lunes, 28 de junio de 2010

Rentas Municipales y Bienestar Ciudadano

Las municipalidades y sus administraciones temporales han sido creadas, se eligen y existen, para promover el desarrollo comunitario y mejorar la calidad de vida de los ciudadanos y no para expoliar a los miembros de la propia comunidad. Si esto es cierto y se acepta como tal, ¿cómo es que entonces los intereses municipalistas, regidos por la autoridad de turno, se sobreponen a las necesidades, deseos y esperanzas de los vecinos, teniendo al parecer como único, excluyente e inmoral objetivo, el de preservar el estatus municipalista, con sus gollerías e ilimitados beneficios personales, a como dé lugar? Debido precisamente a esa política abusiva y casi expropiatoria por parte de las administraciones municipales los vecinos, convencidos de los malos manejos, o total ineficiencia en la gestión, en el mejor de los casos, han optado por dejar de pagar los tributos, de patear las deudas hasta esperar una amnistía que siempre llega, pero que descuadra las cuentas y causa mermas y atrasos en la ejecución de los presupuestos.

Las Rentas Municipales se componen de todos los ingresos que la Municipalidad recibe a través de los tributos, tasas, contribuciones, derechos, transferencias del gobierno central, concesiones, alquileres de predios y los ingresos que pudieran generar las empresas municipales creadas. Podríamos añadir también lo que pudiera obtenerse del buen manejo crediticio de las propias administraciones. Y entonces ¿por qué cargar el mayor peso de los ingresos municipales, a través de lo que se paga por arbitrios y tasas a los casi complacientes vecinos, además de multas onerosas y abusivas, así como elevados derechos por trámites innecesarios, que constituyen verdaderas trabas al desarrollo social y económico de los distritos, mientras el gobierno central y, lo que es peor, la propia vecindad calla y acepta?

Mientras no exista y se aplique, una verdadera política de gestión de cara al vecino y su desarrollo integral en la que se privilegie el beneficio y, principalmente el bienestar, de los vecinos, no saldremos de esta espiral de expoliación económica por parte de las administraciones de turno. El clientelaje y las desmedidas gollerías implantadas por cada nueva gestión carga a la comunidad con gastos y costos operativos desmedidos, debido precisamente a un abultada e ineficiente planilla que tiene que alimentarse, parasitariamente, del trabajo y del esfuerzo ciudadano. Las tasas y derechos que se señalan para los servicios que brinda, casi siempre en forma ineficiente la municipalidad, que deberían ser normados y fiscalizados por la propia población organizada, llegan a límites altísimos, sin que nadie opine, reclame o contraríe y que más bien, termina pagando por las buenas o las malas. Las multas por infracciones vecinales a veces inexistentes, pero que son aplicadas con un rigor digno de mejores causas, se convierten en amenazas y avisos conminativos de descerraje de puertas, de embargo de cuentas e incautación de bienes. Y tampoco nadie dice nada.

Sobre las transferencias del gobierno central, vía el Foncomún, Canon, Sobre Canon, aduanas, porcentaje del IGV y otros, debo decir que las mismas se han convertido en rentas caprichosas de libre decisión de los gobiernos centrales que mediante el racionamiento o generoso dispendio, mantiene la lealtad de los gobiernos locales adictos o proclives al aparato ejecutivo de turno. Un derecho señalado y reconocido por la ley termina siendo un arma discrecional del ministerio de la presidencia que bien manejado cosecha tantas lealtades como cómplices en el manejo de los fondos públicos. Ni la Asociación de Municipalidades del Perú, ni mucho menos las autoridades provinciales han exigido con resultados, el buen manejo de dichos fondos, limitándose cada gobierno local a negociar de la mejor forma su propia conveniencia, más de las veces en desmedro de los otros gobiernos locales vecinos, que son relegados a la hora de la repartija. La falta de control y debida fiscalización sobre los mismos han sido determinantes para que las administraciones puedan disponer de ellos en la peor forma, apropiación ilícita incluida. Más de un infarto ciudadano se produciría de saberse la forma en que se reparten los fondos de estas transferencias, bajo la supuesta vigilancia de las unidades de control interno municipales y la propia Procuraduría.

