domingo, 19 de abril de 2009

Respetos guardan…¿quééé´?

- Respetos guardan respetos, señor.

- Sí ya le oí, pero y ¿eso qué significa?

- Que si usted quiere que los demás lo respeten, mimen y consideren, también debe respetar, mimar y considerar a los demás.

- Ah, era eso. Ya, ya, pase, pase nomás. Graciosito, ¿no?

Cuántas veces nos ha pasado encontrar en la calle, en el barrio mismo (nuestro hogar grande) a unos caraduras que se creen los dueños de la vereda, de la pista, de los árboles, del aire; porque caminan empujando gente, porque se estacionan en doble fila, porque mean como si les hubieran dicho que los árboles se morían de sed o porque fuman como si fuera el último día de su vida. Todos tenemos esos malos días, pero ya estuvo bueno, ¿no? Hay dos formas de tratar a esa gente:

  1. Haciéndolos entrar en razón en forma civilizada, o
  2. Cuadrándolos de frente, nomás.

Lamentablemente no existe una tercera ni cuarta opción.

Las calles, el barrio, el distrito en suma, no pertenecen a nadie en particular, son de todos, sin excepción, sí, también de la rubia antipática de la vuelta.

Si ya dimos el primer paso y logramos entendernos dentro de nuestra casa, nuestro edificio o condominio, es justo y necesario que ampliemos los alcances de nuestro círculo de calidad y lo llevemos hasta nuestra movilidad, hasta nuestra oficina o centro de trabajo, hasta el cine, la cafetería o hasta donde se nos ocurra o podamos depositarnos.

Qué diferente sería mi día si cuando, por ejemplo, salgo de mi casa y me encuentro con un Buenos días Enrique, que le vaya muy bien, en lugar del ceño fruncido de todos los días de doña Pilar, que porque dicen que su marido no viene a dormir 3, 4 o 5 noches por semana, ella sale a mentarle la madre al que encuentre, si es tempranito, mejor.

Me atrevería a plantearle a doña Pilarica que si ella tuviera un buen día, porque las cosas le han salido como ella hubiera querido, ya que ahora todos somos mas amables en el barrio, ¿Ha visto doña Beatriz?, si hasta el creído del César ése me saluda ahora; bueno, si doña Pili tuviera un buen día decía, en la bodega, en la farmacia, en fin, por donde ella se hubiera movido el día de hoy, segurito que cuando llegara don Susano, su marido, y encontrara a doña Pilancho con su sonrisa mas amplia y su faldita mas estrecha, les juro por Dios que don Susano no saldría esta noche y claro, mañana tempranito doña María del Pilar, me saludaría muy amablemente.

Si siguiendo mi rutina habitual, el bus que usualmente tomo, hoy parara en la esquina, que es donde debe detenerse, y el señor cobrador respondiera a mi saludo alegre y también sonriera, entonces, seguro que en lugar de mascullar el Ya, pasa, pasa tío, que al fondo hay sitio, de siempre, hoy me dejaría ir adelante nomás, porque bajo cerquita y, así evitaría que hoy día, al menos, me bolsiquearan.

Si al llegar al trabajo, saludo amablemente al portero, al ascensorista, a los compañeros de trabajo, incluso al aceitoso Guillén, hasta al jefe, que todavía sigue siendo un maldito, les juro que nuestro entorno se verá, lucirá, se sentirá, hasta se olerá, muchísimo mejor. Y es que lo que das se te devuelve.

Si en lugar de lanzar escupitajos de costado, envolturas por la ventanilla y mentadas de madre a diestra y siniestra, derramáramos sonrisas amables y miradas directas, como diciendo, “lo mismo para ti, franco, franco, que viviríamos mucho mejor.

Y ¿a qué viene tanto berrinche?

Bueno pues, a que nuestra actitud personal hacia los demás debe ser la que marque la diferencia, cada día un poquito más, hasta arribar a esa, por ahora, lejanísima calidad de vida, que aunque nos merecemos, no hemos hecho mucho para alcanzarla.

Hace un tiempo el gobierno, a través del canal 7 promovió, precisamente, una campaña con el encabezado de este escrito: RESPETOS GUARDAN RESPETOS. Duró poco y no alcanzó sus objetivos y, como siempre, se abandonó el esfuerzo.

Si no nos guardáramos nuestros respetos hacia los demás, si tratáramos de vivir mejor, pero conscientemente, podríamos lograr esa libertad incondicional que necesitamos para alcanzar luego esa calidad de vida que esperamos y repito, nos merecemos.

Vale la pena intentarlo.

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