martes, 31 de mayo de 2011

El debate presidencial

Y ya está, se acabaron los debates. Como siempre, llegaron, no convencieron a nadie y se fueron. La una con la soberbia y altanería propias del papá y, el otro, tibio, pareciera que nunca llegó a arrancar. Lejos de la aparente seguridad y aplomo de doña Keiko aprecio un vacío de consistencia, un forado de sustancia, una chancona que se aprendió a fondo el libreto, pero de aportes personales, naranjas. Don Ollanta, entre timorato y receloso de mostrar todo, de no dejarse pisar el poncho y un poco duro. En este punto sin embargo, Humala saca ventaja por cuanto la otrora primera dama de la nación, congresista de la República, niña de los ojos de apá, ducha en estos menesteres y con el respaldo escandaloso, cómo no, de toda la prensa escrita, radial, televisiva, al contado rabioso, se suponía iba a barrer con el atrevido éste, cachaco, como les gusta llamar al señor Humala. El público asistente y el televisivo se debe haber quedado con la pregunta en los labios: ¿Y esto fue todo? Ya pues, no jodan. Y es que los debates ya no funcionan, hace mucho tiempo que no nos dicen nada; de ilustradas eminencias, huérfanos; de planteamientos sólidos, abandonados; aunque fuera solo de ideas buenas, abortados. Sí pues, ¿Por qué mejor no hacemos que dos carismáticos y claros, de voz, presentadores, nos lean los planteamientos de cada uno de ellos y ya está. Nos ahorramos tiempo, nos vamos directo al grano y entendemos todos.

Pero ¿Desde cuando un debate presidencial no nos dice nada? Desde que los grupos de poder, esos que ponen, quitan, mantienen y vuelven a poner presidentes en el país, decidieron que la fiesta debería ser más importante que el dueño del cumpleaños. Total, si el programa de gobierno lo pongo yo, para qué le vamos a dar alas al portador? Después se nos crece, como Alan versión 1 y vamos a tener que darle su estate quieto, ¿Y el tiempo y LA PLATAAAA perdidos? No es cinismo ni atrevimiento de mi parte lo anteriormente anotado. Que levante la mano aquel que haya escuchado un buen plan de gobierno de boca de un candidato y que haya visto, luego, que se hace realidad por la manito del elegido. Gracias, no es que tenga la razón, pareciera más bien que esta nos ha abandonado hace tiempo. Porque asistimos casi indiferentes a estas "grandes fiestas de la democracia", con las banderitas en la mano, el solapero en el pecho, la sonrisa en la boca y nada, pero en verdad nada, a parte del gorrito, en la cabeza. Y claro, cuando nos llevamos la mano al bolsillo de la billetera ya no tenemos ni pantalón. Lo grave del asunto es que no estamos hablando de un negocito, una chambita, un sencillo, por Dios, estamos hablando de nuestro futuro, el de nuestras familias, del país entero. ¿Se entiende eso?

Si viviéramos en una verdadera democracia, una decente digamos, los medios de comunicación nos darían, antes de los debates presidenciales, un desmenuzamiento exhaustivo del plan de gobierno de cada uno de ellos, del equipo técnico que lo respalda, del financiamiento planteado para su desarrollo y de un cronograma realista de lo que se va a hacer. Así, para el día del debate, hasta el acomodador del público asistente, camarógrafos incluidos, sabrían tanto o más que los propios candidatos sobre lo que quieren hacer y estos podrían dedicarse a demostrarnos que estamos, sino ante un Superman, al menos ante un Chapulín Colorado que quiere hacer su mejor papel. Si revisamos nuestras últimas elecciones, lo que ha ganado en los debates han sido poses farandulescas, mentiras fabricadas, cinismo encubierto y abiertas angurrias por llegar como sea. La pregunta es: ¿Cuándo nos vamos a dar cuenta de que un debate presidencial no es para conocer a los candidatos, se suponen que a través de los medios de comunicación ya sabemos hasta cómo duermen; no es, tampoco, para conocer recién sus ideas, se supone también que ya las sabemos de memoria; es, sobre todo, para mirar a los ojos al candidato en el momento que nos regala su mas lograda expresión de, por mi madre que puedes confiar en mí, y darnos cuenta si es que está diciéndonos o no la verdad. El resto es show para entretener al respetable y la verdad, para estas frivolidades, mejor que el voto no sea obligatorio.