Sobre la auto generación de rentas a través de las empresas municipales, la falta de capacidad, de visión y gestión eficiente y eficaz por parte las autoridades de turno, hacen ocioso el ocuparse del tema. Es mucho más fácil cobrarle al propio vecino, bajo amenaza coactiva, que siempre termina por pagar, antes que romperse la cabeza y armar toda una organización para generar el ingreso de dinero que pueda permitir realizar mejoras sustanciales en la prestación de los servicios municipales, reducción de costos incluido. Claro, como esto no es común, la población "mayormente desconoce" y por lo tanto no exige su implementación perdiéndose la gran oportunidad de generar desarrollo vía creación de nuevas fuentes de trabajo y genración de ingresos propios. Lamentablemente los ejemplos del Sat y del Hospital de la Solaridad no son buenos referentes por la forma en que funcionan y los verdaderos intereses que persiguen.

Es una verdadera pena que el ciudadano común se resista a aprender y ejercitarse en la defensa de sus derechos, en el buen manejo de los fondos públicos y en la correcta administración de las rentas obtenidas de los propios vecinos, que religiosamente contribuyen al beneficio personal de sus autoridades de turno. Y, lamento decirlo, seguirán haciéndolo por los siglos de los siglos amén. Las sucesivas reelecciones y los olvidos convenientes de latrocinios cometidos preparan el camino para más de lo mismo. Y, oiga usted, ¿no hay forma de que cambien las cosas? Pues fíjese que sí, pero para ello hay que molestarse en pensar, en analizar, en comparar y en bien elegir. La fecha es propicia para darse un baño en salud, para procurar el cambio y para empezar a vivir con dignidad ciudadana, para mejorar las condiciones de nuestra calidad de vida urbana y para que verdaderos gerentes y técnicos eficientes se hagan cargo de nuestra mayor y mejor empresa, a través de la alcaldía y el Concejo Municipal. Levántate tu mismo la moral, colabórate contigo mismo. Mira bien, elige bien, ya no estamos para seguir equivocándonos. Al menos ya no la ciudad.

lunes, 21 de junio de 2010

Reelección Municipal o Corrupción generalizada

Cuando un alcalde elegido por su comunidad llega a la alcaldía, el día 1° de Enero cada cuatro años, sabe perfectamente que le ha costado bastante llegar hasta allí, pero no tiene la menor idea de qué es lo que tiene que hacer para cumplir con el encargo. Así que como primer número de su debut se manda cambiando a todo el personal "de confianza", gerentes y sub gerentes de todas las áreas, gente nueva que tampoco tiene la menor idea de lo que se tiene que hacer pero sí están completamente seguros de que es la gran oportunidad de sus vidas y que no van a desperdiciarla por ningún motivo. El primer año, si no es más, alcalde, regidores y funcionarios se dedicarán a aprender, con la socorrida técnica de error - acierto, equivocándose más de lo admisible y desperdiciando tiempo y dinero de los contribuyentes. Si hay suerte, el segundo año se dedicarán a "ordenar" el municipio de acuerdo a las intenciones, objetivos y necesidades, pero no de la comunidad si no del propio alcalde, sus familiares y allegados, que mediante ordenanzas con nombre propio y alias de prontuariado, preparan todo el escenario para que no quede duda de que por aquí pasaron. Durante el tercer año se dedicarán a aplicar lo elaborado, para bien o para mal de los vecinos y antes de culminar este año ya estarán abocados a preparar el camino de la reelección para "ahora sí", poder hacer su mejor papel en la conducción de los destinos de la comunidad. Tenemos así que la única etapa de trabajo bien entendido, pero pesimamente ejecutado, es el tercero y nada más.

