martes, 18 de febrero de 2020

Lima: ya son 485 cumpleaños y cada vez hay menos por qué celebrar


Los limeños de nacimiento y por adopción estamos sumamente preocupados porque no sabemos cómo estaremos dentro de 15 años, en que nuestra gran Lima cumplirá sus primeros 500 añitos de vida. En las últimas décadas nos hemos quedado estancados. Bastante maquillaje, pero muy poco desarrollo. Si no fuera por el posicionamiento gastronómico internacional que nos ha dado el gran Gastón Acurio, estaríamos, en nada. No se ha resuelto ni uno solo de los graves problemas de los que adolece nuestra amada capital. Avances y retrocesos, buenas intenciones y descarados latrocinios, han sido una constante en el mal llamado desarrollo de la otrora hermosa CIUDAD DE LOS REYES.

Inseguridad ciudadana, infernal caos vehicular, irresponsables desigualdades socio-económicas, saturación del suelo urbano, corrupción enquistada desde las conserjerías hasta las mismas alcaldías, han sido una constante y eso ya nos está pasando la factura.
A los problemas urbanos propios de una creciente y desbordada población hay que añadir la paupérrima infraestructura y la pérdida total del principio de autoridad. La pobreza, la falta de oportunidades y falta de inclusión, cuando no, permanente postergación de los migrantes nacionales, crearon las condiciones para una delincuencia descarada que se ha alimentado y complementado, convenientemente, con la inmigración extranjera, que encontró un refugio sin normas, sin autoridad moral de sus líderes e incapaz de reaccionar ante los hechos consumados. 

Con la excepción del proceder consecuente de Barrantes, la organización y visión de ciudad de Andrade y algunos chispazos de buen gobierno de Villarán, el balance de gobierno municipal en Lima, es negativo. Siempre hemos elegido mal, por desidia, por ignorancia, por manipulación, por lo que fuera, pero nada nos exime de la culpa de lo que está pasando. La peor decisión de un ciudadano es  decir yo no sé nada, yo no soy el alcalde, a mí no me pregunten. CRASO Y RIDÍCULO ERROR. 

En democracia, que es el régimen que se supone nos gobierna, la autoridad es elegida por los ciudadanos y ella y sus regidores son los responsables de lo que se haga o deje de hacer, pero son los ciudadanos los que deben ejercer la fiscalización, poner el hombro o darle el pare a la autoridad en ejercicio. Pero lo que hemos hecho en las últimas décadas es votar por el mal menor, por quien, no importa que robe pero haga obra, por reincidentes en el mal gobierno y por verdaderos delincuentes que han dejado empeñada a su comuna por 15 o 20 años más después de su gestión. Hasta aquí lo sucedido, lamentable pero es lo que existe y somos. Y ahora, ¿cómo estamos? Fíjese usted, bastante mal.

Hace dos años elegimos alcalde provincial y alcaldes distritales y se produjo, nuevamente en Lima, un hecho que aunque reincidente, no es menos peligroso. Entre los años 1990 y 1995 el señor Belmont Cassinelli, "colorao" para el pueblo, blanquiñoso, bien plantado y mejor hablado, fue electo dos veces por Lima Metropolitana, sus gestiones fueron grises, casi para el olvido, pero el soberano lo eligió porque se le veía bien, era entrador y coqueto. Barrió en las elecciones de Lima Metropolitana y, por arrastre, barrió en varios distritos, incluido uno en el que ni siquiera tenía candidato postulando, como lo fue Magdalena del Mar. El elector promedio no votó por propuestas, votó por la facha del candidato y por eso, todos perdimos. Veintitantos años después ha sucedido lo mismo. El candidato de AP por Lima, Jorge Muñoz Wells, barrió en las elecciones a la alcaldía de Lima Metropolitana y, por arrastre, logró que varios de los candidatos distritales de AP ganaran la elección a su distrito; candidatos que tenían muy poco respaldo personal o eran totalmente desconocidos, sea por su falta de preparación o por falta de empatía con el ciudadano. Y, justamente, es en Magdalena del Mar y en distritos vecinos que se produjo esta avalancha electoral de apoyo, realmente no al candidato distrital, sino al candidato provincial, el señor "colorado" Muñoz.

Cuando se logra acaparar circunscripciones aledañas mediante el voto popular, es decir, colocar candidatos de su propio partido en distritos cercanos el uno al otro, pueden pasar dos cosas, aprovechar la circunstancia y emprender planes de verdadera renovación urbana, tan necesaria para Lima, logrando la colaboración de cada alcalde distrital para mega proyectos metropolitanos de desarrollo integral, o abusar de su ascendencia sobre los novatos e inexpertos en Gestión Municipal y meterles al caballazo proyectos enormes con beneficiario particular, normalmente, si, ese que apoquinó para la campaña.

¿Tenemos una opinión y una decisión electoral netamente racista en Lima y otras ciudades del interior del país? Probablemente, pero eso no sería un problema si es que los alcaldes distritales electos, aquellos que salieron por el voto de arrastre, demostraran con su accionar que aunque les hubiera caído del cielo el nombramiento, ellos sabrán ganarse el respaldo de sus ciudadanos conforme se desenvuelvan en su gestión.  Bueno pues, como diría un filósofo jugador: Pago por ver.

Por lo pronto, luego de casi trece meses de función el señor alcalde metropolitano no ha citado a la Asamblea Metropolitana, ésa que reúne, por norma, a los 44 alcaldes de todo Lima y que debería decidir sobre proyectos integrales que beneficien a toda la capital; los alcaldes distritales de AP no han exigido, tampoco que ello se de, es más, no se advierte el mínimo deseo de esos alcaldes distritales de plantear, conversar, idear, siquiera, proyectos mancomunados con distritos vecinos, dada la afinidad política de sus alcaldes en ejercicio, lo que pone, nuevamente, sobre la palestra, esa pésima costumbre limeña de votar en bloque.
  
Y eso no es todo,  como diría el huracán Katrina, es el señor "colorao" Muñoz Wells, el que acaba de llevar a su partido, AP, a los cielos del nuevo congreso. Oiga, eso no está demostrado, dirán algunos, negándose a ver la realidad de cómo es que un partido venido a menos por los malos liderazgos que no han alcanzado a llenar el vacío del gran Fernando Belaunde Terry, haya podido conseguir en las recientes elecciones congresales el primer lugar de las preferencias electorales. Seguramente por varias razones que algún estudio sociológico posterior determinará pero en este momento, el señor Muñoz es la estrella y, viéndolo bien, aún contra el deseo de los Barnechea/Diez Canseco/García Belaunde/Lezcano, se pinta como la mejor carta para las presidenciales del 2021. ¿Qué hará don Jorge, aceptará el encargo por no poder resistirse a los cantos de sirena presidenciales o será consecuente y continuará en el cargo para el que los ciudadanos de Lima lo eligieron? Difícil decisión, de consecuencias funestas, porque lo digo, con claridad y no poco miedo, las credenciales y antecedentes de su teniente alcalde, eventual sucesor, no parecen buenas, no para Lima Metropolitana.