El distrito de Magdalena del Mar, ubicado en la zona central urbana de Lima Metropolitana, con una población que supera los 70,000 habitantes y en constante crecimiento, amerita un estudio sociológico y urbanístico que pudiera brindarnos a futuro, las herramientas necesarias para evitar la destrucción paulatina de nuestras comunidades urbanas.
El caos urbanístico generalizado de este distrito se gesta en
los últimos años de la década de los 90s, con la politización extrema de las
elecciones municipales, la financiación de costosas campañas electorales que luego
exigirían el retorno de la inversión realizada por parte de los “desinteresados
promotores inmobiliarios”, los intereses económicos personales y de grupo, la
desinstitucionalización municipalista y los visos de corrupción que se hicieron
presentes en cada acto de gobierno municipal, cuando no, la apropiación ilícita
de partidas presupuestales y una permanente y evidente malversación de fondos, todo
ello, con la anuencia o indiferencia de los propios Magdalenenses, debido
principalmente, a que las pésimas administraciones
sucesivas, habían sepultado la identidad ciudadana, el sentido de pertenencia y
los valores cívicos, los pocos que quedaban de todos sus vecinos, cerrando un
círculo vicioso que ha destruido totalmente al distrito.
Magdalena del Mar surge como una comunidad clase mediera de
reconocida calidad de vida. Desde sus años previos de fundación, la nueva
Magdalena era un deseable lugar para vivir, se construyeron residenciales
casonas y el orden urbano, así como el principio de autoridad fueron sus pilares
de desarrollo. Pero llegaron luego, la incapacidad como filosofía y la angurria
como credo a instalarse cómodamente y entre aplausos del respetable, para
convertirnos en un asentamiento inhumano en donde ya da vergüenza vivir. La
administración que en pocos días culmina su período no puede ser catalogada
como la peor de todos los tiempos, aunque lo merezca, sino como la ratificación
de ese nefasto período de porfiada cuesta abajo que se inició hace más de 20
años.
Una impresentable administración ejercida por el señor
alcalde Carlomagno Chacón, que valgan verdades no tenía la capacidad ni las
ganas de gerenciar el distrito, pero que por esas cosas que tiene el pésimo
sistema electoral municipal vigente, se encontró con la alcaldía gracias al
voto de arrastre que el colorao Muñoz de su partido AP, le brindó en bandeja de
plata. Pero el señor Chacón pudo haberse aplicado, pedir que le enseñen y tratar
de hacer una aceptable gestión, pero hizo todo lo contrario. No se interesó, no
se comprometió, ha estado cuatro años en modo muertito y ahora, se retira, con
el aplauso de algunos cuantos incondicionales ayayeros pero el repudio total de
una comunidad traicionada.
Desde el mes de enero 2019 en que el señor alcalde asumió su
período como autoridad empezó con dos pies izquierdos. Como llegaba sin saber
qué hacer no tuvo mejor idea que empezar ejecutando una obra, pistas y veredas
del Jr. Cuzco, que con algunas presunciones de incorrecta licitación se había
aprobado por la gestión anterior. El expediente estaba mal, los montos de
inversión no se revisaron y la ejecución fue un dolor de cabeza para los
vecinos. El señor Chacón había recibido, sin percatarse o tal vez sí, un
peligroso presente griego de su antecesor, que durante 16 años continuos había
sentado las bases del caos urbanístico, la sobre saturación del suelo urbano y
la irresponsable permisividad constructiva que nos ha convertido en una bomba
de tiempo en cuanto a la prestación de servicios básicos se refiere. En su
momento y cuando había que señalar responsabilidades el señor Chacón se hizo de
la vista gorda y cuando luego, pataletas de por medio, quiso puntualizar
acusaciones ya era tarde, cuando la desaparición de pruebas y el auxilio legal
e indebido de las prescripciones favoreció a su antecesor, por lo que ha tenido
que cargar con el pasivo de esos 16 años previos de desgobierno municipal y
desaparición de gruesas cantidades presupuestales.
El señor Chacón recibió un distrito sin un proyecto de
desarrollo urbano integral y sostenido, que se explica porque su inexistencia
permitió en su momento, la irregularidad en la emisión de licencias
constructivas, el favorecimiento a ciertas empresas inmobiliarias y el caos que
ahora nos ahoga. Pero en sus 4 años de administración no solucionó ninguno de
los graves problemas heredados. No ha hecho siquiera, la convocatoria a la
realización de un Plan de Desarrollo Urbano para el distrito, no evitó el grave
riesgo de validación de certificados de parámetros urbanísticos, muchos de los
cuales fueron indebidos y que se emitieron en gran cantidad antes de iniciar su
administración y que han seguido exigiendo su validación y la consecuente
emisión de licencias de construcción que jamás debieron darse. A ello debemos
añadir la indiferencia para solucionar el problema de la invasión de un buen
porcentaje del área propia del distrito por la municipalidad de San Isidro, otra
fuente de recursos indebidos de la pésima administración anterior que no
convenía arreglar, pero que en el caso del señor Chacón llama la atención
porque aunque él afirma no haber sido testaferro ni socio en parte de esos
negociados en la mal llamada zona en litigio, no se ha preocupado en demostrar
que él está limpio de toda culpa, tratando de solucionar el grave y vergonzoso problema
existente.
