martes, 18 de octubre de 2011

¿Por qué no la dejan trabajar?

A menos de un año de su gestión como alcaldesa de Lima Metropolitana, la señora Susana Villarán está teniendo demasiados problemas para poder realizar su trabajo. ¿Qué está pasando? Se puede entender el miedo a lo nuevo, a una forma de trabajar inédita para nuestro medio, a que se piense que toda la gestión, los cuatro años, sean un completo fiasco y se pierdan muchas oportunidades, inversiones y dinero efectivo, incluso; pero lo que no se entiende es que los principales opositores sean las personas medianamente inteligentes y conocedoras del fracaso real de las gestiones anteriores en el empeño de conseguir el desarrollo pleno para nuestra ciudad capital. ¿Qué tenemos hasta ahora? Gestiones sucesivas con relativo éxito económico, porque tienen las cuentas en azul; con relativo éxito urbanístico, porque se han dedicado a solucionar problemas de vías vehiculares; relativo éxito en cuanto a reconocimiento internacional, por algunas obras de carácter monumental; pero ¿Y del ciudadano? ¿Quién se ha acordado? Se suponía que la ciudad, su crecimiento y desarrollo, eran para beneficio directo del ciudadano, de su familia. ¿Por qué entonces no podemos darnos cuenta de que si las cosas no han salido bien hasta ahora, es porque la forma, el estilo de pensar y hacer esas cosas, no era el correcto? ¿Es tan difícil comprender que si se quiere un cambio verdadero y estructural en el manejo de la gestión se requieren varios ajustones, no pocos moretones, algunos golpes de timón y otro tipo de personas, incluso, en el diseño de las tareas municipales y en la conducción de los equipos de trabajo?
La señora Villarán no sabe vender ni venderse. No tiene empatía con la población y eso no es bueno para ninguna de las dos partes. La gente se molesta porque no le entiende lo que quiere decir y su lenguaje gestual es lerdo y equívoco, pero su intención sí es buena y sus objetivos también. Sus más cercanos allegados son, igualmente insulsos pero de excelente nivel. ¿Por qué entonces no le damos un tiempo prudencial para que marque las sendas y luego podamos acompañarla en su ruta de nueva concepción del desarrollo. Me parece que lo hecho por Antanas Mockus en Bogotá y los planes y proyectos de algunas ciudades españolas son sus referentes. No vamos a ver grandes obras, no vamos a ver una explosión de primeras planas mediáticas, ni siquiera conferencias de prensa en que se mencionen grandes proyectos con grandes inversiones. Y es que en verdad, tampoco conviene eso. Lo que vamos a tener en los próximos meses y años, es un giro de 180° en el manejo metropolitano. Las cosas se hacen de acuerdo a lo que conviene a la población; los costos no se inflan ni adecuan, se presupuestan y ejecutan según lo justo y necesario; las obras no se entregan a un grupo de privilegiados si no a quienes convenga, en el momento adecuado y por mérito propio; las inversiones publicitarias se realizan solo si son necesarias y de acuerdo a la norma y, lo que es más importante, todo lo que se haga en la ciudad será para beneficio directo y exclusivo del ciudadano. ¿No es eso lo correcto y lo que estábamos esperando?
En los próximos meses es muy probables que se desate una campaña, que en realidad ya empezó, dirigida por los medios de comunicación que hasta ahora no la ven, y espero sigan sin verla; por las constructoras y los promotores de sembrar cemento, que se desesperan porque están a secas; por los políticos que fueron desplazados por esta nueva opción de gobierno local y que pueden quedar muy mal parados si esta gestión, como esperamos y deseamos, haga un buen trabajo y, por todos aquellos, ciudadanos de a pie, que están acostumbrados a la tradicional alharaca que producen los que trabajan para el aplauso y su bolsillo antes que para la ciudad. ¿Y si mas bien viéramos las cosas con otros ojos, con más optimismo y empezáramos a poner el hombro ahí en donde vivimos y trabajamos, mediante sugerencias, propuestas y verdadera e inteligente fiscalización? No va a ser fácil, porque hay demasiados y poderosos intereses de por medio, porque alterar la rutina agota, porque no es conveniente reconocer que una mujer pueda realizar bien el tradicional papel del hombre, porque esta gestión tiene un tufillo izquierdista y caviarón, o porque hay algunas lesbianas y maricones en el grupo de trabajo de la señora Villarán. Pero no hay razón, al menos hasta ahora, para decir que en esta gestión hay ladrones e incapaces. Y entonces, ¿por qué diablos, dígame usted, no la dejan trabajar?

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