Ahora sí pareciera que nos estamos preocupando un poco más por el tema de la Seguridad Ciudadana. La guerra contra la delincuencia ya empezó. Lamentablemente tenía que tocar a un congresista y su familia para que se tomaran cartas en el asunto. Lo sucedido el pasado día 4, cuando la hija del señor Reggiardo recibió un balazo de delincuentes comunes, fue la gota que rebalsó el vaso. Pero, en honor a la verdad, hechos como este se vienen sucediendo en todas las ciudades del país, especialmente en Lima y Trujillo, desde hace un buen tiempo y nadie ha querido o se ha atrevido a abordar el tema. Cuando por suerte se captura a alguno de los delincuentes participantes, lo primero que dice es que el asalto, robo o secuestro, ha sido planificado desde el interior de alguna de las cárceles de máxima seguridad del país, en donde, entre mujeres, trago y todas las facilidades técnicas necesarias, un ex cabecilla de las muchas bandas de delincuentes existentes, ha trabajado horas extras para que todo salga a pedir de boca; lástima nomás que los novatos que se usaron para el hecho delictivo no son duchos como uno, debe decir entre mentadas de madre, este ilustre huésped del estado, convenientemente subvencionado por nuestros impuestos. En cuestión de centros de reclusión hemos dejado de dar vergüenza para pasar a dar lástima. Primer tema pendiente: los delincuentes reincidentes, avezados y sin remedio, en lugar de ser alojados en hostales penitenciarios deberían, de una buena vez, ser depositados en cubículos subterráneos en algún paraje recóndito de nuestra selva, en este caso y en lo que a esos criminales respecta, suscribo plenamente lo aseverado por el Cardenal Cipriani: los derechos humanos son una reverenda cojudez.
Las leyes que tenemos, los congresistas que nos merecemos y el poder judicial que padecemos, son el mejor caldo de cultivo, qué digo, el paraíso, para estos desadaptados sociales que al margen de lo que diga mi mamá y las de ustedes, no son unos pobrecitos marginados por la sociedad, son, para decirlo con todas sus letras, la peor lacra que una sociedad debe arrastrar por no haber sabido cortar por lo sano y de raíz a esta escoria humana. ¿Y los guardianes de la sociedad y los que se suponen son los centros de reclusión para enderezar a los delincuentes? Me refiero a la policía y el sistema penitenciario que nos gastamos. Por desgracia, la corrupción policial ha llegado a extremos increíbles, en algunos casos miran para otro lado, mientras se sucede el delito; en otros participan activamente, disputándose honores en delitos de todo tipo. Obviamente los altos mandos dicen desconocer mayormente lo que sucede entre los subalternos, malos elementos dicen, hay que darle de baja, dicen. Mientras comentan entre ellos cómo estos pobres diablos se meten en delitos de dos por medio cuando hay tanto efectivo que recoger en otros niveles, también dicen. Y el sistema penitenciario, bien llamado servicio de valet, aparato logístico y principal proveedor, de los capos delincuentes, no está cumpliendo debidamente con sus funciones, dice la autoridad respectiva, falta de presupuesto, dicen. Sí pues, es que no se les paga lo suficiente, ¿sabe usted? Y así es fácil caer en la tentación, dicen compungidos.
Así están las cosas. Mal podemos hablar de seguridad ciudadana si desde siempre hemos estado incubando males mayores. Cuando el señor García alteraba cifras oficiales de la pobreza y su exitosa y progresiva erradicación, no solo le estaba mintiendo al país, estaba siendo indiferente y por ello culpable, de las funestas consecuencias que ese azote humano que es la pobreza y su siamés, la ignorancia, le causan a nuestra sociedad. Bien, empecemos por el principio. Mientras no se haga todo lo humanamente posible, a todo nivel, por erradicar la pobreza en el país, no podremos erradicar completamente la delincuencia. Mientras la policía nacional no reciba lo que le corresponde, en salarios, beneficios e incentivos, previa una completa restructuración y descabezamiento de los altos mandos que jamás han hecho nada por los suyos; mientras el sistema penitenciario no se reinvente, tenga suficientes profesionales entre sus integrantes y un presupuesto decente, con un proyecto de tratamiento y verdadera readaptación a delincuentes primarios; mientras el poder judicial mantenga entre sus filas un altísimo porcentaje de corruptos y corruptores y no aliente las buenas prácticas funcionales y escalas de bonificaciones por resultados, que eviten la altísima permisividad y flaqueza evidente ante el arrollador poder de la delincuencia organizada; mientras los señores congresistas sigan discutiendo estupideces mientras los verdaderos problemas nacionales nos siguen ahogando y no forman comisiones realmente decentes que contribuyan a la solución del problema, entonces jamás podremos hablar en serio de empezar a trabajar por la seguridad de todos los ciudadanos. De verdad, no se puede. Habrá que esperar pues.
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