domingo, 31 de enero de 2010

Informalidad y Desarrollo Comunitario

Cuando las cosas no están claras, en cuanto a derechos y responsabilidades ciudadanas, se suceden hechos que irremediablemente enfrentan a los vecinos, sobre todo cuando la autoridad no quiere asumir el papel que le corresponde, dejando para el final la decisión que menor costo político le signifique. Y no está bien. La convivencia en comunidad implica tantos derechos y satisfacciones como obligaciones y renuncias. No entenderlo así es ir acomodándose con la esperanza de que los otros no se den cuenta de que a mí me va mejor, pero porque a ellos les va más o menos.

Lo que está pasando en el distrito de Miraflores, nuevamente llama nuestra atención. Se ha armado un revuelo por la presencia de una señora que se dedica a la preparación y venta de anticuchos, muy ricos ellos, muy promocionados ellos, pero que se encuentran "literalmente en la calle". A cierta hora de la tarde, la señora Grimanesa, que así se llama la heroína callejera, se posesiona, alegre y libremente de un área pública y da inicio a una buena venta, mejor aún desde que al Midas de la gastronomía peruana se le ocurrió alabarla públicamente. A sí que le va mucho mejor, y eso debe darnos gusto, que se reconozca su trabajo y que de fruto, no estando en duda, su pasión y consecuencia para con un platillo tan limeño como callejero.

Hasta aquí todo bien. El problema es que la fisonomía urbana, los cambios de infraestructura, los tiempos personales, los apuros y tensiones, propios de una época moderna, son inexorables y no admiten medias tintas. O todos nos acomodamos y respetamos un código mínimo de conducta o la convivencia se hace imposible y se desparrama, oronda ella, la ley de la selva. Existen reglamentos, ordenanzas, resoluciones, autorizaciones, acuerdos, criterios, en fin, que dicen que nadie, sea cual fuere la situación, condición, necesidad o desgracia, puede posesionarse de un espacio público, expropiándolo para beneficio personal y menos, cuando las consecuencias, que de tal acción se derivan, acarrean molestias, sean éstas de índole físico (aglomeración peatonal y trastornos vehiculares), ambiental (emanaciones y olores), visual (mal aspecto y desorden urbano) y sonoras (ruidos y sonidos propios del comercio ambulatorio o callejero).

El permiso o autorización "temporal" se dio, cuando las condiciones y morfología urbana del entorno de la actividad en cuestión eran favorables o, en todo caso, no generaban rechazo. Pasado el tiempo, vencida la autorización, su renovación no procede, así de simple y bueno pues, con mucha pena la señora tiene que retirarse, pero ya. El asunto no es que primero hay que buscarle un lugar adecuado, porque no la podemos dejar sin piso o porque pobrecita todavía tiene nietos que mantener. No, la ley es una sola y su cumplimiento no tiene excepciones ni exoneraciones y menos, compadrazgos o favoritismos. Que de resultas de una propuesta de un grupo de vecinos querendones, buena gente ellos y mejores samaritanos, la señora y su boyante empresa se posesione de un lugar especial y adecuado, una alameda del sabor, un bulevar de la gastronomía peruana o un parque del anticucho y la panzita, sería algo grandioso; pero mientras tanto la señora debe retirarse de inmediato, sin dudas ni murmuraciones y sin necesidad de que la fuerza azul/negra (los municipales y serenazgo) carguen con ella y sus bártulos.

La evidente indiferencia, desidia o cálculo político, de la autoridad municipal, en el otro extremo, deja mucho que desear. Los oídos sordos son perjudiciales, máxime cuando parte de una comunidad clama por sus derechos conculcados o depuestos por una acción netamente personal, que reviste beneficio económico particular. Al margen de la actitud ciudadana que pareciera intransigente e inhumana existe un principio rector de las relaciones de convivencia de una comunidad: hay cosas que no se pueden hacer y nadie debe hacerlas. No aceptar esto es ser un anarquista, que no suena tan feo, pero que no es nada bueno, no si se quiere vivir en paz y junto y entre otras personas.