¿Es esto razón suficiente para lanzarse a la reelección, con la justificación de que no alcanzó el tiempo para dar lo mejor de su gestión? Por supuesto que no. Sucede que el vecino, carente de responsabilidad ciudadana, de conciencia cívica y, más de las veces, ignorante de sus derechos y deberes dentro de su comunidad opta por lo más simple; si lo hizo más o menos que salga de nuevo, y aunque haya pasado robándoles a las once mil vírgenes, dirán que tiene probada experiencia para hacerse de del cargo nuevamente. ¿Alguien dijo pobres idiotas? Fui yo. En verdad, se necesita ser suicida, kamikaze o amante del harakiri, para no darse cuenta que un ladrón, ocioso y sinvergüenza no cambia, si no que se perfecciona; y aunque haya hecho algo de obritas, tengan por seguro que lo que se embolsicó se acerca al 50 % de los ingresos municipales. Y no es justo. Está comprobado, salvo una o dos excepciones, que todo el que busca la reelección es un inepto completo, porque no supo aprovechar al máximo el tiempo concedido para su gestión; es un amante del poder, soberbio y tirano, que quiere seguir ejerciéndolo por sobre todas las cosas; o que necesita terminar de pagar sus nuevas propiedades, en las playas del sur chico, del norte grande o más lejos aún, en otros países. Indicios hay, pruebas hay, testigos hay, lo que no hay es pantalones para encararlos.

¿Qué funciona mal en las elecciones municipales? TODO. El tiempo de gestión mínima debería ser de 5 a 6 años, no solo 4, pero con verdadera evaluación ciudadana, permanente con mecanismos de penalización que impliquen suspensión, vacancia o desafuero de las autoridades elegidas, de aplicación anual, cosa que el mal no avance ni se propague a otras instituciones. La labor que la Procuraduría Nacional realiza dentro de los municipios es desastrosa, cuando no cómplice de los latrocinios que se cometen. Todos los vecinos lo saben, todos los vecinos callan. La elección de los regidores que participan en una gestión municipal es terrible. Con el ganador de las justas electorales entran la mitad más uno de los susodichos, es decir estoy blindado, de ahí a convertir a los otros en finos otorongos no hay más que un pasito. Los que terminan de conformar el Concejo Municipal, a razón de uno por lista perdedora, de las que sean necesarias, no es más que entregar a las fauces del poder omnímodo la "pureza" del regidor entrante, que a partir de la segunda sesión de Concejo, si es que no es antes, se entregará a la seducción del poder y sus encantos, convirtiéndose en uno más del grupo ganador. Por lo tanto, ¿Qué queda de la labor supervisora, fiscalizadora y legislativa en beneficio del vecino, por parte del cuerpo edil? Desaparecemos al Concejo de Regidores en pleno y no pasa nada. Perdón, sí. La municipalidad se ahorraría un huevo de plata, por decir lo menos.

Es en verdad alarmante que para estas elecciones municipales 2010, 35 alcaldes distritales en ejercicio, de 42 existentes en Lima, están buscando la reelección. ¿Para qué? Muchísimos de ellos han procedido fielmente como lo mencionado líneas arriba, por lo tanto no merecen ser reelectos. Hay algunos casos que rebasan la lógica, el alcalde de un distrito limeño está postulando a su sexto período como alcalde. ¿No existe nadie más que pueda desempeñar el cargo? Si los vecinos de dicho distrito se enteraran siquiera del tiempo y probablemente las oportunidades perdidas, seguro que se echarían a llorar. En un segundo período las autoridades y funcionarios se relajan, se creen realmente dueños del distrito y obran con mezquindad o lenidad, en el mejor de los casos, o peor aún, arman tinglados que permiten grandes desvíos de fondos municipales para beneficio personal de unos cuantos, ¿Y la justicia? Bien gracias, esperando no más. Se puede robar en obras no realizadas, en sobre valuaciones de las obras y trabajos realizados, en comisiones bajo la mesa por concesiones o licitaciones amañadas, en mirar para otro lado cuando empresas de toda índole, sean de servicios públicos o privados, arremeten contra los derechos y beneficio de los propios vecinos. ¿Es que nadie se da cuenta de ello? Tal vez sí. Pero que penoso es tener que reconocer que me equivoqué al elegir, que me equivoqué al no corregir y ya pues qué importa si me equivoco nuevamente al reelegir. Así no vamos a ningún lado. Bueno, sí, directamente a la ruina total de nuestra calidad de vida.

