lunes, 8 de noviembre de 2010

Los candidatos a las Elecciones Municipales

Si no estoy preso, si no tengo condena judicial consentida y vigente, si tengo una vida ordenada y he logrado una serie razonable de éxitos, ¿Por qué es que no puedo postular a una alcaldía? La respuesta inmediata es porque no tengo plata suficiente. Sí pues, sea propia o ajena, la plata hace la campaña; genera olvidos prematuros sobre malos manejos públicos de ciertos candidatos y engorda simpatías de candidatos incapaces pero con buena pinta. ¿Por qué no podemos, hasta ahora, contar con una buena oferta de candidatos a las elecciones municipales, todos ellos capaces, emprendedores, trabajadores, exitosos y casi honrados? En primer lugar porque se entrometen los partidos políticos de siempre, que solo buscan colocar a los amiguitos o amiguitas, sobre todo si se hacen acompañar de buenas sumas de dinero, además del deseo partidario de copar los puestos públicos de nivel, a la espera de mejores y más productivos momentos. ¿Y usted qué piensa señor, señora? Bueno pues, fíjese usted, mayormente desconozco este tema de las elecciones, pero eso sí no quiero que salga un pata pelada, que apellide Huamán, que sea medio oscurito o que no sepa hablar bonito. De ninguna manera. Habrase visto oiga usted, la tanda de igualados que pujan por llegar a las alcaldías. Pero dígame usted, qué piensa del cogobierno municipal, de una gestión municipal participativa, de los proyectos de desarrollo sostenido a largo plazo, de los derechos urbanos? Oiga jovencito ¿usted cree que yo soy abogada? No pues, esas cosas hay que dejárselas a los que salgan elegidos, ¿no le parece? Esta, queridos amigos, es la segunda y más importante razón.

He visto, escuchado y conocido a pre candidatos que por tener un guardadito de dinero, propiedades y camionetas y bastantes empleados han creído ser capaces de postular a una alcaldía. He escuchado a muchos otros que les encanta la política, quieren hacer carrera en el rubro y empiezan por el primer paso, según ellos: una alcaldía distrital. He conocido a muchos oradores de plazuela, conversadores de café e incontinentes habladores que creen que por su afilada y a veces larguísima lengua reúnen las condiciones para postular a una alcaldía. Vas a ver como les meto floro y me los meto al bolsillo suelen decir. He conocido, y lo lamento, a personas con una bajísima auto estima y acomplejadas que quieren demostrarle a sus familiares y allegados, sobre todo a los de su promoción, que ellos pueden ganar una alcaldía y le ponen todo el punche a eso de repartir volantes y estrechar manos por doquier. He visto a perdedores de nacimiento que postulan reiteradas veces por el hecho de sentirse lo más cerca posible del poder. Pero confieso que no he conocido a alguien, salvo Alberto Andrade, que crea firmemente en lo que un buen liderazgo municipalista le puede hacer de bien a su comunidad, que conozca a cabalidad las funciones, atribuciones, responsabilidades y obligaciones de un alcalde electo. Lo peor del caso es que estoy plenamente convencido que de esos hay varios pero que se niegan terminantemente a participar en una contienda electoral en la que siempre gana el menos preparado pero que es el más astuto, sobre todo para la cochinada y las componendas.

¿Y no podemos hacer nada al respecto? Fíjense que sí. Pero el proceso empieza en nuestras mentes, en nuestro corazón y finalmente en nuestra decisión. Tomar conciencia de que necesitamos a alguien mejor que nosotros para que se haga cargo de la conducción de nuestra comunidad en el largo, sinuoso, tortuoso y poco bien recompensado trabajo de generar el desarrollo sostenido de los nuestros. Aprender, dejarse enseñar, pre disponerse a ello es el primer paso. Es triste decirlo pero hay gente que cree que su obligación es pagar los tributos, votar cada vez que hay elecciones y si el "señor alcalde" me requiere, asistir a sus tardecitas de té para ayudar a reventarle cohetes. Ciertamente, para desjoder al país, primero hay que dejar de ser imbéciles.

No hay comentarios:

Publicar un comentario