domingo, 7 de junio de 2009

DU 3. ¿El casado casa quiere?


Derecho Urbano N° 3

Hacer uso de una unidad de vivienda digna. Se requiere de novedosos planes municipales de vivienda, que contemplen la renovación asistida y la adecuación obligatoria.

Jamás se podrá solucionar el problema de la vivienda en el Perú mientras las estadísticas, proyecciones y supuestos utilizados, no sean los correctos. Se grita a todo pulmón que “existe un déficit” de, ahora aumentado, un millón ochocientas mil viviendas. NO ES CIERTO. Cuando hay una demanda, o sea gente con la necesidad y el dinero, o las posibilidades, para adquirir un bien o producto, entonces se genera el déficit. Sucede que todos aquellos que pudieran necesitar una vivienda, jamás podrían pagarla, no en las condiciones que el actual sistema económico ofrece. Entonces, lo que tenemos es una tremenda necesidad de vivienda, por una buena cantidad de familias, la necesidad de adecuar viviendas, para otra cantidad similar y la necesidad de reubicarse convenientemente, para otras familias, para cambiar sus condiciones de vida y no tener que desplazarse por toda la ciudad para ir a estudiar, a trabajar, a recrearse.

Ya, ¿entonces, de dónde sale eso del tremendo déficit de vivienda? De los señores promotores de vivienda, de los gobiernos populistas y, principalmente, de los bancos y financieras, que andan creando escenarios, inventando necesidades y dirigiendo el mercado, de consumo, que le dicen.

Una necesidad básica, un derecho importante del ser humano y urbano, se ha convertido en una campaña de marketing de quienes detentan el dinero y el poder. ¿Quién tiene realmente la culpa? En primer lugar, además del burro, están las mismas familias que andan desesperadas por adquirir una vivienda, de las miles que, no lo dicen, se encuentran amontonadas esperando comprador. Más por una necesidad de status, de posesión, que de bienestar familiar. Igual que todos los productos que se ofrecen en los medios, la necesidad que le crean y, valgan verdades, el complejo de la gente por creerse menos, al no tener todavía una casa propia.

- ¿Ha visto comadrita, la ganga de los departamentos que se han hecho en lo que fue la casa de don Fulgencio, allá en la esquina de enfrente? Por sólo $ 65,000.00 se lleva usted un departamento con finos acabados, de 52 metros cuadrados. Si el Toño no me hubiera dejado de mandar los 500 verdes mensuales que me enviaba de los yunaites; desgraciado, mal hijo, yo podría haberme embarcado en un préstamo con el Banco del Trabajo Ajeno y en 25 años terminaba de pagar ese departamentote, no cree usted, doña Treme?

- Si pues, doña Clota, desconsiderado su retoño. Yo no creo que se haya quedado sin chamba. Es porque no la quiere lo suficiente. Le diré que yo también estoy con una rabia. Resulta que desde que dijeron que iban a liberar los depósitos de la CTS yo acariciaba la idea de comprarme un departamento, pero no ése que dice usted, sino el de la otra cuadra, que tiene balcón y dicen que un yacusi incorporado, que no se lo que es, pero algo bonito a de ser, porque con sólo $ 75,000.00 y en 30 años, el depa es mío. Pero resulta que la porquería de la CTS del Rosendo no alcanza ni para el 10 % de la cuota inicial. Habrase visto tremenda idiotez. Ahora compruebo que mi marido ha trabajado 28 años por las puras alverjas.


En segundo lugar, la responsabilidad alcanza a los gobiernos municipales. Esas organizaciones que han sido especialmente creadas, para administrar nuestros bienes privados y los públicos, para que podamos vivir decentemente en comunidad, para que alcancemos nuestro desarrollo pleno y el de nuestras familias y para que podamos aportar algo bueno al país. Y en cambio, además de confiscarle, de a poquitos, la legítima propiedad, al que ha podido adquirirla, mediante el innecesariamente elevado impuesto predial, las municipalidades permiten, sin criterio profesional, ni humanitario, la construcción de horrendos armatostes y callejones verticales que están terminando por expropiarnos la decencia y la dignidad para vivir. Pero claro, hay que dar las licencias de construcción sino las inmobiliarias no “colaborarán” en mi campaña de re elección. Si pues, las inmobiliarias en particular y las constructoras en general, son las que pagan las campañas electorales municipales. Y no se puede chocar “con la familia”.

En tercer lugar, el tremendo bulto de la culpa recae en el gobierno central, que lejos de diseñar un Plan Nacional de Vivienda, en el que se considere, en primer y exclusivo lugar, al vecino, a la familia, sus requerimientos, deseos y necesidades, se atienden diligentemente los pedidos de las mismas constructoras e inmobiliarias, y de otras más grandes, como la del señor, amiguísimo presidencial, Pepe Graña, que también pagan, ¿curioso no?, las campañas electorales congresales y presidenciales.

Sí pues, estamos solos. Lo mas gracioso del tema es que la solución la tenemos al alcance de la mano; con nuestro propio esfuerzo; pero primero con nuestra decisión, férrea voluntad y eso que la gallina pone en cantidad, podemos alcanzar la solución a nuestro grave problema de no poder hacer uso de una vivienda adecuada y digna.

¿Hay necesidad de convertir a la ciudad, al distrito, en un conjunto de palotes (léase bloques de departamentos), amontonados unos al costado de otros? ¿Hay la necesidad urgente de que cada familia compre una vivienda? ¿Hay necesidad, realmente, de que su hija se mude a dormir al otro extremo de la ciudad cuando el resto del día se la pasa en su casa porque no le alcanza para comer, solo por el hecho de que se acaba de casar y por ello debe vivir sola con el marido? ¿Hay necesidad de embarcarse en un préstamo hipotecario oneroso, abusivo e inhumano, para comprar una casa, a 25 0 30 años, solo por el hecho de poder decir ya compré mi casita? No, no hay necesidad.

Una comunidad organizada puede obtener, a través de sus gobiernos locales y con el aval del gobierno central, préstamos blandos para la auto construcción con la asesoría técnica y gratuita correspondiente. Una comunidad organizada puede replantear o ratificar, si es el caso, su zonificación, atraer inversión para cubrir los servicios complementarios dentro de su propia comunidad, que eviten el traslado innecesario, de horas, cada día, a través de una ciudad que es inhóspita y asfixiante.

Remodelación de viviendas; sub división física, no prioritariamente legal, de las viviendas existentes para mejorar la calidad de vida de cada familia y, sobre todo, meterse en la cabeza que no hay que ser propietario para ser más. Solamente hay que exigir, como derecho, urbano, el que podemos, debemos y requerimos vivir mucho mejor que en las actuales condiciones. Dignamente, decentemente, casi como seres humanos, oiga usted


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