miércoles, 7 de diciembre de 2011

Sobre la publicidad exterior

Tremendamente abusiva la norma municipal que obliga a los conductores de un negocio, por pequeño que sea, a pagar por una autorización de colocación de un elemento de publicidad, igualmente por pequeño que sea, en el frontis de su local, aun cuando éste se encuentre retirado, hacia adentro, dos o tres metros. Muy mal que la misma municipalidad autorice la colocación de inmensos carteles, de pesadas estructuras para otros carteles y todo tipo de paletas, en los espacios públicos, cuyo objetivo era el de disfrutar del entorno sin tener que recibir ningún tipo de agresión, la visual incluida. En ambos casos se rebela la prioridad municipal: cobrar el derecho, recibir dinero. En el primero, lo que debería tomarse como sistema de promoción individual de un negocio, que con mucho esfuerzo se empieza a desarrollar y en el segundo, que debería recortarse porque constituye contaminación visual, la premisa es la misma: si pagas puedes hacer lo que quieras. ¿Y la tarea municipal de promotor del desarrollo empresarial local, que debería traducirse en apoyo efectivo a los ciudadanos que son emprendedores y contribuyen a su localidad con el servicio que presta y los derechos que ya está pagando? ¿Y la tarea municipal de fiscalizar el uso o abuso de los espacios públicos que deberían tener como único objetivo la preservación de los mismos, especialmente de todo tipo de contaminación?
Lo único que debería importar a las autoridades municipales, gestores del desarrollo local, en el caso de la publicidad individual, en el frente del inmueble dentro del que se desarrolla el negocio, es que éste debería estar enmarcado dentro de ciertos parámetros de diseño y colocación, adicionando un pago mínimo y con aprobación o rechazo inmediato. En el caso de la publicidad exterior, ajena a los inmuebles, es decir, la que se realiza en todo tipo de elemento, con o sin estructura propia, en cualesquier ubicación y orientación, sin más directriz, por ahora, que el pago del derecho respectivo, más jugoso en tanto más atrevidas las dimensiones, alturas, formas, calidad o forma de confección, no debería permitirse alegremente. La ciudad ha sido tomada por asalto por unas cuantas empresas de publicidad exterior que tienen como único objetivo que su publicidad "llegue", es decir que sea observada por todo el mundo, sin importar cómo se logre. Los alrededores de los centros comerciales, las grandes avenidas, las bermas centrales, las azoteas, los parques públicos y también ahora, las paredes mismas,"decoradas" con ingeniosos elementos conocidos como vallas. No hablemos de las carreteras y accesos a centros urbanos, el abuso de elementos publicitarios llega a la superposición de unos sobre otros, orientaciones de las más variadas, que evidencian que las empresas publicitarias se zurran en las normas, en las autoridades y, lo que no debemos permitir, en la población misma.
Existe, en Lima, una ordenanza metropolitana que data de muchos años atrás, existen ordenanzas distritales complementarias, que en principio no deberían oponerse a la norma madre, están los técnicos y profesionales urbanos, las comisiones municipales y las delegaturas de los colegios profesionales, especialmente la del Colegio de Arquitectos y, al parecer, lo único que importa aquí es quién paga más. En las carreteras, más de una vez se han producido choques "gracias" a estos recordatorios monumentales de que la cerveza tal es más refrescante, de que el bloqueador cual es el único que derrota a los rayos solares, todos adornados, algunas veces sin razón, de bellísimos exponentes del género femenino que son los verdaderos causantes de la pérdida de atención en el manejo. Algunos centros comerciales, como el de San Miguel y San Isidro, no han dejado un metro de área libre, de los espacios públicos, incluyendo bermas centrales y parques, que en principio eran intangibles, sin la presencia de estructuras, livianas o pesadas con tremendos carteles en cantidad tal, que lo único que se llega a apreciar son los elementos publicitarios y no los mensajes. ¿No deberíamos revisar el tema, replantear las normas y ser más consecuentes con aquello que debería ser el espíritu de una verdadera gestión municipal, lograr el bienestar y el desarrollo integral de las personas y de la ciudad misma?

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