domingo, 16 de agosto de 2009

Protagonistas y responsables directos.

Mucho se ha hablado sobre las condiciones mínimas que debe reunir quien pretenda manejar los destinos de una comunidad de personas, cuya máxima aspiración es vivir bien, en paz, en armonía con los demás y su entorno, con seguridad física y sicológica plenas y con la tranquilidad que da el saber que puede brindar seguridad económica a los suyos. No encuentro razón lógica para que el perfil común que hasta ahora ha recibido el "respaldo ciudadano", sea en un 90 % el de un profesional del derecho, un abogado. Al analizar esta constante nos percatamos que es la actitud, muchas veces desenfadada e histriónica, la que convence al respetable. Si además, detrás de esta figura hay una bien aceitada maquinaria publicitaria, entonces no hay lógica que se oponga y cada cuatro años se repetirá la misma historia.

¿Y por qué votaste por él?

¿No viste que era el mejor?


No. La verdad no estoy seguro. Pero que lo parecía, por supuesto.


Si pues, así funcionan las cosas y luego nos lamentamos. Pero eso no es lo peor, como dijo la niña escondiendo un abultado abdomen. Lo que aparenta ser una buena o aceptable gestión no resulta ser mas que una increíble oportunidad para que el candidato favorecido se levante buena parte del presupuesto comunitario, postergue indefinidamente las posibilidades de desarrollo y pierda espacio frente a comunidades vecinas que sí han sabido aprovechar tiempo y dinero.

La determinación del cargo de gerente general de la más importante corporación del mundo, es decir la comunidad a la que nosotros pertenecemos, debería implicar un poquito más de respeto, de dignidad, de seguridad al elegir a quien, de acuerdo a ley, va a poder en forma autónoma, con el apoyo y anuencia de un cuerpo de regidores, hacer y deshacer como decida y le convenga, si se le deja, nuestras vidas, pertenencias e intereses por los cuatro próximos años, aunque hay gestiones que desgracian nuestras vidas y comunidades, para siempre y un par de meses más.

Es bueno recordar que cuando pensemos en un futuro alcalde, no nos encasillemos mentalmente en la necesidad de un político de profesión o aspiración. Es más, no pensemos en el candidato, pensemos en nosotros mismos. No nos identifiquemos con un perfil ideal, que no somos y que no nos va a representar jamás. Pensemos, en todo caso, en la persona que reúna las mejores condiciones para hacer cosas que incluso ni yo mismo podría, pero que tengo la seguridad de que las va a hacer bastante bien. ¿Cómo saberlo? Pues escuchando, preguntando, inquiriendo, informándome más allá de lo evidente o lo vendible.

¿Condiciones? Sin género, ni orden:

Un vecino como yo, serio, honesto, trabajador, con formación académica superior no desbordante, pero mínima y suficiente; con experiencia laboral equiparable, incansable, creativo, excelente promotor de vida y desarrollo, que se aprecie en la suya propia y en su familia, creíble, confiable, más hacedor que hablador, con una trayectoria comunitaria identificable. Pero sobre todo, que no necesite de padrinazgos, ni de asesorías políticas permanentes que me hagan dudar de su capacidad y de sus verdaderas intenciones. En todo caso, el entender por nuestra parte y el aceptar por la del candidato que las alcaldías nos son para políticos sino para gerentes, ya es un buen paso. Que entienda además y sobre todo, que su cargo y función serán la de un buen empleado, temporal y bien pagado, de un buen jefe que lo constituye nuestra propia comunidad organizada.

Siempre nos hemos preguntado por qué será, que en los concursos de belleza, salvo honrosas excepciones, tenemos pocas mujeres, que además de hermosas sean inteligentes y con una gran personalidad. Probablemente la respuesta sea que a ellas, a las mejores, no les interesa participar, ven el concurso como algo denigrante, arreglado y sin sentido. Es una forma válida y respetable de pensar. Bueno pues, pareciera que a muchas personas capaces y muy valiosas no les interesa en lo más mínimo presentarse a un concurso electoral. Me atrevo a pensar que es porque saben que son amañados, que son concursos en los que no gana el mejor, que el premio luego hay que entregarlo o compartirlo con quien le dio el triunfo y, sobre todo, que no podrán hacer lo que realmente saben y pueden, si llegaran a ganar, porque siempre habrá alguien poniendo piedras en el camino para desviar los esfuerzos y beneficios para su beneficio particular. Amén.

Si pues. ¿Y qué tal si en lugar de poner esa carita de a mí ni me miren, para la próxima nos preparamos y aprendemos a hacer las cosas bien? ¿Definir nuestras necesidades, consensuar nuestras prioridades y fijar correctamente las condiciones del concurso electoral? Dios, la Patria y el resto de la vecindad, nos lo reclaman. Nuestras familias también.

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