lunes, 15 de noviembre de 2010

El proceso de las Elecciones Municipales

Aquí cabe la expresión: Habría que hacerlo todo de nuevo. Sí pues. Estúpidas e innecesarias vallas para los postulantes, que dan más peso a las firmas de "adherentes", que se consiguen a razón de un nuevo sol por cabeza, que a la necesidad de establecer una serie de requisitos, entre los que la capacidad y experiencia, así como toda una vida de triunfos personales, sean los principales de la lista. Las campañas electorales, a las que al mejor estilo del todo vale, asistimos impávidos pero gozosos, son todo un espectáculo digno de las mejores arenas circenses. Millonarias campañas que convierten a la ciudad en palo de gallinero y, de paso, a las honras de algunos contendores, en fascículos pornográficos de la más baja estofa. Un presidente o político encumbrado que pone a disposición del protegido o delfín de turno, todos los recursos públicos necesarios e innecesarios también, mientras el jurado nacional de elecciones con minúscula, baja la cabeza y menea la cola. Estampas de esta "colorida fiesta electoral" comprenden también a jueces que se alquilan para ocultar, apurar, abortar o dar por prescritos procesos judiciales con toneladas de pruebas y evidencias, escondidas por un par de kilos de billetes; así como a las fuerzas del orden público que miran para otro lado cuando los "favoritos" les revientan la cara y la propaganda también a los que no son los "escogidos".

La necesidad de politizar las elecciones municipales por parte del sistema, ha llegado al colmo de juntarlas a las elecciones regionales, ese aborto de la política nacional, engendro perpetrado por el toledismo y el aprismo en partes iguales, que configura el perfil político que terminan teniendo las elecciones municipales; cuando se debería tratar de despolitizar o desmierdar, en buen castellano, dichos procesos electorales ciudadanos. No es posible que se ninguneen las necesidades vecinales, las esperanzas ciudadanas, los derechos de los habitantes urbanos, en beneficio de los intereses políticos de los grupos de poder. El período de la convocatoria que debería coincidir con el intermedio entre las elecciones netamente políticas, nacionales y regionales y la duración del período del ejercicio que debería ser mínimo de cinco años, terminan por cerrar el círculo de la peor forma. Los procesos de tacha, de vacancia, de reposición y demás herramientas procesales y funcionales, no son los correctos y están amarrados a la conveniencia de los "elegidos" por los que manejan las cosas. Hablamos de todas por cierto.

¿Se puede arreglar esto? Por supuesto que sí. Pero lo más importante es ponernos de acuerdo en algunas cosas, como para qué sirven realmente las elecciones municipales, qué esperamos de estos procesos y qué beneficio nos brindan a los ciudadanos. Mientras dejemos que los otros hagan las cosas, los otros decidan y los otros hagan todo a su antojo, interés personal y regalada gana, entonces no podremos cambiar nada y menos pretender que mejore nuestra condición de ciudadanos del tercer mundo, usuarios de la quinta rueda y convidados de piedra de la más alejada galería. Los procesos electorales municipales señores, deben ser netamente vecinales, de corte técnico-político, de participación plena, totalmente abiertos y sin restricciones y, sobre todo, con la firme convicción de que quien entre tendrá el más grande apoyo y respaldo y la más severa fiscalización y penalización. Con las cosas así de claras no se presentará nadie que no sepa que reúne las condiciones requeridas y los retrasados de siempre se abstendrán porque este tipo de proceso, así manejado, les es tremendamente ajeno, desconocido y hasta peligroso.

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