lunes, 27 de diciembre de 2010

La tercera edad: Patrimonio Comunitario

Es increíble cómo desperdiciamos la tremenda capacidad resolutiva y amplitud de criterio de las personas mayores de nuestras comunidades, las llamadas de la tercera edad. ¿Quién mejor que ellos para reunir en una misma fuente, situaciones pasadas, procesos fallidos y exitosos, capacidad de análisis y de proyección bien fundamentadas y casi siempre acertadas? Dicen que los jóvenes suman a su ímpetu y rapidez mental la convicción de que es mejor equivocarse en carne propia y no que le cuenten a uno, cosa que así se aprende mejor con el golpe y ya uno no se olvida. Para el tema personal está muy bien. Pero cuando de lo que se trata es de los destinos de toda una comunidad, del manejo gerencial de un municipio, ¿cómo nos va a parecer bien que nuestras autoridades se equivoquen y que luego perdonemos sus deslices amparados en lo dicho antes? Y todo ¿por qué? Simplemente porque la soberbia de quien detenta el poder no admite consejos, porque el sistema de gerencia municipal se rige por lo "rápido y efectivo" que se traduce como: lo que menos trabajo me cueste y me genere más exposición y luces. Error, gravísimo error, como errado es nuestro sistema de elecciones municipales y las normas que dan el marco legal a una gestión.

Existe más bien en nuestros días la exigencia legal de colocar en las listas de candidatos a regidores, por ejemplo, un 30 % de jóvenes y similar porcentaje de mujeres. Por un equivocado sentido de equidad se obliga a que jóvenes y mujeres estén presentes entre los candidatos. ¿Y los mayores? La seriedad, ecuanimidad, madurez personal, desarrollo de la inteligencia emocional y, con mayor razón, la conciencia ciudadana y responsabilidad social, han alcanzado en las personas llamadas de la tercera edad los máximos niveles, lo que les permite tener una correcta visión de lo que se puede hacer para mejorar la calidad de vida de nuestras comunidades. Muchos de ellos, exitosos empresarios y profesionales, se han retirado de la vida pública porque no van a la velocidad de la vida actual, que es una carrera desbocada hacia el vacío del consumismo y las apariencias. En las sociedades antiguas, esas de donde provenimos y de cuyos valores y principios nos alejamos raudamente, solían tener Consejos de Ancianos. En nuestras comunidades nativas del país profundo se encuentra muy arraigado el respeto por los Apus, que no solo son los cerros, sino los hombres más viejos y por ello más sabios. La opción dictada por González Prada puede que en su época y dadas las circunstancias fuera correcta, pero en la actualidad nos hace falta, no solo mirar atrás, sino considerar seriamente en recibir indicaciones que aunque sosas o hasta poco audaces nos centren y volvamos al verdadero camino del desarrollo personal, familiar y comunitario, que es lo único que debe interesarnos.

Ahora bien, no se trata de dejarle los problemas a los mayores y que ellos vean cómo nos sacan del atolladero. Definitivamente no. Se trata de tomar consejo, de hacer consultas y pedir que nos señalen las líneas verdaderas del desarrollo. ¿Y cómo? Empecemos por considerar que entre las personas mayores hay un selecto grupo de ellos que han descollado cada uno en su campo y nivel, que sus condiciones actuales de salud y expectativas de vida son las adecuadas y ya está, ya dimos el primer paso. Conformemos luego un Consejo, Patronato o Fundación, en alternancia con personas jóvenes y de mediana edad, para convertirse en la fuente generadora de ideas y anteproyectos que nos permitan elaborar los mejores, definitivos y ciertamente, más humanos, proyectos de desarrollo a mediano y largo plazo. Si revisamos los avisos de convocatoria a altos puestos de trabajo, tanto en la actividad privada como pública de hace unos 20 años, el requisito indispensable era ser menor de 25 años de edad. En los últimos años, en un 80 % de los casos, se buscan personas de muy alto nivel académico, profesional, con gran experiencia y cuya edad esté entre los 30 y 45 años de edad. Extraoficialmente se están aceptando personas de hasta 60 y 70 años de edad para altísimos puestos de la industria y la gran empresa ¿Qué pasó? Pareciera que se está revalorando algo que no dan las academias, institutos ni las universidades: ese especial criterio y visión a largo y mediano plazo, que solo con el tiempo y el buen manejo de la vida personal adquirimos los seres humanos. Si nuestras expectativas de vida han aumentado considerablemente, si la mente y capacidad de entrega de las personas se mantienen incólumes, entonces ¿por qué no explotarlas? En tiempos en que ya hemos probado de todo, ya nos hemos equivocado más que suficiente, miremos entonces hacia quienes todavía tienen mucho que dar y, lo mejor de todo, que solo están esperando la convocatoria.

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