Nuevamente es la autoridad municipal la que desconoce sus funciones, patea decisiones, evita pronunciarse, permitiendo y, pareciera, azuzando enfrentamientos, por un caso que debió solucionarse al momento de hacerse público y evidente. Esto ya es más que un pecado y ya sabemos que el escándalo no se perdona, sobre todo en política y menos, al pie de las urnas.

domingo, 24 de enero de 2010

La Educación Municipal

Si no fuera porque su implementación está revestida por ese pensamiento barroco y casi paranormal de un Alan García, en su versión recargada de Luis XIV, la idea del Colegio Mayor de Lima, sería excelente. Y es que, en general, la educación pública en el país es mala, perdón, pésima; por una sencilla y lógica razón, a las autoridades de turno, del sistema que actualmente nos gobierna, no les conviene que la población esté convenientemente educada, porque empiezan los problemas, de toma de conciencia, de reclamos justos, de exigencias razonables, que el poder no está dispuesto a solucionar y menos conceder. Sí pues, la ignorancia no permite que la contra parte, es decir, la clase menos favorecida, tenga interlocutores bien formados y educados que llegada la hora, puedan pararle el macho a la clase dominante. Así estamos bien, tranquilos nomás. Fuera los anti sistema, los anti cristos del siglo XXI.

Se nos ha señalado hasta el hartazgo, que los niños forjan su mayor desarrollo neuronal durante los tres (3) primeros años de edad, período infantil en que la gran mayoría de la población se chupa las necesidades insatisfechas de su familia o, que incluso, participa del mercado laboral marginal, cargado en brazos, mientras sus progenitores piden limosna o venden ridículos productos a otra parte de la población, sin mejor argumento que el colabórame pues, mira que mi hijito no tiene para comer; pues bien, entonces si queremos una mejor población, honrada, trabajadora, con un desarrollo intelectual acorde a los retos del presente futurista, entonces ¿cómo es que no tenemos suficientes guarderías, centros de educación inicial, de estimulación temprana o, mejor aún, centros obstétricos con estimulación pre natal? Sí pues, el gobierno central y el apra tienen la culpa. Mentira. La culpa, la gran culpa, como en la oración del golpe de pecho, la tienen los gobiernos locales y la población, dizque organizada, en las juntas vecinales, que no ha dicho esta vela es mía, a sabiendas que el entierro no es ajeno, porque estamos velando nuestro propio futuro comunitario. Hay que ser ignorantes, en grado sumo, casi congresal, para no percatarse de que estamos dejando pasar el bus de la historia, más que la 148 de nuestro antiguo transporte público o el metropolitano actual, al no tomar las medidas necesarias para solucionar nosotros mismos el problema de la educación de nuestros hijos, nietos, entenados y hasta de los putativos, para que todos podamos vivir mejor y las nuevas generaciones, mucho mejor aún.

Da rabia, casi como de perro asesino de hortelano hambreador, que nadie se percate de que la educación es "la" responsabilidad de la propia comunidad, casi del barrio. Que solucionarla depende de las mismas señoras que se pasan horas en las puertas de los nidos, nacionales o particulares, conversando sobre los nuevos estilos de manicura francesa, para luego salir corriendo a preparar cualquier cosa antes de que salgan los chicos; o de las abuelitas, ahora bastante jóvenes y fuertes, que no encuentran mayor tema de conversación que los amores de la Juana o la Ruperta, que se ha levantado al hijo del dueño de la bodega o la peluquería; o de los señores, por ahora sin trabajo, pero con una buena pilsen en la mano, hablando sobre los robos de las autoridades municipales y sus viajes al extranjero a dejar la plata de nuestros impuestos, oiga usted; y los abuelos, también ahora jóvenes, que protegiéndose del sol rajan del sistema y de que en mis tiempos todo era mejor. ¿Has visto qué malcriados son los muchachos de ahora, pero bien aventados, no? Tengo un nieto que se pasa levantándole las faldas a las chiquillas y a las mayorcitas también; no le hace asco a nada el crápula bendito. Mira, mira, qué fuerte está la hija de doña Pancha y ¿cómo ve usted las elecciones de Octubre don Manuel?

Vamos a ver, pasando al tema, ¿Cuántas casonas o casas abandonadas hay en mi distrito?; en lugar de levantarme un par de esas casas, a través de mis testaferros mediante la prescripción adquisitiva de dominio no sería mejor, que como autoridad de mi distrito hiciera el mismo proceso, porque la ley me faculta a hacerme de dicha propiedad después de 1o años de abandono sin que nadie la reclame, en beneficio de mi propia comunidad, convirtiéndola luego con el auxilio de mis vecinos y las empresas que quieran aportar, en un linda escuela de educación inicial, primero, luego en un colegio, finalmente en una universidad, municipal y comunitaria? Ta, que da mucho trabajo. Sí pues, tanto como la responsabilidad de manejar los intereses, expectativas y sueños de una población que necesita más promotores del desarrollo como alcaldes, en lugar de administradores de la pobreza y eventuales levantadores de las cajas municipales.

