domingo, 22 de junio de 2014

Nuevo atropello a la Ciudad de parte del Señor Poder Ejecutivo

Con la misma prisa e irresponsabilidad de chofer de combi asesina de la empresa orión, el SEÑOR PODER EJECUTIVO ha enviado como propuesta, dentro de su plan reactivador, al SEÑOR CONGRESO, que de ahora en adelante las edificaciones destinadas a vivienda, comercio y oficinas no estén sujetas a la presentación de un Estudio de Impacto Ambiental (EIA) para la obtención de la licencia de edificación, cuando dichas edificaciones se realicen en zonas urbanas consolidadas. Tremendo atentado urbano y evidente favorecimiento a las empresas inmobiliarias, (especie de su mesías salvador porque ahora están a pérdida) basa su razón de ser en que la obtención de este tipo de estudio no generaría una mayor disminución de riesgo para el ambiente pues las herramientas preventivas han sido incorporadas a través de procesos previos de planificación urbana. Sí Juan. Todo ciudadano medianamente informado sabe que la normatividad actual (supuesta planificación urbana incluida) es palo de gallinero de la voracidad inmobiliaria y la angurria funcionaria, por ello tenemos una inmensa cantidad de callejones verticales y una increíble sobre concentración de moles de concreto, pechito con pechito, potito con potito, sin áreas libres y menos, verdes. Sin atisbo alguno de vergüenza se señala como finalidad del planteamiento expuesto, que se busca reducir el déficit de vivienda y facilitar los procesos de construcción de vivienda y ocupación del suelo formal. Asimismo, consolida la eliminación de trabas que retrasan actualmente la inversión inmobiliaria a nivel nacional, dicen. ¿Nos han visto la cara?

Con la cantaleta del déficit habitacional, catalogado por las inmobiliarias, las financieras y los funcionarios incapaces o corruptos (o ambas cosas a la vez) como la necesidad imperiosa de adquirir flamantes, onerosas y, más de las veces, inhumanas unidades de vivienda, cuando lo que en realidad se necesitaba eran “mejores y más seguras” viviendas familiares, se ha impartido durante los últimos años una serie de disposiciones normativas que van desde reducir la dignidad humana a viviendas de 45 ó 50 m2, con dormitorios de 4 m2, con ocupación del 100 % del área del terreno a construir; sin el requerimiento necesario de estacionamientos; con entrega de licencias amañadas para edificios de 12 a 14 pisos ahí en donde los parámetros urbanísticos permitían un máximo de 4 pisos; con excavaciones de hasta 20 metros por debajo del nivel de vereda sin la exigencia del previo análisis del suelo; con aceptación de seis u ocho edificios colindantes, con frente a pistas de 6 metros de ancho y veredas de 1.5 metros, sin el requerimiento mínimo de un estudio de impacto vial, es decir, calcular más o menos, cuál es la cantidad máxima de vehículos que pueden circular por las vías con frente a esos nuevos departamentos y en las calles aledañas, para evitar parecerse a Calcuta en un día de mercado.

