lunes, 12 de abril de 2010

Desaciertos municipales en Miraflores

Nuevamente debemos ocuparnos de la Municipalidad de Miraflores. Ahora, por el controvertido proyecto del Museo de la Memoria, propuesto, aceptado y decidido en solitario, por el señor alcalde miraflorino, Manuel Masías. Vamos a ver, aquí hay algunos puntos previos que no admiten opinión, dudas ni murmuraciones. Un proyecto de las características del mencionado solo cabe en una ubicación de acceso libre, con espacios circundantes abiertos y receptivos, como un parque o un complejo de mayor envergadura, por ejemplo, jamás en una zona de acceso peatonal difícil y junto a vías de mediana carga vehicular, por referirnos a la ubicación. Pero también hablemos del impacto ambiental social, es decir lo que dicho proyecto implica respecto de actividades conexas y previsibles, para referirnos a su compatibilidad con la normatividad y los usos urbanos requeridos; finalmente, al hecho de haber sido una propuesta, que en forma inconsulta le salió del forro al señor alcalde. Si a ello agregamos que el terreno graciosamente ofrecido por la autoridad municipal para este fin, había sido originalmente señalado para una actividad cultural local, tenemos un caso evidente de querer torcer la voluntad ciudadana. Se burla un acuerdo, se festinan trámites, se toman decisiones en forma absoluta y autoritaria y se cambian los usos del suelo urbano, con evidente signo y requerimiento político, para quedar bien con alguien que con seguridad, no es el vecino. Oiga usted, señor alcalde, quien lo puso en el sillón municipal lo contrató para que cumpla usted con la voluntad del contratante, para que sea usted el promotor del desarrollo integral y para que todos, sin excepción, puedan vivir mejor cada día; de ninguna manera se pensó en que usted sacaría los pies del plato y trataría de hacer lo que le apuntara su bien peinada testa.

No está en discusión si los vecinos de Miraflores, por un asunto de extracción de clase y postura intransigente se oponen a un proyecto como el señalado; se trata del respeto al ciudadano y a su voluntad ya manifestada. Usted sabía que este tema era espinoso, que traería cola y sin embargo se embarcó en al asunto. Su razón habrá tenido. Pero las consecuencias, señor alcalde son mucho más peligrosas, onerosas y sin marcha atrás, como en otros casos en que usted la embarró y ha podido salir más o menos limpio. Hagamos memoria. Prometió usted al dueño del restaurante Central que nada iba a pasar, que ya todo estaba manejado y que probablemente la gente terminaría por aceptar la apertura de dicho local en un lugar indebido. Bueno pues, usted se equivocó, se armó el chongo y usted tuvo que mirar para otro lado, alzarse de hombros, recular en su decisión, retirar la palabra empeñada y ya está. Aparentemente nada pasó. Claro, la tremenda pérdida de dinero del inversionista, el mal rato de los vecinos y el hecho de que el propietario no se iba a quedar con los brazos cruzados y ahí está el tremendo embrollo legal que se ha armado. Ciertamente, ese ya no es su problema señor alcalde. Se negó usted, por otro lado, a autorizar la tradicional feria del libro en Miraflores, así que los libreros tuvieron que mudarse a otro sitio y nada pasó. Salvo, otra vez, el mal rato de los vecinos y seguidores de eventos como este, el fracaso económico de la feria en la otra ubicación y sí pues, ese tampoco es su problema. Ahora, con los brazos cruzados en la espalda, la cabeza gacha y el puchero en la cara dice usted, realmente sin decirlo, que se equivocó y que ya pues, que vuelvan al parque central, pues hasta los numerosos gatos que allí habitan están de acuerdo y de paso como que tienen en qué entretenerse.

Se equivocó usted tremendamente con los malditos de Larcomar, con los músicos espontáneos y medio calatos, con los skaters bullangueros. En estos dos últimos casos debo reconocer, sin embargo, que tampoco hay derecho de hacer lo que a uno le apunta su regalada gana, pero hay formas señor alcalde, las democráticas sobre todo, esas que dictan las buenas maneras y la inteligencia social para manejar las posturas de cierta parte de la ciudadanía a la que hay que hacerla entender, pero sin palos ni clavos, señor alcalde. Demasiados errores para una sola gestión. Su desbordante afán por hacer muchas cosas a la vez, probablemente para hacerse notar, le han jugado una mala pasada. Pero volviendo al tema principal, no puede usted, señor alcalde, obligar a una población, a aquella cuya voluntad juro usted respetar y hacer cumplir, a someterse a sus muy particulares formas de ver las cosas. Lo que usted piense y sienta, su moderna y liberal forma de ver la cosa pública, debe estar subordinada a lo que los ciudadanos quieren, piensan y desean. Esa es la esencia de un gobierno municipal, de una verdadera gestión municipal. Lo otro es comportarse como latifundista, como dueño y señor de estas tierras, en donde el que manda soy yo y aquí se hace lo que yo digo. En otras partes se usan burros para quien se atreve a pensar así. No vaya a ser que le faciliten, señor alcalde, tan vergonzoso transporte a pocos meses de culminar su gestión. Mejor trate de irse en paz, señor alcalde.

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