domingo, 27 de diciembre de 2009
La Gestación de una campaña electoral
domingo, 20 de diciembre de 2009
Navidades Municipales
domingo, 13 de diciembre de 2009
A los señores Regidores Municipales
domingo, 6 de diciembre de 2009
Oiga usted señor alcalde metropolitano
domingo, 29 de noviembre de 2009
Los contenedores de la Solidaridad
¿Qué pasa cuándo es la "autoridad" la que violenta o desconoce las leyes y se zurra olímpicamente en la comunidad que le otorgó el poder? Lo sucedido en el distrito de Magdalena del Mar de Lima, con la expropiación del parque Túpac Amaru a favor del proyecto Hospital de la Solidaridad es muy triste, porque implica la renuncia del ciudadano, sea por ignorancia, omisión o desidia, a su derecho de participar en las decisiones que tengan que ver con cambios drásticos en la forma de vida de la propia comunidad, en la alteración de la infraestructura y del entorno y en la pérdida de la identidad urbana.
Todo empezó un par de meses antes, cuando el ya de por sí alterado ambiente que rodea el parque principal del distrito, se vio invadido por la presencia de pesados contenedores, vacíos ellos, horribles ellos, totalmente desubicados ellos, depositados sobre plena pista del jirón Leoncio Prado, entre los jirones Grau y Bolognesi, anulando un carril de esta importante vía por donde transitan numerosas unidades de transporte público y frente a la iglesia principal del distrito. Los transeúntes que atravesaban normalmente el parque se vieron obligados, debido a las obras que acompañaban a tremenda invasión, a caminar por la pista, pegados a semejantes armatostes, todos calladitos y en fila india.
domingo, 22 de noviembre de 2009
Restaurante Central de Miraflores, Ciudadanía y Gestión Municipal.
Un triste pero aleccionador hecho se acaba de producir dentro de la normalmente tranquila comunidad del distrito de Miraflores en Lima. Un restaurante de primer nivel que había sido ubicado, ambientado y equipado en donde no debía, ha tenido que cerrar luego de seis meses de inaugurado, por disposición municipal, o más bien, por la presión ejercida por los propios vecinos. Lo singular del asunto es que un inversionista ha realizado toda una labor de remodelación, ¿a escondidas?, sin que nadie intervenga, hasta terminar totalmente, equipar y decorar a todo dar, inaugurar y ponerse a trabajar como si nada. Claro, hasta que alguien, maldito metiche, hizo el escándalo y la municipalidad tuvo que aceptar que mayormente desconocía, pero que sí pues, eso no se podía hacer. Habrase visto.
Al parecer, es verdad que el señor alcalde del distrito, por ignorancia o soberbia se excedió en sus funciones y prerrogativas y, sin mayor empacho, como todo reyezuelo, le dijo al inversionista, que se había tomado el trabajo de consultarle, claro ni tonto, no iba a arriesgar tremenda cantidad de dinero y pensando, por supuesto, que lo que dijera el alcalde era, por costumbre y realidad, la última palabra y nadie podría objetarlo después, que sí señor, que no se preocupe, que todo estaba bien, que ya verían más adelante lo de la zonificación y que muchas gracias por invertir en "mi" distrito.
Aquí tenemos el aspecto más importante, un alcalde no es dueño y señor de nada, salvo de su trabajo, de sus obligaciones y responsabilidades y, claro, del atractivo sueldo que le pagan los propios ciudadanos a través de sus tributos; y su actuación está regida y totalmente dispuesta por una ley orgánica de municipalidades y jamás puede excederse en sus funciones, no sólo porque ello está penado por ley, si no, porque la comunidad, en teoría, podría determinar la vacancia de su cargo, es decir, mandarlo a su casa.
Todo local comercial, un restaurante lo es, que se pretenda abrir en un determinado lugar, debe primero contar con el visto bueno de la oficina municipal correspondiente. Es muy importante determinar si la zonificación permite el giro del negocio, si se cuenta con los accesos necesarios, los estacionamientos requeridos, si el ancho de la vía sobre la que abre dicho local es el adecuado, si el área del local y el número de comensales que se proyecta atender no supera los niveles de uso del suelo urbano, para el terreno sobre el que piensa habilitarse dicho local. Solo un loco o alguien acostumbrado a zurrarse en la normatividad y el respeto a los demás podrían aventurarse, vía el caballazo y los amigotes oficiales, en una empresa que está condenada a una muerte segura. Supongamos que se cuenta con un "Certificado de Parámetros urbanísticos", así se llama el documento inventado por las municipalidades para obtener recursos a costa del contribuyente, positivo, es decir que indica expresamente que en tal local, terreno o ubicación se puede abrir un negocio como el solicitado, entonces y solo entonces se puede pasar a una segunda parte. Si en donde se va a abrir el negocio, en este caso un restaurante, es actualmente una casa, un terreno desocupado o lo que fuera, se requiere de cierto acondicionamiento especial, dado el giro, el nivel y la proyección del negocio, entonces, sí ó sí, dicha solicitud y proyecto deben pasar por la comisión revisora del Colegio de Arquitectos, que no es totalmente autónoma, si no que está dirigida, monitoreada y fiscalizada por la propia municipalidad que tiene como miembro, con voto dirimente, a su director o gerente de obras. Al implicar una remodelación y/o ampliación, definitivamente tal obra debe ser supervisada por la autoridad municipal, con la aprobación de la comisión mencionada. Supongamos que el inversionista, cara dura él, luego de consultar con los funcionarios correspondientes y recibir un terminante no como respuesta, buscó al alcalde le habló bonito, lo convenció de alguna forma y siguió con su proyecto, bajo la premisa de que "donde manda capitán no manda marinero". Si fuera el caso, jamás se podría negar responsabilidad municipal directa en el hecho.