Empecemos por el principio, el verdadero déficit de un producto (en este caso una nueva vivienda) se da cuando hay un montón de familias con las ganas inmensas de adquirirlas y las posibilidades económicas para hacerlo y el mercado no puede ofrecerlas. Es decir, cuando hay más compradores que vendedores. Pero resulta que si nos atenemos a los indicadores oficiales actuales, el año pasado las inmobiliarias no han podido colocar todos los departamentos construidos, es más, han paralizado varios proyectos, le han metido cabeza a no pocos incautos que han comprado en planos y que no saben cómo recuperar el monto con que han sido estafados, porque ya no encuentran a los solícitos vendedores de esas casetas de venta que algunos municipios corruptos o tontos, permiten que se instalen con toda elegancia e impunidad en las áreas públicas, veredas y jardines de aislamiento, para beneficio particular. Lo que siempre ha existido y seguirá existiendo hasta que podamos tener gente decente y capaz en los entes del gobierno central y municipal, que puedan elaborar verdaderas políticas de vivienda nacional y local, es la necesidad, urgente eso sí, de mejorar, ampliar, remodelar o refaccionar las viviendas familiares existentes, a costo real, sin necesidad de pagar coimas, sin trabas burocráticas y con el apoyo técnico y financiero de sus propias comunas, nada más. Pero claro, eso choca con los intereses de no pocos grupos de poder y con funcionarios corruptos que más reciben por fuera que con el salario oficial. Años y una gran inversión le han costado a los grupos inmobiliarios tratar de convencer a los ciudadanos de que si no tienen una vivienda propia, inscrita en la Sunarp, no son nada, o sí más bien, unos pobres diablos, sin historial crediticio, impresentables ante el sistema financiero, unos parias en la economía nacional. Con el señor Hernando de Soto a la cabeza se ha gestado un movimiento internacional de: CASA, CASA, CASA QUIERO YA. Y claro, no importa si te endeudas por los próximos 25 años, si metes mensualmente casi todo lo que con tanto sacrificio te envían tus hijitos desde el extranjero para que puedas vivir mejor, o que después de 5 ó 10 años, qué penita, el banco tenga que embargarte por falta de pago y adiosito el sueño de la casa propia.

Seguir eliminando supuestas trabas edilicias, con beneficiarios con nombre propio no soluciona nada, salvo la falta de liquidez de los grandes e importantísimos amigotes y la colocación de la liquidez excedente de los bancos, en ambos casos con la intermediación, necesaria, de un comprador ingenuo al que le han hecho creer que necesita adquirir, sí o sí, una nueva  vivienda. Permitir este nuevo atropello y fuga es darle la bendición a las nuevas ciudades del señor capital, que no importa que terminen pareciéndose a galpones de San Fernando o Redondos, si se logra el cometido de que los señores del cemento, fierro y ladrillo, tengan mayores y más rápidas utilidades. 

miércoles, 23 de abril de 2014

Arquitectura y Gastronomía:

Al igual que con nuestra gastronomía, que don Gastón Acurio ha paseado por el mundo y a grito pelado la ha ofrecido, con bastante éxito por cierto, como original e incomparable, habiendo llegado a convertirnos, por ello, en el mejor destino gastronómico del mundo, ¿podríamos hacer un trabajo similar con nuestra arquitectura? Cabe la pregunta previa. ¿Es que acaso tenemos una Arquitectura Peruana? ¿Propia, original, inconfundible? Antes de responder revisemos algunos hechos. Nuestro querido cocinero estrella, a pesar de su capacidad y creatividad desbordante, no ha inventado nada, no ha tenido que hacerlo; ni los insumos, ni las recetas, ni los secretos de preparación, todo ello existía, como una fusión de nuestra cocina autóctona y la de nuestros colonizadores españoles. Digamos que nuestra cocina peruana nació hace unos doscientos años, se ha mantenido como tal y hoy es nuestro orgullo nacional y nuestro producto bandera. Y, ciertamente, es única e inconfundible. Vienen de todas partes del mundo a saborearla y a dar fe de su maravillosa existencia. La bondad de los insumos, muchos de ellos originarios del Perú, la variedad inmensa en su preparación y el respeto a las recetas originales nos mantienen en vitrina mundial. Pero, ¿pasa lo mismo con nuestra arquitectura? Podríamos hablar de una arquitectura propia de tal o cual región? Sabemos de una arquitectura francesa y afrancesada, californiana, holandesa, inglesa, alemana, hasta brasilera. ¿Cuál es la nuestra? ¿La que corresponde a nuestros monumentos arqueológicos? Esa sí es muy bien vista. La norteña de la cultura moche, la inca en Macchu Picchu y otras pocas más. Pero ¿esa es la arquitectura peruana que habitamos actualmente y podríamos mostrar como propia, única, original?
Si nuestras ciudades carecen de un patrón arquitectónico, de un estilo propio y se han conformado, en el tiempo, gracias a la suma de propuestas individuales, muchísimas de ellas fallidas y carentes de la calidad mínima requerida, entonces ¿qué podemos responder ante la pregunta formulada? La verdad que no pues, que no tenemos una arquitectura peruana.

