primero administrativamente y luego, si es necesario, territorialmente, para poder consolidar el crecimiento económico del que estamos gozando. Vale la pena recordar que todos los problemas nacionales se gestan u originan en un lugar determinado, a veces en una pequeña área geográfica, y si se atendieran sus causas en el momento justo en que se producen los efectos, entonces no tendríamos problema alguno. Descuidar a los gobiernos locales es perder la oportunidad de alcanzar el desarrollo pleno de la mejor forma posible.

martes, 17 de enero de 2012

Vamos a la playa

Desde los años 80, los que no tenemos auto, no teníamos forma de acceder a las playas de la costa verde, así que entre gorrear movilidad, contratar un taxi, con espera y retorno incluido, o quedarte con las ganas, no había ninguna otra opción. Bueno pues, parece que alguien se acordó de que la ciudad y sus atractivos son también para los ciudadanos de a pie. Ya se puede ir a la playa usando el transporte público, todavía no desde todos los distritos, pero algo es algo. Lo ideal sería que todos aquellos que puedan, incluidos los que poseen auto, opten por esta nueva opción. Imaginemos una playa de caminantes, de ciclistas y eventuales buses, ciertamente el paisaje sería mucho más humano y menos contaminado. El acostumbrarse al orden, la limpieza y consideración a los demás es, por otro lado, una tarea pendiente y de largo aliento. La autoridad autónoma y las municipalidades distritales con frente al litoral tienen esa responsabilidad. Una buena campaña, auspiciada basicamente por la empresa privada, nos permitiría tener unas playas a las que daría gusto regresar. Las facilidades a brindar, además de excelentes paraderos, serían los módulos de parqueo para bicicletas, casetas de seguridad policial, módulos de primeros auxilios con torre de salvavidas y algunos módulos de comida ligera, snacks y bebidas no alcohólicas, como el complemento ideal para una población que necesita y merece un buen descanso y disfrute de las bondades playeras.
Una línea de buses para el transporte a la playa, con vehículos especialmente acondicionados para el servicio, que pudiera cubrir toda la ciudad, con un costo diferenciado y con partidas y retornos previamente estudiados, sería un feliz logro de esta gestión. Si el proyecto de la Costa Verde implicara realmente a los alcaldes de los diferentes distritos que comprende, podríamos hablar de proyectos comunes, de sistemas integrados, de servicios complementarios y de una continuidad en su desarrollo, lo que nos llevaría a tener la playa más larga y hermosa de Sudamérica. Si a ello sumamos paraderos turísticos, casetas de información y una vigilancia y apoyo motorizado y aéreo alcanzaríamos la meta deseada. La ciudad de Lima ha sido bendecida con esta gran playa continua que si fuera debidamente articulada, sin egoísmos ni pretensiones particulares, si no más bien con buena disposición y afán por conseguir un objetivo que trascienda el interés local, podríamos estar hablando de la verdadera perla del pacífico. Los municipios que se han excedido al dar licencias comerciales que no correspondían, deberían dar un plazo de 3 a 5 años, para que aquellos "beneficiados" se adecúen al nuevo proyecto, o simplemente hagan maletas y se retiren. Si las expropiaciones, con la debida indemnización, son necesarias y aceptables cuando el bien común lo amerita, ¿por qué no, la clausura, justa y equitativamente negociada, podría ser la solución a un verdadero ordenamiento y uso debido del espacio?
Reitero la necesidad de integrar a los alcaldes distritales, con derecho a voz y voto, a la autoridad autónoma de la Costa Verde, bajo la presidencia de la Alcaldía Metropolitana y con la participación de la empresa privada, local y extranjera, el gobierno nacional y todo vecino de buena voluntad y mejor saber, a través de directorios ampliados, que permitan recoger y acoger toda idea creativa que redunde en beneficio de este gran proyecto para Lima. ¿Por qué los alcaldes distritales se resisten a trabajar en forma conjunta y mancomunada? ¿Por qué la municipalidad metropolitana se resiste a revisar sus proyectos con sus pares locales? En ambos casos la razón es el temor de mostrar vacíos e incapacidad que puedan ser aprovechados por los otros. Pero, los ciudadanos de la gran Lima, de una capital que se precia de su globalización, no podemos estar a expensas de solo la buena voluntad, eventual o antojadiza, de unas personas que no dan la talla para el cargo. Emplacemos a la señora Villarán y a los alcaldes de Chorillos, Barranco, Miraflores, San Isidro, Magdalena del Mar y San Miguel para que de depongan sus actitudes personalistas y engreimientos, que para ello no fueron elegidos, y se sienten a discutir la mejor forma de que todos los ciudadanos, incluyendo los de los distritos más alejados, tengan acceso a la playa, al mar, a las puestas de sol, a un bronceado de película, a recrearse la vista. Tenemos lo principal, una generosa playa, el resto es solo decisión y voluntad para hacer las cosas de la mejor forma posible.

