martes, 7 de junio de 2011

Tenemos presidente

Bastante reñida, o más bien asquerosa, fue la reciente contienda electoral. Hasta las últimas horas del sábado continuaba la guerra sucia entre los dos candidatos, valgan verdades, principalmente del grupo de Fujimori y sus secuaces. Al 97 % del conteo de votos y según los sondeos a boca de urna y la última encuesta seria, que sí se hizo entre viernes y sábado a pesar de la prohibición, el señor Humala Tasso ha ganado la presidencia del Perú. Con él hemos ganado quienes estábamos seguros de que era la hora del cambio, quienes creíamos firmemente que ya no nos quedaba tiempo para seguir esperando, mientras el país se desangraba y los peruanos continuábamos sacándonos los ojos, puesto que la polarización había llegado a extremos inimaginables. Pues bien, como nunca, experimento un miedo terrible. ¿Qué pasa si el señor Humala no era más que la voz que necesitábamos escuchar para no sentirnos tan mal y que luego de unos meses todo vuelva a la normalidad? Esperemos que no. Por el bien del país y porque una sacada de vuelta más al pueblo peruano, provocaría un estallido peor que el que se hubiera querido evitar. Desde el saque el señor Humala dio la impresión de demasiado reservado, demasiado cauto, casi impertérrito, que daba alguna tranquilidad, pero que precisamente por eso, me preocupa. ¿Qué pasa si don Ollanta tenía realmente cara de, como no sé nada, mejor me callo y espero para ver cómo están las cosas desde adentro y ahí recién me pongo a pensar en cómo proceder? Su actitud pragmática, demostrada al 100 %, indica eso. En cristiano eso implicaría que cualquier cosa podría suceder. Esperemos que para bien.

En el Perú tenemos un sistema netamente presidencialista, es decir, esperamos que el presidente haga todo, resuelva todo y en pago le damos un cheque en blanco y un congreso, que debe ser el peor del mundo, como contraparte. Así, Presidente que no termina por corromperse es porque es tremendamente ingenuo y en política no los hay, Alan García dixit, o es un caído del palto y acá tampoco parece haberlos, Alberto Fujimori dixit, o es un Humala, que nadie sabe cómo es. La forma como se ha manejado la campaña, los andares y desandares, los cambios de asesores, oficial y extra oficialmente y la actitud de don Ollanta, con cara de mayormente desconozco cuando de dar precisiones se trata, parecen ser la imagen a proyectar durante su mandato. Veamos el lado bueno. El señor Ollanta Humala ha querido, probablemente, ganar sin deber muchos favores, sin prometer demasiado y sin mentir descaradamente, como los señores Fujimori y García lo hacían por deporte y personal convicción. Ha querido mostrarnos una vida ordenada, altamente disciplinada, de familia, al contrario del señor Toledo, dando a entender que así es él, que así será y que no tiene por qué diablos cambiar. Mientras no se convierta en el autoritario cachaco que muchos temen, o lo que es peor, en el saco largo que baila solo con la música de la señora Nadine, que otros muchos más detestarían, entonces no hay problema. Necesitábamos una persona realmente íntegra, consecuente, honesta, trabajadora, nacionalista. ¿Lo habremos conseguido? En algunos años más lo sabremos.

Va a ser difícil que los peruanos cambiemos de forma de pensar, más difícil aún que los, casi todos carroñeros, que ingresan a la política lo entiendan. Como fuera, empecemos a curarnos en salud. Más que exigir planes, exijamos actitudes, más que políticos de lujo y renombre, exijamos buenos técnicos, más que promesas, exijamos pequeños avances en nuestro sistema político-económico-social. El señor presidente, por otro lado, no debería creer que solo la izquierda lo ha llevado al poder, no debería pensar que el grueso de la población está con él y que empieza un hermoso matrimonio con el pueblo. No señor. El grueso de sus votos, señor Humala, ha salido de una reconstruida clase media que está harta de que, hasta ahora, nadie se ocupe de los problemas de fondo, de que haya demasiados maquilladores y estilistas, decoradores y productores de efectos especiales, pero nadie, con el suficiente raciocinio como para darse cuenta de que mientras no resolvamos los problemas de casa seguiremos arrastrando un pesado lastre que no permitirá jamás la llegada del desarrollo pleno y sostenido. El señor Humala tiene la mesa servida. El trabajo sucio ya lo hicieron los anteriores. las políticas hambreadoras y la consecuente acumulación de capital, suficiente para emprender proyectos serios y de largo alcance, ya está en caja, entonces solo hay que cosechar. Señor Humala, no parece usted muy confiable, pero es lo que ahora tenemos, si nos falla habremos perdido por enésima vez. No sé por qué pero creo que usted está listo para ayudar a escribir la nueva historia del país.

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