lunes, 13 de septiembre de 2010

La filosofía de Acurio y la marca Lima

Cada cierto tiempo se dan en el país las condiciones y escenarios adecuados para que alguien se presente con las credenciales suficientes y necesarias para realizar el gran cambio que necesitamos. Gastón Acurio, cocinero del mundo y peruano por antonomasia tiene el carné respectivo. ¿Qué lo diferencia realmente de los políticos profesionales y tradicionales? La principal diferencia es que el vive de su trabajo. Se ha hecho sólo, con la complacencia de su padre, un gran señor, de paso discreto por la política nacional, pero forjador y formador de un buen hijo y un gran hombre. Gastón, en complicidad de su esposa, francesa ella, ha logrado posicionar su propia marca: La gastronomía peruana antes y después de Acurio. Ahora y gracias a ello, estamos en las páginas de las revistas internacionales, en locales de lujo montados por peruanos en el extranjero, en los libros de gastronomía editados en varios idiomas, pero además, nuestra gastronomía nos ha permitido recuperar el orgullo de ser peruanos y cada día aumentan las ganas de sumarse a esta gran tarea de posicionar al Perú como capital gastronómica de América. Con toda seguridad, lo que Luis Banchero Rossi fue para la pesca y la harina de pescado en el Perú, lo es ahora Gastón Acurio para la gastronomía peruana. Esperemos no más que no nos lo desaparezcan como sucedió con el primero. Ya perdimos aquella vez una gran oportunidad de mejorar el país.

El pensamiento Acurio nos invita a ser mejores mirando para adentro, a repartir lo recibido en el afán de desaparecer la pobreza y las necesidades, invoca a los ciudadanos a querer vivir mejor desde sus propias casas, sus propios hogares, respetando a las propias esposas y en la calle a las reglas de tránsito. Nos habla de una segunda revolución, la definitiva, para alcanzar el verdadero desarrollo y que necesariamente empieza por nosotros mismos. Lo que el actual alcalde de Lima, Luis Castañeda, ha hecho por la ciudad, a un enorme costo económico financiero para los propios ciudadanos, maquillando las formas y en base a la revolución del cemento, Acurio lo ha hecho a través de sus cadenas de restaurantes y de esa gran empresa, Mistura, que es de todos y que ha posicionado a nuestra Lima como centro culinario de primer nivel, como ciudad presentable y visitable, con lugar propio en el calendario gastronómico internacional y, lo más importante, a costo cero para nuestros bolsillos con la más grande rentabilidad imaginable. Lo que prueba que la transformación de una sociedad y sus íconos urbanos pasa más por las ideas, la creatividad y los verdaderos grandes proyectos, antes que por las ventanillas de los bancos y las concreteras de los grandes amigotes, en retribución a los grandes favores recibidos. En Lima hemos empezado a respirar un clima de satisfacción y desarrollo auto sostenido gracias a la labor emprendedora de alguien que afirma que es casi ridículo no ser de izquierda en estos tiempos. Lima está cambiando, no tendremos las mejores playas de blanquísima arena y aguas transparentes, no tendremos la mejor arquitectura y espacios urbanos, pero somos guardianes y cultores de los mejores sabores y manjares de esta parte del nuevo mundo y vaya que los estamos explotando muy bien.

Tal vez lo más importante en Gastón Acurio sea su fe. Fe en sí mismo, en lo que hace, en su entorno, en el país. Es cien por ciento nacionalista, pero como él mismo dice, en el sentido positivo. Quiere la prosperidad pero no arrebatándosela a los demás, si no haciéndola tan vasta y tan profunda que alcance justa y equitativamente para todos. Su éxito personal, familiar y empresarial, nace del convencimiento del valor agregado que se le da a todo lo que se hace. Su visión personal lo ha hecho desarrollar un proyecto individual que involucra a todo y a todos, en una suerte de pirámide del triunfo, o mejor, de un círculo virtual del sueño realizado. Cuando pide a quienes lo quieren escuchar, que no se vayan del país, que el Perú los necesita, nos está diciendo, no que nos quedemos para extender la mano con la palma hacia arriba, sino más bien para extender la mano como una suerte de eslabón virtual de una gran cadena de valores, solidaria del desarrollo. Entendemos su terca negativa a participar en política como la visión de alguien que está seguro de que el común de los ciudadanos no está preparado aún para el gran paso hacia la conquista de su propio futuro. Primero necesita que su filosofía personal del desarrollo se interiorice en el ciudadano común y corriente hasta convertirse en un denominador común y un clamor popular, antes de incursionar en la política peruana que hasta ahora sólo conoce de charlatanes y vendedores lenguaraces del peor sebo de culebra. Pareciera que su turno es el del 2016, año crucial para iniciar el verdadero despegue del Perú a puertas de la gestión presidencial del bicentenario de nuestra independencia. Trabajemos para que esto se cristalice, trabajemos en serio por nosotros mismos. Empecemos por aplicar en nuestras actitudes y comportamiento ciudadano la convicción de que poniendo un poquito más de empeño podremos hacer de nuestra comunidad el mejor lugar para vivir. En eso consiste precisamente la filosofía de Gastón Acurio.

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