Lo que sigue en este cuento no es más que el ejercicio de la potestad del derecho ciudadano a levantar la voz, a reclamar y a exigir que las cosas no se salgan de cauce y nadie se permita hacer lo que la norma prohíbe. Norma que nace del acuerdo vecinal, del establecimiento de las condiciones de convivencia, de un acuerdo comunal expreso. Que se mencionen intereses subalternos, envidias, intenciones de figurar, de lanzar candidaturas futuras, o de competencia mal sana es irrelevante. Se ha trasgredido la ley, se ha actuado con conocimiento de la falta y, hasta ahora nadie lo ha mencionado, se ha agredido a la tranquilidad ciudadana y se le ha faltado el respeto a la comunidad. Sí pues, pero aunque la ley dice que basta con volver las cosas a su estado original y pagar una multa determinada, para hacer como si nada hubiera pasado, hay una fuerte inversión que se ha ido al tacho y que no se podrá recuperar. La verdad es que la autoridad municipal ha participado en este caso, por omisión de funciones, algún mal pensado dirá que hasta por colusión y por ello tendrá que ver cómo se las arregla civil o penalmente con el inversionista y moralmente con sus vecinos.
Este caso, en cuyo análisis y evaluación objetiva no debería para nada permitirse se filtren intereses, justos o no, de terceros, como es el caso de los empleados contratados que se quedan sin trabajo y los sibaritas que se quedan con las ganas, porque dicen que el restaurante era de los mejores, tiene un sólo final posible, el restaurante debe irse con su música y sus platos a otra parte. Y pensar que todo esto pudo haberse evitado si la autoridad actuara como debiera y los ciudadanos supieran que nada de lo que pasa en su distrito les es ajeno. Es una pena, pero es una gran lección. Lo importante es que nunca más se repita.
domingo, 15 de noviembre de 2009
Política y Elecciones Municipales
¿Qué ha hecho que los dedicados a la política como forma de vida, se hayan vuelto tan desenfadados y que se expongan sin reparos? Antes la palabra lobbysta era casi un recordatorio materno dicho con mala leche, hoy es casi una profesión. A nadie le huele mal que una caterva de enternados y bien vestidas damitas toquen las puertas de las autoridades, las inviten a almorzar, a cenar, las citen a sus suites, les hagan regalos, aceiten personas como si nada, se hagan amantes, antes o después del faenón; en fin, que justifiquen los medios a traves de los resultados. ¿Qué nos pasa por Dios? La globalización no es estupidización, la modernidad no es desverguenza manifiesta; en ningun sitio dice, por otro lado, que para estar al día hay que "votar a ganador", si la prensa dice que no tienes opción mejor te vas borrando, y ya que tu partido no está en nada, porque no puedes mermelear ni pagar hartos publi cherris, entonces no pierdas plata hijito y dedicate a la cocina; a Gastón le está yendo bastante bién. Vamos por partes porque después te atoras. Centrémonos en lo que es una elección municipal. Aquí empieza todo. En el Perú las elecciones municipales se dan cada cuatro años, para elegir al mejor postulante para hacerse del trabajo de promotor del desarrollo, de generador de mejor calidad de vida, de administrador de potencialidades que pueda sacar adelante mi distrito y lo marquetee como un producto de primera, que pueda recibir gran inversión y que sea ejemplo urbano del buen vivir. Claro, si usted, como muchos la verdad, cree que se vota para elegir a un vecino distinguido que se vea bonito en pantalla y en periódico, entonces estamos fritos y que Dios nos coja confesados, comulgados, bien comidos y con siesta encima. Porque así, ya fuimos. No, señoresy señoras, a quien elegimos, a quien deberíamos elegir, es a la persona más preparada para hacer de mi distrito un buen lugar para vivir, en donde me sienta realizado y alcance mi desarrollo personal y familiar. Lo demás, como dicen las personas distinguidas, son puras cojudeces. Bien y entonces ¿porque no vamos al grano? ¿Qué tiene que ver tanta cantaleta con eso de la política, los partidos políticos y las elecciones municipales? Permítame explicarle, como buen vendedor de línea fija de Telmex. En la política se refugian, normalmente y salvo las excepciones de los dedos de mis extremidades, sin considerar los pies, una tanda de incapaces, ineptos, hijos de apá, ahijados del amigo de mi amá, hasta vagabundos y discapacitados mentales, que consiguen buen dinero para que como sea, pueda hacerme de la alcaldía. ¿No viste que da caché, da amigotes en el poder de turno y sobre todo, te cae tu sencillo para lo que quieras?
Ahora resulta además, que los salvadores, que no son políticos tradicionales, pero que tienen los dientes, las garras y todo grande, como el lobo de la caperucita, los llamados "outsiders", o sea los que vienen de afuera, deben ser considerados, no por sus capacidades y condiciones morales, sino porque usando las mismas o peores tretas a las que el "sistema" nos tiene acostumbrados, deben, digo, ser tomados en cuenta y darle pelea a los antipáticos de siempre. Ya pues. Eso tampoco es garantía de nada, salvo, claro está, de más de lo mismo. Un "outsider", es un cuco que se muere por ser un "insider" pero se presenta como "una persona totalmente diferente" y cuando está dentro se levanta, igual que los otros, lo que sea. He aprendido a desconfiar de la politica, de los políticos, de las medidas y posiciones políticas, de las decisiones concertadas, de los acuerdos colegiados y todas esas idioteces que se han inventado para encubrir que mi grupo y yo, o sea, yo y mi partido queremos marcar aca nuestro territorio y si te descuidas hasta te hacemos soltero por abandono. Ya no podemos seguir asistiendo impávidos e indolentes al triste espectáculo de ver cómo se levantan las rentas municipales y a que hagan de las municipalidades residencias particulares, con chacha cama adentro y de donde saquen hasta para el diario de la principal y del canal dos, así como para la comida de las mascotas, que no son precisamente hamsters. Mi deseo adelantado, de navidad y año nuevo 2010 será para que en las próximas elecciones municipales, aunque no aprendamos a votar, al menos no votemos por votar. Que más que un vómito nuestro voto sea racional, casi inteligente. Dios así lo quiera.
domingo, 8 de noviembre de 2009
Las otras tasas municipales
Primero, ¿por que la señora, que nos mira despectiva detrás de su cafecito y sanguche con jamonada, nos dice que regresemos al día siguiente por la firma de su jefezaso que está detrás de la pared en que ella recuesta su anatomía?, firma cuya única importancia radica en la que la señora empleada municipal le da, que además luego debe ser avalada por el sub gerente y finalmente por el gerente para mezclarse con el montón de solicitudes similares que esperan el regreso de los sufridos vecinos para decir, otra empleada, esta vez con gaseosa y chancay en la mano, que le faltó adjuntar la foto de la fachada en color con el nuevo letrero que usted dice que retiró sólo para cambiarle el número telefónico, ya que para ahorrar costos se ha pasado de Telefónica a Telmex. No mezclemos sin embargo, ignorancia, ineficiencia, abuso y costos de trámite, que es al final lo único que nos interesa. Lamentablemente tenemos que hacerlo. A los 200 empleados "nombrados" que encontró la administración entrante, hay que añadir los 100 que la nueva autoridad mete, sin tener mayor mérito que las buenas relaciones y recomendaciones, o las buenas formas anatómicas de los susodichos nuevos empleados. ¿Y de dónde pues va a salir para pagarles? Precisamente, de los costos de los trámites pues.
