martes, 2 de agosto de 2011

El nuevo Parlamento

¿Qué espero de este nuevo Parlamento? En verdad, nada. No creo en la institución, no creo en los parlamentarios, los antecedentes son pésimos y los que llegan, siempre ratifican, con creces, la pésima impresión que de ellos tenemos. La pregunta es ¿por qué no hacemos algo para cambiar esto? Cada cinco años y gracias al pésimo sistema de elecciones parlamentarias que tenemos en el país, cometemos los mismos errores. Elegimos a "nuestros representantes" para que desde el Parlamento realicen una labor legislativa y fiscalizadora y para que cumplan con su rol de equilibrar el poder desmedido que le damos al ejecutivo a través del sistema presidencialista que tenemos. Desde este año son 130 los padres de la patria, eso es 3 millones de soles en salarios directos anuales, otra cantidad similar en gastos operativos, de los cuales no están obligados a rendir cuentas, salvo en mínima proporción; a ello debemos agregar personal administrativo, asesores, infraestructura, teléfonos, movilidades, personal de seguridad y cientos de "detallitos", que en suma podrían representar casi S/. 1.500.000 (Un millón y medio de soles) al mes. Para nada. No existe el equilibrio de poderes, no existe la fiscalización, de legislación mejor ni hablemos, porque si se da es para favorecer a quienes pagaron sus campañas y a sus amigotes más cercanos. Lo injusto, además, es que con esa cantidad de dinero se podría pagar el salario mínimo a 2,000 familias. Lo que tendríamos que preguntarnos es si, tal como está, ¿el Parlamento le sirve al país? La respuesta es NOO.

¿Debemos tener un Parlamento? Por supuesto. Pero como están las cosas esos señores no representan a nadie más que a ellos mismos y sus propias angurrias. Si tuviéramos una regionalización decente, con no más de 7 a 9 regiones, podríamos darnos el lujo de tener hasta 10 representantes por región, de los cuales 7 deberían ser diputados y 3 senadores. Sí pues, para que un sistema democrático y representativo funcione a cabalidad deberían existir las dos cámaras. En el peor de los casos tendríamos 90 representantes, ¿para qué más?, inclusive un poco mejor pagados, pero sin gastos de representación de libre disponibilidad, con desplazamiento de los mismos representantes por todo el país y con un máximo de 1 asesor principal y unos 5 a 6 a nivel de cada cámara. Los costos se reducirían a la tercera parte y la efectividad sería de primer nivel. En lo que respecta a las condiciones mínimas para acceder a una candidatura tendría que elevarse considerablemente la valla. Si queremos un parlamento decente, quienes lo conforman deberían ser también de buen nivel académico y laboral. Necesitamos gente instruída, con gran voluntad y capacidad de trabajo, que no vaya al parlamento a ganarse la vida y a ascender socialmente, cuando en su vida particular han sido incapaces de lograrlo. La objeción a este último punto es que la gran mayoría de peruanos tiene un nivel educativo mínimo y si no se permite el ingreso de alguien como ellos, no estarían debidamente representados. Puede ser, pero tener en el Parlamento a alguien como la gran mayoría es, con toda seguridad, perder la oportunidad de que una persona mejor preparada los ayude a salir de ese nivel.

Hay que cambiar muchas cosas y tomar muchas decisiones, la más importante tal vez sea la de proponerse hacerlas bien. Probablemente haya que avanzar paso a paso y este proceso parezca interminable, pero lo importante hoy, es empezar. Si usted es consciente que eligió a alguien para el parlamento porque creyó en él, es tiempo que le escriba una carta, le envíe un correo y le diga lo que piensa y lo que espera de él, en estos próximos años. Antes que nada, exigirle que cumpla con su función, que se gane bien el dinero que le pagamos todos los peruanos, que rinda cuenta de sus gastos y de sus actos, que piense en el país y en los peruanos antes que en su bolsillo y sus necesidades particulares. Que se ponga como meta personal y mediante el empleo de sus buenos oficios, que el próximo Parlamento y los parlamentarios van a ser de mucho mejor nivel. Que se cambie el sistema de elección, que se elimine el voto preferencial. Que los partidos, grupos y alianzas estén obligados a presentar listas con candidatos de lujo, con cargo a ser rechazada la inscripción íntegra si algunos de los miembros no reúnen las condiciones requeridas. Que se apruebe la renovación del parlamento por tercios, que se establezcan condiciones de revocatoria, que la inmunidad sea desechada para todo lo que no tenga que ver con el ejercicio de función actual. Que la comisión de ética y fiscalización interna sea conformada por ex parlamentarios, ex funcionarios de intachable carrera. En suma, que la tanda de sinvergüenzas que hasta ahora solo han ido a depositar sus cuatro letras en los asientos del Congreso, no tengan la posiblidad de regresar por ahí. Difícil, ¿no? Pero juro que se puede lograr; la decisión es del ciudadano y de su fuerza de voluntad por hacer respetar la delegatura que, de buena fe, le entregó a sus representantes.

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