miércoles, 25 de mayo de 2011

Vargas Llosa y Hernando de Soto

No deberíamos creer en las personas solamente por sus lauros, tal vez nuestro gran error sea el no profundizar y dejarnos llevar por los titulares de los medios de comunicación. Por primera vez una elección presidencial ha contrapuesto sobre el escenario a dos peruanos destacados: Mario Vargas LLosa y Hernando de Soto. Con más pasión que sólidos argumentos, ambos defienden a sus candidatos personales. Vargas Llosa a Ollanta Humala y De Soto a Keiko Fujimori. Las líneas de vida sinuosas que ambos personajes públicos han trazado no son buena carta de presentación para sus posiciones. Me quedo, sin embargo, con Mario Vargas LLosa. Nuestro escritor siempre ha sido liberal, demócrata y desde el momento que alcanzó su mayoría intelectual, es decir, al desembarazarse de Fidel Castro, sus escritos y pronunciamientos han sido consecuentes y, en verdad, no se le puede acusar de venderse o alquilarse al mejor postor. Del señor De Soto no tengo la misma impresión. Su gran movida para apropiarse de una obra grupal como "El otro Sendero" y convertirla en "su" ópera prima no lo pinta muy bien. Apoyar luego abiertamente a Alberto Fujimori antes del 5 de abril de 1992 y solapadamente, después de ese aciago día, tampoco es buena credencial. Pero sobre todo, basar todo su peso político-económico en la premisa de que hacer propietarios a los pobres los convierte en sujetos de crédito y ya está, se desaparecieron los pobres. POOOR FAVOOOR.

Llama la atención el que Vargas LLosa, un neo liberal, con solapero incluido, defienda y proponga al señor Humala como la mejor opción para nuestro país, habida cuenta que don Ollanta se ha manifestado contra el capitalismo, como sistema de gobierno y esté gritando por la inclusión de las grandes mayorías en las decisiones que hay que tomar para que el país arranque de una buena vez. ¿No será que don Mario se ha dado cuenta de que ya no se puede seguir ajustando a los de abajo, en beneficio exclusivo e injusto de los de arriba, sin poner en grave peligro la paz y estabilidad que todo país necesita para sostenerse en el tiempo? ¿Cómo es que dos neo liberales confesos toman distintos caminos? Me atrevo a decir que Mario Vargas Llosa siempre ha mantenido su independencia intelectual y, errado o no, las decisiones que ha tomado, sustentado y llevado a la práctica, obedecen a su propio parecer, creencias, temores y pasiones. El señor De Soto, por el contrario, es hijo, promotor entusiasta y hasta cancerbero, del sistema económico imperante en el mundo, ciertamente no por cariño, sí por honorarios. Hubiera sido bueno, en todo caso, que ambos se presentaran ante la opinión pública a debatir sus ideas, pero creo que Vargas Llosa ha entendido que más gana De Soto y su mentora, Keiko Fujimori, al prenderse del escritor, que a nivel de pueblo y vulgo, es muchísimo más conocido que el pretendido economista, exitoso asesor internacional, pero un gran desconocido al interior del país.