lunes, 16 de enero de 2012

Los nuevos edificios y la ciudad

No es posible que se siga construyendo como si fuera a acabarse el mundo. Esa gran mentira de hágase propietario de una vivienda y conviértase en el nuevo sujeto de crédito a sola firma y acreedor a la tarjeta de platino, sin límite ni fecha de pago, está arruinando la vida de muchas familias, sobre todo de las que no tienen más ingresos que sus magros sueldos. Vamos a ver, el cuento es así: Si usted le demuestra a un banco que es propietario de un departamento, califica usted, automáticamente para su nueva tarjeta visa. No se dice que usted debió empeñarse para pagar la cuota inicial, que ha aceptado una hipoteca usurera a 25 años, sin lugar a enfermarse ni a perder el trabajo, que está incluyendo en sus cálculos de ingresos proyectados la remesa mensual, sabe Dios hasta cuando, de su hijo mayor desde Estados Unidos. Bueno pues, cuando usted "ya es propietario" y se acerca a solicitar los créditos en los que pensaban, le dirán, después de examinarlo con lupa y preguntarle por aquello que ni siquiera se ha atrevido a contarle a su pareja, que lo sienten que "por ahora" no califica, que tal vez más adelante, cuando ya haya cubierto un poco más, del alto pago de la hipoteca. En el mejor de los casos seguirá usted viviendo, estoica pero dignamente y qué importa, la verdad es que no tenía muchas ganas de llevar a la familia a Disney este año y tampoco los próximos diez. En el peor de los casos, por esas cosas del destino, coge usted un virus que nadie conoce pero sí sabe quién lo produce, descuida su trabajo y zas lo pierde porque sí pues, porque usted no debió ausentarse por tanto tiempo, luego su señora, por atenderlo y gastarse lo que recibe en medicinas en una clínica, porque el seguro ya no lo puede cubrir, termina también perdiendo el suyo y qué pena, lo lamentamos señores pero tienen que desocupar el departamento porque el banco tiene que sacarlo a remate, disculpe usted, y usted su familia y su rabia tienen que regresar a la casa paterna, pero con más deudas que antes.
¿A qué viene lo anterior? A que el sistema nos ha planteado algo: si usted no es propietario no es nadie. Y con esa cantaleta nos meten en la carrera de yo también quiero. Y dale con que el déficit de viviendas ya ha superado los dos millones de unidades, y de que el casado casa quiere, pero propia, y de que mire usted que el mercado le ofrece una amplia gama de viviendas. Oiga usted, pero están caras. Mírelo por el lado de la inversión a futuro, del estatus que le confiere el ser propietario, de la tranquilidad que le va a dar a su familia, de la herencia que le va a dejar a sus hijos. Bueno, con esos argumentos, que en algún momento podrían servirnos para demandar a quienes los esgrimieron, es que se impulsa la construcción masiva de edificios de departamentos, desde 55 metros cuadrados y con materiales y acabados que, en muchos casos, no llegarán a alcanzar la mayoría de edad. El gobierno central lanzó sus programas de vivienda de interés social, con unos parámetros indecentes e inhumanos, áreas mínimas, ocupación del cien por ciento del área del terreno, reducción de exigencias en seguridad y muchas otras gracias más, que se han esparcido por toda la ciudad, en nombre, por supuesto de la gran necesidad, insatisfecha de vivienda, de la población. No friegue usted.
En mi cuadra ya empezaron los atoros de desagüe, la presión del agua se asemeja a balbuceos de moribundo y la luz parpadea con un coquetería extrema. La basura y desechos en general se hacen graciosos cerros en las pistas y veredas, hasta que los camiones pasan; ayer a las 10:00, de repente hoy a las 11:00 o a las 11:30, mientras los perros y los cachineros hacen de las suyas en las bolsas que estuvieron cerradas y ya no más. Los automóviles, ahora que el crédito también está barato, se amontonan en las calles, algunos sobre las veredas, más cerca de mi ventana, por si acaso. Y claro, no podían faltar, porque no son desconsiderados, los asaltantes, los rateros, secuestradores, escaperos y guachimanes doble chamba, que están al acecho del menor descuido y de que justo el policía entró a la bodega a tomarse una oportuna gaseosita. ¿Quién dijo que estábamos listos para este derrame de fierro, ladrillo y cemento? ¿A quién se le ha ocurrido que es verdad eso que ahí en donde comen y duermen 2 pueden hacerlo, 10 ó 30? Sin los servicios básicos adecuados, sin las áreas necesarias, no solo de vivienda, si no de espacios libres, sin la logística de control y supervisión, sin los técnicos calificados, no se podía recibir decenas de nuevos edificios, cientos de nuevos departamentos, miles de nuevos vecinos. Se siente como si un primo hubiera dicho que nos iba a visitar y se aparece con su esposa, cuatro hijos, dos hermanos con sus novias, dos perros, una gata y un lorito hablador. Hágame usted el favor.

