domingo, 19 de julio de 2009

Elegir libre e inteligentemente.


La organización comunitaria más cercana a las personas que viven en una determinada área urbana es el gobierno local, es lo que conocemos como municipalidades; las hay provinciales, que comprenden varios distritos, de acuerdo a su propia división territorial y las distritales, las que nos tocan directamente y en cuya conformación, elección, apoyo, mantenimiento y fiscalización tenemos que ver. Lo que falta que comprendamos es que ellas existen por nosotros, para nosotros y deben ser manejadas, directa o indirectamente sólo por nosotros, los ciudadanos como usted, como yo, sin excepción ni muecas.

Ahora bien, me refería en artículo anterior, al poder que encierra nuestra elección, el voto que emitimos para señalar, elegir y confirmar a quienes van a dirigir, administrar y gestionar nuestra forma de vida y convivencia, manejar la autoridad y las reglas de juego que nos permitan vivir en paz y, por supuesto, mejorar cada día que pase, nuestra calidad de vida.

En el Perú actual tenemos básicamente dos tipos de elecciones: las municipales (para las alcaldías), a las que se suman las regionales y las generales (presidenciales), a las que se suman las congresales. Por un defecto de copiones impenitentes, hemos adoptado la política partidaria como condición única y exclusiva de todo tipo de elección que se realice en el país. Estás conmigo o estás contra mí. Eres blanco o eres rojo. Si no te defines y eliges a un verde, por ejemplo, eres, en el mejor de los casos, un miedoso inconsecuente, que desperdicia su voto.

Aquí reside el mayor de nuestros males.
Podemos aceptar que cuando de elecciones generales y congresales se trata, la política partidaria es necesaria porque hablamos de sistemas económicos, de relaciones internacionales, de filosofías de vida, en suma. Pero en mi caso y el de mis vecinos, los Gutiérrez, los Gonzáles, los Pacheco, estos últimos que no hacen caso de dejar de criar perros Pitbul para vender; lo que nos interesa es la vida en comunidad, la convivencia plena y pacífica, las buenas maneras, los usos y costumbres personales, que sin erradicarse totalmente se adecúan a los míos y que, por eso, todos podemos vivir bien. Para esto no necesitamos políticos de carrera, que les dicen, menos políticos de mamadera; lo que necesitamos son buenos gerentes, capaces y honrados, que aunque el 95 % de la población no lo crea, sí existen. Lo que no entiendo, por más que me aplique, es la forma tonta y suicida en la que nos hacen elegirlos.

Cada 4 años elegimos a nuestros alcaldes y regidores, a través de las urnas con un concepto pobrísimo de lo que estamos haciendo. Cada cuatro años, un domingo de Octubre o Noviembre, cogemos, refunfuñando, nuestro preciado DNI y nos dirigimos a los locales de votación y zas, con una equis bien grande sellamos nuestro futuro personal y familiar para los próximos cuatro años, sin entender la importancia del acto que estamos realizando. Si comprendiéramos que de elegir bien podríamos iniciar el camino de nuestro verdadero desarrollo, el camino de una buena vida, sin que, por ejemplo, me sigan cogoteando en la esquina de mi casa, cada vez que regreso tarde del trabajo, o las empresas de servicio público me sigan vaciando la sencillera, porque la billetera ya se la llevaron hace rato.

Pregunto yo, ¿de qué nos sirve satisfacer las ansias de posicionamiento partidario de los izquierdistas, derechistas, centristas, social demócratas, neo liberales, si a todos, les importa un verdadero carajo (en su acepción no grosera) el que usted y yo vivamos tranquilos en nuestro querido, calientito, amoroso y seguro hogar?

Si vemos las cosas desde nuestro verdadero y no borrego interés, nos daremos cuenta que para las alcaldías no necesitamos, de ninguna manera, políticos, que hablen bien y mientan mejor, aspirantes a políticos que nos usen y usen las arcas y relaciones municipales para llegar al Congreso o a los gobiernos regionales, por ejemplo, paraísos peruanos deseados por todo aquel al que le gusta vivir de los demás.

Ser un ciudadano libre es no sólo no deberle nada a nadie, monetaria o ideológicamente, también es no necesitar de nadie, menos de quien en forma ladina se viste de cordero, ocultando tremendas garras y hocico pestilente, para conseguir nuestro preciado voto, que repito, es la única y verdadera arma que tenemos para defendernos y defender a nuestras familias y una decente forma de vida. Aprender a votar, saber por qué se vota, elegir correctamente por quién se vota, deberían ser las primeras lecciones de conciencia cívica y consecuencia ciudadana que toda persona, exceptuando a los que tiene vocación de animal o cosa, debería aprender desde su educación inicial. Les aseguro que el país andaría mucho mejor, sobre todo no de costado y menos para atrás, si nuestras mas directas y cercanas autoridades, alcaldes y regidores, fueran las correctas.

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