lunes, 14 de junio de 2010

Una lucha de Tin-tanes y sus carnales

Hace unos cuarenta años teníamos en el cine y la televisión a un personaje bastante gracioso, pendenciero él, sinvergüenza también, pero sobre todo, criollo, rápido para las salidas y lo que se podría considerar como una persona amoral, casi casi, más allá del bien y del mal. Ese era Tin Tan, interpretado por Germán Valdés, hermano en la vida real de don Ramón del Chavo del 8 y también del papá del cantante Christian Castro. Este cómico mejicano era acompañado y escudado por su carnal Marcelo, otro cómico coterráneo. La dupla era de lujo. Todo estaba bien, todo estaba suave, los problemas generados por sus mentiras y metidas de pata se arreglaban con más mentiras, más metidas de pata y con la seriedad de notario de su querido carnal. La realidad me releva de hacer comparaciones porque muchos de los políticos actuales se pelean con esmero y denodado esfuerzo la mejor caracterización de Cantinflas, Tin Tan y hasta Resortes y Mantequilla, otros cómicos mejicanos. Por lo palurdos, ignorantes, incapaces, pero carismáticos y con pinta de buena gente, pobrecitos ellos. Ni qué decir del carnal, sufrido y esforzado acompañante de turno que se deja cortar la cabeza y pone el rostro para las cachetadas de un enfurecido, en su papel mediático y puritano, que le enrostra el error que él mismo ha cometido y el otro no solo lo acepta como propio si no que jura que ya no lo hará más y el respetable cree, avala y sigue pa' lante.

Nuestra sociedad es muy proclive a la informalidad, a la socarronería, a la chanza, a la carcajada fácil, al espectáculo frívolo y de bajísimo nivel; de otra forma no podría entenderse que permitamos la ridícula puesta en escena de la lucha por el poder político a través de las elecciones, ahora, en nuestras ciudades y el próximo año en el país entero. ¿Qué nos ha pasado por Dios? Entiendo que la necesidad de evadirse, de soltar la carcajada, es válida cuando las cosas no van bien, cuando mis expectativas y esperanzas ya fueron y solo me queda acomodarme y sufrir en silencio. Lo que no entiendo es que nadie haga nada por tomar conciencia de que lo que está sucediendo no está nada bien y enarbole la bandera de la libertad y los derechos ciudadanos; no entiendo por qué es que nadie se para en frente del político profesional y le dice que ya basta, que necesitamos vivir mejor, que podemos hacerlo sin él y que de una buena vez nos deje en paz. Sí pues, es falta de valor, de carácter y personalidad, pero sobre todo de conciencia ciudadana, por haberse dejado estar y no reclamar lo justo y lo mínimo indispensable para poder tener una vida decente. Recursos humanos y económicos sobran, pasa que lo primero evade la responsabilidad por comodidad o desidia y lo segundo se va a los bolsillos de quienes dicen trabajarán por el desarrollo comunitario. Todo con el aval, beneplácito y apoyo formal de los grupos de poder que requieren que nada cambie, que nada se mueva. ¿Para qué? Si así les va muy bien.