Ustedes se reirían mucho si vieran los análisis de costos unitarios que se realizan para determinar el costo final de un proceso administrativo. Desde cuanta tinta de un lapicero se gasta, hasta el clip y las "horas hombre" que dicho proceso conlleva. Como no existe una plantilla única para determinar costos de lo que implica realizar tal o cual operación administrativa, tenemos que, por ejemplo, otorgar una autorización para colocar un toldo en el distrito de Magdalena del Mar es, por decir, 10 veces más costoso que en Puente Piedra. Pero si los empleados y funcionarios implicados en el proceso ganan lo mismo y supervisar dicha colocación no puede ser diferente en cada distrito, ¿por qué la diferencia? ¿Y dónde está la provincial que avala casos como el mencionado? Es que son del mismo partido pues, dice la señora de la risa burlona. Y sí pues, así es como suceden las cosas. Todo el mundo se zurra en el análisis real del costo unitario y pone lo que sea rentable para el grupo de turno en el poder. Y así tampoco es.
Hacer engorroso un trámite simple, para hacerlo aparecer como costoso, es lo que malogra una gestión municipal y la convierte en expoliadora, desvirtuando su razón de ser de gestora del desarrollo urbano. Cabe señalar que además existen infinidad de formas de hacerse de fuentes de ingreso adicionales para cubrir gastos operativos y de inversión en obras. Desde empresas municipales, hasta convenios y concesiones, pero de los sanos y correctos, podrían suplir fácilmente los cobros onerosos que una municipalidad "se ve precisada a aplicar" cuando quien ejerce la autoridad temporalmente "mayormente desconoce" el trabajo que debería realizar.
domingo, 1 de noviembre de 2009
El Impuesto Predial
Es cierto que todos debemos contribuir al pago del desarrollo urbano, máxime si se trata del área en donde se encuentra ubicada mi propiedad. El derecho a los parques, a las veredas, a la señalización, al mobiliario urbano en general. Hasta ahí todo muy bien. ¿Pero qué pasa si la cantidad que debo pagar es muy alta para mis posibilidades? Nadie tiene una propiedad porque le sobra el dinero; más bien ha invertido hasta su último centavo, en el común de los casos, para adquirir dicha propiedad, ¿por qué entonces debo pagar tanto por el hecho de tenerla? Existen unas directivas que determinan el auto avalúo del predio, que al final resulta en el monto a pagar. Dichas pautas a seguir nos dicen que si las estructuras, paredes y techos son de tal o cual material el tributo anual será tanto. Es decir, si yo compré una casita de 1 piso, en adobe y sin columnas y luego de un inmenso esfuerzo familiar hemos reforzado la estructura con columnas, vigas y contra fuertes, debo pagar mucho más a la municipalidad. Es como si el esfuerzo y el desarrollo personal tuvieran un impuesto ciego y vengador, en representación de los que no pueden o no quieren mejorar las condiciones de sus propias viviendas y con ello mejorar el aspecto del barrio en general.
Ahora bien, lo recaudado por impuesto predial se usa para el pago de planillas y el costo del desarrollo urbano de mi distrito. Pero qué pasa cuando al alcalde de turno se le ocurre que mínimo deben hacerse tres obras faraónicas cada año y en su planilla ha metido hasta el entenado de su última conquista? Lo primero, la "autoridad" trata de encontrar, a la mala, mejoras en las viviendas y, cobra una multa, por atreverse a mejorar la calidad de la misma, qué lisura, sin haber pasado por caja previamente, para luego aplicar un aumento trimestral permanente, del impuesto a pagar. A esto se le ha dado en llamar actualización catastral y está avalado por ley. Pero, ¿por qué se penaliza el esfuerzo y se avala, por ejemplo, la falta de mantenimiento de fachadas, el abandono de las instalaciones internas de una vivienda, en desmedro de la calidad de vida de los vecinos? La única necesidad que encuentro es la de que a alguien hay que cobrarle el costo de la fiesta inolvidable de las autoridades de turno.
Existen fallas, vacíos, cuando no abusos, en la determinación del auto avalúo; en las cartillas de costos unitarios de construcción; en el establecimiento de los tramos de costos de la propiedad que determinan el impuesto, en los porcentajes y, finalmente y sobre todo, en la forma en que se cobra dicho impuesto. No sólo los vecinos no estamos seguros en qué se gasta el dinero recaudado, si no que además hay demasiadas pruebas de que hay malversación a manos llenas. Entonces, ¿por qué pagar? La falta de capacidad y creatividad de las autoridades municipales que sólo ven al propietario como fuente fija de ingreso, se han convertido en la peor pesadilla de quien creyó haber alcanzado el mejor de sus sueños, al adquirir "su" propiedad.
domingo, 25 de octubre de 2009
El costo de los arbitrios
Supongamos, como ejemplo práctico, que cinco municipalidades colindantes se juntan y contratan los servicios de una sola empresa para el recojo de basura y barrido de calles. Al no haber límites distritales el recojo se haría por ambas veredas en forma simultánea, no importa a qué distrito perteneciera, evitando que dos camiones, de distinta empresa, pasen uno junto al otro, recogiendo de cada vereda, en todo el perímetro limítrofe de cada distrito. A ello agreguemos que si yo empiezo por el norte de un conjunto de distritos y me dirijo al sur, donde queda el relleno sanitario o la planta intermedia de disposición final, trabajando en bloque sin tener que subir y bajar constantemente, entonces mis costos de combustible, de mantenimiento de vehículo, de horas-hombre, gastos de supervisión y administrativos en general, bajarían tremendamente. Claro, ya ninguna autoridad recibiría "su parte", se acabarían las estúpidas competencias inter distritales y los réditos políticos, pero cuánto ganaríamos los ciudadanos. Esto se llama eficiencia y eficacia, pero sobre todo, compromiso con la función, inteligencia gerencial y claro, limpieza y honestidad, que no constituyen servicios públicos, si no actitudes muy privadas, personales y de conciencia. Y esto es lo que no hay, como tampoco ceviche en los chifas.