¿Cuántas profesoras y profesores o auxiliares de educación tempranamente jubilados o desocupados, hay entre la población de mi distrito? ¿Cuántos de ellos estarían dispuestos a darle una nueva luz a sus vidas mediante la enseñanza efectiva, a cambio de una dieta o reconocimiento ciudadano? ¿Qué porcentaje del presupuesto que se va en asesores, amigos y amigotes de la alcaldía, podría dedicarse para este proyecto educativo? La verdad es que nadie se percataría de lo asignado a este nuevo rubro. Y entonces, ¿por qué no se hace, máxime si ya hay una ley sobre la municipalización de la educación? Es imperdonable que estemos más preocupados por piletas, lucecitas, pistas anchotas, puentes elevados, carteles que promocionan la labor municipal y sobre todo a su alcalde, en lugar de invertir y ocuparse seriamente de una de nuestras más grandes falencias, la ausencia de una política nacional educativa y, sobre todo, de una política municipal educativa, que es de responsabilidad directa de los vecinos y el clamor de una población infantil soslayada.

Implementar un colegio municipal, con becas y alimentación nutritiva parcial, costaría mucho menos que robarse, perdón, decir que se invierte en nuevos parques, plazoletas y bulevares. No es justo que los vecinos permanezcan impávidos ante la utilización de grandes presupuestos en cosas innecesarias, en gastos superfluos, partidas groseramente infladas, servicios sobre valuados, concesiones con plata bajo la mesa; mientras que servicios complementarios, pero tremendamente importantes, como la educación, permanezcan sin atención alguna. Tal vez sea por ignorancia, desconocimiento total, el que ningún municipio local se ocupe de este tema. Lo que pasa es que como sus enormes beneficios no se notan hasta años después, nadie está dispuesto a perder su cuarto de hora ( sus 4 años) en proyectos, obras e implementaciones que no le van a dar lustre a su gestión. Mientras estemos dirigidos por pobres diablos que no ven más allá de sus narices y su bolsillo, estamos perdidos. Ni el calentamiento global ni las crisis financieras del gran mundo nos han afectado tanto como la desatención a la educación de nuestros pueblos. La factura ya la estamos pagando, no solo con la vergüenza de aparecer en los últimos puestos en las encuestas internacionales sobre educación, si no por la clase de gente que está llegando a los puestos de poder y decisión de nuestro futuro inmediato. El Perú no ha terminado de joderse, cada día que pasa se jode más.

domingo, 17 de enero de 2010

La Municipalización de la Salud.

No sé si el señor Luis Castañeda Lossio, alcalde metropolitano, ha querido contribuir, efectiva y eficazmente por cierto, a solucionar el problema de salud en Lima y algunas ciudades importantes del país o, si ha querido jalar agua para su molino. De lo que sí estoy seguro es que se ha dado un gran paso para descentralizar y, sobre todo, humanizar la atención de la misma, a través de los llamados Hospitales de la Solidaridad, una alternativa seria y hasta rentable, a la catastrófica o, en algunos casos, inexistente oferta del seguro médico por parte del gobierno central. Pero, ¿es ésta una empresa Municipal?, ¿Es una empresa privada con dueños invisibles que ha sabido posicionarse en el, increíblemente grande, mercado de la salud en el país? Al parecer es una empresa mixta, de derecho privado, a la que deberíamos estar eternamente agradecidos, por llevar el cuidado de la salud a nuestras casas, a no ser por dos objeciones, lamentablemente válidas e importantes: el perfil escandalosamente político con el que se está manejando y la falta de respeto y consideración para con algunas de las comunidades en las que se ha ubicado hasta ahora.

