martes, 3 de enero de 2012

Espacios públicos y actividades privadas

Si la ciudad es de todos, incluyendo los espacios que son públicos, ¿está bien que algunos grupos de vecinos se apropien de calles, pistas y veredas para sus muy particulares actividades? ¿Que restrinjan el paso de transeúntes y vehículos durante, antes y después, de la realización de dichas actividades? Pareciera que no. El entredicho reciente entre la municipalidad de Barranco y los vecinos de la calle Cajamarca y aledañas, es un ejemplo de lo que sucede cuando grupos vecinales o barrios toman decisiones particulares sobre espacios e infraestructura pública. Se ha hecho tradicional que en dicho lugar se reciba el año nuevo en plena calle, con artefactos pirotécnicos, música a todo volumen y venta de cervecita helada. Los vecinos lo decidieron, los vecinos lo hacen. Error, no es así mi querido Watson. Lo ideal sería que los vecinos organizados y las autoridades municipales trabajaran juntos la idea, se pusieran de acuerdo en las horas, en los cierres, en las previsiones de problemas, en la invitación masiva, etc. De no ser así terminamos tomando decisiones grupales que expropian temporalmente el uso de los espacios públicos, para actividades que de repente no son del agrado de muchos de los propios vecinos del sector. Vivir en comunidad implica aceptar que no estamos solos, aunque aparentemente toda mi cuadra quiera lo mismo, pero resulta que mi calle es una vía de paso para la cuadra de la derecha a la de la izquierda, de la de norte a sur y viceversa. En resumen, no podemos hacer lo que se nos antoja.
Así como las autoridades municipales no pueden hacer lo que les apunte en gana, como cambiar inopinadamente los usos del suelo, por ejemplo, o realizar grandes pachangas oficiales en lugares en que los propios ciudadanos rechazan, ni autorizar proyectos en donde no deben erigirse o en la forma que no es correcta, igualmente los vecinos no pueden decidir, por el solo hecho de pagar los tributos, que en esta área, mi zona, yo puedo hacer lo que quiera. Lamentablemente sucede que la cuadrilla# 1345 del Señor de Los Milagros, conformada por 7 cargadores, dos zahumadoras y una rezadora, deciden salir con su procesión, tal día, a tal hora y por tales calles. Paralelamente la cofradía de la Virgen de la Puerta, con 12 miembros y una camioneta con altoparlantes, decide para el mismo día, la misma hora y las mismas calles, realizar la propia. No queramos enterarnos de lo que podría pasar. Igual con las fiestas patronales, las marchas de protesta o de solidaridad, que también las hay, cuando algunos cuantos adulones y franeleros le revientan cohetes a alguna autoridad que necesita respaldo inmediato. Pero el tema aquí no es el buen gusto, el fanatismo o religiosidad; el tema es que los espacios públicos no pueden saturarse de la forma y en el momento, que a cualquier hijo de vecino se le ocurra.
Cuando el principio de autoridad se respeta y ejerce con propiedad, las cosas salen de la mejor forma. Hay horarios y, sobre todo, días en los que no solo no deben solitarse permisos si no que la respuesta, negativa, debe ser inmediata y sin excepciones. Hay lugares que no pueden ser utilizados, ni por una sola vez, hay actividades que no se pueden permitir en las calles y hay horarios en los que ni hablemos del tema. Si en los encuentros vecinales, que deberían realizarse con la frecuencias debida, se tocaran estos temas y el acuerdo de llevar a cabo ciertas actividades fuera unánime, con las precauciones y seguridades que el caso ameriten, no habría negativa posible, pero si no hay acuerdo porque, la doctora de enfrente quiere que participen strippers o porque el señor del costado quiere un elefante entrenado y dos tigres de bengala dentro de la "reunioncita programada" entonces manan, no se hace nada. Cuando aprendamos que el arbolito que crece frente a mi puerta, en el jardín de aislamiento, no es mío si no de la comuna, cuando aprendamos de que no puedo romper la vereda de cemento y cambiarla por gres cerámico porque se ve más bonito, cuando aprendamos que el ingreso a la universidad de nuestra hija no tiene por qué llenar de alegría a todos los vecinos y menos hasta altas horas de la madrugada, ni tienen porque cedernos los accesos a sus propias viviendas para colocar a la banda y a los mariachis, entonces estaremos listos para vivir bien, casi decentemente. Vivir en comunidad es muy difícil y será insufrible, en la medida en que no cedamos en algunas cosas, en beneficio de todos.

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