Ahora viene lo de cuánto le toca pagar a cada propietario o poseedor de predios en el distrito. Se ha establecido una escala, arbitraria o poco discutida, de pagos. Si tu predio es para vivienda, si vives solo, si convives con otros, si es una pensión familiar, si realizas actividad comercial o industrial, si tu predio está junto a un parque o frente al mar, si por el contrario vives junto a un asentamiento humano, frente a una pista de alto tránsito. La cosa es que todos pagan diferente, pero igual, es decir, por las malas. Antes que todo jamás deben darse exoneraciones porque ello se presta a corrupción o amiguismo y porque además lo que dejan de pagar unos lo pagan otros. Tampoco se debe ser muy permisivo porque si me acostumbro a recibir amnistías no pagaré hasta que se produzca la próxima, logrando con ello que mis cochinadas las limpien y recojan con la plata de los demás. Pero por sobre todas las cosas, el costo del servicio debe ser mínimo, el justo y necesario, pagable e impostergable y la calidad del servicio debe ser tal que el no pagarlo me convierta en el apestado del barrio, por amarrete e idiota. ¿Cómo lograr entonces que todos los vecinos estén de acuerdo en lo que se hace y en lo que se cobra y que además pongan el hombro y la billetera, mejor la sencillera, para avalar el servicio? Pues haciendo las cosas de común acuerdo, buscando la mejor opción económica y poniéndose de acuerdo, entre todos, en cómo pagarlo. Hay familias que pagan cable por televisión a un precio ridículamente alto y lo hacen con una sonrisa en la boca, como pensando que hacerlo les da cierto status. Eso es lo que hay que darle también a los servicios públicos. ¿Quién dice que para limpiar las calles y recoger la basura y tus cochinadas, no se puede hacer uso de la modernidad, como silenciosas aspiradoras eléctricas, contenedores subterráneos (San Borja ya los usa), guapos y guapas recogedores, lustrosos vehículos y de madrugada, cuando los cónyuges modernos llegan a casa, cada uno por su cuenta?
Si supieran lo que se ahorra cuando las cosas se hacen bien; las ganas que dan de pagar cuando el servicio es bueno y se hace de tal forma que se convierte en imprescindible y, sobre todo, eleva de tal forma la calidad de vida en mi distrito que por nada del mundo me iría a otro sitio y eso, ¿saben?, termina elevando tremendamente el valor del predio en que vivo. Lo que estoy mencionando ya es realidad en algunos municipios latinoamericanos, ¿por qué como siempre tenemos que ser los últimos en recibir lo bueno y los primeros en pagar lo malo? Franco, franco, no hay derecho. De lo que no me cabe la menor duda es que, por corrupción, ineficiencia o lo que sea, estamos pagando hasta tres veces más de lo que deberíamos, por un servicio que en el 95 % de los casos es asquerosamente malo. Nadie debería dejar de pagar los arbitrios municipales, es una obligación social, comunitaria, pero también de conciencia; avalo y promuevo, sin embargo, el no hacerlo cuando el mismo no lo merece. Pero cuando ello sucede hay que contribuir a cambiar las cosas y restituir inmediatamente el servicio, no vaya a ser que la basura nos llegue a las rodillas.
domingo, 18 de octubre de 2009
Los arbitrios municipales
Si preguntáramos a un empleado, funcionario o autoridad municipal y sobre todo, qué pena aceptarlo, a un ciudadano, si conoce y cuál es su opinión sobre los arbitrios municipales, las respuestas serían en un gran porcentaje: "Mayormente desconozco"; "Lo que permite que nuestro distrito esté bonito"; "Lo que la municipalidad considera que se debe pagar por los servicios públicos"; "Ta' que son caros"; "No sé yo vivo en departamento alquilado";"¿No son los que dirigen los partidos de futbol entre los empleados municipales?". La primera y última respuesta son las que mejor expresan a nuestra sociedad actual. El nivel de ignorancia, desinterés y desidia alcanzado por los ciudadanos ha llegado a extremos tan ridículos como peligrosos. La opinión es muy personal y, como tal, debe respetarse, pero cuando se vive en comunidad, cuando se convive, la forma de vivir y pensar de mi vecino me afecta y, cuando las opiniones del susodicho forman parte de un acuerdo ciudadano, acuerdo, que luego pasa a ser decisión y finalmente ordenanza, dichas opiniones terminan reventándome en la cara.
¿Quién ha dicho que los servicios públicos que la municipalidad brinda, con sus limitaciones y excesos, cuando no abusos, son los correctos?. Administrar una ciudad, un distrito, implica por supuesto, mantenerlo limpio, saludable y seguro. De ahí que los servicios considerados sean los que más se noten, necesiten y deseen. Pero los servicios que recibimos, en su concepción primaria e ineludible, jamás podrían brindar calidad de vida suficiente para el desarrollo personal y familiar del ciudadano. Además, es como cobrar por un plato gourmet del restaurante de Gastón y recibir a cambio un plato de chanfainita de carretilla de la avenida Abancay. Vamos a ver, los servicios públicos que la mayoría de municipalidades del país brinda son incompletos, de pésima calidad y carísimos. Son en verdad una gran estafa. Lo gracioso es que nadie reclama, todos pagan y a las pocas personas que levantan la voz se les considera o viejas locas ociosas o maricones que quieren vivir finito. El cumplimiento de los derechos urbanos, ésos que algún día consideraremos importantes, entenderemos, asimilaremos y exijamos, nos permitirá vivir, ciertamente, mucho mejor.