En cualquier democracia decente y formal al producirse los períodos electorales se realiza una verdadera Guerra de Titanes entre políticos de excelente nivel, que con respeto y altura debaten planes de gobierno y filosofías de Gestión Municipal, pero en nuestras ciudades estamos asistiendo a una lucha de conchamadreo, cabes y arreglos bajo la mesa para hacerse de las alcaldías distritales y provinciales, sin mayor objetivo que tomar el poder a como dé lugar y enseñorearse cada uno en sus nuevos predios políticos y poner las condiciones para las componendas de las elecciones generales del próximo año. Es decir un remake de Tin Tan y, por supuesto, los necesarios y salvadores carnales Marcelos, que no son otros que los auspiciadores, los sponsors y también los chupa medias y ayayeros de toda la vida.

Los partidos tradicionales están preocupados por mejorar su pésima imagen, los partidos nuevos o pequeños están desesperados porque no se les deja entrar a las ligas mayores y los vecinos, se encuentran tremendamente asqueados y aburridos por tener que comerse tremendo novelón, pero lamentablemente no dicen nada, callan y finalmente otorgan. Esa es nuestra triste realidad. En una reciente entrevista al sociólogo nacional Julio Cotler podemos hallar los verdaderos calificativos que merecen las cabezas visibles de los partidos y encumbrados políticos de turno. En el ámbito metropolitano tilda a Alex Kouri de delincuente, a Lourdes Flores de incapaz; en el ámbito nacional se refiere a Luis Castañeda como la persona más gris del mundo, de Keiko Fujimori su opinión es que si se le permite ella se levantaría el país en pleno y de Ollanta Humala afirma que está secuestrado por un núcleo familiar. Si vemos las cosas con frialdad y analizamos nuestro panorama y perspectivas en forma racional tendríamos que estar totalmente de acuerdo con las expresiones del señor Cotler. Y ¿entonces por qué es que todos seguimos escuchando, devolviéndoles sonrisas y apretones de manos y hasta besitos a los mencionados? Pasa que nos hemos marcelizado. Porque aún con nuestro silencio estamos aprobando, avalando, respaldando y probablemente, hasta terminemos votando por cualquiera de los mencionados.

lunes, 7 de junio de 2010

¿Y dónde pongo mi carrito?

Producido el irresponsable boom constructivo en los distritos de Lima centro, con la colaboración entusiasta del gobierno central y la desidia de las autoridades locales, viene ahora la pregunta lógica. Sí pues, ya tengo mi depa, pero ahora, ¿dónde coloco mi carrito? Y, dentro de unos añitos, que avancemos en la amortización de la hipoteca, mi ñora querrá sus propias cuatro ruedas y ¿a dónde lo colocaremos? Leyes nacionales con nombre propio, para favorecer a los contratistas, flexibles políticas de financiación inmobiliaria a jóvenes parejas que hoy tienen trabajo, pero mañana no sabemos y pasado con seguridad que no. Redes de servicios públicos que no están preparadas para el incremento poblacional repentino, que en los próximos 5 a 7 años, ciclo necesario para la venta y ocupación definitiva de todas las unidades de vivienda construidas en los últimos años, reventarán y no precisamente de puro gusto. Los distritos de Jesús María, Magdalena del Mar, Lince y San Miguel han decidido, muchas veces obligados por el hambre insaciable de los constructores que apuntalaron las campañas electorales de los alcaldes en ejercicio y que hoy, con todo lógico derecho, exigen se les atienda en la aprobación de las licencias a sus angurrientos proyectos cuyo único objetivo es el de sacarle el mayor provecho a cada metro cuadrado de terreno, dar pase libre a toda laya de construcciones multifamiliares, sin mayor preocupación que la de la cantidad que queda en caja y, mejor, en el propio bolsillo. Y no es justo. Todos los involucrados se han zurrado en el manejo responsable de la ciudad y la ocupación del suelo urbano y han permitido edificios de 14 o 16 pisos con frente a vías de 6 metros de ancho, en zonas reconocidas como residenciales de baja densidad, sin considerar áreas libres, tanto para estacionamiento de vehículos, holgados y reglamentarios accesos para los mismos, para recreación y para sembrado de árboles y demás servicios, que empezarán a pasarnos la factura de tan estúpida decisión más temprano que tarde a todos los ciudadanos, vecinos de esos, a veces esperpénticos, callejones verticales.

