lunes, 18 de octubre de 2010

Tareas inmediatas para la alcaldesa

Se la han puesto color de hormiga a la señora Villarán. Le fue bastante difícil llegar, pero va a ser, por lo que estamos viendo, mucho más difícil hacerlo bien. Tiene todo en contra, salvo claro, el apoyo moral de buena parte de la población de Lima, que debería ser lo más importante. La vergüenza que le han obligado a pasar a la señora Magdalena Chú del JNE, de demorar todo lo que se pueda la oficialización como alcaldesa electa a la señora Villarán, no tendría otra razón que la de regalarle tiempo, al equipo de gestión saliente, para arreglar un poco las cosas, cuadrar o maquillar cifras y desinflar el ímpetu anticorrupción del equipo entrante. Flaco favor que el ejecutivo ha querido hacerle al señor Castañeda, quien debió adelantarse y decirle al emperador peruano, algo así como, "no me defiendas compadre"; por cuanto si como el mismo Castañeda afirma todo está bien, todo está suave, no necesitaba de esa ayudita oficial que sólo ha logrado levantar más la desconfianza del respetable, que al parecer ahora exigirá con mayor vehemencia una severa auditoría. ¿Servirá, como siempre la socorrida frase, de llegarse a comprobar malos manejos, de que sí pues robaron pero hicieron un montón de obras? Esperemos que no. Pero que ello no distraiga la atención, tiempo ni recursos de la nueva gestión. Hay tareas mucho más importantes y prioritarias. Las revanchas no caben y los ciudadanos exigimos dedicación completa y exclusiva a mejorar nuestra calidad de vida urbana.

La primera tarea es la de rescatar el principio de autoridad, cautivo todos estos años de los políticos y sus rabos de paja. Quien no posee autoridad moral suficiente jamás podrá convertirse en ejemplo primero y guía después, de las buenas maneras de vivir, de mantener un espíritu indoblegable ante la corrupción que por siempre ha rodeado al poder. Quien debe favores tendrá que devolverlos, quien ha recibido dinero o prebendas tendrá que negociar bajo la mesa cosas, obras, concesiones y similares, que favorezcan, aún descaradamente, a todos sus auspiciadores de campaña. ¿Cómo supervisar, fiscalizar o emitir sanciones a quienes nos ayudaron a ganar las elecciones? Si es cierto lo que la señora Villarán afirma de no deberle nada a nadie, ni a la izquierda extrema ni a los empresarios, entonces estamos empezando muy bien. Es imposible reclamar por una sobre valorización, al que nos dio de comer. No se puede anular una licencia o una concesión a quien está abusando de las facilidades municipales recibidas si esa persona o empresa es la que pagó nuestras cuentas de campaña. Recobrada la autoridad se requiere ordenar la casa, hay muchas cosas y personas (funcionarios) de más. Cuando se tienen las cosas claras, de que las personas que apoyaron en la campaña no son dueños de puestos a futuro, ni de favores a recibir, entonces no hay que preocuparse de planillas inflacionarias ni de puestos nuevos con nombre propio. El paso inmediato es el de recuperar la ciudad. De advertirle a quienes merodean las casas revueltas, buitres, estafadores, ladrones y lacras similares, que de ahora en adelante no habrá miedo ni tardanza para aplicar la ley. Cuando la señora Villarán se refiere a la policía metropolitana, imaginamos que no se está refiriendo a un cuerpo policial nuevo y paralelo, sino más bien, a la coordinación municipal general eficiente y eficaz de todos los miembros involucrados, policía nacional, cuerpo de serenazgo, autoridades y funcionarios y ciudadanos de a pie. Todos bajo un lema o algo parecido a: Los ciudadanos unidos jamás, pero jamás, serán vencidos. De ahí a poder caminar con tranquilidad y con seguridad total, física y sicológica, por las calles de la ciudad, no hay más que un paso y todo por el mismo precio.

Inmediatamente después se debería, desoyendo a los políticos calculadores que acompañan a la gestión, dedicarse todo el tiempo posible e imposible, a trazar, junto a los especialistas y a todos los ciudadanos, el proyecto de desarrollo integral para Lima, para los próximos 25 años como mínimo. Es difícil tratar de conciliar la cortedad del tiempo de gestión, así como las angurrias y cálculos políticos, con lo que la ciudad y sus vecinos realmente necesitan, aunque para ello se sacrifique "la mía" y el rédito que la obra efectista brinda. Si somos conscientes de que a nadie se le ocurriría empezar a construir su casa, la casa para todo el resto de su vida, si antes no tiene un buen proyecto general, unos planos bien detallados de lo que se va a construir, aunque se haga de a poquitos, con paros y descansos necesarios y conforme se vaya consiguiendo el dinero, pero con la certeza de que todo lo que se haga apunta a un solo, exclusivo y excluyente objetivo: vivir mejor, entonces debemos considerar que eso también pasa con la ciudad; mientras no tengamos claro que la gestión en ejercicio no va a poder resolver todo, no va a tener tiempo de encarar los problemas más álgidos e importantes y que, sobre todo, lo que ha recibido es una gran responsabilidad, la de iniciar el verdadero desarrollo y no de seguir creciendo sin ton ni son, entonces habremos logrado alcanzar la madurez y probablemente empecemos a hacer bien las cosas, a trabajar por nuestro propio desarrollo, aunque este tarde un poco en llegar.

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