¿Por qué existe ese tributo llamado arbitrio? Porque es necesario, para cubrir los costos de los servicios públicos básicos de un centro urbano. ¿Cómo se determina el costo de dicho tributo para cada propietario o poseedor de un predio en el distrito? La explicación simple es que la suma total de los costos de brindar el servicio se divide proporcionalmente, de acuerdo a unos criterios establecidos, entre el número de propietarios o poseedores, determinando el monto a pagar por cada uno de ellos. ¿Cuáles son esos criterios establecidos? Los que determina la ley, como área del predio, largo de la fachada, uso al que está destinado el predio, incluso número de personas que viven en el predio y cualesquier otra que se considere relevante para la determinación del uso, en cuanto a calidad y cantidad del servicio se refiere. ¿Debería haber excepciones en el pago de los arbitrios? No, porque lo que unos dejen de pagar será pagado, en exceso, por los otros. ¿Existen normas específicas que determinan el pago, monto y periodicidad de los arbitrios municipales? Sí, las ordenanzas municipales, que tienen rango de ley, que obligan a su cumplimiento y que deben ser publicadas en un diario oficial hasta el 31 de Diciembre de cada año y esperar la ratificación, en el caso de ser distrital, de la municipalidad provincial respectiva. Caso contrario, no podrán realizar la cobranza de dicho tributo. Existen, por ejemplo, en Lima metropolitana, varios distritos que no estan autorizados por ley a cobrar los arbitrios de los años 2002 al 2005, sin embargo, por desconocimiento de los vecinos, éstos siguen pagando, incluso bajo amenaza coactiva dichos tributos.
Son muchas las consideraciones e implicancias de la existencia, determinación y cobranza de los arbitrios municipales, pero por ahora baste esta información para ir incrementando la necesidad de conocimiento sobre el tema. Uno de los aspectos más importantes es la determinación del costo de dicho tributo. Es de verdad espeluznante, la forma en que la mayoria de las municipalidades, es decir las autoridades y funcionarios, hacen esa determinación y lo poco, casi nada, que ponen de su parte para que dicho monto no sea oneroso para sus administrados, los vecinos, que pagan su sueldo y que irónicamente, los han elegido, al alcalde y regidores, para que puedan mejorar, en todo aspecto su calidad de vida dentro del propio distrito.
domingo, 11 de octubre de 2009
La toma del poder
Ahora bien, para aceptar, rechazar o modificar algo, hay que conocerlo a fondo, interesarse en ello, o al menos no poner cara de "mayormente desconozco". A ver, que levanten la mano los que saben qué es Gestión Municipal; cuál es el papel, las atribuciones y responsabilidades de los alcaldes, de los regidores, de los funcionarios municipales; qué es calidad de vida; qué es desarrollo sustentable; qué es un presupuesto participativo; qué es un proyecto integral de desarrollo urbano; cuánto debe pagarse por impuesto predial y por qué; cuánto debe pagarse por arbitrios y cómo se llega a ese monto; cuánto deben demorar los procedimientos administrativos municipales; cuánto se debe pagar por ellos y si es correcta esa cantidad; si se puede cambiar alegremente, porque a alguien se le ocurre, la zonificación de su calle o manzana, determinando, por ejemplo, que al costado de su casita se pueda construir un elefante de 15 pisos; si se puede demandar al municipio por que su mamá se ha doblado el tobillo caminando por una de las veredas bombardeadas de su distrito; si es justo que los alcaldes financien su imagen personal, sus campañas políticas y revistas de auto bombo con el presupuesto de su comuna; si esta bien que se use la infraestructura, bienes muebles, vehículos y dinero de la municipalidad para beneficio de quienes ocupan temporalmente los cargos de autoridad municipal; si es justo que el señor alcalde, el señor gerente municipal o ese alto funcionario con el que usted necesita hablar, nunca esté disponible para usted. Y como éstas, muchísimas preguntas más. ¿Sabe las respuestas? ¿No? ¿De ninguna? Bueno pues, lamentablemente usted no está listo para pedir el poder, menos para ejercerlo.
Empecemos por poner las cosas en su sitio. Ubicaina para todo el mundo. La municipalidad es una gran empresa, la mejor de todas, en la que los accionistas mayoritarios y miembros del directorio, o sea los verdaderos dueños del circo, son los propios vecinos. Ya lo hemos mencionado y lo reiteramos. Todos los beneficios que se puedan lograr dentro de una Gestión Municipal seria, responsable, eficiente y eficaz, tienen como único y excluyente objetivo el que los propietarios de la empresa, que es la ciudad, o sea los vecinos, vivan muy bien, con la mejor calidad de vida posible y que tengan un desarrollo sostenido y auto sustentado. ¿Saben los señores alcaldes y señoras alcaldesas que no son más que empleados temporales y muy bien pagados de un patrón que es el señor vecino? ¿Saben por ventura dichos personajes que deben dejar su vida en el encargo recibido y no, mas bien, servirse del puesto para ensanchar barrigas o billeteras? Lo que ha venido sucediendo y seguirá pasando, si no se toman las medidas correctivas, en todas las ciudades del país es, sin embargo, responsabilidad del propio ciudadano. Es como abrir un negocio, con mucho esfuerzo, entregárselo a un administrador y olvidarse del tema. Por supuesto que el tal administrador, con las arcas abiertas, sin control ni fiscalización y con todas las oportunidades necesarias, le pondrá ruedas a su negocio y se lo llevará para su sitio.