lunes, 21 de abril de 2014

Carta Abierta al Señor Alcalde de la Ciudad de Chiclayo


Señor Roberto Torres Gonzáles, antes que nada, permítame expresarle mis más sinceras disculpas por los denigrantes adjetivos calificativos e improperios, justificados o no, que los chiclayanos residentes en dicha otrora hermosa ciudad, han venido profiriendo en los últimos meses contra su persona, aduciendo que es usted el principal culpable de que Chiclayo se haya convertido en una ciudad humanamente inhabitable, un verdadero muladar y en la vergüenza del norte del Perú. Nada más lejos de la verdad señor. Culpables son los ciudadanos que lo eligieron, mediante un voto inconsciente e irracional y no una, sino dos veces; culpables son los regidores del Concejo Municipal que lo han acompañado, que no fiscalizaron sino más bien, aparentemente, lo encubrieron y apañanaron; culpables son los fiscales y jueces que no lo han acusado debidamente, que ya lo han absuelto, o que siguen demorando la correcta sentencia, en las centenas de denuncias realizadas, seguramente también injustas, contra usted; culpables son el presidente regional y todos sus consejeros y funcionarios que con su silencio han avalado su inexplicable proceder; culpables son esos cinco señores congresistas de Lambayeque que durante años, por lo menos siete, han callado lo que sabían y que hoy afirman no haber conocido; culpable es el Procurador General de la República que jamás acogió las pretendidas denuncias de una población iracunda, a pesar de las pruebas, audios y documentos presentados; culpable es el gobierno central que mira para otro lado cuando de cosas ajenas a sus intereses particulares se trata y, finalmente, culpables son los chiclayanos de nacimiento, esparcidos por el país y el mundo que jamás se interesaron por lo que estaba sucediendo en su ciudad de origen. Y es que usted, señor Torres es, a mi entender, un inimputable. Considero que usted no puede ser denunciado penalmente porque no es una persona normal, al menos no lo parece y pido, nuevamente, disculpas si me equivoco o me excedo.

Lamento de verdad, como parece ser, que su niñez y adolescencia no hayan sido todo lo agradables que un ser humano en formación pudiera desear; que tal vez haya sido usted privado de muchas cosas que hoy ha pretendido cobrarle, probablemente con todo derecho, a esa sociedad en la que nunca se ha sentido a gusto, a pesar de haber sido aceptado como el inmigrante que originalmente fue. Que la falta de cariño y la cuota de amor nunca recibida y tan necesaria para el desarrollo emocional de todo ser humano normal, lo hayan obligado a buscar a jovencitas que con mimos y atenciones, tan desmesuradas como interesadas, lo desviaran del proceder responsable y maduro de una persona de su respetable edad. Lamento, igualmente, que la instrucción universitaria por usted recibida, se le haya extraviado en el camino, lo que no le ha permitido acertar en ninguna decisión municipal tomada. Lamento, en fin, que usted no haya recibido, tampoco, educación alguna, lo que explicaría la espontánea y estentórea patanería de la que usted hace gala en todos los ámbitos de su diario acontecer. Rechazo sí, rotundamente, el calificativo de burro, que los vecinos le han endilgado, habida cuenta que no hay por qué maltratar de esa forma a dichos inocentes mamíferos cuadrúpedos.

No creo que usted haya robado señor Torres. Creo que usted, en su monumental ignorancia, ha supuesto que ya que el pueblo de Chiclayo lo eligió una vez y lo ratificó una segunda, usted tenía todo el derecho de disponer de las arcas municipales a su libre albedrío y que, según se fueran presentando sus requerimientos y necesidades, podía usted usar dichos fondos para la compra, por ejemplo, de joyas, vehículos y propiedades, gastar en ruidosas y ridículas fiestas y no pocos viajes,  como las odiosas malas lenguas chiclayanas pretenden hacernos creer. Sobre todo cuando afirman que ni siquiera dichas “inversiones” han sido para usted y su provecho directo, sino para su señorita amante. Rechazo tremenda injusticia, ni el más imbécil de los hombres podría hacer eso, no con tanto entusiasmo ni por tanto tiempo, en todo caso.