A lo sucedido en Chiclayo, que en antojadiza ubicación, se ha interpuesto entre las viviendas existentes y su parque, pero eso sí, con frente a la avenida principal de ingreso a la ciudad; se añade lo que los promotores de estos hospitales han hecho en el distrito de Magdalena del Mar de Lima, que en abusivo acto de prepotencia han expropiado, con anuencia y en complicidad con la autoridad local, el parque principal a la comunidad, causando además, serios trastornos de vialidad y de recorrido peatonal. En ambos casos ha primado la "imperiosa necesidad" de colocar tremendos armatostes de fierro en la mejor ubicación, con una indebida profusión de carteles, de pésimo aspecto, promocionando la labor del señor alcalde metropolitano. ¿Era esa, señor Castañeda, la verdadera razón? Así lo parece. Se pudo, tranquilamente, en ambos casos, buscar una mejor ubicación. Y así estuvieran virtualmente escondidos, la población acudiría a buscar el servicio. Primó sin embargo la actitud efectista y el auto bombo. Como fuera, se felicita y agradece la inteligente iniciativa.

Ahora bien, no basta esta encomiable labor, que aunque responda a intereses muy personales, ha aliviado en parte esta carencia ciudadana; el cuidado de la salud, la prevención de enfermedades y la educación sanitaria, es mucho más. Es tener la seguridad de que no me voy a contagiar con algo malo, de que mis hijos pueden circular libremente por la ciudad sin estar pendientes de focos infecciosos; de que podemos tener acceso a medicamentos a precios asequibles, de que nadie me va a asustar con pandemias y virus mortales inventados, porque alguien necesita hacer grandes negociados con las trasnacionales de la salud. Saber que tengo postas bien atendidas en un radio adecuado de mi vivienda, que cuento con profesionales de la salud que me pueden atender las 24 horas, por teléfono o en persona; que las labores de parto, que son imprevistas, así como los accidentes, están cubiertos y muy bien atendidos. Y, no menos importante, que los ancianos de la comunidad, cuentan con un servicio permanente y de buen nivel, que bastante merecido se lo tienen.

¿Y qué hacemos? Tenemos dos claras opciones: esperar que al presidente de turno, en arranque populista y paternalista, nos regale una mejor cobertura de salud o tomar la sartén por el mango y ayudar a nuestras autoridades locales a crear nuestras empresas de la salud. Existen fondos en USA y Europa que hace tiempo esperan ser canalizados por acciones comunitarias para mejorar la calidad de vida de los ciudadanos; existen partidas de los gobiernos locales que algunas veces revierten al estado porque no se les ha usado a su debido tiempo y existe, por otro lado, una tremenda y deshumanizante centralización del aparato público que convierte en elefantiásica y por ello tremendamente ineficiente, cualquier labor que se le encargue. Es muy triste, por ejemplo, enterarse que ambulancias, hospitales de campaña, enormes lotes de medicamentos, todos ellos producto de donaciones internacionales, se pudren en las aduanas del país, por un exceso de celo burocrático o, mejor dicho, por poderosos intereses de que no podamos resolver por nuestra cuenta los problemas. Y es que la salud, al igual que la venta de armas, es un gran negocio de vida o muerte.

Crear un Sistema Municipal de Salud requiere de mucha capacidad, manejo organizativo, liderazgo poblacional pero, sobre todo, de una gran dosis de honradez y de no deberle favores a nadie. El mejor equipo de médicos, peruanos que se han visto obligados a salir al extranjero, podría estar a cargo de esta experiencia, mediante la subvención de sueldos decorosos por parte del PNUD, por ejemplo, en lugar de que esta institución le cubra el sueldo a los amigotes "asesores" del gobierno central por no hacer nada. Las colonias de peruanos residentes en el extranjero quisieran enviar donaciones a instituciones locales serias que verdaderamente contribuyan a mejorar la calidad de vida de sus familiares que han quedado en el país. Finalmente, además de laboratorios locales con conciencia y responsabilidad social que pueden brindar lotes de medicamentos genéricos a precios bajísimos, existe la medicina alternativa, que ya se aplica con éxito en los hospitales de Essalud. Entonces, ¿Qué nos detiene? Como siempre, la desidia y la falta de coraje para ir contra la corriente, contra el rumbo que nos señala un sistema al que le importa un pepino la salud de los ciudadanos y sí mucho el grosor de sus billeteras.

domingo, 10 de enero de 2010

La vivienda sí es un problema municipal

Eludir una responsabilidad tan importante como la de ayudar a resolver el problema de vivienda a los propios vecinos, es no entender la magnitud de la responsabilidad recibida como autoridad local. Cuando un alcalde y sus funcionarios afirman que dicho problema los rebasa, es que realmente sus capacidades andan por debajo de las expectativas y la confianza brindada y por ello se lo cargan al gobierno central, convirtiendo, lo que debería ser un tema de incumbencia local, en un problema nacional y, desde todo punto de vista, sin solución.