Por ello es que necesitamos abrir bien los ojos, aunque sean chinitos; enterarnos, reclamar, reunirnos, escuchar, preguntar, pero sobre todo, tener claro que nadie le va a dar la mesa servida. Todo lo bueno cuesta y si es lo mejor, cuesta más. No podemos seguir rehuyéndole al tema, no podemos rascarnos la cabeza cada vez que hay elecciones municipales y pretender que las cosas se van a arreglar solas y si no, lamentarnos, como siempre, alzarnos de hombros y continuar bregando. En la vida, se ha dicho, existe el que trabaja y el que se aprovecha del trabajo del otro. No sé de alguien que se sienta bien trabajando para el bienestar del otro, pensando en que lo hace para beneficio propio. Lo peor es que, suponiendo que haya gente así, con su actitud compromete a los demás ciudadanos y aleja la posibilidad de alcanzar una vida mejor. Cuando lograrlo no es difícil. Sí lo es tomar la decisión de hacerlo. De empezar a llamar las cosas por su nombre, vencer los miedos y atreverse a reclamar lo que es de uno. Entendámoslo de una buena vez, nadie nos lo va a regalar. Lo que logremos dependerá de nuestro propio esfuerzo, de nuestra decidida actitud y participación. Costará algo de tiempo, pero los resultados serán mayores a lo esperado. Hay que ponerse a trabajar en ello.
Y ¿cómo le hacemos, a ver don sabihondo, para enterarnos y conocer nuestros derechos y, aunque no nos gusten también nuestras responsabilidades? ¿Cómo le hacemos para lograr, por ejemplo, que mejore nuestro entorno, para pagar lo justo y no quedarnos con la sensación de que nos están birlando la billetera, cuando de procedimientos, tazas y tributos municipales se trata? Facilito, sin comprar boletos, ni enviar mensajes costosos vía celular, usted puede hacer uso de sus deditos, sobre el teclado de su computadora y remitirnos un correo a este blog y preguntar, comentar, consultar, denunciar, o sea tirar dedo en lo que crea que está mal, o que no le cuadra, pero sobre todo, interesarse, porque de la curiosidad nace la luz, no como la de Edelnor y Luz del Sur, porque esa cuesta por las puras gracias a Osinergmin y a las autoridades municipales, sino como la luz del conocimiento, que nos permite replantear una serie de cosas, incluyendo nuestras actitudes ante la vida, tomar el toro por las astas y terminar con el problema. El hecho no será sangriento, ni siquiera doloroso o escandaloso, será simplemente la recuperación de la libertad personal para vivir bien. Antes la tuvimos y la perdimos por exceso de confianza en "los otros". Es tiempo de recuperarla.
domingo, 4 de octubre de 2009
El Verdadero Poder Municipal
Ante los innumerables despropósitos y abusos cometidos por la autoridad municipal aún, en contra de los propios vecinos que le han confiado el manejo y gestión de su comunidad, se requiere la adopción inmediata de medidas que vuelvan las cosas a su estado original. El verdadero poder municipal reside única y exclusivamente en el vecino y en su capacidad para elegir, mantener o remover autoridades, las mismas que se encuentran, o deberían estarlo, a su entera disposición y servicio. Sucede que muy pocos han tomado conciencia de que esto es así y desconocen, por otro lado, sus derechos urbanos, que como ciudadano, habitante y protagonista de una ciudad, le corresponden y que son inherentes a la condición humana y al desarrollo pleno dentro de su entorno.
Todo empieza en lo que se supone es la elección libre y racional del mejor candidato para dirigir los destinos y gestionar el desarrollo de una comunidad. Un cargo que debería ser ocupado por la persona más capacitada e idónea termina, casi siempre, siendo usurpado por un político de carrera, con deberes e intereses partidarios ajenos a la comunidad, o por un eficiente orador de plazuela, con intereses y apetitos personales desmedidos, cuando no, por un profesional de la prebenda y el engaño, que no dudará en levantarse con lo que pueda. Por ello, elegir correctamente así como apoyar y fiscalizar a sus elegidos, mediante una permanente y decidida participación vecinal, constituyen la garantía plena de una buena gestión municipal.
Cuando el ciudadano es consciente del derecho y el poder que le asisten, es decir, cuando se da cuenta de que todo nace y se hace solamente para el bien de la comunidad organizada, las relaciones con la autoridad empiezan a darse en el nivel adecuado, claro y transparente y, no hay duda, por parte alguna, de que toda decisión y acción municipal deben estar encaminadas a resolver problemas y brindar satisfacción plena a los involucrados. No es correcto, legal ni moralmente, por ejemplo, que en forma inconsulta y arbitraria la autoridad apruebe y ejecute medidas que vayan en contra de los intereses o beneficio de la población a la que se deben, ni que pretenda establecer patrones de vida, ajenos a los propios usos y costumbres de sus vecinos.
Imaginemos una gran empresa, cuya organización y funcionamiento recae en una gerencia que recibe las órdenes e indicaciones de los accionistas a través de su directorio, que no puede apartarse ni un ápice de las mismas y cuya permanencia en el cargo se debe única y exclusivamente al buen desempeño de su gestión y al logro de los objetivos señalados. En el caso de las comunidades organizadas se produce una situación análoga; la gerencia, es decir la autoridad municipal, es quien recibe el encargo de alcanzar las metas trazadas y se debe al mandato expreso de los propios vecinos, quienes, en teoría, deberían poder mandar a su casa al alcalde, si éste no da la talla requerida. La pregunta es entonces, ¿por qué no sucede así?
domingo, 27 de septiembre de 2009
Basta ya, señores alcaldes.
Cuando las municipalidades del Perú vieron seriamente recortadas sus atribuciones y competencias y, por ende, también sus presupuestos e ingresos, gracias a la decisión del señor Fujimori, cuyo evidente propósito era eliminar competidores en lo que a preferencias del electorado se refería, es que los funcionarios y asesores municipales no vieron más salida que la de crear nuevos y engorrosos procedimientos administrativos, avalados por ordenanzas municipales, que no hacían más que meter la mano al bolsillo del contribuyente para suplir el bajón de las alicaídas arcas municipales. Es así que desde esa época las marañas administrativas convierten la obtención de licencias y autorizaciones municipales de funcionamiento, por ejemplo, en un verdadero viaje a la luna, por lo difícil, largo, costoso y a veces imposible, de su culminación.
El cálculo del costo real de los pasos y acciones a seguir en cada procedimiento administrativo, que determina, de acuerdo a ley, el monto del derecho a pagar, se convierte, desde esa fecha, en una real acción expoliatoria del sufrido vecino y contribuyente. Es decir, un determinado procedimiento que debería costar como diez, termina costando como cuarenta y requiriendo el doble y el triple del tiempo invertido, para justificar, en parte, el excesivo monto cobrado. Y eso no es justo, considerando, sobre todo, que las municipalidades y, principalmente sus autoridades, se deben exclusiva y excluyentemente, a la población que las eligió para servirla y gestionar su desarrollo.