Debo anotar que me molesta, personalmente, que el señor De Soto se presente y presente "su teoría" como la solución definitiva a los problemas de pobreza e inclusión en el mundo, especialmente en el Perú. Me molesta que pretenda sorprendernos con una parábola creada por sus entusiastas promotores y que defiende a capa y espada que la inclusión de los pobres empieza en un título de propiedad. No señor De Soto, eso es una gran mentira. Eso equivale a que un club social, de alta raigambre elitista, tome la decisión de vender membresías a los que están afuera, con la cara pegada a los cristales, pugnando porque lo dejen entrar, con la intención de desaparecerlos, fea vista son, y luego, cuando estén dentro, relegarlos a algún sótano o azotea y haciéndoles piscina a parte para que no se mezclen con nuestros hijos, igualados éstos. Decir que una persona, al formalizarse y convertirse en propietario, mediante larguísimos y criminales sistemas de crédito, va a solucionar sus problemas económicos porque ya podrá ser sujeto de crédito y será considerado dentro del sistema económico y financiero es la más asquerosa mentira que alguien puede sostener. Lo que el sistema necesita es anular la competencia "informal", que maneja otros códigos, otras consideraciones, que ha demostrado que con trabajo y ahorro obligado, pero sin mantenimiento de cuentas ni cargos extras, se puede llegar lejos. Sí pues, buena estrategia, si no puedes vencerlos, únete a ellos. Pero en este caso se pretende hacerlo con las reglas de juego de "los formales" es decir de los dueños del club. Espero que para más adelante alguien pueda desenmascarar a este propagandista rentado de un sistema que está haciendo agua, especialmente en el país, y que hay que modificar rápidamente antes de que nos coma la ola. La gente aguanta, pero no por siempre.

martes, 17 de mayo de 2011

García, Acurio y el Perú

Gracioso el señor presidente, le ha dicho a Gastón Acurio, y con él a varios millones de peruanos, que no opine sobre los temas importantes del país, que mejor se dedique a sus ollas y cacerolas y que los temas ambientalistas y de salubridad, se los deje a sus amigotes, como el señor Carranza, que ya se despachó con eso de zapatero a tus zapatos y que prefiere más ingenieros que cocineros para dirigir el país. Lo del señor Carranza, cuadriculado por los cuatro costados, dado su compromiso, prioritario e ineludible con los grupos de poder y la derecha extrema pasa, pero lo que García ha gritado, desde su reverberante generosa anatomía ya sonó feo. Es casi la respuesta del chico picón, casi casi, como: "Sí pues, pero mi tío es bombero". El señor presidente, aunque a veces no lo parezca, es inteligente. ¿Cómo equivocarse tanto entonces en este mensaje al pueblo peruano? Simple, carece de argumentos de defensa, realmente él desconoce el tema y, sobre todo, no puede chocar con Chocano. Es decir, él también ya recibió la consigna, orden o sugerencia, de que los transgénicos deben entrar al país como sea, pero ya. Las trasnacionales y sus representantes locales están preocupadísimos porque otros países, los de verdad, ya les cerraron las puertas en la cara y les han dicho que naranjas, que se metan sus productos en cualquier otro sitio y punto. Sí pues, había que buscar al tonto o al vendido y don Alan levantó la mano.

Sin pretender una abierta defensa de la imagen mellada por el grandilocuente interlocutor, de lo que aquí se trata es de pararle el macho a quien, ya habiéndolo hecho muchísimas veces antes, pretende pasar al caballazo una norma que a todas luces nos hará daño. Es cierto que tenemos una de las más grandes diversidades biológicas en lo que a cultivos se refiere. Que docenas de países babean envidiosos porque no nos llegan ni a los talones en eso. Es cierto también que gracias a ello nuestra cocina, nuestra gastronomía, está levantando un vuelo increíble a nivel mundial, beneficiando a muchos, muchísimos peruanos, que lejos de recibir el escuálido chorreo, proveniente de los minerales, están recibiendo una generosa ducha española de nuestros cultivos y platos nacionales. Pero claro, como eso no beneficia en nada a los titiriteros trasnacionales, entonces hay que sacar al pitbull que en su afilada lengua encierra don presidente. La campaña nacionalista, cruzada económica, que ciertamente beneficia a Gastón, Astrid y los cocineros de renombre, alcanza, sí por primera vez, a una tremenda cantidad de agricultores, recolectores, transportistas, cocineros, mozos, lavadores de platos, empresarios, chiquitos y medianos, de la cocina peruana y nos ha dado un nombre a nivel mundial gracias a la calidad de nuestros productos. Todo eso, para decirlo en cristiano, a García y su corte de vividores les importa, textualmente, un carajo.