La base de una sociedad es la familia, en su seno se forman los futuros adultos, quienes tendrán la responsabilidad de manejar los destinos de su propia comunidad, entonces por qué es que la sociedad en su conjunto no se preocupa por resolver el problema básico de cada familia: el vivir cómoda y decentemente. Lo que sucede es que una vivienda implica más que 4 paredes y los servicios básicos. Además de buenos materiales y buen acabado se requiere de una buena ubicación, de áreas libres y zonas de recreación, de espacio para parqueo vehicular, con fácil acceso, con entornos físico y visual aceptables y, dentro de la vivienda, de un nivel adecuado de privacidad. No reconocer estas mínimas condiciones es aceptar como válidos e, increíblemente satisfactorios, los proyectos masivos de programas como Mi vivienda y similares.

Si se cree que solucionar el problema de vivienda pasa por hacer "propietarios" a todos los vecinos ya empezamos mal. Para vivir bien no se requiere, en modo alguno, adquirir una casa que, aunque a sabiendas de que no cumple con las mínimas expectativas, se encuentra al alcance de las posibilidades de la familia, que termina hipotecando su futuro por los próximos 25 o 30 años. Vivir bien es otra cosa, es tener acceso a unas condiciones habitables que me permitan desarrollarme como persona; y ello puede ser en la misma casita en la que me encuentro; previos arreglos, ampliaciones o modificaciones incluidas; en la segunda planta de la casa de mis padres o de mis suegros, que mueren por darme una mano para que viva mejor junto a mi propia familia; o finalmente, en una vivienda alquilada, que esté a mi alcance y "cubra mis necesidades". Todas las opciones anteriores son factibles y correctas si además la autoridad municipal de mi propia comunidad me ayuda a lograrlas.

¿Es, entonces, la solución del problema de vivienda una responsabilidad municipal?, ¿Puede mi Municipio hacerse cargo de la promoción inmobiliaria necesaria para que yo viva mejor? Si. Ahora bien, ¿Están capacitados las autoridades y funcionarios correspondientes para lograrlo?, ¿Pueden realizar diagnósticos y evaluaciones que culminen en verdaderos Programas Municipales de Vivienda? Pues parece que no. Es por ello que prefieren evadir la responsabilidad en lugar de reconocer las falencias y coordinar, no pedir y menos mendigar, el apoyo y la asesoría correspondientes.

Para empezar un trabajo eficaz y efectivo de eliminación definitiva del problema, hasta ahora insoluble, de vivienda, se requiere del reconocimiento y aceptación de que sin la participación efectiva de la población misma, no se puede. Se requiere además que la población reconozca y acepte que debe solicitar la ayuda y ajustarse a las soluciones. Se requiere de un liderazgo efectivo que deponga intereses personales y de grupos de poder, económicos y políticos sobre todo, en beneficio de las grandes mayorías. ¿Es tan difícil darse cuenta de que eliminando las paupérrimas e inhumanas condiciones de habitabilidad de nuestros propios vecinos, estaremos eliminado los caldos de cultivo del lumpen y del extravío social? No puedo arreglar y embellecer mi casa, preocupándome por tener una sala y comedor primorosos, si la cocina y el baño permanecen llenos de hongos y cucarachas.

La problemática habitacional no sólo debe ser encarada municipalmente, si no que ésta es su obligación moral y, aunque parezca mentira, es económicamente rentable. Su solución sentará las bases para el desarrollo sustentable y definitivo de cualquier comunidad. Los nuevos términos, prácticas y posibles empresas Municipales de Inmobiliarias, Empresas de Construcción, junto a Financieras e Instituciones Crediticias Municipales del sector inmobiliario, permitirán derrocar a bancos y financieras, que junto a promotores tradicionales y malos funcionarios y autoridades municipales, se han venido enriqueciendo a punto de vender "depas" de mala muerte a vecinos necesitados de mejorar su calidad de vida. A la inexistente Asamblea Metropolitana de Alcaldes de Lima, que debió contar con el apoyo y el liderazgo del alcalde provincial, le correspondía esta responsabilidad como tarea principal.