Pero en donde el señor alcalde, que ya está en sus
descuentos, se ha lucido en nombre de la incapacidad supina, es en la torpe
implementación de zonas de peatonalización y restricción del tráfico vehicular, sin un
correcto análisis de situación y posibilidades, copiando burdamente y adoptando sin adaptar, estereotipos de realidades totalmente diferentes a la nuestra, que han causado graves
perjuicios al comercio formal del distrito; a lo que se añade la entrega de toda la zona
comercial, otrora importante cónclave de usuarios metropolitanos, desde La
Molina al Callao, a los nuevos terroristas de la contaminación urbana, que al
igual que en esas películas futuristas que muestran ciudades devastadas por la violencia, la tortura psicológica que sufren
los ciudadanos y la degradación de los espacios públicos, actúa con total
impunidad ante la contemplación y apoyo de la autoridad, funcionarios y
empleados municipales. Hordas de conductores de enormes triciclos motorizados,
que están prohibidos de circular, han invadido el distrito de Magdalena del
Mar, en donde se han apropiado de sus calles, de sus espacios públicos, de las
pistas y veredas, premunidos de enormes altavoces, que durante 10, 12 y hasta
14 horas al día, de lunes a domingo, nos alteran y torturan con sus gritos
destemplados, sus ridículas bromas de cómicos ambulantes, sus groserías y
faltas de respeto a los vecinos, compitiendo entre sí para ver quién termina
primero la venta de sus frutas y verduras de dudosa procedencia y estado de conservación.
Las facilidades brindadas que permiten la impunidad de estos delincuentes
urbanos, que atentan contra la tranquilidad pública, las normas establecidas,
la salud física y psicológica de la población, no tiene explicación
inteligente. Salvo que algún funcionario o la misma autoridad esté en
contubernio con estos terroristas urbanos. Se plantea la posibilidad de la
existencia de una mafia muy bien organizada que se dedica al negocio de comprar
cosechas enteras, a precio de remate, a los agricultores de las zonas aledañas
a Lima y cuyos productos son entregados a consignación a estas personas
necesitadas de trabajo que tienen como condición, acabar como sea, en el día, la venta del
producto recibido, aunque tengan que estar gritando hasta las 9:00 o 10:00 de
la noche de cada día. Pero este negro negocio, que está exento de todo tipo de
costo, salvo el pago a los vendedores cautivos, ya que no necesita de local ni de
empleados, no paga servicios básicos, no requiere de licencia ni tampoco
tributa municipalmente ni a la Sunat, necesita de la seguridad, impunidad en
realidad, para poder “trabajar” libremente y allí entra a tallar la autoridad
municipal. Existe una ordenanza Metropolitana que prohíbe, expresamente, el uso
de megáfonos y alta voces por parte de los comerciantes informales, existe una
eficiente Policía Nacional que está presta a colaborar en cualquier operativo que
la autoridad pudiera planificar, pero nada de eso se usó, nada sirvió. Al igual
que en el caso de los parapentes (paratrikes) la impunidad con la que sus
promotores han actuado en el distrito es digna de una profunda investigación.
Pero pareciera que a nadie le importa, ni a los medios de comunicación que han
recibido las denuncias vecinales. Y la Fiscalía que ante las evidentes y
abundantes pruebas debería haber actuado de oficio, siguen mirando con ojitos
dormilones cómo estos gestores del sub desarrollo han destruido nuestro
distrito.
El señor alcalde Chacón, es el responsable directo de lo que
está sucediendo en Magdalena del Mar, una apacible comunidad en donde se vivía
decentemente pero que se ha convertido en la nueva Parada de Lima, en donde las
estrellas son los vociferantes y avezados vendedores de frutas y verduras. Y
eso no es justo.
Y sí, bueno, valgan verdades, los vecinos del distrito jamás
tuvimos representación entre los honorables miembros del Concejo de Regidores y
si la justicia existiera también debería sentar en el banquillo de los acusados a
quienes se beneficiaron de una dieta indebida durante estos nefastos cuatro años
de desgobierno municipal.
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