El tema en sí es interesante porque nos muestra cómo se manejan los asuntos nacionales. Dejando a un lado la pertinencia o no de la cruzada Acurioista, de lo que se trata es de que a sí como a las señoritas hay que enseñarles a decir que no, a cualesquier avivato, con mucha plata en la mano y poca hombría entre los pantalones, igualito hay que enseñarle, no, obligarle, a nuestros gobernantes y representantes que primero está el Perú y los peruanos, que primero están los intereses nacionales y que la dignidad de un país, señor García, no se vende ni se alquila, aunque el señor Fujimori y su carnal Montesinos vociferen lo contrario, desde sus cómodos chalets de retiro, con apariencia de cárcel. Se ha hablado hasta la saciedad de los pros y los contras de meter entre nuestros cultivos las malhadadas semillas transgénicas. Se han improvisado charlas, seminarios y encuentros de ambas partes, así como viajes y grandes comilonas por parte de los principales interesados de que les abramos las puertas y las ventanas, y la conclusión final de cada evento es que no se llega a demostrar que lo transgénico es la última plaga divina, pero tampoco que es el maná del cielo. Y ante la duda, señores del gobierno, es mejor abstenerse. Si tiene cara de puta, señor García, hasta usted evitaría presentársela a sus padres. Mejor nos abstenemos aunque "sus técnicos" opinen lo contrario.

miércoles, 11 de mayo de 2011

Descentralización y desarrollo

Faltan muy pocas semanas para elegir a un nuevo presidente para nuestro país y las cosas se han polarizado como nunca. Una buna parte de los peruanos se resiste al cambio, más por ignorancia e inducción ajena, que por convicción propia. Y otra parte, cansados ya de las promesas incumplidas, de la postergación infinita de sus necesidades, grita su incomodidad y no quiere volver a perder. La señora Fujimori pareciera sentirse segura, la soberbia paterna ha asomado en su rostro y en sus palabras. Y cómo no sentirse confiada si el 90 % de los medios de comunicación, los oficiales incluidos, la acompañan fiel e indebidamente. El señor Humala ha morigerado el tono; sus altisonantes propuestas y beligerantes provocaciones de ayer, se han convertido en razonables ofrecimientos. Pero ¿es uno de los dos quien nuevamente tendrá el poder decisorio absoluto sobre nuestros problemas, soluciones y alternativas? Sí pues, lamentablemente es así. El sistema está hecho para eso. Esta forma de gobierno, presidencialista, clientelista, populista y paternalista, nos ha colocado en el centro de la atención mundial, porque las cuentas grandes están en azul, porque las deudas se están manejando como le encanta a todo acreedor: pago rápido y hasta adelantado, porque las reservas, esa chanchita que se va haciendo a nivel estado, está cada día más gordita y porque finalmente todo el que ha venido a invertir su dinero se la está llevando como no podría haber imaginado. Y todo dirigido, manejado y resuelto desde la cúpula de gobierno y todo al servicio de unos cuantos grupos conocidos. Capitalismo neto, Centralismo puro. Sub desarrollo tercermundista y, con ello, conflictos y enfrentamientos asegurados.