Sobre el penoso tema de las obras de saneamiento considero que tampoco es usted el culpable. Que las inmundicias de los intestinos de los chiclayanos discurran libremente sobre las pistas del centro de la ciudad, es culpa de quien los mismos chiclayanos señalan como su socio en las obras de saneamiento contratadas, un lustroso congresista de la región. Ese señor, que al decir de las mismas malas lenguas, se ha valido de testaferros para levantarse el presupuesto municipal es quien debe ser señalado y acusado por la población, aunque los señores del que una vez fue honorable poder judicial terminen, como siempre, limpiándolo de polvo y paja. Se le acusa además, injustamente, de que a usted le gusta construir las mismas pistas una, dos, tres y hasta cuatro veces seguidas, sin reparar que esta tampoco es su culpa, sino del “empresario” encargado de las obras sanitarias al que le revientan los desagües a cada rato, sin causa aparente, a no ser claro, que en lugar de cambiar las redes de tuberías solamente las estuviera parchando y bastante mal, por cierto. Se le  vincula a usted, además, con los malos manejos de la Beneficencia Pública, con la “realización” de proyectos inexistentes y decenas de casos de peculado, nepotismo, malversación de fondos, asociación ilícita para delinquir, extorsión y otras cosas más que la justicia no ha podido probar, ni podrá, solo Dios y usted saben por qué.

Se le acusa también del caos infernal en que se han convertido las calles de Chiclayo, por los mototaxis, los ticos siniestrados y vehículos de toda condición y estado que se pelean a bocina limpia la preferencia de despistados transeúntes, sin más norma de la de yo lo vi primero. No entienden sus acusadores que el inmenso corazón que usted posee lo ha motivado a recibir con los brazos abiertos a todos esos vehículos desechados de las otras ciudades del país, conductores sin licencia, ni educación mínima, incluidas. Es una maldad adicional eso de achacarle a usted que obliga, a los interesados de turno, a juntar bolsas dinerarias para otorgarles las licencias y autorizaciones respectivas.

Se le acusa, así mismo, de mantener a sueldo, con el dinero de los sufridos contribuyentes, a una gavilla de delincuentes que con directos argumentos de puño limpio tratan de convencer a sus detractores de que usted es una persona honesta y trabajadora y no el desalmado sinvergüenza que el 95 % de la población pretende hacernos creer que es. Considero más bien que dichas personas no son más que un grupo de desadaptados y renegados sociales, gente digna de lástima, que ha encontrado en usted a la persona que puede  ser el abanderado de sus justos reclamos a la sociedad que los rechaza y a la que, sienten ellos, hay que hacerle pagar dicha afrenta.

Lo que sí he notado señor alcalde, en mis esporádicas y muy cortas visitas a Chiclayo, y que se lo comento a manera de anécdota y le suplico disculpe usted la franqueza, es que a nivel urbanístico, calidad de vida, orden y principio de autoridad, la que fue reconocida como el emporio comercial del norte, se ha convertido en una chingana de mala muerte. Claro que también debo anotar que ninguna institución representativa de la ciudad había dicho esta boca es mía, salvo últimamente y en la medida en que los reclamos se han convertido en escandalosos repudios.

Le comento por último y para no abusar de su tiempo y, supongo, recargada agenda, que el pueblo chiclayano insiste en que usted ha decidido intentar  una segunda reelección y ya en esto no he podido aguantar la risa señor Roberto Torres. Tendría que ser un pobre imbécil quien, por más limitado que sea, no se hubiera dado cuenta de que en estos últimos ocho años, todo le ha salido muy mal y que, en honor a la verdad, tampoco existe una población tan estúpida que pudiera volver a elegirlo. ¿O usted cree que sí?

