viernes, 6 de mayo de 2011

Un Proyecto para el Perú

¿Qué Perú queremos? ¿Por qué, es que acaso no está bien el que tenemos? Pues no, de ninguna manera. ¿Cómo podríamos estarlo si todos los días mueren cientos de niños por falta de atención médica, por falta de alimento o de techo para protegerse o incluso por mano ajena, a veces de los propios padres. Si tenemos, aunque el señor García nos mienta descaradamente, uno de los mayores índices de analfabetismo de Latinoamérica; si el nivel de delincuencia y, por consiguiente, de inseguridad ciudadana, son tan grandes como en México, Bogotá o Río de Janeiro. ¿Qué nos ha pasado para que hayamos cerrado los ojos ante una realidad tan triste como la que estamos padeciendo? Pareciera que nos hemos acostumbrado a que nos digan qué pensar, que opinar, qué hacer. Y es que la presión mediática es enorme, es demasiado fuerte para una masa ciudadana que no ha recibido la formación mínima para hacerse respetar, para exigir lo que por derecho le corresponde. Para, por lo contrario, dejarse estar, recibiendo lo que le dan, cumpliendo fielmente un libreto impuesto por una sociedad consumista que no busca más que el beneficio de quienes detentan el poder. Lo que sucede en nuestro querido país va más allá de derechas e izquierdas, de terroristas y escuadrones de la muerte. Se trata más bien de una sociedad derrotada por sus propios actores, por su desidia, porque aún sabiendo qué hay que hacer para arreglar las cosas, opta por lo más fácil, simplemente no hacer nada. Porque cansa y es aburrido, oiga usted.

El Estado no existe. No donde en verdad debería tener presencia. Está junto a los poderosos, cuidándole sus bienes y vidas, vigilando sus negocios y haciéndoles más fácil, si es que cabe, las cosas, mediante prebendas, acuerdos indebidos y, claro, dándole la espalda a quienes no tienen los medios, ni siquiera la oportunidad para salir adelante. Al margen de la justicia social, de la equidad en el trato y deferencia a los connacionales, lo que necesitamos es tomar consciencia de que jamás, pero jamás, saldremos del subdesarrollo si es que no atacamos a la pobreza en su raíz, a la delincuencia en sus orígenes, a la insalubridad en sus causas. Pero no será mediante una revolución sangrienta, ni siquiera por una batalla de almohadazos; no, será porque nos hemos percatado de que la mejor manera de solucionar nuestros problemas es tratándolos ahí en donde aparecen. Las tentativas o disposiciones de solución que vienen desde arriba, simplemente no funcionan. Los graves problemas nacionales eran, en su origen, palomilladas de barrio, discusiones de alcoba, que al involucrar a vecinos, bienes y propiedades ajenas, fueron creciendo hasta convertirse en los grandes obstáculos del desarrollo que ahora tenemos por delante. Si ya hubiéramos aprendido a vivir en comunidad, a aceptar nuestro lugar, derechos y responsabilidades dentro de nuestra sociedad, no tendríamos problemas de hogar, de cuadra, de barrio, de distrito, de provincia, de región, de país. Sí pues, suena fantasioso, ¿no?

Hace unos meses el señor Luis Carranza, dijo en la CADE, con más énfasis que convicción, que en el Perú necesitábamos más ingenieros que cocineros. Y lo dijo sin sonrojarse. Se refería, evidentemente, a que a pesar del éxito personal de Gastón Acurio, del reconocimiento internacional de nuestra gastronomía, del renaciente orgullo por lo nuestro, de la entronización y empoderamiento de la marca Perú en todo el mundo, lo que necesitábamos en el país era seguir "creciendo" económicamente, aumentando las reservas internacionales, rindiendo pleitesía a las trasnacionales e inclinándonos ante los gobiernos del primer mundo. Pues, fíjese usted, esto es precisamente lo que necesitamos cambiar. Empecemos por pensar en el Perú, por pensar en nuestros recursos y en el mayor beneficio que podemos obtener de ellos, por pensar en nosotros mismos. Nuevamente, ¿Qué Perú queremos? A mí me gustaría poder salir a la calle con mis hijos y saber que voy a llegar a mi destino sin ser asaltado o atropellado. Me gustaría tener un buen trabajo y ganar lo justo y necesario. Me gustaría que mi barrio cuente con todos los servicios y facilidades para vivir bien. Me gustaría vivir decentemente, casi como gente. Me gustaría tener autoridades y representantes de los que me sintiera orgulloso. Me gustaría que mis derechos se respeten y que yo sea la razón de existir del Estado. No, señor Carranza. No necesitamos los mismos ingenieros que le han hecho tanto daño al país. Necesitamos sentarnos a conversar, a definir lo que queremos y a decidirnos a ponerlo en práctica. Ese nuevo proyecto nacional debe tener un solo objetivo, un solo lenguaje, un solo camino y una estrategia, aceptada y compartida por todo el pueblo peruano. Ese, ese es el único Proyecto que necesitamos para el Perú.

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