Pero ¿y los peruanos? ¿Estamos bien? Naranjas, estamos peor que mal. Porque la riqueza obtenida no extiende sus beneficios más allá de Huacho o Cañete, porque las condiciones de pobreza en que buena parte de nuestros compatriotas se encuentra sumida hasta el cuello y no pocas veces hasta las orejas, ya ha reventado en conflictos, lógicos aunque imperdonables, sin que en Lima, en el Ejecutivo y el Congreso se haya apreciado algún ceño fruncido o alguna verdadera preocupación por cambiar las cosas. La payasada, con el perdón de los payasos, en que se ha convertido la tan cacareada regionalización, embutida y exigida por los apristas y promulgada y ejecutada por el señor Toledo, nos ha causado un atraso tremendo, una pérdida de dinero público incalculable, muchas fortunas mal habidas y decenas de miles de zánganos enquistados en el aparato público, ahora duplicado y replicado al interior del país por gracia de esos entes autónomos, mal llamados gobiernos, presidencias y consejos regionales. ¿Qué nos pasó, hacia dónde estábamos mirando que no nos percatamos de esta bestialidad que está desangrando el erario y creando caldos de cultivo "regionalistas" que pueden reventar en conflictos sociales cuando los líderes regionales crean que les ha llegado "su" turno. Esto no puede continuar, mejor dicho, no debe continuar un año más. La idea base era correcta, vamos a creer que la intención también, pero definitivamente no ha funcionado y hay que hacer una operación de cirugía mayor, pero ya.

Nunca se ha entendido que la descentralización pasa por el atender a las poblaciones locales en su sitio, resolver sus problemas en forma local y con apoyo total de la población involucrada, que es muy diferente a aceptar lo que la población, exitosamente manipulada por un grandote en chiquito, es decir por un monigote manejado por los capitales e intereses de grupos locales, propios o ajenos a la circunscripción, quiere, se le antoja y exige. Empecemos por reconocer que el cambiarle el nombre a los departamentos por regiones, con las mismas responsabilidades de siempre pero con ingentes cantidades de dinero para gastar, como nunca, fue un pésimo error. En el Perú necesitamos no más de 6 a 9 gobiernos regionales, no federalistas, sí interconectados y con un objetivo nacional, único e innegociable. Un sistema regionalista propio, creativo, eficiente y eficaz, que no atienda quejas individuales sino clamores nacionales. Que no viva de espaldas a su realidad pero que sepa mantener la distancia de los problemas domésticos, no vaya a ser que las ramas no nos dejen ver el campo. Se necesita mucho coraje, gente de primer nivel, más técnica y profesional que política y ladrona, y cero compromisos con los grupos de poder de toda la vida. Sí pues, una labor casi de kamikaze. Nunca llegó el chorreo, por eso, porque el tinglado no se armó para ello, sino para todo lo contrario. Como cuando el gordo, sentado a la mesa, pasa hasta el pan sobre el jugo del plato y las migajas las recoge con la palma de la mano y también se las echa a la boca. Harto difícil la decisión de ajustarse los pantalones y decir hasta aquí nomás.

viernes, 6 de mayo de 2011

Un Proyecto para el Perú

¿Qué Perú queremos? ¿Por qué, es que acaso no está bien el que tenemos? Pues no, de ninguna manera. ¿Cómo podríamos estarlo si todos los días mueren cientos de niños por falta de atención médica, por falta de alimento o de techo para protegerse o incluso por mano ajena, a veces de los propios padres. Si tenemos, aunque el señor García nos mienta descaradamente, uno de los mayores índices de analfabetismo de Latinoamérica; si el nivel de delincuencia y, por consiguiente, de inseguridad ciudadana, son tan grandes como en México, Bogotá o Río de Janeiro. ¿Qué nos ha pasado para que hayamos cerrado los ojos ante una realidad tan triste como la que estamos padeciendo? Pareciera que nos hemos acostumbrado a que nos digan qué pensar, que opinar, qué hacer. Y es que la presión mediática es enorme, es demasiado fuerte para una masa ciudadana que no ha recibido la formación mínima para hacerse respetar, para exigir lo que por derecho le corresponde. Para, por lo contrario, dejarse estar, recibiendo lo que le dan, cumpliendo fielmente un libreto impuesto por una sociedad consumista que no busca más que el beneficio de quienes detentan el poder. Lo que sucede en nuestro querido país va más allá de derechas e izquierdas, de terroristas y escuadrones de la muerte. Se trata más bien de una sociedad derrotada por sus propios actores, por su desidia, porque aún sabiendo qué hay que hacer para arreglar las cosas, opta por lo más fácil, simplemente no hacer nada. Porque cansa y es aburrido, oiga usted.

