miércoles, 21 de septiembre de 2011

Mistura y la marca Lima

Ha terminado MISTURA 2011, la gran Feria Gastronómica Internacional de Lima. Cerca de 350,000 visitantes y muchos millones de soles en ingresos para organizadores y expositores. Bien por ello. Quienes creen que esta cuarta edición de Mistura era solo una feria más, de cocineros y comelones, se equivocaron. Se están sentando las bases para hacer de Lima la capital gastronómica de América Latina. Su innegable crecimiento sostenido, año tras año y, la generosa aprobación y decidido apoyo de grandes cocineros internacionales, incluido el llamado mejor del mundo: Ferrán Adriá, nos van a permitir vender a nuestra ciudad capital como un destino obligado del turismo gastronómico. Lima se está convirtiendo, gracias a nuestros visionarios y promotores gastronómicos, en una marca reconocida y requerida. Cuando hace 4 años se inició esta aventura fueron alrededor de 23,000 los visitantes; la proyección mínima, para el próximo año, 2012, es de 600,000, icluidos no menos de 10,000 extranjeros. El llegar a cubrir algunas necesidades, como el contar con un lugar mucho más amplio y mejor equipado de exposición y venta, disminuir el costo de ingreso, alargar el tiempo de exposición y mejorar la convocatoria, a nivel nacional, de productores y cocineros, nos permitirán alcanzar nuestro sueño de poder asociar la etiqueta de "la mejor comida del mundo" a la de "el mejor lugar para comer", así el combo estará completo.

Lo que Gastón Acurio empezó hace algunos años, como un reto y tarea personales, ha logrado unir a los cocineros más prestigiosos del país, promover a nivel internacional las bondades de nuestra cocina y, lo que es más importante, nos ha permitido aprender a valorar lo nuestro, convirtiendo a nuestra gastronomía, única y diversa, en un motivo de orgullo nacional y en la base de nuestra nueva identidad. ¿Quién diría que las recetas de nuestras abuelas, que antes sólo servían para conquistar estómagos y corazones, se convertirían con el tiempo y el trabajo denodado de unos cuantos visionarios, en un motor tan importante de nuestra economía y en un inmejorable punto de encuentro y comunión de todas nuestras clases sociales y culturales. La proliferación de restaurantes, institutos de formación gastronómica y oportunidades ilimitadas de plazas de trabajo, le están cambiando la cara a Lima. Comer bien y en un lugar aceptable ha pasado de ser una cosa eventual, a un ritual casi diario. Pensar en comida, hablar de comida, buscar nuevos y agradables lugares en dónde comer y, lo que es más importante, apreciar y disfrutar cada día más lo nuestro, si es en grupo, mejor, es ya una necesidad urbana moderna. La búsqueda de nuevos restaurantes y huariques que satisfagan nuestra creciente curiosidad culinaria nos ha llevado a redescubrir zonas de Lima, que por olvidadas o lejanas, no habíamos visitado antes.

Las posibilidades de crecimiento en este rubro y en otros complementarios, pueden definir en los próximos años un verdadero despegue de Lima como ciudad anfitriona, como punto de encuentro obligado, de compatriotas, de extranjeros y sibaritas, en general; como una ciudad rica en tradición y cultura gastronómica y de la otra, como una ciudad que se cuida, quiere y respeta, como un lugar de encuentro donde uno se la pasa bien y a donde dan ganas de regresar. La triste expresión de un economista cuyo nombre no es grato recordar, que dijo que el país necesitaba más ingenieros que cocineros, debido a que él creía que se le estaban reventando muchos cohetes a la gastronomía y sus representantes, se apaga sola ante el estallido de beneficios que la cocina, los cocineros, la tradición peruana y ese gusto por hacer las cosas bien, le están cambiando, radicalmente, la cara a nuestra Lima, para beneplácito de quienes creíamos que ya se había deshumanizado tanto que no iba a ser posible revertir la imagen de ciudad para vehículos y edificios. Bueno pues, creo que ahora y, gracias a la cocina, tenemos otra fisonomía, otras costumbres y hasta otros olores, creo que ahora sí podemos empezar a pensar en vender Lima, en parelo al Perú, con su propia marca.

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