No es justo, por otro lado, que las campañas políticas, ascensos sociales, riquezas personales y hasta sueños de grandeza, de las primeras autoridades municipales, se alcancen o logren a costa de los contribuyentes. Que el impuesto predial, por ejemplo, sea el principal sustento de planillas y, su cobranza coactiva, la única forma de no dejar de pagar sueldos y salarios, así como favores y prebendas, no dice nada bueno de una administración cuya única razón de ser es la de servir a los vecinos y no de exprimirlos económicamente. Que la tasa de arbitrios haya dejado de ser, por otro lado, nada más que el monto justo y necesario para cubrir los servicios públicos que la administración municipal brinda, como la ley manda, para convertirse en fuente de ingresos para beneficios personales de las autoridades a cargo, es precisamente algo que nunca se debió permitir y que ahora va a ser bastante difícil de erradicar.
Y así no es. Una verdadera gestión municipal debe buscar mas bien, abaratar costos, llevar los montos de los derechos municipales a su mínima expresión y generar bienestar económico a la población a la que sirve, si no promoviendo el desarrollo y empleo pleno, al menos supervisando y fiscalizando los costos de todos los servicios públicos que se dan en su jurisdicción. Pero ¿qué se puede hacer cuando la misma población ignora sus derechos y no participa decididamente en el cogobierno de sus distritos, auto excluyéndose, sea por desidia o por desconocimiento? Y cuando la autoridad municipal actúa como dueño y señor de los bienes e ingresos municipales, en directo y descarado perjuicio de los intereses vecinales.
Creo que es el momento, aquí y ahora, de empezar a actuar. Sin atacar a nadie en particular, ni señalar siquiera a responsables, es justo y necesario iniciar la defensa del vecindario y revertir las acciones expoliatorias e ilegales que unos cuantos malos funcionarios y corruptas autoridades municipales han venido realizando en los últimos años sin que nadie se atreva siquiera a cuestionar. Las castas de privilegio, los pagos de favores, los negocios personalísimos y los intereses particulares, ajenos a la comunidad, deben terminar. Empecemos por señalar los casos en los que el vecino pueda estar siendo sorprendido e incluso coactado y la forma de evitar el que esto siga ocurriendo. En verdad, no es tan difícil.
domingo, 20 de septiembre de 2009
¿Por qué no se callan?
¿O sea que por no tener la plata suficiente para comprarnos una residencia en urbanización exclusiva de las afueras de la ciudad, rodeada de tranqueras y adustos vigilantes; o, un poquito menos, pero igual demasiado, como para comprarnos un dúplex, también en zona residencial exclusiva, con muros, tabiques y techos enchapados, con ventanas de doble vidrio y marco de cajón; o un poco menos aún, pero todavía demasiado, como para comprarnos una especial 4 x 4 blindada y con lunas gruesas y polarizadas, tenemos, por ser pobretones ciudadanos de a pie, que chuparnos toda la porquería sonora que se produce en las calles de una ciudad que hace rato dejo de ser para seres humanos y se ha puesto al servicio, por interés económico, de su majestad el vehículo o, por incapacidad de manejo, al servicio de la vociferante clase informal que a puro pulmón y desorden quiere llegar también a ejercer el poder? Sí pues, parece que sí.
Pero antes de odiar a muerte al pobre carrito, bonitos hay, ¿no? o a los cholos provincianos inmigrantes (como yo) que por su falta de "clase" viven como animalitos, gritando cual berracos todo lo que se les ocurre o necesitan, revisemos el tema desde la razón. Una comunidad se organiza en base a los requerimientos de su propia población y casi siempre esta tiene lo que merece, aunque nunca tenga lo que necesita. Para ello se requiere, por un lado, de la capacidad, conocimientos y buen criterio que sus líderes o gestores se supone poseen y que aportan a la comunidad, cuando por elecciones acceden a ser sus autoridades, y por otro, de la supervisión, fiscalización y apoyo o descalificación a que la propia población tiene derecho y obligación.
Pero ¿qué pasa cuando los dirigentes o autoridades "mayormente desconocen" de gestión y su capacidad no es más grande que el carné partidario que los avala? Sucede lo que estamos viviendo. Locales diurnos y nocturnos tremendamente bullangueros y faltosos, sin las mínimas condiciones acústicas necesarias exigidas para su funcionamiento y el buen dormir de los vecinos, pero con todas las autorizaciones municipales en regla o de lo contrario, con todos los amparos judiciales que se requieran; vehículos, desde ticos hasta volquetes, con cláxones y sirenas dignas de trasatlánticos en carrerita inter oceánica; escapes libres o malogrados de vehículos de servicio público, a los que se añaden las estridencias que llaman musicales, en su interior, así como vocingleros llenadores de combis, insoportables jaladores de tiendas, gritonsísimos vendedores de lo inimaginable, alto parlantes endemoniados, entre otras cosas, que han acabado con nuestra tranquilidad y nos han sumido en la más imponente crisis auditiva de las últimas décadas. Si hasta ganas de ser sordo dan.
De vez en cuando, algunas autoridades municipales desempolvan las ordenanzas existentes para tratar de frenar este terrible caos sonoro, este flagelo de contaminación sicológica que desarma nuestros sistemas nerviosos y nos pone en punto de caramelo para agarrarnos a trompadas con el prójimo que se nos cruce en el camino, oficina y hogar incluidos. Pareciera, sin embargo, que no todo se reduce a severas normas e imposición de fuertes multas, sino mas bien a un querernos un poquito mas a nosotros mismos y tratar de vivir como gente. Y es que no es posible vivir así, salvaje, casi bestialmente y, en ello incluyo, hasta a las airadas y frecuentes peleas familiares que se escuchan a nivel de ópera italiana en todo el barrio, vereda de enfrente incluida; cuando lo correcto sería agarrarse a martillazos, por ejemplo, para no molestar al vecindario. Es más efectivo, menos escandaloso y revela un mínimo de respeto para los que conviven con nosotros bajo el mismo cielo y dentro de los mismos límites urbanos.
