domingo, 17 de enero de 2010

La Municipalización de la Salud.

No sé si el señor Luis Castañeda Lossio, alcalde metropolitano, ha querido contribuir, efectiva y eficazmente por cierto, a solucionar el problema de salud en Lima y algunas ciudades importantes del país o, si ha querido jalar agua para su molino. De lo que sí estoy seguro es que se ha dado un gran paso para descentralizar y, sobre todo, humanizar la atención de la misma, a través de los llamados Hospitales de la Solidaridad, una alternativa seria y hasta rentable, a la catastrófica o, en algunos casos, inexistente oferta del seguro médico por parte del gobierno central. Pero, ¿es ésta una empresa Municipal?, ¿Es una empresa privada con dueños invisibles que ha sabido posicionarse en el, increíblemente grande, mercado de la salud en el país? Al parecer es una empresa mixta, de derecho privado, a la que deberíamos estar eternamente agradecidos, por llevar el cuidado de la salud a nuestras casas, a no ser por dos objeciones, lamentablemente válidas e importantes: el perfil escandalosamente político con el que se está manejando y la falta de respeto y consideración para con algunas de las comunidades en las que se ha ubicado hasta ahora.

A lo sucedido en Chiclayo, que en antojadiza ubicación, se ha interpuesto entre las viviendas existentes y su parque, pero eso sí, con frente a la avenida principal de ingreso a la ciudad; se añade lo que los promotores de estos hospitales han hecho en el distrito de Magdalena del Mar de Lima, que en abusivo acto de prepotencia han expropiado, con anuencia y en complicidad con la autoridad local, el parque principal a la comunidad, causando además, serios trastornos de vialidad y de recorrido peatonal. En ambos casos ha primado la "imperiosa necesidad" de colocar tremendos armatostes de fierro en la mejor ubicación, con una indebida profusión de carteles, de pésimo aspecto, promocionando la labor del señor alcalde metropolitano. ¿Era esa, señor Castañeda, la verdadera razón? Así lo parece. Se pudo, tranquilamente, en ambos casos, buscar una mejor ubicación. Y así estuvieran virtualmente escondidos, la población acudiría a buscar el servicio. Primó sin embargo la actitud efectista y el auto bombo. Como fuera, se felicita y agradece la inteligente iniciativa.

Ahora bien, no basta esta encomiable labor, que aunque responda a intereses muy personales, ha aliviado en parte esta carencia ciudadana; el cuidado de la salud, la prevención de enfermedades y la educación sanitaria, es mucho más. Es tener la seguridad de que no me voy a contagiar con algo malo, de que mis hijos pueden circular libremente por la ciudad sin estar pendientes de focos infecciosos; de que podemos tener acceso a medicamentos a precios asequibles, de que nadie me va a asustar con pandemias y virus mortales inventados, porque alguien necesita hacer grandes negociados con las trasnacionales de la salud. Saber que tengo postas bien atendidas en un radio adecuado de mi vivienda, que cuento con profesionales de la salud que me pueden atender las 24 horas, por teléfono o en persona; que las labores de parto, que son imprevistas, así como los accidentes, están cubiertos y muy bien atendidos. Y, no menos importante, que los ancianos de la comunidad, cuentan con un servicio permanente y de buen nivel, que bastante merecido se lo tienen.

¿Y qué hacemos? Tenemos dos claras opciones: esperar que al presidente de turno, en arranque populista y paternalista, nos regale una mejor cobertura de salud o tomar la sartén por el mango y ayudar a nuestras autoridades locales a crear nuestras empresas de la salud. Existen fondos en USA y Europa que hace tiempo esperan ser canalizados por acciones comunitarias para mejorar la calidad de vida de los ciudadanos; existen partidas de los gobiernos locales que algunas veces revierten al estado porque no se les ha usado a su debido tiempo y existe, por otro lado, una tremenda y deshumanizante centralización del aparato público que convierte en elefantiásica y por ello tremendamente ineficiente, cualquier labor que se le encargue. Es muy triste, por ejemplo, enterarse que ambulancias, hospitales de campaña, enormes lotes de medicamentos, todos ellos producto de donaciones internacionales, se pudren en las aduanas del país, por un exceso de celo burocrático o, mejor dicho, por poderosos intereses de que no podamos resolver por nuestra cuenta los problemas. Y es que la salud, al igual que la venta de armas, es un gran negocio de vida o muerte.

Crear un Sistema Municipal de Salud requiere de mucha capacidad, manejo organizativo, liderazgo poblacional pero, sobre todo, de una gran dosis de honradez y de no deberle favores a nadie. El mejor equipo de médicos, peruanos que se han visto obligados a salir al extranjero, podría estar a cargo de esta experiencia, mediante la subvención de sueldos decorosos por parte del PNUD, por ejemplo, en lugar de que esta institución le cubra el sueldo a los amigotes "asesores" del gobierno central por no hacer nada. Las colonias de peruanos residentes en el extranjero quisieran enviar donaciones a instituciones locales serias que verdaderamente contribuyan a mejorar la calidad de vida de sus familiares que han quedado en el país. Finalmente, además de laboratorios locales con conciencia y responsabilidad social que pueden brindar lotes de medicamentos genéricos a precios bajísimos, existe la medicina alternativa, que ya se aplica con éxito en los hospitales de Essalud. Entonces, ¿Qué nos detiene? Como siempre, la desidia y la falta de coraje para ir contra la corriente, contra el rumbo que nos señala un sistema al que le importa un pepino la salud de los ciudadanos y sí mucho el grosor de sus billeteras.

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