domingo, 3 de enero de 2010

El desarrollo es responsabilidad municipal

Vivir bien, decentemente, digamos casi como un ser humano, es una tarea que jamás ha sido encarada en la forma debida, ni aún por los propios interesados. Quienes deberían actuar directa y decididamente en la identificación y solución de los problemas rehúyen siempre a su obligación, amparados en la ignorancia y casi complicidad de quienes los padecen. En la era de la inclusión y la responsabilidad social, nadie quiere hacerse cargo de un tema que atañe a la comunidad en su conjunto. Quienes viven mal, quienes son considerados y se consideran a sí mismos marginales, constituyen el lastre que impide nuestro desarrollo. No me explico cómo una familia que cría a sus hijos en tugurios, sin servicios básicos y dentro de la mayor promiscuidad posible, ni hablar de servicios complementarios como salud y educación, pueda luego pretender hijos trabajadores y miembros destacados de su comunidad. Este es el verdadero problema. No hay que ser buenos, solidarios o populistas, lo que pasa es que si no ayudamos a solucionarle el problema a los demás, si no compartimos desarrollo, estamos creando una sociedad paralela, un grupo humano que siempre estará ahí, recordándonos su exclusión y esperando la menor oportunidad, se entiende por qué, para cobrarnos el pequeño olvido.

Cuando una comunidad genera desarrollo, crece, se hace propaganda y atrae más y nueva gente. Dentro de los que llegan hay dos tipos de personas, los que vienen para hacer algo y los que llegan a sacar algo. Si nos agarran sin planificación, sin un proyecto integral de desarrollo, entonces ya perdimos. No se trata de cerrar fronteras, de marginar familias, de encerrarlas en ghetos, de arrojarlas a cerros o arenales. Se trata de hacer que lo que producimos nos alcance, que la distribución sea justa y equitativa y que todos se ayuden para mejorar al grupo en su conjunto. No hay que ser comunista ni siquiera buen samaritano, se trata de reconocer que para que todo marche como se debe, todas las piezas deben funcionar, la inclusión y la comunicación deben ser plenas y , sobre todo, las cabezas, las autoridades en ejercicio, deben ser lo suficientemente capaces para ser verdaderos promotores del desarrollo de la comunidad de la que han recibido toda la confianza y, mensual y puntualmente, un cheque nadita despreciable.

Será que ocuparse de las personas no da tantos réditos públicos y políticos y, en algunos casos, económicos, como el presentar una ciudad moderna, con toda la tecnología de punta, con más autos, muchas más enormes pistas, celulares y antenas parabólicas, que aunque no brindan felicidad producen una sensación temporal que se le parece bastante. Es mucho más fácil manejar un rebaño de viejas alharacosas y viejos jubilados de pensamiento, al margen de la edad y condición de cada uno de ellos, que el representar a una comunidad de seres humanos pensantes que, de conocer ampliamente sus derechos y obligaciones ciudadanos, podrían exigir lo que les corresponde y merecen. Qué difícil y aburrido, ¿No? Habría que dedicarse a morir al encargo recibido y no pues, cansa mucho.

Gerenciar una ciudad es detectar, en primer lugar, dónde están los puntos débiles, las carencias, las metas no cumplidas, los objetivos no alcanzados, no para repartir culpas si no para enmendar rumbos y encontrar las soluciones. La sustentabilidad de un proyecto de desarrollo se asegura en el tiempo; con seriedad, desprendimiento y entrega total de quien asumió la responsabilidad.
Antes que pistas, relucientes flotas de vehículos, grandes edificaciones y mobiliario urbano futurista, se requiere de seguridad económica para todos los miembros de la comunidad, proveniente de un trabajo propio y estable; garantía de una buena educación, de una cobertura total y universal de salud, de seguridad física y sicológica, de recepción adecuada y extensiva de los servicios complementarios y de la realización plena, personal y familiar, dentro de la comunidad en la que hemos elegido o nos ha tocado vivir. Hasta ahora, los pesimistas, los incapaces y quienes no ven más allá de sus narices piensan que lo mencionado escapa a las atribuciones y obligaciones de un gobierno municipal; precisamente éso es lo nos mantiene en el sub desarrollo. El alcalde y sus regidores encabezan el GOBIERNO LOCAL, aquel que debe hacerse cargo de todos los problemas de su comunidad. No entenderlo así es retroceder, involucionar hasta desaparecer.

¿Por qué los ciudadanos no toman debida cuenta de que si han elegido al más capaz para manejar y gerenciar su comunidad, que es más que sólo administrar, no pueden luego, exigirle el cumplimiento de las obligaciones contraidas? ¿Será que no les interesa vivir mejor, como gente? Puede ser, al menos así lo parece.