lunes, 30 de agosto de 2010

Lima Metropolitana y Elecciones Municipales

Hasta ahora ninguno de los participantes en esta contienda electoral municipal 2010 se ha referido, con seriedad, a Lima como lo que es, una ciudad integral, una gran metrópoli en la que, lamentablemente, cada uno de los 43 distritos que la conforman se ha disparado a su regalado gusto. Hemos perdido la perspectiva de ciudad. Tenemos estancos, compartimentos habitables que tienen sus propias normas, sus propias filosofías comunitarias, vicios y virtudes y, precisamente por esa razón, ninguno de los distritos y sus respectivas autoridades ha querido trabajar en forma conjunta, con un solo norte, con una proyección a largo plazo que permita vislumbrar un mejor futuro. Todos pretenden ser la gran estrella y por ello tenemos 43 alocadas, cuando no desabridas, actuaciones en una sola función. En este caso, la falla se ha producido en la autoridad provincial, que lejos de convocar a la Asamblea Metropolitana de Alcaldes para elaborar un solo gran proyecto, ha trabajado de espaldas a las necesidades, esperanzas y sueños particulares de los ciudadanos de nuestra capital. Por otro lado, en lugar de levantar fronteras y diseñar y ejecutar proyectos en mancomunidad, los alcaldes distritales se han despachado con cada ocurrencia y disparatados proyectos personales que Lima se ha convertido en un terrible menestrón urbano.

Mientras las empresas, aún las de enconada rivalidad, unen esfuerzos para abaratar costos, mejorar la productividad y aumentar su rentabilidad, llegando a fusionarse muchas de ellas, los alcaldes distritales y sus Concejos municipales siguen creando sub divisiones territoriales, azuzando añejos problemas limítrofes, elaborando enredados y onerosos procedimientos y trámites documentarios, en abierta competencia para demostrar quién lo hace más difícil. Si lo correcto es que cada distrito elabore el mejor proyecto de desarrollo a largo plazo, para empezar por el principio, con mayor razón la ciudad, como unidad, requiere de un gran proyecto en el que estén contemplados todos los problemas, todos los requerimientos, todas las necesidades de la totalidad de la población. Esa suerte de minifundos o chacras personales en que se han convertido las municipalidades distritales, no han permitido que Lima madure y alcance la mayoría de edad con un buen desarrollo urbano. Increíbles errores, aterradores despropósitos y enormes atentados contra la calidad de vida ciudadana se han cometido en nombre de la autonomía municipal. La falta de liderazgo y de visión de un verdadero estadista metropolitano ha permitido el nacimiento y desarrollo de una casta de incapaces que ha tasajeado la ciudad. Y todos, sin excepción, hemos perdido.

Lima está realmente horrible. Tal vez no en la forma, pero sí en el nivel cultural de su gente, en su tremendo deterioro ambiental, en su falta de integración territorial e identidad ciudadana, en su exclusión vecinal, en la falta de oportunidades, en el injusto reparto de sus rentas y, sobre todo, en el pésimo nivel de sus autoridades. Lo gracioso del asunto es que las autoridades son elegidas, libre y democráticamente, por los propios habitantes. Aquí es donde ubicamos el gran problema de Lima y los limeños en su verdadera perspectiva. Es muy cierto que cada quien tiene la autoridad que se merece y los que habitamos Lima merecemos hasta peores autoridades de las que tenemos. Por nuestra desidia, por nuestra falta de compromiso, por ese fácil y común alzarse de hombros mientras los problemas no nos lleguen a tocar directamente o mientras podamos arreglárnoslas de cualquier forma. ¿Qué nos ha pasado? ¿Por qué hemos perdido la noción de ciudad? ¿Por qué nos hemos olvidado de nuestros deberes y derechos urbanos? Pero, sobre todo, ¿por qué elegimos tan mal, aún sabiendo que los incapaces y corruptos que hasta ahora hemos sentado en las alcaldías nos han llevado al precipicio del descalabro urbano? Y no es justo, ni para Lima ni para nosotros mismos.

Terminemos por entender que las elecciones municipales no son políticamente partidarias, no son pugnas de poder económico o mediático, no son concursos de belleza, de apellidos, de simpatías ni de ideas brillantes u originales. Las elecciones municipales deberían ser el punto de encuentro de las mejores propuestas ciudadanas, de los mejores proyectos integradores, de los mejores gerentes y administradores, de personas honradas, que viven de su trabajo y que están acostumbradas al sacrificio para lograr sus objetivos. Por otro lado, los proyectos distritales, por brillantes que sean, que no contemplen la unidad de Lima metropolitana, el desarrollo integral de todos y cada uno de los 43 distritos, terminarán estrellándose contra sus propias limitaciones, debido a su miopía urbana que, en el mejor de los casos, podrá brindar grandes beneficios individuales, pero jamás permitirá alcanzar el bienestar ciudadano. Y es que ser parte de una gran ciudad implica ineludibles tareas que todavía no queremos enfrentar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario