miércoles, 6 de julio de 2011

Los seis meses de la alcaldesa Villarán

¿Qué hacer cuando las cosas parece que no están saliendo bien? ¿Qué hacer cuando sentimos habernos equivocado y que los mala leche y los perdedores tenían la razón? Lo primero, sentarnos a reflexionar y estar seguros de lo que estamos hablando. Si la administración precedente, a mi entender y parecer, realizó una equivocada gestión de la ciudad, por una serie de decisiones y considerandos, entre los que destaca el no haber tenido como objetivo principal del desarrollo al ciudadano, a la persona, entonces, revertir los procesos, señalar nuevos derroteros y cambiar los parámetros de decisión y acción toma más tiempo de lo que se espera de una gestión continuista y ésta, espero que no lo sea. Lamentablemente, cuando el objetivo trazado es: castigar a la nueva opción, desanimar a los reformistas, a quienes plantean una forma diferente de conducir las tareas ciudadanas, todo se hace cuesta arriba. ¿Que la señora Villarán no ha sido la mejor opción? Puede ser, sobre todo si lo que se quería era más de lo mismo, es decir, no importa que robe si hace obra. Estúpido raciocinio de los que si tan solo supieran que las obras que hacen los que roban representan la misma cantidad, o menos, de lo que se están llevando, Si supieran que el que además de robar las arcas municipales extorsiona a los que ganan licitaciones o piden licencia, con grandes sumas de dinero, por lo queda desautorizado moralmente y en la práctica, para supervisar y fiscalizar prolijamente las obras realizadas, de ahí las porquerías que muchas veces se hacen para y en nombre de la ciudad y, lamentablemente, con el reconocimiento de la ciudadanía.

La señora Villarán es muy posera, le encanta la peliculina, se le siente regodearse en exceso cuando habla de sus planes, de lo mucho que la quiere la gente y del respaldo que le dan ciertos grupos de los más necesitados; pero eso es todo lo malo que tiene. Sí es trabajadora, tal vez un poco cuadriculada con la obsesión de que no se debe robar y que debe aparecer tremendamente honrada ante la gente. Revisa, chequea, vuelve a revisar, tratando de que las cosas le salgan mejor y, creo, que allí reside su talón de Aquiles. A veces, ser un tanto pragmático es mejor, sobre todo cuando hay demasiadas expectativas de una parte, demasiado odio embalsado de la otra y mucha curiosidad de los restantes. La aparente lentitud de la gestión Villarán responde a un esquema de trabajo diferente, diría novedoso. A una filosofía de humanización de la ciudad, a un proceso de mediano y largo plazo que busca despertar conciencias y formar ciudadanía, antes que seguir sembrando cemento y cosechando polución. Hacía falta un viraje de 180°, la autoridad tenía que recobrar la razón y parece que se están encaminando las cosas. Y aquí surge el primer gran obstáculo. ¿Quién en su sano juicio va a dejarse arrebatar, fácilmente, todas las gollerías, las prebendas y las movidas bajo la mesa, si puede anular al que no vive ni piensa como él ? Habráse visto oiga usted.

A mi tampoco me ha gustado este primer semestre. Coincido plenamente con la orientación que se le está dando a la gestión, con la priorización de los problemas sociales y con que hay que tomarse el tiempo debido para hacer las cosas bien. Pero podía haberse elegido un camino intermedio, es decir, sin ceder en el empeño, pero dándose cuenta de que el tiempo es corto, que los cuatro años de una gestión no alcanzan para arreglar al mundo. Quizás en eso ha pecado la gestión Villarán, demasiada confianza, demasiado afán por lo perfecto. La inexperiencia no debería ser excusa suficiente para no haber avanzado un poco más. El debut de una gestión diferente podría haber sido más auspicioso si se hubiera tomado en cuenta que además de buenas intenciones había que haber mostrado resultados parciales, avances, que señalaran el camino correcto. Seis meses es muy poco tiempo, dadas las características y parámetros del equipo Villarán y su plan de ciudad que, estoy seguro, tienen las mejores intenciones pero tal vez no las pilas suficientes. Esperemos que a fin de año se puedan mostrar resultados e indicios de que los cambios no son meramente superficiales, sino verdaderas transformaciones en el tratamiento y administración de la ciudad. Confiemos un rato más en la señora Villarán.

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