martes, 3 de enero de 2012

Espacios públicos y actividades privadas

Si la ciudad es de todos, incluyendo los espacios que son públicos, ¿está bien que algunos grupos de vecinos se apropien de calles, pistas y veredas para sus muy particulares actividades? ¿Que restrinjan el paso de transeúntes y vehículos durante, antes y después, de la realización de dichas actividades? Pareciera que no. El entredicho reciente entre la municipalidad de Barranco y los vecinos de la calle Cajamarca y aledañas, es un ejemplo de lo que sucede cuando grupos vecinales o barrios toman decisiones particulares sobre espacios e infraestructura pública. Se ha hecho tradicional que en dicho lugar se reciba el año nuevo en plena calle, con artefactos pirotécnicos, música a todo volumen y venta de cervecita helada. Los vecinos lo decidieron, los vecinos lo hacen. Error, no es así mi querido Watson. Lo ideal sería que los vecinos organizados y las autoridades municipales trabajaran juntos la idea, se pusieran de acuerdo en las horas, en los cierres, en las previsiones de problemas, en la invitación masiva, etc. De no ser así terminamos tomando decisiones grupales que expropian temporalmente el uso de los espacios públicos, para actividades que de repente no son del agrado de muchos de los propios vecinos del sector. Vivir en comunidad implica aceptar que no estamos solos, aunque aparentemente toda mi cuadra quiera lo mismo, pero resulta que mi calle es una vía de paso para la cuadra de la derecha a la de la izquierda, de la de norte a sur y viceversa. En resumen, no podemos hacer lo que se nos antoja.
Así como las autoridades municipales no pueden hacer lo que les apunte en gana, como cambiar inopinadamente los usos del suelo, por ejemplo, o realizar grandes pachangas oficiales en lugares en que los propios ciudadanos rechazan, ni autorizar proyectos en donde no deben erigirse o en la forma que no es correcta, igualmente los vecinos no pueden decidir, por el solo hecho de pagar los tributos, que en esta área, mi zona, yo puedo hacer lo que quiera. Lamentablemente sucede que la cuadrilla# 1345 del Señor de Los Milagros, conformada por 7 cargadores, dos zahumadoras y una rezadora, deciden salir con su procesión, tal día, a tal hora y por tales calles. Paralelamente la cofradía de la Virgen de la Puerta, con 12 miembros y una camioneta con altoparlantes, decide para el mismo día, la misma hora y las mismas calles, realizar la propia. No queramos enterarnos de lo que podría pasar. Igual con las fiestas patronales, las marchas de protesta o de solidaridad, que también las hay, cuando algunos cuantos adulones y franeleros le revientan cohetes a alguna autoridad que necesita respaldo inmediato. Pero el tema aquí no es el buen gusto, el fanatismo o religiosidad; el tema es que los espacios públicos no pueden saturarse de la forma y en el momento, que a cualquier hijo de vecino se le ocurra.
Cuando el principio de autoridad se respeta y ejerce con propiedad, las cosas salen de la mejor forma. Hay horarios y, sobre todo, días en los que no solo no deben solitarse permisos si no que la respuesta, negativa, debe ser inmediata y sin excepciones. Hay lugares que no pueden ser utilizados, ni por una sola vez, hay actividades que no se pueden permitir en las calles y hay horarios en los que ni hablemos del tema. Si en los encuentros vecinales, que deberían realizarse con la frecuencias debida, se tocaran estos temas y el acuerdo de llevar a cabo ciertas actividades fuera unánime, con las precauciones y seguridades que el caso ameriten, no habría negativa posible, pero si no hay acuerdo porque, la doctora de enfrente quiere que participen strippers o porque el señor del costado quiere un elefante entrenado y dos tigres de bengala dentro de la "reunioncita programada" entonces manan, no se hace nada. Cuando aprendamos que el arbolito que crece frente a mi puerta, en el jardín de aislamiento, no es mío si no de la comuna, cuando aprendamos de que no puedo romper la vereda de cemento y cambiarla por gres cerámico porque se ve más bonito, cuando aprendamos que el ingreso a la universidad de nuestra hija no tiene por qué llenar de alegría a todos los vecinos y menos hasta altas horas de la madrugada, ni tienen porque cedernos los accesos a sus propias viviendas para colocar a la banda y a los mariachis, entonces estaremos listos para vivir bien, casi decentemente. Vivir en comunidad es muy difícil y será insufrible, en la medida en que no cedamos en algunas cosas, en beneficio de todos.