Señor Roberto Torres Gonzáles, antes
que nada, permítame expresarle mis más sinceras disculpas por los denigrantes adjetivos
calificativos e improperios, justificados o no, que los chiclayanos residentes
en dicha otrora hermosa ciudad, han venido profiriendo en los últimos meses
contra su persona, aduciendo que es usted el principal culpable de que Chiclayo
se haya convertido en una ciudad humanamente inhabitable, un verdadero muladar
y en la vergüenza del norte del Perú. Nada más lejos de la verdad señor.
Culpables son los ciudadanos que lo eligieron, mediante un voto inconsciente e
irracional y no una, sino dos veces; culpables son los regidores del Concejo
Municipal que lo han acompañado, que no fiscalizaron sino más bien,
aparentemente, lo encubrieron y apañanaron; culpables son los fiscales y jueces
que no lo han acusado debidamente, que ya lo han absuelto, o que siguen
demorando la correcta sentencia, en las centenas de denuncias realizadas,
seguramente también injustas, contra usted; culpables son el presidente
regional y todos sus consejeros y funcionarios que con su silencio han avalado
su inexplicable proceder; culpables son esos cinco señores congresistas de
Lambayeque que durante años, por lo menos siete, han callado lo que sabían y
que hoy afirman no haber conocido; culpable es el Procurador General de la
República que jamás acogió las pretendidas denuncias de una población iracunda,
a pesar de las pruebas, audios y documentos presentados; culpable es el
gobierno central que mira para otro lado cuando de cosas ajenas a sus intereses
particulares se trata y, finalmente, culpables son los chiclayanos de
nacimiento, esparcidos por el país y el mundo que jamás se interesaron por lo
que estaba sucediendo en su ciudad de origen. Y es que usted, señor Torres
es, a mi entender, un inimputable. Considero que usted no puede ser denunciado
penalmente porque no es una persona normal, al menos no lo parece y pido,
nuevamente, disculpas si me equivoco o me excedo.
Lamento de verdad, como parece
ser, que su niñez y adolescencia no hayan sido todo lo agradables que un ser
humano en formación pudiera desear; que tal vez haya sido usted privado de
muchas cosas que hoy ha pretendido cobrarle, probablemente con todo derecho, a esa
sociedad en la que nunca se ha sentido a gusto, a pesar de haber sido aceptado
como el inmigrante que originalmente fue. Que la falta de cariño y la cuota de
amor nunca recibida y tan necesaria para el desarrollo emocional de todo ser
humano normal, lo hayan obligado a buscar a jovencitas que con mimos y atenciones,
tan desmesuradas como interesadas, lo desviaran del proceder responsable y
maduro de una persona de su respetable edad. Lamento, igualmente, que la
instrucción universitaria por usted recibida, se le haya extraviado en el
camino, lo que no le ha permitido acertar en ninguna decisión municipal tomada.
Lamento, en fin, que usted no haya recibido, tampoco, educación alguna, lo que
explicaría la espontánea y estentórea patanería de la que usted hace gala en
todos los ámbitos de su diario acontecer. Rechazo sí, rotundamente, el calificativo de
burro, que los vecinos le han endilgado, habida cuenta que no hay por qué
maltratar de esa forma a dichos inocentes mamíferos cuadrúpedos.
No creo que usted haya robado
señor Torres. Creo que usted, en su monumental ignorancia, ha supuesto que ya
que el pueblo de Chiclayo lo eligió una vez y lo ratificó una segunda, usted
tenía todo el derecho de disponer de las arcas municipales a su libre albedrío
y que, según se fueran presentando sus requerimientos y necesidades, podía usted
usar dichos fondos para la compra, por ejemplo, de joyas, vehículos y
propiedades, gastar en ruidosas y ridículas fiestas y no pocos viajes, como las odiosas malas lenguas chiclayanas
pretenden hacernos creer. Sobre todo cuando afirman que ni siquiera dichas “inversiones”
han sido para usted y su provecho directo, sino para su señorita amante.