Identifiquemos responsables y determinemos responsabilidades. El Perú es uno de los pocos países que se consideran serios, que carece de una verdadera política de vivienda, que no tiene programas racionales y eficientes de promoción de vivienda de carácter social, pero que tiene una increíble vocación por darle la mesa servida a los inversionistas de siempre. No hay ley, ordenanza, reglamento o disposición que no mande la existencia de áreas de parqueo cuando se construye un proyecto multifamiliar, salvo claro está los bien aventurados proyectos de Mivivienda que han venido a desarticular nuestra ciudad y a desmejorar nuestra ya pobrísima calidad de vida urbana. Si las autoridades distritales hubieran pensado en su comunidad, más que en intereses particulares, los propios incluidos, entonces hubieran podido percatarse que las unidades familiares empiezan en dos personas y el uso de movilidad pública y que al cabo de 10 años, promedio, terminan en cuatro o cinco seres humanos y uno o dos vehículos particulares que tendrían que tener su propio espacio. La responsabilidad alcanza también a las llamadas comisiones de revisión de proyectos de los colegios de arquitectos e ingenieros que no se manifestaron al respecto. Todos, hasta el más ignorante y palurdo de los alcaldes distritales sabían que esto iba a pasar. Que no habría espacio suficiente para todos los vehículos de propiedad particular que actualmente nuestras ciudades albergan, en gran porcentaje en calles y veredas, con desagradables alarmas incluidas. Y no hay derecho.

Bueno pues ¿y ahora qué hacemos? La primera medida es declarar en emergencia el tema del transporte y la tenencia de vehículos particulares. ¿Quieres más de un auto por unidad familiar o unidad de vivienda? Muy bién entonces tienes que aportar a un fondo distrital intangible para el transporte particular, que además de vías en perfecto estado disponga la existencia obligatoria de estacionamientos de uso público. Pero como los problemas urbanos no vienen solos tenemos el añadido de la circulación de ese elefantiásico parque automotor, es decir la cantidad de vehículos particulares que circulan por nuestras calles con una tremenda insolencia sabiendo que son los dueños de las vías públicas. Muy bien. No es posible que todos los vehículos existentes circulen a la vez. Ha funcionado perfectamente en otras ciudades latinoamericanas y con toda seguridad también podría funcionar aquí. Tu station toyota tiene permiso para circular tres días de la semana y tu 4 x 4 Nissan los otros tres. Ninguno de los dos circula los domingos, salvo pase preferencial que también cuesta y que va dirigido al fondo de previsión y proyectos de transporte. Claro, para que esto funcione debidamente habría que eliminar a toda ese enjambre de zánganos municipales que lucran con el problema o simplemente no se ocupan de su labor como deberían y que están a cargo de las instancias municipales actuales. Las medidas desproporcionadas y de última hora, como la de la alcaldía de Jesús María de exigir tres estacionamientos por departamento a construir suena más a cachita y sorna antes que a medida regulatoria o de prevención. Eso debió preverse y no permitir tremendos edificios con cero área para estacionamientos, verdad señores del Ministerio de Vivienda y Construcción?

Para la ciudad de Lima, un parque automotor que supera las dos millones de unidades en circulación, a parte del beneplácito de las concesionarias distribuidoras de autos, no nos ha hecho ningún favor, salvo desgraciarle la vida al ciudadano de a pie y zurrarse en la tranquilidad de los hogares. La responsabilidad, decisión y solución corresponde a las autoridades locales, a las regionales y a las nacionales, en ese orden. No podemos seguir contaminando nuestras calles, tugurizando nuestros pocos espacios públicos ni construyendo, oiga usted señor alcalde metropolitano, una ciudad exclusiva para los automóviles. Y eso es lo que se está haciendo ante la mirada impasible, por demás estúpida de las angurrientas autoridades municipales.