martes, 23 de agosto de 2011

Inclusión Ciudadana y Calidad de Vida

¿Cómo podemos hablar de calidad de vida al interior de nuestra comunidad si vivimos en burbujas fabricadas a nuestra medida personal? ¿Sabe usted cómo se llaman sus vecinos? ¿Cuántas familias hay en su manzana? ¿No?, pues yo tampoco. Muchas veces algunos miembros de una familia no saben lo que hacen los otros, ni qué les gusta o disgusta. Bastante tienen ya, con vivir juntos, ¿verdad? Esto nos dice, claramente, que lo que interesa en la vida, a cada persona, es lo que a ella le suceda y a los demás que se los lleve el tren. Peor aún, hay muchos vecinos que simplemente no toleramos. Por distintas razones, todas ellas banales, algunas ridículas. En el mejor de los casos vivimos agrupándonos alrededor de algún estereotipo, nos relacionamos por el uso o abuso de un determinado producto, cuando no por el tipo de facciones, color de la piel, posición económica. Pero lo hacemos con unas ganas e ímpetu, casi de barra brava. Por otro lado, somos conscientes de dónde nace esto y hasta ahora no hemos rectificado: sí pues, todo empieza en casa. Desde la primera infancia, el nido al que enviamos a nuestros hijos, la marca de ropa que usan, en dónde pasan los fines de semana. Vivimos estableciendo diferencias por quítame esta paja. Esa competencia personal y familiar que tenemos con nuestros vecinos no nos deja vivir en paz. Ausencias y necesidades no cubiertas se develan luego en desesperación por ser más, por tener más y cuando menos lo pensamos y ya estamos al borde de dejar esta vida, nos damos cuenta de que lo hicimos mal y de qué no hubiéramos dado por vivir mejor.

El sistema educativo, mal formador y consumista, nos ha hecho más daño del que hubiéramos sospechado. Supuestamente la mejor educación se da en los colegios más caros, esos que cobran como si te estuvieran vendiendo un auto, para que tu hijo pueda "codearse con los mejores", que cobran pensiones mensuales con las que podrían comer tu y tus vecinos de la cuadra y que sus paseos y visitas de estudio, anuales, equivalen al viaje de tu vida. No está mal que existan, es más, debería haber muchos como ellos. Lo malo es que alrededor de ellos se establece toda una forma de vida que literalmente expulsa a quienes no son de ese nivel. Me refiero a que si la calidad de la enseñanza es superior, solamente unos muy pocos podrán acceder a ella, iniciando el círculo vicioso del poder. Entre los que pasan por allí se escogen a los futuros líderes del país y el resto no cuenta, no participa, casi ni existe. Falta la contrapropuesta pública, esa que mediante el subsidio e incentivos, convoca a los mejores estudiantes y a las empresas con responsabilidad social, para emprender un proyecto educativo que equipare las cosas. Por otro lado están los islotes, condominios, privados dentro de las comunidades, con condiciones materiales de altísimo nivel en contraste con el resto de la ciudadanía. Esto podría aceptarse como normal y hasta justo, pero resulta que, por exceso, estos grupos de personas terminan apropiándose de los espacios públicos, de las playas públicas, de las vías públicas, de las inversiones que deberían ser públicas.

Sucede, además, que los gobiernos locales no han hecho su tarea y que el gobierno central brilla por su ausencia y por su parcialización evidente con los grupos de poder. La educación, desde el nivel inicial, no está en el rumbo correcto. La formación en valores y la capacidad de integración, que debería ser materia principal, no están presentes. Los centros de enseñanza municipales, que deberían ser los verdaderos promotores y focos de irradiación de la integración comunal no llegan a ser realidad por desidia de la autoridad local y de los propios vecinos. Los colegios primarios y secundarios estatales que deberían brindar una sólida formación escolar, no dan la talla. ¿Qué podemos hacer si hasta la edad pre universitaria, que comprende al 50 % de la población de cada ciudad, no hemos sembrado las bases de una sociedad justa e inclusiva? ¿Qué podemos hacer si la corrupción ha inundado, cual huaico serrano, toda la administración pública, ahogando las esperanzas de vivir en armonía y con equidad, sino económica, al menos social? Al punto de regalar terrenos comunitarios y reservas de expansión urbana a promotores de residenciales exclusivas, playas cerradas, parques vecinales para uso y abuso privado. Pero volvemos al punto de siempre, las autoridades locales hacen lo que los ciudadanos les permiten. ¿En dónde están esos Consejos Ciudadanos que deberían asesorar, supervisar y fiscalizar a sus autoridades? ¿En dónde ese poder judicial que no debería casarse con nadie, más que con la responsabilidad de cumplir con su función? La calidad de vida de una comunidad no puede medirse en función de lo bien que viven algunos. El malestar que los abusos de algunos grupos generan sobre el resto de la población crea las condiciones para la inseguridad y violencia que anulan toda posibilidad de vivir bien. Inclusión Ciudadana no pasa por ayudar a algunos y regalar a otros condiciones de vida que tal vez no merezcan, se trata más bien de dar lo justo a cada quien mediante la universalización de las oportunidades y el convencimiento de que todos merecemos pasarla bien. En la medida en que podamos internalizar este concepto, alcanzaremos la calidad de vida que todos queremos y, como seres humanos, nos merecemos.

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