Rechazo tremenda injusticia, ni el más imbécil de los hombres podría hacer eso,
no con tanto entusiasmo ni por tanto tiempo, en todo caso.
Sobre el penoso tema de las obras
de saneamiento considero que tampoco es usted el culpable. Que las inmundicias
de los intestinos de los chiclayanos discurran libremente sobre las pistas del
centro de la ciudad, es culpa de quien los mismos chiclayanos señalan como su
socio en las obras de saneamiento contratadas, un lustroso congresista de la
región. Ese señor, que al decir de las mismas malas lenguas, se ha valido de
testaferros para levantarse el presupuesto municipal es quien debe ser señalado
y acusado por la población, aunque los señores del que una vez fue honorable
poder judicial terminen, como siempre, limpiándolo de polvo y paja. Se le acusa
además, injustamente, de que a usted le gusta construir las mismas pistas una,
dos, tres y hasta cuatro veces seguidas, sin reparar que esta tampoco es su
culpa, sino del “empresario” encargado de las obras sanitarias al que le
revientan los desagües a cada rato, sin causa aparente, a no ser claro, que en
lugar de cambiar las redes de tuberías solamente las estuviera parchando y
bastante mal, por cierto. Se le vincula
a usted, además, con los malos manejos de la Beneficencia Pública, con la
“realización” de proyectos inexistentes y decenas de casos de peculado,
nepotismo, malversación de fondos, asociación ilícita para delinquir, extorsión
y otras cosas más que la justicia no ha podido probar, ni podrá, solo Dios y
usted saben por qué.
Se le acusa también del caos
infernal en que se han convertido las calles de Chiclayo, por los mototaxis,
los ticos siniestrados y vehículos de toda condición y estado que se pelean a
bocina limpia la preferencia de despistados transeúntes, sin más norma de la de
yo lo vi primero. No entienden sus acusadores que el inmenso corazón que usted
posee lo ha motivado a recibir con los brazos abiertos a todos esos vehículos
desechados de las otras ciudades del país, conductores sin licencia, ni educación
mínima, incluidas. Es una maldad adicional eso de achacarle a usted que obliga,
a los interesados de turno, a juntar bolsas dinerarias para otorgarles las
licencias y autorizaciones respectivas.
Se le acusa, así mismo, de
mantener a sueldo, con el dinero de los sufridos contribuyentes, a una gavilla
de delincuentes que con directos argumentos de puño limpio tratan de convencer
a sus detractores de que usted es una persona honesta y trabajadora y no el
desalmado sinvergüenza que el 95 % de la población pretende hacernos creer que
es. Considero más bien que dichas personas no son más que un grupo de
desadaptados y renegados sociales, gente digna de lástima, que ha encontrado en
usted a la persona que puede ser el
abanderado de sus justos reclamos a la sociedad que los rechaza y a la que,
sienten ellos, hay que hacerle pagar dicha afrenta.
Lo que sí he notado señor
alcalde, en mis esporádicas y muy cortas visitas a Chiclayo, y que se lo
comento a manera de anécdota y le suplico disculpe usted la franqueza, es que a
nivel urbanístico, calidad de vida, orden y principio de autoridad, la que fue
reconocida como el emporio comercial del norte, se ha convertido en una
chingana de mala muerte. Claro que también debo anotar que ninguna institución
representativa de la ciudad había dicho esta boca es mía, salvo últimamente y
en la medida en que los reclamos se han convertido en escandalosos repudios.
Le comento por último y para no
abusar de su tiempo y, supongo, recargada agenda, que el pueblo chiclayano
insiste en que usted ha decidido intentar
una segunda reelección y ya en esto no he podido aguantar la risa señor Roberto
Torres. Tendría que ser un pobre imbécil quien, por más limitado que sea, no se
hubiera dado cuenta de que en estos últimos ocho años, todo le ha salido muy
mal y que, en honor a la verdad, tampoco existe una población tan estúpida que pudiera
volver a elegirlo. ¿O usted cree que sí?
Muy Atentamente,
Enrique Odar Rojas
Chiclayano de Nacimiento
Limeño por Adopción
Ciudadano Libre por Decisión.