Muy Atentamente,

Enrique Odar Rojas
Chiclayano de Nacimiento
Limeño por Adopción
Ciudadano Libre por Decisión.

domingo, 6 de abril de 2014

Ciudadanos sin derecho a queja

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Se inicia otro proceso electoral municipal y las cosas pintan muy mal. En Lima metropolitana casi todos los alcaldes distritales en ejercicio quieren la reelección y algunos que ya tienen dos períodos o más en el cargo, aspiran a la alcaldía provincial. En lugar del respaldo ciudadano lo que en verdad merecen esos reiterativos candidatos, casi la totalidad de ellos, es una prolija auditoría y, más de los que imaginas, unas largas vacaciones a la sombra. Desde 1980 en que el presidente, don Fernando Belaunde Terry, restituye las elecciones municipales hasta la fecha actual ya deberíamos haber aprendido a elegir; 44 años equivocándonos creo que ya son suficientes. Tenemos una tara ciudadana muy grande, nuestro voto es emotivo y acomplejado, jamás racional e inteligente. Se vota por simpatías, por apariencias físicas, por apellidos, por partidos políticos, por productos muy bien marketeados,  por capacidades oratorias, jamás por programas de gobierno local o, mejor aún, por adecuadas políticas de gestión con la Visión de Ciudad, por delante, que queremos. Y es que hay cada caso clínico entre los electores. Existen los electores que sufren si no son tomados en cuenta, porque tienen mucho tiempo y pocos afectos; los que necesitan creer cualquier cosa, éstos son los partidarios de alma, corazón y vida;  los que ansían recibir regalitos y prebendas, porque aunque saben que son bagatelas necesitan comparar para ver quién es más buena gente; los que quieren un puesto de trabajo para él o sus entenados, porque no sirven para mucho o porque han adquirido más responsabilidades de las que su propia capacidad puede pagar; los que quieren sentirse ganadores votando por el que finalmente resulte electo y andan preguntando quién va primero en las encuestas amañadas de siempre para jurar que ese fue siempre su candidato; los que necesitan que se les indique por quién votar porque tú sabes más y yo no estoy para esas tonterías; existen, en suma, demasiados incapacitados racionales a quienes se les debería negar el derecho a votar. Pero sí pues, estamos en democracia y todos tienen el derecho a elegir o ser elegido, consagrado en nuestra constitución y, lamentablemente, gracias a esta premisa cualquier objeto, animal o cosa, con el suficiente apoyo monetario y el voto (irracional) ciudadano, puede hacerse de una alcaldía y convertirse en el nuevo reyezuelo de su distrito y jodernos los próximos cuatro años de vida en comunidad. 

¿Qué nos pasa por Dios? Empecemos por lo primero. ¿Te gusta cómo estás viviendo? ¿Es lo que querías, lo que mereces? ¿Está bien lo que ves, lo que escuchas, lo que hueles y sientes alrededor de tu vivienda? ¿Alrededor de tu familia? ¿Sabes lo que es desarrollo integral? ¿Lo que es calidad de vida? ¿Sabes que las autoridades que eliges son servidores incondicionales tuyos  y que su obligación responsabilidad y razón de ser, es brindarte la mejor ciudad posible para que tú y los tuyos vivan decentemente? ¿Sabías que tu voto es la única manera de garantizar que lo mencionado se cumpla? ¿No lo sabías? Con razón. Y ¿qué vas a hacer? Olvidemos el pasado, no te sientas mal, pero no vuelvas a cometer la misma estupidez. Casi todos aquellos a quienes has elegido se han burlado de ti, se han llenado los bolsillos, han hecho carrera política, han acomodado a los suyos y han desgraciado tu ciudad y todo, con tu anuencia y, lo peor, tu respaldo económico. Más de 1,800 alcaldes y alcaldesas, con excepciones, lamentablemente muy pocas, en el Perú, se vienen zurrando en nuestra confianza, en nuestras esperanzas, en nosotros y en nuestras familias. Un gran porcentaje de ellos por ignorancia, por falta de preparación y experiencia, por exceso de auto confianza, pero siempre por una desmedida soberbia y ansias de poder. Alcaldes con cuatro, ocho, doce, dieciséis y hasta veinte años de gestión han vaciado las arcas municipales y adquirido deudas a pagar, que tú tendrás que pagar, para los próximos veinte años o más, amparándose en la total autonomía económica y administrativa consagrada en la Ley Orgánica de Municipalidades, que en la práctica se ha convertido en una metralleta en las manos de un simio; han permitido crecimientos en densidad, asfixiantes y casi inhumanos, con la (callada) anuencia de los colegios profesionales; han desaparecido agradables espacios urbanos y bonitas áreas libres y verdes, con la ignorante participación de organismos estatales; han, en el mejor de los casos, dejado pasar oportunidades de desarrollo urbano adecuado con el desperdicio y malversación de  ingentes inversiones públicas y privadas, previo desmantelamiento de los otrora institutos y organismos metropolitanos de planificación y nos han confiscado, malamente, buena parte de nuestras vidas, esto último ante la peor cara de idiotas que hayamos podido poner. Y entonces ¿de qué te quejas?

