domingo, 14 de febrero de 2010

Tercera edad: invalorable capital humano.

Cuando los municipios locales aducen que no han podido cumplir con determinada tarea o función por no contar con el personal adecuado, surge la pregunta: ¿En la búsqueda del funcionario ideal han obviado el requisito de la edad máxima?; ¿Han priorizado capacidad y experiencia en lugar de "idoneidad" para el cargo? Pues si no lo han hecho, deberían. Existe un ridículo prejuicio sobre la edad de las personas. Se asocia rendimiento a juventud. Si se tratara de bajar y subir escaleras a velocidad impresionante, si se tratara de aguantar la mayor cantidad de horas frente a una PC pergeñando escritos que luego deben ser corregidos, o mal atendiendo a los ocasionales clientes o visitantes, entonces sí pues, los jóvenes son los elegidos. Pero si hablamos de calidad en el trabajo, de aguantar menos, pero producir más, de madurez y mejor trato a los demás, entonces los mayores de 50, o 40, son los ideales. Cuando la expectativa de vida era mucho menor que ahora, la gente se moría a los 40 0 50 años, entonces cabía la frase de Gonzáles Prada, "Los viejos a la tumba, los jóvenes al poder", pero en estos tiempos en que los períodos de maduración son mucho mas largos, que la expectativa de vida se sitúa sobre los 80 y hasta 90 años de edad, ¿Qué caso tiene sentar a los que han llegado a la cumbre de la producción y la creatividad, hacerlos a un lado y reclutar a los jóvenes, a quienes dicho sea de paso les falta un bastante, salvo excepciones, para poder llegar a su mejor punto de producción de calidad.

La formación de un buen profesional que jamás ha dejado de actualizarse y que se ha educado en virtudes y valores en verdad no termina con el tiempo. Es de constante superación. Cortar carreras y cabezas por el prurito de la "edad avanzada", es un grave error. Por un lado se desaprovecha el invalorable capital humano, perdiendo profesionales de mayor nivel y por otro lado se condena a los mayores, por culpa de la edad, a pasar a la calidad de paquetes o muebles en desuso, negándoles la oportunidad de ser útiles a la sociedad. Y eso es una estupidez y una injusticia, por decir lo menos.

Sí pues, pero ellos se mueven lento, escuchan menos y ven poquito. La verdad, para gran parte de las actividades municipales, las deficiencias señaladas no son grandes obstáculos para desempeñar un trabajo eficiente y digno. Tienen la flexibilidad y la comprensión necesarias para no convertir una tarea municipal en maldita, por ejemplo. Son lo suficientemente confiables y honestos como para encargarles supervisiones, verificaciones y levantamientos de información relevantes para el mantenimiento de catastro, el control y supervisión de las líneas de transporte, la preparación y verificación de presupuestos participativos y las cuentas claras de los municipios y, como estas otras tantas tareas que costarían menos, serían realizadas en el tiempo correcto y, sobre todo, estarían bien hechas.

Trabajar medio o tres cuarto de tiempo, es decir 4 a 6 horas por día, como máximo, recorrer la ciudad, desempeñar labores de vigilancia ciudadana, revisión de videos de seguridad, redacción de informes a la ciudadanía sobre el manejo y la gestión municipal, elaborar perfiles de proyectos de desarrollo socio económico, redactar iniciativas de ley, propuestas a los ciudadanos para mejorar su cultura ciudadana, diseñar y redactar revistas municipales de concientización ciudadana, dirigir clubes de lectura, dictar charlas, conferencias magistrales, seminarios y cursos extensivos sobre ciudadanía, responsabilidades y derechos ciudadanos, son algunas cuantas de las miles de tareas que los mayores de nuestros distritos podrían realizar, dignificando su tiempo, recibiendo un suplemento a su propia manutención y, sobre todo, demostrando que la edad, cuando se recibe con dignidad y aplomo es la mejor maestra para los demás.
Debemos tener en claro que los miembros de la mal llamada tercera edad son personas con todos los derechos y obligaciones como cualesquier ciudadano, solamente que llegaron un poco antes que nosotros y, en parte, por ello, merecen todo nuestro respeto y consideración. Y definitivamente, el taichi y los clubes de baile son buenos, pero no son lo que nuestros mayores esperan y se merecen. Máxime si lo que de ellos podemos obtener tiene carácter de ilimitado.

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