domingo, 4 de octubre de 2009

El Verdadero Poder Municipal


Ante los innumerables despropósitos y abusos cometidos por la autoridad municipal aún, en contra de los propios vecinos que le han confiado el manejo y gestión de su comunidad, se requiere la adopción inmediata de medidas que vuelvan las cosas a su estado original. El verdadero poder municipal reside única y exclusivamente en el vecino y en su capacidad para elegir, mantener o remover autoridades, las mismas que se encuentran, o deberían estarlo, a su entera disposición y servicio. Sucede que muy pocos han tomado conciencia de que esto es así y desconocen, por otro lado, sus derechos urbanos, que como ciudadano, habitante y protagonista de una ciudad, le corresponden y que son inherentes a la condición humana y al desarrollo pleno dentro de su entorno.

Todo empieza en lo que se supone es la elección libre y racional del mejor candidato para dirigir los destinos y gestionar el desarrollo de una comunidad. Un cargo que debería ser ocupado por la persona más capacitada e idónea termina, casi siempre, siendo usurpado por un político de carrera, con deberes e intereses partidarios ajenos a la comunidad, o por un eficiente orador de plazuela, con intereses y apetitos personales desmedidos, cuando no, por un profesional de la prebenda y el engaño, que no dudará en levantarse con lo que pueda. Por ello, elegir correctamente así como apoyar y fiscalizar a sus elegidos, mediante una permanente y decidida participación vecinal, constituyen la garantía plena de una buena gestión municipal.

Cuando el ciudadano es consciente del derecho y el poder que le asisten, es decir, cuando se da cuenta de que todo nace y se hace solamente para el bien de la comunidad organizada, las relaciones con la autoridad empiezan a darse en el nivel adecuado, claro y transparente y, no hay duda, por parte alguna, de que toda decisión y acción municipal deben estar encaminadas a resolver problemas y brindar satisfacción plena a los involucrados. No es correcto, legal ni moralmente, por ejemplo, que en forma inconsulta y arbitraria la autoridad apruebe y ejecute medidas que vayan en contra de los intereses o beneficio de la población a la que se deben, ni que pretenda establecer patrones de vida, ajenos a los propios usos y costumbres de sus vecinos.

Imaginemos una gran empresa, cuya organización y funcionamiento recae en una gerencia que recibe las órdenes e indicaciones de los accionistas a través de su directorio, que no puede apartarse ni un ápice de las mismas y cuya permanencia en el cargo se debe única y exclusivamente al buen desempeño de su gestión y al logro de los objetivos señalados. En el caso de las comunidades organizadas se produce una situación análoga; la gerencia, es decir la autoridad municipal, es quien recibe el encargo de alcanzar las metas trazadas y se debe al mandato expreso de los propios vecinos, quienes, en teoría, deberían poder mandar a su casa al alcalde, si éste no da la talla requerida. La pregunta es entonces, ¿por qué no sucede así?

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