lunes, 14 de febrero de 2011

Abusos electoreros urbanos

¿Puede usted caminar por las calles de su ciudad sin sentirse literalmente asaltado por toda la propaganda electoral desperdigada en postes, árboles, bermas centrales, laterales, jardines, parques, óvalos, fachadas y vehículos? Sin contar las bullangueras y estupidizantes propagandas que a gritos destemplados y que con el uso de indeseables megáfonos, ruidosos micrófonos y todo lo imaginable, nos quieren meter en el cerebro a borbotones, a ocho semanas de las elecciones presidenciales y parlamentarias, nacionales y andinas. Con más entusiasmo que criterio, once candidatos presidenciales, doce listas congresales para Lima, que suman 420 candidatos, luchan por hacerse conocidos usando todo lo que tienen a la mano, sin descontar por cierto las listas de candidatos al inútil y oneroso parlamento andino. En suma, cerca de 500 personas, con méritos o no y solo para la ciudad de Lima, que nos atacan visual, auditiva y mentalmente, con su desesperación por llegar a obtener el puesto deseado. Ahora bién, existen unas reglas de juego pre determinadas por la Ley de Elecciones Generales, por una Ordenanza de Lima y otras tantas distritales, que son claras y simples, pero que, literalmente, sirven para que todo el mundo se zurre en ellas. Si las autoridades electorales, municipales, metropolitanas y distritales, tienen a bién ser palo de gallinero de esta caterva de desadaptados electoreros, no es justo que los ciudadanos tengamos que sufrir las consecuencias de la angurria de los politicastros y el miedo, el padrinazgo, o la coima recibida por las autoridades.

Nuestro sistema electoral es pésimo, el tema del voto preferencial y sus consecuencias son poco menos que ridículas, las licencias que se permiten los "señores" candidatos no tienen límite y la autoridad como ya anote, por pánico, por preferencia evidente, una lealtad mal entendida, arreglo bajo la mesa o incapacidad total, no ve nada, no escucha nada y tampoco hace nada. La ciudad es de todos y nadie, menos los que dicen que quieren trabajar por ella y el bienestar de los ciudadanos, puede apropiarse de todos sus espacios públicos, convirtiéndonos en simples espectadores de todos sus desatinos. Lo ideal, que lamentablemente casi nunca se cumple, es que la población termine por negar su voto a todos estos incivilizados que convierten, periódicamente, nuestra ciudad en su chiquero particular. Si tuviéramos la dignidad suficiente y una acptable identidad ciudadana, así tendría que ser. No merece la mínima consideración quien no respeta mi ciudad, quien ha demostrado plenamente que en lugar de vocación de servicio tiene un ego demasiado grande y una angurria que no le cabe en el cuerpo. Las principales avenidas, nuestros, por norma, intangibles parques, plazoletas, óvalos y demás, están irreconocibles, solo vemos grandes caras, deformadas por la desesperación evidente de querer hacerse de una curul; frases que de creativas no tienen nada, lemas ridículos, símbolos y colorinches varios. ¿Y el pacto ético de los candidatos? Bien gracias. ¿Y el principio de autoridad? Ahí también, muchas gracias.

¿Qué podemos hacer? Mucho. A la convocatoria de un proceso electoral, los vecinos organizados deben elevar una solicitud a su autoridad local pidiendo que haga respetar a la ciudad, su infraestructura y mobiliario urbano, con sanciones pecuniarias elevadas, con retiro y decomiso de paneles, gigantografías y toda la parafernalia. La autoridad local y metropolitana necesitan el respaldo y apoyo directo de la población para enfrentar el abuso de los partidos y agrupaciones políticas, que dicho sea de paso han logrado, por mérito propio, uno de los niveles más bajos de Latinoamérica. Los partidarios, hinchas, seguidores y simpatizantes, de tal o cual partido o movimiento, deben comunicar a sus líderes, de alguna forma hay que denominarlos, que no están dispuestos a sufrir ningún menoscabo en su calidad de vida y que exigen respeto total a sus familias. A la institución electoral se le pediría un tantito más de consecuencia y una pizca de vergüenza para no echarse a los pies de los candidatos, especialmente de los que aparentan tener más opción y que hagan cumplir, para eso están, las normas y reglamentos. Nadie, enteramente nadie, tiene el derecho de secuestrar nuestra ciudad, burlarse de la autoridad y de los acuerdos básicos de convivencia comunitaria para alcanzar sus estúpidos fines. Lamentablemente, solo un poco menos del 10 % de los candidatos que se están presentando y tanto estropicio urbano causan, llegarán a ocupar los puestos por los que se están sacando los ojos. Para decirlo con todo respeto y propiedad, oiga usted, y a nosotros ¿qué mierda nos importa?

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