Así que la responsabilidad y sus nefastas consecuencias, es tuya, mía, nuestra. ¿Quién crees que debería ser tu próximo (a) alcalde (sa)? ¿El más simpático, el más agradable, el que habla bonito, el hijo de buena familia, el candidato de tal o cual partido? ¿El que te da la mano, te regala cositas? ¿El que te dice que va a trabajar en seguridad ciudadana o mejoramiento de infraestructura porque ha detectado que ese son los principales problemas de tu distrito? ¿El que hace gala de poder y relaciones porque está gastando un dineral en la campaña? ¿El que te dice del saque que va a poner 200 cámaras de seguridad y poner más centros comerciales? Bueno pues, éste último es el peor, porque quiere empezar con un plan concreto, alborotado e interesado, cuando no ha determinado la VISION DE CIUDAD QUE SE REQUIERE, NECESITAS Y DESEAS y que, además va a entrar a devolver favores con licencias mal dadas o entregar concesiones y licitaciones a quienes le pagan las campañas. Al decirte que ya sabe lo que tu quieres y necesitas es que, en verdad, no tiene la menor idea de lo que hay que hacer realmente. Ese otro regalón y paternalista no ve las horas de vaciarte las arcas para cobrarse la inversión realizada. Ese bien parecido y empático empleará los próximos cuatro años de gestión, si es que le alcanzan, en aprender cómo se hacen las cosas. ¿Y entonces? Déjame decirte que la capacidad no tiene sexo, imagen, ni viene, necesariamente, de “buena familia”, ni de partido político bien posicionado. ¿Por qué no empiezas por escuchar y leer propuestas antes que mirar y ayudar a reventarle cohetes a alguien, haciendo de tonto útil en millonarias campañas? ¿No hay propuesta serias? ¿No las han publicado? Bueno pues, ninguno de tus candidatos vale un carajo y lo mejor que podrías hacer, si fueras consecuente, si tienes conciencia y no te gusta vivir como un pobre diablo, es no ir a votar.

Algo tienes que hacer. Alzarse de hombros ahora y levantar banderitas y cartelitos de vez en cuando no resuelve nada. Los grandes problemas nacionales han llegado a ese nivel cuando no hemos sabido resolver sus inicios en nuestro propio barrio, en nuestros propios hogares. Revisa cómo vives, chequea si tus hijos tienen conciencia cívica, si tu familia maneja los conceptos de identidad ciudadana y respeto a los demás, asegúrate de que tus yernos y nueras merecen entrar a tu hogar, conversa con tus vecinos, hazles saber cómo te gusta vivir, intercambia ideas y sueños, no pierdas la esperanza, convéncete que nadie te va a regalar nada. Asegúrate de hacer lo correcto en tu trato cotidiano con los otros vecinos, con la infraestructura y mobiliario urbano existentes, con tu medio ambiente. Si haces todo eso para qué diablos vas a necesitar un mesías en la alcaldía, bastará con un gerente visionario y un excelente administrador. Porque la ciudad la decides tú. Ya no es hora de quejarse, es hora de hacer lo que debiste hacer desde el principio, el poder está en tu voto.