lunes, 16 de agosto de 2010

La teoría del voto perdido

Cuando escucho los argumentos de quienes quieren "votar a ganador", es decir, emitir su voto por quien finalmente gane la elección municipal, comprendo por qué terminamos con los alcaldes que tenemos. En realidad hasta deberían ser peores, por lo tonto del raciocino empleado. La habilidad con que los medios de prensa y (des)información manejan las voluntades ciudadanas es increíble. Resulta que es mucho más conveniente, para dichas empresas, que la contienda se dé entre sólo dos candidatos, puesto que usando el argumento de "juégatela toda porque mira que sólo es entre tú y él/ella y si no lo haces vas a perder", los beneficios, para los interesados, serán mayores. Es así como los candidatos involucrados, que casi siempre son peones de los mismos grupos de poder que se la llevan toda, invierten cantidades astronómicas, en parte de los mismos grupos, para poder llegar. Lo gracioso del caso es que los señores que manejan el país son los mismos que invierten en los dos o tres elegidos de turno, esos que son fabricados por las propias encuestadoras y sus encuestas dirigidas, así se aseguran que no haya pérdida. Como los mismos grupos son los dueños o socios de los medios, el dinero, "la inversión" vuelve a casa y la ciudadanía es la única que pierde. Cabe mencionar además que quienes más se desesperan por llegar con cantidad de mensaje y presencia mediática son los más urgidos, por la codicia, por el afán ridículo del poder o por ser reelecto para poder enterrar los muertos de su gestión.

Es normal escuchar en calles y plazas, en tertulias familiares, hasta en las camas de los hostales: A mí me gusta tal candidato pero lamentablemente no tienen oportunidad, ¿has visto lo que está gastando la fulanita? De verdad mi candidato ya fue y aunque sé que es el mejor no voy a votar por él. Voy a votar por la fulana no vaya a ser que el mengano gane y eso sí me sacaría roncha. Así es como se fabrican los errores que postran a nuestras comunidades y mantienen intacto el sistema en el que unos, muy pocos, se la llevan en carretilla y al otro 95 % no le queda más que sonreír. Sí pues, yo voté por él/ella. Traicionar a la propia conciencia, ir contra los propios intereses y conveniencia, alimentar la corrupción y aceptar lo que venga se ha convertido en la norma vecinal. Parece mentira escuchar cosas como: Sí pues, pero al menos ha hecho obras; otros sólo roban y no hacen nada. Una cosa es el desconocimiento de la administración pública, del manejo del poder y de las atribuciones, verdaderas funciones y responsabilidades funcionales y otra cosa es la desidia, la ignorancia y los complejos personales y de grupo. Cada error que cometemos al votar por la persona incorrecta, desdeñando al más capacitado, son cuatro años de ineficiente gestión, cuatro años menos de desarrollo, de postergación infinita del despegue urbano y de mejorar nuestra propia calidad de vida.

Saber votar, elegir correctamente, pasa por esmerarse en conocer a fondo a los candidatos, en inquirir sobre sus planes y proyectos y, sobre todo, estar seguro de que el elegido entiende en qué consiste su trabajo, cuáles son sus responsabilidades y atribuciones, en suma, si está perfectamente equipado para el importantísimo puesto. Es muy triste escuchar los reiterados y hasta acalorados reclamos y maldiciones luego de que se confirma que el candidato no reunía las condiciones necesarias. No solo es demasiado tarde, ya es estúpido el quejarse. Esa persona está ahí porque no hicimos nada para impedirlo, porque fuimos tibios o complacientes o nos dejamos seducir por banalidades mediáticas. Es difícil mantener la cordura y elegir bien. Es harto difícil discutir con nivel pero intransigencia cuando sabemos que el postulante no es bueno, no es lo suficientemente honrado ni capaz para desempeñarse como alcalde. Y por ello optamos por lo más fácil; nos dejamos llevar por la emotividad de tal o cual campaña y por los ojos lindos de tal o cual candidato. Y ya está. Volvimos a meter la pata. Y no es justo, ni para nuestros hijos, ni para nuestra comunidad, ni siquiera para nosotros mismos. Tengamos en cuenta que el peor voto, el voto realmente perdido, es el que no se hace a conciencia y con la convicción de que estamos haciendo lo correcto. Empecemos a cambiar, votemos correctamente.

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