Pero si las normas existen y si las recomendaciones internacionales y locales dicen literalmente que no debemos superar cierto límite de decibeles, curiosito nombre que se refiere a la medida del ruido que puede soportar el oído y el cerebro humanos, ¿por qué se permite entonces que vivamos en una especie de Larco Herrera al revés, donde el que no grita o hace escándalo está totalmente loco. No hay derecho, nadie debería tenerlo al menos, de castigarnos inmisiricordialmente con la emisión de ruidos molestos que se han convertido en el símbolo de nuestra sociedad moderna y globalizada.
A casi doscientos años de habernos sacudido del yugo español y cuando estábamos cerca de alcanzar la madurez como comunidad urbana, pareciera necesario apelar a esa tan graciosa como ridícula figura político social que todavía persiste en la madre patria, la del rey, para que él mismo, también sonoramente, nos hiciera entrar en razón. Sí pues, ¿por qué no nos callamos de una buena vez?
domingo, 13 de septiembre de 2009
Horrible oye.
Una condición principal del buen vivir, es la de vivir a gusto. Mi casita, por humilde que sea, limpia y arreglada, me brinda un espacio agradable para vivir y en ella me siento bien. Lo menos que puedo pedir para mi entorno, es decir, para todo el espacio que me rodea, incluyendo viviendas aledañas y paisaje urbano, es que éste también sea agradable. Pero, ¿qué sucede si por donde camino siento una agresión visual increíble? Si me golpea en el rostro la estridencia de los avisos, letreros, pancartas, el mobiliario urbano, que incluye grotescas y antojadizas piezas monumentales de ¿arte?, y los elementos que constituyen el soporte y canal de los servicios públicos: postes, cables, sub estaciones eléctricas, buzones, depósitos para basura y demás.
domingo, 6 de septiembre de 2009
¿Permiso para respirar?
La contaminación ambiental que padecen nuestras modernas ciudades tiene como origen directo las fuentes emisoras y como sus cómplices mediatos, la desidia de los propios vecinos y la incapacidad funcional de sus autoridades. Las áreas verdes, especialmente los árboles, que tienen como atributo, especial y específico, el de transformar el aire enrarecido e insalubre, en aire fresco y oxigenado, gracias a los micro laboratorios ubicados en su follaje, no existen como prioridad, como debiera ser, en ningún plan de desarrollo urbano. Tal vez sí en el papel, pero jamás en la práctica. Más bien se han convertido en obstáculo para el “crecimiento urbano”, en elemento suntuario, que nadie está dispuesto a solventar.
Pero para vivir saludablemente, además del aire respirable, necesitamos también de áreas libres, esos vacíos tan necesarios entre las edificaciones, aquellos que sicológicamente, nos permiten pensar que no vivimos hacinados, que hay un área de amortiguación virtual entre las actitudes y comportamiento de las otras personas y nosotros mismos. Pero qué locura, a quién se le ocurriría negar la licencia de construcción a cualquier proyecto que se quiera hacer en el distrito, si es para el beneficio de nuestra propia comunidad, dicen los alcaldes, complacientes e ignorantes ellos. Si además, quien aprueba los proyectos es la Comisión de los Colegios profesionales, que es autónoma añaden, más ignorantes y casi coludidos.
La voracidad de los inversionistas inmobiliarios han convertido las ciudades en galpones de grandes contenedores humanos, rodeados de otros muchos, tanto o más horribles, con grandes pistas, enormes explanadas grises para el parqueo vehicular y de alguno que otro pequeño terral donde alguna vez hubo árboles y bellos jardines y que ahora son áreas libres que pronto recibirán ampliaciones de carriles vehiculares, de pasos vehiculares a desnivel o elevados puentes peatonales que al final nadie querrá usar.
En el Perú existen, por otro lado, ciudades del interior totalmente envenenadas por la minería y otros tipos de actividades extractivas e industriales, cuyas concesionarias, lejos de procurar resolver los problemas generados, extorsionan a las poblaciones aledañas para que no delaten lo evidente y no mermen sus ingresos. Necesitaríamos más de una Erin Brockovich (heroína legal protagonizada por Julia Roberts) para ayudar a resolver los gravísimos y evidentes problemas ambientales de estas poblaciones.
Algo similar sucede en nuestras grandes ciudades urbanas de la costa. Aquí el problema principal es el transporte urbano, el peor de Latinoamérica, con la emanación de gases tóxicos de vehículos que hace decenas de años debieron ser retirados de circulación, pero que las autoridades, provinciales, no se sabe por qué razón, mantienen circulando. Plantas revisoras técnicas de vehículos que cobran bien y no resuelven nada, cuerpos policiales que se hacen de la vista y tal vez la billetera gorda, pero que tampoco resuelven y autoridades de transporte que hacen agua en todos sus niveles de atención, supervisión y fiscalización Y un poder judicial, prácticamente al servicio de las mafias de los transportistas.
Si en una ciudad de mediana envergadura, 100,000 habitantes para arriba, se requiere, aunque no hubiera grandes problemas de emisión de gases tóxicos, grandes áreas verdes y miles de árboles para vivir saludablemente debido a las actividades propias de los seres humanos, en donde la sola respiración de mi vecino me quita el aire fresco que me corresponde, imaginemos cuánto más necesitaremos debido a esas chimeneas letales correteando por nuestras pistas.
Oiga señor, no sea tan fresco, pues. Haga el favor de ponerse a la cola. Todos tenemos derecho a respirar cerca del árbol.
No seas tan mala hijita, mira que ya no puedo caminar mucho.
Sí, pero este el único árbol de la cuadra y ...... Está bien tío, siga nomás, pero sólo 10 minutos, ¿eh?
Dentro de algunos años, la conversación anterior, que podría parecer surrealista, tendrá lugar todos los días y a cada rato, en algunos de los poquísimos parques que nos queden en las grandes ciudades urbanas del país. Claro, si es que la población no se organiza, se empodera a sí misma y hace respetar sus derechos. Y es que señores, para respirar todavía no hay que pedir permiso.