martes, 8 de febrero de 2011

Concentración y Descentralización Urbana

Ciertamente es más fácil y económico servir a una población que vive aglomerada alrededor de las fuentes de servicios, de ahí que la ola de verticalización urbana se ha venido con fuerza; más unidades de vivienda, más personas, pero también más vehículos y sobre saturación de redes, con evidente "beneficio" de los promotores de viviendas urbanas y de las comunas que tienen como norte y razón de existencia la recaudación de tazas y tributos. Pero ¿y la gente? ¿Recibe algún beneficio adicional, al de tener todo a la mano, que redunde en su bienestar? Pues no. Lo descrito anteriormente constituye la concentración de infraestructura y servicios, incluyendo bienes y mobiliario urbano. Colateralmente a ello se logra una concentración de poder, de manejo y toma de decisiones. Pero ¿y la gente? Muchos de los distritos de Lima, particularmente, se encuentran al borde de la saturación total, con peligro de explosión urbana, de gravísimas consecuencias en los próximos 6 a 10 años y muchos otros bastante cerca, por la misma senda. No ha habido planificación que valga, no ha existido norma que no se viole, no ha existido un mínimo de consideración al suelo urbano. Se apuntó por lo más fácil, pero con un pésimo sentido de proyección y previsión. Asistir a una feria es aceptable porque vamos prevenidos, porque pensamos encontrar ofertas, precios bajos, espectáculos y, además, es por algunas horas, por ello aceptamos las colas, la aglomeración, la falta de espacio sicológico, de privacidad y tantas cosas más. Pero, ¿vivir así permanentemente? No pues, a quién se le puede ocurrir tamaño despropósito, aparte claro está de los promotores de vivienda urbana que últimamente parecen llenadores de combi, jurando que siempre y no solo al fondo, hay bastante sitio. Promotores que actúan como verdaderos mercaderes del cemento y de la destrucción de nuestras vidas, dentro de nuestras propias comunidades.

¿Qué hacemos? Es decir, ¿se puede hacer algo? En realidad mucho. Primero tenemos que sacar desde el fondo de nuestra dignidad ese carácter que hemos tenido ausente durante décadas, esa auto estima que nos permita levantar la mano primero, la voz luego y gritar a voz en cuello. YA PUES. YA ESTUVO BUENO. En esta cuadra, en este barrio, el sentido común nos dice que debemos haber tantas personas, familias, enseres y vehículos. ¿Más gente? A la otra esquina. No hay que ser intolerantes para rechazar el que en el espacio donde antes había una familia quieran ahora meter a 30 o 40 familias, gatos, perros y hamsters incluidos. No pues, no está bien. Todo tiene un límite, nuestra paciencia también debería tenerlo y deberíamos defender nuestro estilo, nuestra calidad de vida. No puedo pasarme la vida renegando, por no saber reclamar, porque ya se ha hecho insufrible seguir habitando en el sitio, con la nueva cantidad de gente y en la forma en que se pretende que siga viviendo. Yo compré un terreno en una zona en la que decían que aquí solo podían entrar tantas familias, tantas personas por cada hectárea o manzana. Los tiempos cambian, las ciudades también y por ello podríamos aceptar un incremento en los parámetros, digamos de un 50 %; muy bien, de un 100 %, es decir el doble. Pero, un 500 %, un 1,000 %. Naranjas, mi estimado señor alcalde. Que tal o cual constructora le hayan pagado a usted la campaña y haya cubierto otros muertos y heridos durante el desarrollo de la misma, no le da derecho, aunque haya adquirido tal obligación, de regalarle a dicha empresa las licencias de construcción, en zonas no autorizadas y bajo condiciones constructivas antirreglamentarias. No, no está bien. Lo que en algunos casos se considera aceptable y adecuado, porque redunda en beneficio y mejora de los servicios, no puede ser norma universal. Cuando por efecto de la concentración se alteran negativamente las condiciones de habitabilidad de un área urbana, algo malo debe estar pasando y hay que corregirlo.

En Lima tenemos buenos ejemplos de descentralización de servicios, no solo básicos, sino complementarios y de equipamiento. Mega Plaza Norte, como centro de servicios de comercio, recreacionales y de salud, es un vivo ejemplo de que se pueden crear polos internos adicionales de desarrollo, sin sobre saturar los existentes. Hasta el mal hadado ejemplo del Balneario de Asia corrobora lo señalado. Entonces, ¿por qué no se planifica, no se proyecta, no se diseña y ejecutan proyectos sobre esa base? ¿Es otro precio? Claro que sí, pero ¿tiene precio nuestra tranquilidad y calidad de vida urbana? Si se pusiera en práctica el criterio de macro distritalización, agrupando 5 a 9 distritos, dándoles nuevos límites virtuales, por ahora, que se pudieran manejar como un todo y que pudieran diseñar sus propios ejes de desarrollo y sus propias posibilidades de crecimiento, entonces habríamos dado el primer gran paso, que debería incluir además, el reacomodo de la población interna de cada macro distrito, para evitar los enormes e innecesarios desplazamientos de la población a lo largo de toda la metrópoli, puesto que cada familia ya contaría con todo el equipamiento, trabajo incluido, dentro de su propio macro distrito. Sí pues, se reventarían los intereses de quienes manejan las fuentes de servicios básicos y complementarios, pero el verdadero beneficiario del bienestar sería el ciudadano. Y eso es lo único que importa ¿o no?

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