El Estado no existe. No donde en verdad debería tener presencia. Está junto a los poderosos, cuidándole sus bienes y vidas, vigilando sus negocios y haciéndoles más fácil, si es que cabe, las cosas, mediante prebendas, acuerdos indebidos y, claro, dándole la espalda a quienes no tienen los medios, ni siquiera la oportunidad para salir adelante. Al margen de la justicia social, de la equidad en el trato y deferencia a los connacionales, lo que necesitamos es tomar consciencia de que jamás, pero jamás, saldremos del subdesarrollo si es que no atacamos a la pobreza en su raíz, a la delincuencia en sus orígenes, a la insalubridad en sus causas. Pero no será mediante una revolución sangrienta, ni siquiera por una batalla de almohadazos; no, será porque nos hemos percatado de que la mejor manera de solucionar nuestros problemas es tratándolos ahí en donde aparecen. Las tentativas o disposiciones de solución que vienen desde arriba, simplemente no funcionan. Los graves problemas nacionales eran, en su origen, palomilladas de barrio, discusiones de alcoba, que al involucrar a vecinos, bienes y propiedades ajenas, fueron creciendo hasta convertirse en los grandes obstáculos del desarrollo que ahora tenemos por delante. Si ya hubiéramos aprendido a vivir en comunidad, a aceptar nuestro lugar, derechos y responsabilidades dentro de nuestra sociedad, no tendríamos problemas de hogar, de cuadra, de barrio, de distrito, de provincia, de región, de país. Sí pues, suena fantasioso, ¿no?

Hace unos meses el señor Luis Carranza, dijo en la CADE, con más énfasis que convicción, que en el Perú necesitábamos más ingenieros que cocineros. Y lo dijo sin sonrojarse. Se refería, evidentemente, a que a pesar del éxito personal de Gastón Acurio, del reconocimiento internacional de nuestra gastronomía, del renaciente orgullo por lo nuestro, de la entronización y empoderamiento de la marca Perú en todo el mundo, lo que necesitábamos en el país era seguir "creciendo" económicamente, aumentando las reservas internacionales, rindiendo pleitesía a las trasnacionales e inclinándonos ante los gobiernos del primer mundo. Pues, fíjese usted, esto es precisamente lo que necesitamos cambiar. Empecemos por pensar en el Perú, por pensar en nuestros recursos y en el mayor beneficio que podemos obtener de ellos, por pensar en nosotros mismos. Nuevamente, ¿Qué Perú queremos? A mí me gustaría poder salir a la calle con mis hijos y saber que voy a llegar a mi destino sin ser asaltado o atropellado. Me gustaría tener un buen trabajo y ganar lo justo y necesario. Me gustaría que mi barrio cuente con todos los servicios y facilidades para vivir bien. Me gustaría vivir decentemente, casi como gente. Me gustaría tener autoridades y representantes de los que me sintiera orgulloso. Me gustaría que mis derechos se respeten y que yo sea la razón de existir del Estado. No, señor Carranza. No necesitamos los mismos ingenieros que le han hecho tanto daño al país. Necesitamos sentarnos a conversar, a definir lo que queremos y a decidirnos a ponerlo en práctica. Ese nuevo proyecto nacional debe tener un solo objetivo, un solo lenguaje, un solo camino y una estrategia, aceptada y compartida por todo el pueblo peruano. Ese, ese es el único Proyecto que necesitamos para el Perú.