domingo, 9 de agosto de 2009

La Gestión Municipal


Es un grave error, común y extendido, pero no por ello menos grave, asociar la Gestión Municipal, casi en forma exclusiva, con la política, sobre todo la partidaria, negándole al ciudadano la posibilidad de ser el objeto y protagonista del manejo municipal, para que a través del inteligente uso de las múltiples y modernas herramientas y estrategias de gestión con que hoy cuentan las municipalidades, pueda alcanzar su completo bienestar y el de los suyos. Lo que era un asunto netamente vecinal y de proyección ciudadana, se ha convertido en un botín político, que las grandes cúpulas partidarias se pelean a muerte cada cuatro años. Sin mayor conocimiento, ni interés en las verdaderas necesidades y esperanzas de los vecinos, arrasan con monstruosas maquinarias publicitarias y terminan imponiendo a sus candidatos, casi siempre los menos indicados para la función, pero los más
Gestionar una ciudad es planificar, es crear procesos administrativos propios e innovadores, es diseñar estrategias y formas eficientes y eficaces de atacar los problemas para alcanzar los objetivos requeridos. Pero además, es promover, indesmayablemente, el desarrollo local, crear fuentes de trabajo, cubrir satisfactoriamente los requerimientos de una vivienda digna, de salud, educación y recreación, es resolver problemas ambientales y darle calidad a la vida urbana. Es, eliminar la pobreza, el analfabetismo, tener una comunidad altamente inclusiva y con una distribución justa y equitativa de las riquezas. No es, en definitiva, administrar pobrezas y reclamar recursos sin percatarse de que no enfrentar, en forma personal, directa, inmediata y decididamente los problemas que se presentan, implica desperdiciar o postergar grandes oportunidades para alcanzar el desarrollo pleno.


Imaginemos por un momento una ciudad en donde da realmente gusto vivir, en donde las leyes se cumplen, las normas, reglamentos y disposiciones municipales se observan a cabalidad y se convive en paz y en armonía, con la alegría plena de vivir sanos y seguros. Donde todos tenemos un trabajo estable, habitamos una vivienda digna y en donde las distancias que recorremos para satisfacer nuestras necesidades básicas y complementarias no son más que las necesarias y adecuadas y las condiciones ambientales que nos rodean son óptimas.

Imaginemos una comunidad con un verdadero presupuesto participativo, en donde se decide, de una forma democrática y directa, conjuntamente con la población organizada, qué hacer, en qué gastar, qué obras priorizar y, de ser necesario, de dónde obtener más dinero para financiar otras nuevas obras que se decida realizar.

Imaginemos, finalmente, por dar un ejemplo concreto, una comunidad, un distrito, en donde el impuesto predial, ese trámite confiscador e injusto, se ha reducido a su mínima expresión, con excepciones y exoneraciones totales a las viviendas que no alcancen un valor máximo, que haya sido determinado por la misma población. Imaginemos un monto de arbitrios a pagar, justo y equitativo, en el cual la determinación de sus rangos y en donde el recojo de basura, de maleza, el arreglo, riego y cuidado de parques y jardines, el alumbrado público, la seguridad y otros servicios públicos, al ser pagados en mancomunidad o a medias, con comunidades y distritos vecinos, se ha reducido a un rango de 50 % a 60 % de los montos actuales.

La verdad es que todo ello y mucho más se puede lograr si entendemos de una buena vez, que la Gestión Municipal no es cosa de juego y que de cómo se hagan finalmente las cosas y las consecuencias que de ellas se desprendan, dependerá exclusivamente de nosotros mismos.

Si bien es cierto esta maravillosa labor promotora del desarrollo comunitario es asumida directamente por el candidato que la población considera como el mejor preparado para dicha función; sus facultades, atribuciones y responsabilidades serán las que la propia población organizada haya determinado en base a los intereses comunales, a un proyecto general de desarrollo consensuado y a la férrea supervisión y fiscalización que la propia población ejerza sobre los funcionarios elegidos. Resumiendo, no existe una buena Gestión Municipal si no existe previamente una idea exacta de lo que la población realmente quiere y necesita, si no se desarrolla un buen manual de organización y funciones, si las personas elegidas no son las correctas y si la gestión en curso no es convenientemente auscultada, en todo momento, por los mismos ciudadanos.

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