domingo, 12 de julio de 2009

La tía del cabrito


Si todo lo que se hace a mi alrededor me afecta, para bien o para mal, pero yo me entero cuando ya está hecho; si no tengo un buen lugar para vivir y a nadie le importa; si vivo rodeado de cosas feas y desagradables y si además, vivo con temor de lo que me pueda pasar, afuera, e incluso al interior de mi hogar, entonces algo muy malo está pasando y, lo que es peor, no estoy haciendo nada por cambiarlo. Pero y qué puedo hacer si yo no soy la autoridad, yo sólo obedezco y los presidentes, los alcaldes, son los que deciden todo y hacen todo. Puaff, ya empezamos mal.

La verdad es que no es nada fácil plantarse delante de quien, temporalmente, ejerce la autoridad y decirle: ¿Qué pasa? ¿Cuál es el motivo por el cual usted no esté haciendo su trabajo en la forma correcta? Me hace el favor de rectificar e ir directamente a la solución de los problemas que sus atribuciones, responsabilidades y obligaciones plantean. Pero ya.

Esta es, sin duda, la única forma de proceder ante quien, por desconocimiento, por error, omisión o por intereses diferentes a los únicos que deben ser su motor y motivo, como en la serie del Grupo 5, no da la talla para el puesto. Y yo, ¿qué tengo que ver?, dirá usted, desde su cómoda y a veces egoísta posición de espectador, no muy convencido pero resignado.

Muy bien. Ya es tiempo de que usted asuma su papel. Su indiferencia, ante lo que sucede a su alrededor, y el mío, nos perjudica a los dos y a toda nuestra comunidad. La vida en comunidad es anterior a usted y a mí y seguirá en el tiempo hasta que no tengamos agua para beber aunque el agua marina inunde nuestras ciudades, ya no podamos respirar porque el humo y los tóxicos producidos por las grandes e indolentes industrias envenenaron nuestra atmósfera, luego de haber desaparecido nuestros bosques y eco sistemas. Otra vez, y esto ¿qué tiene que ver con este pechito, que come papa, pero que mayormente desconoce todo lo aquí expuesto?, dirá usted ya incómodo y fastidiado con este impertinente escriba.

Bueno pues, vamos por partes, como dice un descuartizador al que le encanta su oficio. En una sociedad democrática, como la nuestra, donde la representatividad de la ciudadanía se expresa a través de elecciones directas, en una sociedad que se supone civilizada y en donde las reglas de convivencia son claras y expresas, el origen y fin de todo lo que se diga y haga tiene que ser, indudable y excluyentemente, la persona humana, su realización y la de los suyos. Aplicado a una comunidad urbana podemos hablar de calidad de vida y respeto a los derechos urbanos. Sí esto es correcto e innegable, ¿cómo es que vivimos tan mal?

Reiteramos nuestra innegociable e insobornable posición: si resolvemos los problemas menores, del día, de convivencia, de cada uno de nosotros los integrantes de una comunidad urbana, el 90 % de los problemas nacionales ya están resueltos. Si atacamos cada tema con ganas y en forma directa, empezando por definir responsabilidades, asumiendo las propias y reclamando, con calma pero con firmeza, sobre las de los demás, entonces estaremos camino de la solución.

Empecemos entonces por determinar en dónde es que nace todo. En dónde reside la tía del cabrito, o sea, la madre del cordero. En nosotros mismos pues. En el poder que tenemos para definir quién o quienes nos van a representar y a quienes vamos a apoyar a empujar el carro. Ese poder es el del voto personalísimo y, si Dios lo permitiera, para las próximas elecciones, inteligentísimo también.

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