martes, 5 de abril de 2011

Y ahora ¿Por quién votar?

Lo que vimos el domingo pasado, en el tan publicitado debate de candidatos presidenciales, no es precisamente lo que esperábamos, es exactamente lo que nos corresponde y, con toda seguridad, merecemos. Cinco personas, no las mejor preparadas, no las más interesadas en los problemas y soluciones nacionales, pero sí las que nos representan a cabalidad. Por Dios, ninguna de ellas me representa, dice una amiga. Como fuera, eso es lo que hay y es entre lo que hay que escoger. Primera falsedad. Los candidatos son 10, luego de la renuncia de Manuel Rodríguez Cuadros y los que se presentaron a dicho debate solo fueron cinco. Tal vez no todos los ausentes merecían estar en la palestra, pero al menos uno sí: Rafael Belaunde Aubry. ¿Por qué no estuvo? Porque las encuestas y las encuestadoras dicen que el respaldo popular no lo favorecía. A Belaunde y a los otros cuatro candidatos se les negó la posibilidad de presentarse ante el público, de explayarse en sus propios programas de gobierno y explicar el por qué razón tendríamos que haber votado por ellos y no por los otros.

Así las cosas, no queda más que abocarse a revisar la presentación y propuestas de los candidatos que vimos por televisión. La verdad es que ninguno convenció completamente. Todos ellos hicieron agua por algún lado y presentaron flancos vulnerables. El aparente aplomo de la señora Fujimori contrasta con una verdad innegable: es hija de papá, responde a una consigna familiar y partidaria y no tiene mayor mérito personal que el del apellido, que junto a la frágil memoria de los electores, en algunos casos y la falta de ética y moral en otros, la han convertido en bolo fijo en estas apuestas electorales. El señor Humala no terminó de convencer y nos dio la sensación de que se estuviera guardando algo; le faltó madurez emocional, pero si bien es cierto que sus respuestas y reacciones no fueron del todo atinadas, al menos se mostró como un ser humano permeable y no como un cachaco obtuso, como la gran maquinaria periodística se empeña en hacernos creer que es. De todos modos y en líneas generales, esperábamos mucho más, esperábamos encontrar a alguien que despuntara nítidamente y lo que vimos fue, en la mayoría de los casos, una desesperación, casi una angurria, por llegar al poder, sin importar el costo.

El próximo domingo no queda más que apelar a la conciencia y al buen criterio, dejando a un lado pasiones y preferencias personalísimas y pensando en el país, en medidas y políticas que superen los beneficios particulares y en la persona ideal para que encarne nuestra representación y maneje el futuro de nuestro país por los próximos cinco años. Yo ya decidí mi voto, es más ya lo tenía decidido. No voy a elegir más de lo mismo, no voy a favorecer a quien pretenda, mediante componendas y arreglos bajo la mesa, hacer un borrón y cuenta nueva, para protegerse protegiendo, ni a quien enarbolando la bandera de la modernidad y el desarrollo sin límite, pretenda pasar por encima de nuestros ideales, de nuestras ilusiones y le ponga precio a todo lo que todavía nos pertenece y no hemos sabido, o no nos han dejado, usar convenientemente. Me voy a permitir emitir un voto de peruanismo y de peruanidad, de nacionalismo pero sin estatización, en fin, un voto de peruano por su Perú. Dios quiera que acierte y, sobre todo, que a esa persona la dejen gobernar.

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